lunes, 5 de agosto de 2013

EL BARRIO DEL ARROYITO


Por Rafael Ielpi

También un carácter popular, pero con un origen diferente al anterior, tendría otro de los barrios de la ciudad: el de Arroyito, nacido de uno de los tantos proyectos urbanizadores e inmobiliarios de comienzos de siglo, alentados por algunos de los notorios represen­tantes de la burguesía rosarina. Se enclavaría inicialmente en el llamado "Paraje El Arroyito", en las cercanías del arroyo Ludueña (el "arroyito" de la nomenclatura mencionada), en terrenos de propiedad de Felipe Lavallol que eran paso habitual del tránsito entre el entonces pueblo de Alberdi y el Rosario finisecular, lo que incluía el pago de un one­roso peaje. Hasta el precario puente sobre el arroyo llegaban, como lo demuestra algún antiguo testimonio fotográfico, los tramways a caba­llo de la empresa "Rosarino del Norte".
A la historia del futuro barrio estaría ligado asimismo el nombre del general Justo José de Urquiza, quien hacia 1850 era propietario de tierras en la zona, luego vendidas a terceros. El entrerriano se vincu­laría asimismo con ese sector de lo que entonces era aún "el" Rosario a través de una casona, subsistente con reformas en Avenida Alberdi 1040, la que según la tradición sirvió de residencia de descanso al triun­fador de Caseros en la época del Ejército Grande. La vivienda sería conocida después en Arroyito como "la casa de los fantasmas", por los presuntos ruidos de cadenas que según los vecinos se escuchaban en su interior, que motivaron la reticencia para habitarla.
A comienzos de siglo, aquellos predios pasaron a poder de una sociedad integrada por los sucesores de Lavallol y por Juan Canals, cuyo proyecto urbanizador no pasó de eso, al punto que optaron por la venta del mismo: una parte a una empresa inmobiliaria, la "Sociedad Anónima El Arroyito", y la otra a Echesortu y Casas, que aquilataba experiencia en el rubro. A partir, de 1905, la primera tendría a su cargo la venta de los lotes que se habían delimitado ese mismo año, promo-cionando el lugar y sus atractivos, entre los que se incluía el servicio de tramways, su pintoresco recorrido, el puente mismo y, además, la posibilidad de pago de los terrenos en mensualidades.
Jorge Malla precisa que la especulación inmobiliaria, consolidada con el nuevo siglo, iba a encargarse de lotear y urbanizar lo que por mucho tiempo sólo fueron extensos baldíos, casi campo abierto, parajes lejanos en una difusa frontera urbana. Una de las empresas encargadas de los negocios inmobiliarios fue la Sociedad Echesortu y Casas, que mediante la compra de grandes exten­siones de terrenos, subdivididos y urbanizados, hizo posible la creación de gran­des centros de población como lo fueran Tablada, San Francisquito, Industrial, Nuevo Alberdi.
Señala Malla: En la búsqueda de la vivienda familiar, la población com­praba lotes pagaderos a plazos, alquilaba terrenos sin ningún tipo de edifica­ción o se instalaba ilegalmente en tierras desocupadas. Estos casos jugaron un papel decisivo no sólo en la apropiación privada de la tierra suburbana sino que también se articularon a un proceso de especulación inmobiliaria que inci­dió significativamente en casi todas las zonas de reciente ocupación, aun las más precarias.
Hacia el Centenario, aún subsistían en la zona del antiguo Paraje El Arroyito algunas de las quintas que sobre finales del siglo XIX e ini­cios del XX extendían sus verdores en las inmediaciones del arroyo Ludueña, como la que era propiedad de la sociedad Latuca y Tuttolomondo, próxima al arroyo, o la de los hermanos Plano, que era de mayor extensión ya que sus límites llegaban hasta la costa del río Paraná, desde la Avda. Castellanos, la principal arteria del barrio.

Mi padre, Salvador Gentile, nacido en Sicilia, se instaló en esta zona en 1915. Cuando él llegó todo era campo y se instaló en la zona donde actualmente se puede ver lo que queda de la fábrica textil Estexa. Alquilaba ese predio a Echesortu y Casas, dueños de grandes porciones del barrio entre las que se encontraba el lote donde después se instaló la cancha de Argentino; lo cierto es que aquellos tiempos eran muy difíciles. Mi madre, doña Francisca, dormía con la escopeta en la cama y más de una vez la
usaba para expulsar a los mafiosos. Se suele decir que era zona de mafio-sos, al igual que las quintas que estaban del otro lado del arroyo Ludueña, pero es falso. Eran toda gente trabajadora y los mafiosos eran los que venían a robarnos a nosotros las gallinas y los lechones. Eran tipos braví­simos que venían de Refinería y de la zona de Zeballos, 9 de Julio, Alvear, Santiago y Pueyrredón.
(Diario La Capital, 7 de julio de 1997)

Poco a poco, aquel incipiente barrio fue contando con una infraes­tructura general que le permitía una suerte de autoabastecimiento comercial y algunas recreaciones vecinales, mientras se poblaban los lotes con construcciones importantes, de propiedad de muchas de las familias socialmente relevantes como los Capdevila o los Ortega, que se iban agregando a las menos ostentosas de los primeros pobladores, mientras también levantaban su modesta arquitectura las casitas prole­tarias de quienes constituían un sector obrero creciente en la zona. La llamada Calle 10 era en los primeros años del siglo la única vía que se podía transitar sin mayores riesgos por su condición de adoquinada, mientras en el mismo sector se emplazaba el Barrio de las Latas, donde se instalaría en enero de 1912 una modesta capilla.
En los años de la afluencia inmigratoria y del poblamiento inten­sivo de la ciudad, el Barrio Arroyito incluía ya en su seno una variada parafernalia de comercios, entre los que descollaban los entonces habi­tuales almacenes de ramos generales, como "Los Leones", de la fami­lia Cué; el "Quién lo diría", de José Más;"La Casa delVasco", en Avda. Alberdi y José Ingenieros, el almacén "Dante", en Juan José Paso y Almafuerte, a los que se sumaban panaderías como "La Victoria" y "La Andaluza", en la esquina de las actuales calles French y José Manuel Estrada, y otra serie de negocios de diversos rubros y algunas indus­trias, como la jabonera de Rocca y la de Salvador Sevilla.
La recreación estaba dada por el Club Social, fundado en los años del Centenario y emplazado en Avda. Alberdi y José Ingenieros, donde se llevaban a cabo reuniones sociales, bailes y festejos, que concentra­ban con cierta regularidad a los vecinos, para quienes la posibilidad de contacto social estaba por cierto reducida a esas módicas propuestas.
Iguales sitios de diversión y entretenimiento de los vecinos eran, a comienzos del siglo XX, el llamado "Vitam Park", de Bvard. Avellaneda y Avda. Genova, instalado bajo la barranca, sobre la playa, donde se exhibía en verano cine al aire libre; el salón de baile "El Ideal", en Avda. Alberdi y Almafuerte, la "Confitería El Molino", en Avda. Alberdi y J uan J. Paso, con su terraza acondicionada como pista de baile, y el salón de bailes "El Favorito", también sobre la Avda. Alberdi.
Apenas superado el Centenario, la urbanización del barrio pro­seguiría sin pausas: en 1911, Rouillón remata dos manzanas de la Sociedad El Arroyito, únicas por su ubicación frente al nuevo parque muni­cipal, inmediatas al río Paraná, en 60 cuotas mensuales. Cuatro años más tarde, Antonio Escauriza (apellido de una de las familias notorias de la zona norte) propone de modo más que directo la compra de terrenos en el barrio, incitando a abandonar la promiscuidad del conventillo: Empleados y obreros: ustedes están pagando 15 o 20 pesos al mes por una o dos piezas malsanas, tal vez sin aire y sin luz y con una vecindad molesta. Esto equivale a tirar el dinero a un pozo sin fin, y vivir mal. Por $ 22.- al mes, en 66 meses, vendo lotes de terreno de 300 varas, frente al "Mercado El Porvenir", Bvard. Avellaneda y French, con tranvía N" 4 a dos cuadras. Hoy pueden ustedes construir una pieza sencilla; mañana construirán una buena casa. Visíteme sin perder tiempo...
La constitución del Barrio Arroyito iba a motorizar otros inten­tos urbanizadores en zonas inmediatas, y así, en 1911, Barnett y Escauriza, con oficinas en San Lorenzo 1077, promocionaban lotes antes de llegar al barrio El Arroyito, bajo la denominación de Barrio Rivadavia, sobre la gran Avenida Alberdi, Bvard. Avellaneda, calle Juan José Paso y límite sud del barrio, hasta las barrancas del río Paraná". Otro proyecto en la zona sería el de Villa Obrera promocionado por Rouillón en mayo de 1911, que ofrecía pasajes gratis en trenes fleta­dos especialmente desde las estaciones del Ferrocarril Francés, Central Argentino y Córdoba y Rosario, para quienes quisieran asistir al remate de 348 lotes, con una base de $ 4.- por mes; el barrio proyectado lin­daría con los barrios El Arroyito e Industrial, sobre calle Juan José Paso.
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones