lunes, 29 de julio de 2013

ECHESORTU, EN EL BAJO


La zona ocupada actualmente por el barrio Echesortu (para el que mantendremos la nomenclatura que la ciudad adoptara como defi­nitiva, pese a decisiones municipa­les en contrario) era, a comienzos de la última década del siglo pasa­do, un ámbito casi desolado, "allá lejos" del centro de la ciudad en crecimiento, con dificultoso acce­so. Sólo una curtiembre, la de No-gués, y el tramo conocido como las vizcacheras de doña Luciana, eran paisajes conocidos en lo que en­tonces se denominaba el disrito del Bajo Hondo, del que también formaba parte la "Villa de San Francisquito".
La transformación, sin embar­go, se produjo en forma vertigino­sa, merced sobre todo a la acción de una empresa urbanizadora que, en ese aspecto, alcanzó proporcio­nes de pionera: la de Ciro Echesor­tu y Casiano Casas.
Poco a poco aquel extenso cam­po se parceló en lotes y la tierra en calles. Ciro Echesortu se encargó agrimensor Víctor Tenac, que aún subsiste, Dichas construcciones fueron ordenadas por los her­manos Carlos y Eduardo Jewell y en ellas habitaron altos empleados ferroviarios además de los propie­tarios, que lo hicieron en la vivien­da entonces individualizada con el Na 6. Casi inmodificadas, como una escenografía también inmuta­ble, convertidas en su mayoría en pensiones de estudiantes, esas re­sidencias que se acercan al siglo de antigüedad testimonian parte de los orígenes del barrio Echesortu.
Al club barrial pionero, el Rosa­rio Cricket Club, fundado el 27 de. marzo de 1867 (en 1888 pasaría a denominarse Rosario Atlético Club o Club Atlético del Rosario, como se lo conoce todavía en la actualidad) se le sumarian pronto otras insti­tuciones y comercios que fueron otorgando identidad al barrio. La
inauguración de la iglesia San Francisco Solano y luego de su escuela primaria anexa, mostró la actividad de la orden franciscana en la zona, que se extenderla des­pués a la atención del entonces denominado Lazareto, actual Hos­pital Carrasco.
Los almacenes de ramos genera­les, por entonces una presencia inevitable, se constituyeron en re­sidencia también de primitivos po­bladores. Son recordados, asi. los de Enrique Allbrich, en San Luis y Cafferata; el viejo almacén de José Bottes, en Mendoza y Crespo; el de José Sesán, en Mendoza y San Ni­colás; el de los hermanos Angel y Juan Dellacasa, en Mendoza al 3600, con anexo de fábrica de suissé, licor elaborado a base de ajenjo. Otro de los comercios iniciales fue la panadería El Municipio, de Esta­nislao Uriarte, de la que se afirma que llegó a faenar 2000 kilos diaríos de harina. La única fábrica de principios de siglo era una de cal­zado: la de Cándido Cabezas, en Mendoza y Constitución.
Por aquellos tiempos, el espar­cimiento se daba con la llegada de los esperados circos criollos, con las carreras cuadreras en una can­cha ubicada en calle 3 de Febrero entre Constitución y Bvard. Avella­neda y con las distracciones que proponían el boliche de los Vilches y los recreos. El más importante de estos últimos fue el Gran Recreo Americano, habilitado en 1892, y que perduraría hasta la década del 40 como Recreo Echesortu. Se tra­taba de un restaurante al aire libre con numerosos juegos para chicos al que el tiempo transformaría en cine al aire libre y más tarde en el popular e imponente Cine Echesor­tu, que devendría finalmente en una de las tantas confiterías baila­bles de la ciudad, que proliferaron en las décadas del 70 y del 80.
Pero quizás el lugar más honda­mente popular en la década del 30 40 fue la ya mencionada Conchi­ta de San Pedro, incluida en el extenso predio de la Quinta de San Pedro, donde algunos clubes como Arrillaga, Colombina y Almafuerte tenían sus "estadios" y donde dis­putaban sus encuentros de fútbol ante verdaderas multitudes de ve­cinos. El inmenso ombú en el cen­tro del terreno no reunía, en cam­bio, a mucha gente, pero permitía encuentros mucho más románti­cos bajo la sombra de sus pobladas ramas.
La Plaza Buratovich, por su par­te, fue desde un comienzo el lugar obligado de reunión del barrio. De­limitada por las calles 9 de Julio, 3 de Febrero, Cafferata y San Nico­lás, el tradicional espacio verde fue en principio parte del terreno ofer­tado por el mayor Buratovich al intendente Nicasio Vila en 1908.
 En 1910, el barrio había cam­biado por primera vez de denomi­nación: el nombre Alberti sirvió pa­ra identificarlo oficialmente hasta 1927, ano en que se le devolvió la denominación original. Sin embar­go, en 1950, y en el marco y la euforia sanmartiniana, le fue im­puesta otra nomenclatura: Barrio Remedios de Escalada de San Mar­tín. A pesar de ello y de las cuatro décadas transcurridas desde en­tonces, los vecinos difícilmente lo llamen de ese modo. Lo conocen y recuerdan como Echesortu.
En el, como una especie de es­pina dorsal trazada de este a oeste, desde el río Paraná (con su elegan­te barrio Martín, donde nace o muere según se desee) hasta su finalización, la calle Mendoza ha configurado una fisonomía comer­cial que —en tramos como los que corren desde Ovidio Lagos a Bvard. Avellaneda— adquiere incluso re­levancia de "centro de compras" de una buena parte del vecindario. Sobre ella se emplazan instituciones bancarias, escuelas, negocios, boutiques, supermercados y todo tipo de locales. Algunos de ellos, como el antiguo pero vigente café La Capilla, en la esquina de Men­doza y Bvard. Avellaneda, resguar­da todavía una parte entrañable de la crónica cotidiana del barrio…

Fuente: extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta  Fascículo Nº 18 .  De Enero 1992. Autor: Alberto Campazas