Con su evolución en el
tiempo, la zona de Echesortu se caracterizó por una población de fuerte inmigración,
con predominio de italianos y españoles, o descendientes de dichas
colectividades, y conformada por empleados, comerciantes y profesionales, que
se extendería poco a poco al Barrio Mendoza, fundamentalmente con un núcleo
de En dicho barrio, hoy denominado Barrio Azcuénaga, los primeros propietarios fueron los hermanos Julio Daniel y Faustino
Infante. El primero, abogado de la empresa de Carlos Casado del Alisal, se
desempeñó como intendente municipal en un breve periodo entre los años 1912 y
1913, y extendía sus propiedades a los barrios Arrillaga y Godoy.
En sus comienzos se lo
conoció como Barrio de las Rosas y en uno de sus extensos predios, los hermanos
Infante construyeron una mansión con pileta y mirador, reglamentando para el
resto de las construcciones que se levantaron posteriormente, un jardín con
plantíos de flores en su frente, lo que daría nacimiento, sin duda, al nombre del barrio. El perímetro Se cerraba de noche con cadenas atadas a
los postes que circundaban el sector para evitar el ingreso de animales
sueltos, habituales en esos parajes.
Mónica Noemí Martínez
de Neirotti consigna al respecto: "Al iniciarse el siglo un grupo de entusiastas
vecinos, entre los que se contaba el doctor Julio Daniel Infante, promovió la
construcción de los barrios obreros de Arrillaga. Mendoza y Godoy, a través de
la sociedad conocida como La Inmobiliaria Rosarino., la cual comenzó con la venta de terrenos alambrados en la zona oeste,
y si los compradores lo deseaban, le colocaban una vistosa puerta de hierro,
entregándoles las llaves como si se tratase de una casa de material. Si bien la Inmobiliaria entró en
estado de liquidación en 1908, su obra no cesó puesto que sus iniciadores formaron un sindicato al
que la ciudad le debe la compra de la Quinta Jewell, lo que permitió la apertura de las calles
Vera Mujíca hasta el callejón de Urqulza, y San Lorenzo desde Crespo hasta la
estación ferroviaria".
"Conocedores de
los problemas de vivienda, los socios de la Inmobiliaria decidieron entre 1908 y 1910 la construcción de 20 casitas, ubicadas sobre la calle Santa
Fe entre las de Crespo e Iriondo, terreno alto, considerado, por entonces, que
se encontraba en las afueras pero no tan lejano como para que resultara molesto
relacionarse con cualquier punto de la ciudad. Las casitas separadas entre si
por cercos de alambre, eran de tipo chalet con una sala-comedor amplia, un
dormitorio en la parte alta, un cuarto de baño, cocina, comedor y corralito.
Las viviendas se vendían en mensualidades de 65 pesos o bien se alquilaban a 30 pesos mensuales..."
El Barrio de Las Rosas, mientras tanto, pasaría a ser Mendoza y en 1920 tomaría el nombre definitivo y actual de
Azcuénaga, reiterando por lo demás una costumbre por lo menos discutible: la de asignar a los barrios de la ciudad
nombres que —si bien altamente respetables— poco o nada tienen que ver con la
historia de Rosario y, mucho menos, con la de los propios lugares a los que
denominan.
En esa zona se concretaría, en 1926, otra experiencia habitacional
interesante: la de la llamada Vivienda del
Trabajador, llevada a cabo con el patrocinio de la Municipalidad, cuya
intendencia ejercía entonces el doctor Manuel Pignetto. El proyecto estaba
destinado a la construcción de casas para obreros y empleados municipales,
provinciales y nacionales, jubilados y pensionados. Se trataba de viviendas
inembargables, exentas de toda clase de impuestos municipales y de
contribución directa por 15 anos, y pagaderas totalmente en mensualidades no mayores que el
simple alquiler de plaza. Las cuotas eran de 83,60 pesos para la vivienda de tres piezas y
de 65,43 para la de dos, requiriéndose como única garantía el importe de dos
mensualidades y media por adelantado. A los precios mencionados se les efectuó
en 1933 una rebaja del 30 por ciento, que en 1935 alcanzó a un 40 por ciento, por disposición del intendente Esteban Morcillo.
El primer grupo de esas viviendas, que aún subsisten (la mayoría de
ellas con reformas edilicias) se construyó en los barrios Parque y Sarmiento,
comenzando posteriormente la edificación de las mismas en Barrio Mendoza, sobre calles sin
pavimento. El plan resultó de tal magnitud y resonancia nacional que el diario La Nación le dedicó, en su edición del lfi
de enero de 1933, una pagina completa, con vistas fotográficas de la zona Hacia el este,
desde el límite que fijaba la calle Ovidio Lagos, y actualmente englobado en
la totalidad que constituye el Barrio Bella Vista, se encontraba San Franctsquíto, barrio cuyo nombre provenía de un oratorio levantado en 1832, ya mencionado. El diminutivo, por su
parte, se refería a la pequeña imagen del santo de Asís, cobijada en el lugar.
Posteriormente, en el mismo terreno de San Nicolás y Gal vez, y en 1899, se levantaría la capilla del mismo
nombre.
En 1902 se dispuso que en la zona, ocupada también por quintas como gran
parte del oeste rosarino, se trazara la Avenida
Godoy,
por donde, antiguamente, habían corrido hacia La Candelaria, actual ciudad de Casilda, las vías del
ferrocarril Oeste Santafesino. El tendido de la nueva avenida estimuló el
loteo y venta de terrenos y en 1931, sobre la flamante arteria, se construyó la iglesia de Lujan.
Wladimir Miklelievich
señala que además de numerosas quintas y hornos de ladrillos en explotación en
los alrededores del caserío, den-tro de su planta urbana funcionó una
curtiembre perteneciente a A. Ferragut, establecimiento del que todavía en 1935 quedaban ruinas y una chimenea de regular altura". Y agrega: "La
formación del Parque Independencia, inaugurado la noche del 1º de enero de 1902, cuyo vértice SO quedó a siete cuadras y
media de la capilla, como asi la inmediata instalación de una línea del tramway Anglo Argentino, con terminal frente al
Hipódromo emplazado en ese paseo público, fomentó la construcción de modestas
viviendas, dispersas sobre la hoy cortada Independencia desde la calle La Plata (Ovidio Lagos) hasta la Capilla".
Luego de la Primera Guerra
Mundial, la fisonomía urbana del barrio comenzó a desdibujarse por el crecimiento,
hacia el sur, del barrio Cinco Esquinas, que después pasaría a denominarse Bella Vista. "San Francisquito
—señala Mikielievich— marchaba al olvido como toponímico". Lo cierto es
que el puebltto de San Francisquito, como lo denominan documentos de mediados del
siglo pasado, pasó a ser aldea el 13 de junio de 1873, cuando la
Municipalidad sancionó la ordenanza de creación en extramuros
de tres aldeas: las de Saladillo, Ludueña y San Francisquito, y terminó en
modesto barrio del oeste.
La antigua zona de
quintas y hornos de ladrillos fue poblada por trabajadores de esos sectores y
tomó mayor expansión en la década del 50 al levantarse, junto a la capilla, el Mercado de Productores, que concentra la
producción hortícola proveniente del cordón verde que circunda a Rosario.
Los barrios Triangulo y
Moderno, por su parte,
englobados en la
Asociación Vecinal Justo José de Urquiza, en el perímetro
comprendido entre Avda. Godoy y Avda. Uriburu, vías del Ferrocarril Bel-grano
y Avda. Provincias Unidas, cubren en la actualidad 45 manzanas en las que habitan unas 8000. personas. Cercado por terraplenes del
mencionado ferrocarril, su progreso quedó estancado y padece aún deficiente
condiciones de salubridad, con carencia de elementales obras de desagüe, sanitarias,
etc. La población de la zona —la más alejada del centro de la ciudad—,
precariamente atendida por líneas de transporte colectivo, fue conformada por
obreros jornaleros, de la construcción, hornos de ladrillos, recolección de
residuos, maestranza, changarines y vendedores ambulantes sin ingresos fijos.
Más al oeste aún, a la altura de Felipe
Moré y Bvard. Seguí, se edificó la lujosa Villa San Augusto, propiedad del
ciudadano de origen francés Carlos Deliot, rodeada de
frondoso parque. Deliot y Mauricio Casal adquirieron el extenso solar que se
extiende entre las vías del ferrocarril y la Avda. Provincias
Unidas, casi en el límite oeste del municipio.
Fuente: extraído de la revista
“Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo Nº 18 . De Enero 1992. Autor: Alberto Campazas