viernes, 23 de agosto de 2013

INMIGRACION Y MANO DE OBRA



La mayor parte de los obreros instalados en la zona eran, pues, inmigrantes europeos, que habían tomado parte como tantos otros miles, de una de las oleadas inmi­gratorias internacionales que el país recibiera sobre todo a partir de 1880.

El movimiento inmigratorio in­tegró un vasto proceso socio-eco­nómico que estuvo relacionado con los cambios producidos a nivel mundial a partir de la segunda mitad del siglo pasado. Una ine­ficaz política inmigratoria impidió, mientras tanto, los asentamientos de poblaciones en las zonas donde realmente se necesitaba importan­te aporte demográfico para poblar el desierto, como preconizaban los mentores iniciales Alberdi y Sar­miento. Los inmigrantes se amon­tonaron en cambio en las ciuda­des, en especial en las portuarias, que ofrecían a priori mayores opor­tunidades económicas. Buenos Ai­res, y Rosario en segundo término, se convirtieron en los centros ur­banos de mayor absorción poblacional.
José Panettieri, en Los traba­jadores, señala: "Rosario consti­tuye el otro fenómeno de concen­tración urbana producido en pocos años. De una población de 300 habitantes en 1851, había llegado a 23.000 en 1869 y a 94.000 en 1895. Contando entonces con una propia zona natural de influencia, su puerto había adquirido la im­portancia que manifiestan las ci­fras de su comercio de ultramar, en toneladas. Estas señalaban en 1879, 120.000 toneladas de im­portación y 140.000 de exporta­ción; en 1884, las mismas habían ascendido a 280.000 y 300.000 respectivamente  para alcanzar cinco años después topes de 610.000 y 460.000 toneladas.
Interesa sin embargo para este trabajo en particular, la etapa de afluencia que se produce luego de la Primera Guerra Mundial, es de­cir la etapa comprendida entre 1918 y 1930. En ese momento, llegaron a la Argentina centenares de miles de europeos, de los cuales una proporción menor que en las etapas anteriores radicó en las zo­nas rurales pampeanas y otra ma­yor en Buenos Aires y sus alre­dedores.
Estos hombres ampliaron la mano de obra de economías ex­pansivas, ya no destinadas al sec­tor primario sino, sobre todo al secundario o terciario. Aumentó en este periodo la proporción de inmigrantes europeos del Este (po­lacos, checoslovacos, húngaros, rusos, judíos de Europa Oriental), la mayoría de ellos de extracción campesina o habitantes de peque-nos núcleos urbanos.
"La Capital" del 26 de enero de 1928 dejaba constancia de esta circunstancia al señalar: "Dentro del orden correspondiente al mo­vimiento inmigratorio producido durante el año anterior, llama a justo título la atención general el sensible aumento experimentado en el contingente polonés (...) Re­presenta la corriente inmigratoria procedente de la región central de
Europa, que ocupa la restaurada Polonia, la apreciable cantidad de 18.000 personas, cuyas condicio­nes son en general excelentes para la labor agrícola a que ordinaria­mente dedican sus esfuerzos y ap­titudes..."
Rosario tuvo, entonces, un rol protagónico en la atracción de in­migrantes. La expansión vertigino­sa de la actividad agrícola en la región del sur santafesino —cuyos productos salen naturalmente por el puerto rosarino— y la formación del sector de servicios, ligado es­trechamente a los intereses del agro, fueron factores que incidie­ron para que la ciudad se cons­tituyera en centro de atracción de una inmigración masiva de argen­tinos y extranjeros que produjo en pocos años un fenómeno de con­centración urbana notable.


Fuente: extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta  Fascículo Nº 15 .  De Julio 1991. Autores: Sandra A: Bembo – Nelly I. Sander de Foster – Marisa Rocha