jueves, 25 de julio de 2013

Echesortu, Casas, Infante, Arrillaga: cuatro pioneros



Una de aquellas empresas inmobiliarias pioneras, la de Ciro Echesortu y Casiano Casas, sería protagonista principal, por su parte, del desarrollo del Barrio Echesortu, que para 1900 estaba ya práctica­mente constituido y al que se conocería siempre por esa denomina­ción, pese al cambio de la misma por la de Barrio Alberti, entre 1910 y 1927, y la posterior y vigente de Remedios Escalada de San Martín, fruto del entusiasmo patriótico de la conmemoración del Año Sanmartiniano en 1950.
El eje principal del barrio sería también la calle Mendoza, sobre  la que ya en 1892, por ejemplo, se instaló el "Gran Recreo Americano", que ofrecía entretenimiento y recreación a una población cada vez más numerosa, conformada como en todos estos núcleos del oeste rosa­rino, por una gran mayoría de inmigrantes italianos y españoles. Serían ellos, con sus oficios y artesanías, sus pequeños comercios y su labo­riosidad, los que darían a estos barrios su condición populosa.
El aludido recreo subsistiría hasta la década del 40 del siglo pasado, con la denominación de "Recreo Echesortu", para dar lugar más tarde al "Cine Echesortu", una de las salas cinematográficas más importan­tes y de mayor capacidad de la ciudad. En los años finales del siglo XIX,  la subdivisión en lotes de los extensos predios del Distrito Bajo Hondo por "Echesortu y Casas" y las facilidades de pago implementadas para los adquirentes, sumado a la llegada a la zona del servicio de tranvías a caballo a través de una empresa organizada asimismo por el dinámico Ciro Echesortu, habían incidido en el paulatino poblamiento y la consecuente constitución del barrio.
Contemporáneas de su nacimiento son algunas construcciones aún subsistentes y emblemáticas, como las levantadas por cuenta de los hermanos Carlos y Eduardo Jewell sobre calle Córdoba entre Vera Mujica y Crespo, proyectadas por el agrimensor Víctor Tenac y desti­nadas a los empleados jerárquicos del ferrocarril. Los Jewell residirían allí, en la vivienda N° 6, próximos a lo que era, desde 1867, el empla­zamiento del Rosario Cricket Club, en terrenos de la conocida como Quinta Jewell.
Diversos comercios distintivos, como los tradicionales almacenes de ramos generales de Enrique Allbrich, en Cafferata y San Luis; de Angel y Juan Dellacasa, en Mendoza entre San Nicolás y Constitución; el de José Bottes, en Mendoza y Crespo; el de José Sesan en Mendoza y San Nicolás, y el despacho de bebidas de Miguel Grosso, sobre calle Lavalle; panaderías como "El Municipio", de Estanislao Uriarte, y algunas fábricas medianas como la de calzado de Cándido Cabezas, en Constitución y Mendoza, fueron radicándose en el sector otorgán­dole un dinamismo inicial que por mucho tiempo sería característica peculiar de ese barrio rosarino, pese a los períodos de recesión eco­nómica que en algunos tramos del siglo XX, en especial después de la década del 60, atenuaron esa dinámica.
Dos ámbitos abiertos y disímiles constituían asimismo paisajes entrañables de Echesortu en los primeros treinta años del siglo pasado: la Plaza Buratovich, en la manzana comprendida entre las calles 3 de Febrero, 9 de Julio, Cafferata y San Nicolás, proyectada en el terreno donado a la Municipalidad de Rosario por Nicolás Buratovich, frente a la Iglesia San Miguel Arcángel, y la llamada "Quinta San Pedro", un vasto predio enclavado en el corazón del actual barrio y limitado por las calles San Luis, Rioja, Castellanos y Lavalle.
Echesortu, recordó José Raúl García, era entonces un puñado de cons­trucciones (la mayoría de ellas precarias) del que sobresalían los chalets del bule­var Avellaneda, de propiedad de ejecutivos del ferrocarril, en esos años explotado comercialmente por capitales ingleses. Lo cierto es que por las noches, la Quinta San Pedro presentaba un aspecto sencillamente desolador... A ello contri­buían no poco algunas apariciones, en muchos casos casi fantasmales, comunes asimismo a otros ámbitos rosarinos de la misma época...
En torno a la Quinta San Pedro se tejieron con el tiempo innume­rables leyendas. Una de ellas daba cuenta de la aparición, con cierta fre­cuencia en algunos años, de la popular llorona. Se trataba de simples
bandidos que, disfrazados de mujeres, habitualmente ataviados con ropas oscuras, se aprovechaban de la sensibilidad de algunos. La llorona se sentaba, en horas de la noche, a la vera del ombú, de varios metros de diá­metro, para llorar amarga y desconsoladamente. Los desprevenidos acu­dían en socorro de "ella" que, ni lerda ni perezosa, aprovechaba la cir­cunstancia para amenazar, golpear y robar al sorprendido y burlado en su buena fe ayudante. A muchos los dejaban completamente desnudos juntos al ombú que se encontraba en lo que hoy es calle Lavalle, pasando unos, aproximadamente, 15 metros de San Luis. Por los años 20 apa­recía, en medio de la oscuridad, el chancho, otro personaje disfrazado, ciertamente con atuendos especiales, que emitiendo espantosos sonidos atemorizaba a la gente del lugar. Cierta vez un escopetazo de un enar­decido vecino, terminó con el fantasma y casi con la vida del tenebroso personaje que, por determinado lapso, asoló a los habitantes del lugar...
 (José Raúl García: "La increíble historia de la Quinta San Pedro", en suplemento del diario Rosario, 1° de julio de 1984)
Los terrenos de la extensa quinta iban a convertirse poco después en canchas de fútbol, en las que desarrollarían su encendida pasión por ese deporte, en especial entre 1920 y los primeros años de la década del 30 del siglo pasado, varios clubes de la zona, algunos con mayor relevancia que otros, como Atlantic Sportman, Club Atlético Arrillaga, Almafuerte,"Colombina","Los Rojos" o "Los Seis Corazones", que debía su denominación a la cantidad de componentes de su modesta comisión direc­tiva, según consigna José Raúl García; el primero de ellos militaría en la Asociación Rosarina de Fútbol, en primera división, y subsiste como una de las instituciones tradicionales de Echesortu.
La Quinta San Pedro, como otros espacios abiertos, por entonces abundantes en la ciudad, sirvió asimismo de ámbito de emplazamiento para muchos de los circos que llegaban a Rosario en los primeros treinta años del siglo XX y el imponente ombú que fuera elemento distintivo de la misma caería finalmente en la década del 40, al iniciarse el proceso de loteo y urbanización de los terrenos y la ulterior cons­trucción de viviendas.
La misma condición popular que el anterior tendría el Barí io Mendoza, surgido en terrenos de los hermanos Julio Daniely Faustino Infante, quienes propiciaron a través de "La Inmobiliaria Rosarina", la construcción y venta de viviendas. Ese proyecto, abortado en parte en 1908 por la liquidación de la ociedad —que continuaría en forma casi de cooperativa con otros socios—, sería el origen del inicialmente llamado "Barrio de las Rosas", luego Azcuénaga (en 1920) y posteriormente Barrio Mendoza. El poético y olvidado primer nombre correspondía a la realidad, ya que los Infante fomentaban la plantación de rosales y otras plantas de flo­res en el frente de las casas construidas en su urbanización inicial, de la que formaba parte su propia vivienda.
Al iniciarse el siglo un grupo de entusiastas vecinos, entre los que se contaba el doctor Julio Daniel Infante, promovió la construcción de los barrios obreros de Arrillaga, Mendoza y Godoy, a través de la sociedad conocida como La Inmobiliaria Rosarina, la cual comenzó con la venta de terrenos alambrados en la zona oeste, y si los compradores lo deseaban, le colocaban una vistosa puerta de hierro, entregándoles las llaves como si se tratase de una casa de material. Si bien La Inmobiliaria entró en estado de liquidación en Í908, su obra no cesó puesto que sus iniciadores for­maron un sindicato al que ¡a ciudad le debe la compra de la Quinta Jewell, lo que permitió la apertura de las calles Vera Mujica, hasta el calle­jón de Urquiza, y San Lorenzo, desde Crespo a la estación ferroviaria.
(Mónica Noemí Martínez de Neirotti, "Hacia el nuevo siglo", en Rosario, Edición de la Fundación del Banco de Boston, 1988)
El centro del Barrio Azcuénaga estaba constituido a principios del siglo XX por la conocida como "Manzana 14", delimitada hoy por las calles Olascoaga, Alvarado, Zapiola y Forrest, a la que Infante había asignado como ámbito para la expansión y uso vecinal, bajo la forma de un recreo, que incluía una pileta. La construcción, subsistente aún, coronaba sus cuatro pisos con un mirador, que le otorgaba mayor prestancia todavía a los ojos del raleado vecindario, que podía ejerci­tar en el lugar una vida social que no por módica dejaba de ser menos atractiva, sobre todo teniendo en cuenta la lejanía del centro de la ciu­dad, donde ese tipo de atractivos eran muchos más. Pese a ello, el recreo era frecuentado también por quienes vivían precisamente en la zona céntrica rosarina.
María Teresa Más nació en 19í5,y es hija de Pedro Más, mozo y cocktelero de profesión, quien en 1914 estaba a cargo del recreo. Según María Teresa, "alrededor de 1914 era conocido como El Recreo del
Doctor Infante. Tenía dos canchas de tenis, cancha de bochas, se jugaba con frecuencia a la pelota a paleta, deporte que atraía especialmente a la comunidad vasca. También se pasaban películas a través de un biógrafo y no se cobraba entrada. Las proyecciones se hacían los sábados a la noche o los domingos en matine. El bar era al aire libre, por eso se cerraba a la noche. Era un lugar al que concurría gente adinerada que vivía en el cen­tro. Mi padre contaba que era muy frecuente ver a las hijas de Infante jugando al tenis... En el recreo se hacían kermeses y contaba mi abuelo que también había un tambo y estaba la pileta. Yo la vi pero como en sueños, a través del relato de mi padre.

     En enero de 1912, los hermanos Infante y Juan Arrillaga, instala­dos con su inmobiliaria en Córdoba 1353, publicaban avisos consig­nando algunas de las ventajas de los 47 lotes que ofrecían en el actual Barrio Mendoza, pagaderos en 65 mensualidades: Tranvía línea 14, ado­quinado pagado, veredas y doble fila de árboles. Alumbrado y limpieza gratui­tos hasta el 30 de julio de 1912". La enumeración no terminaba allí, ya que se consignaba la existencia de escuela pública provincial gratuita; pileta de natación con derecho a un baño mensual para los libretistas (sic); baños calientes, canchas de pelota y de bocha; cinematógrafo...
Ya casi en los límites de aquel oeste que comenzara a poblarse en los finales del siglo XIX y principios del XX, y donde se constituirían más tarde los barrios Triángulo y Moderno, una construcción resi­dencial de características inusuales para la zona se erguía ya antes de 1930: la conocida como "Villa Augusta", ubicada en Felipe Moré y Bvard. Seguí, cuyo propietario Carlos Deliot era dueño asimismo, con Mauricio Casal, de un extenso predio extendido entre la actual Avenida Provincias Unidas y el tendido ferroviario.
Deliot, hombre de importante fortuna, descendiente de france­ses, murió soltero dejando un legado que permitió, no sin largas tra­mitaciones judiciales, que sus inmuebles y tierras pasaran al dominio municipal. De ese modo, la también conocida como "Mansión Deliot" de la zona oeste se convertiría, sobre finales ya del siglo XX en un cen­tro de salud, el Dispensario "Mauricio Casal", y los terrenos que con formaran el antiguo y extenso parque de la misma, en el "polideportivo Deliot", enclavado hoy en una zona populosa, inaugurado en diciembre de 2003. El batallador J. Daniel Infante, de ideas socialistas y espíritu soli­dario, sería promotor de empresas urbanizadoras exitosas, como la que llevara a la formación de otro núcleo urbano en el oeste de la ciudad: el Barrio Godoy, que en los primeros años del siglo pasado era real­mente "el suburbio". Infante había previsto incluso, para ese proyecto, la habilitación de "ómnibus-automóviles" para que los probables com­pradores tuvieran una visión in situ de los terrenos.También en 1912, un aviso de su empresa anunciaba: Barrio Godoy, sobre Provincias Unidas, cerca de la Avda. Godoy: una calle de 21 metros de ancho, las demás de 15 metros sin pasajes. Omnibus-automóviles por Córdoba, Bvard. Oroño, 9 de julio, La Plata, Avda. Godoy, Cementerio de la Piedad, Barrio Godoy, con salida de plaza 25 de Mayo de 6.30 de la mañana a 7.30 de la tarde, las dos secciones   a 0.15 centavos. La opción de viaje era una berlina de 6 asien­tos a $ 1.50 el pasaje.
En 1915, Juan Arrillaga seguía vendiendo lotes allí en mensuali­dades de 7 pesos, aclarando que se trata de terrenos altísimos, donde corre el aire puro y luce el sol; sitio fresco en verano y delicioso en invierno, con servicio de aguas corrientes y coches gratuitos para los pobladores, con oficina de correos, de policía y una excelente escuela nacional. El mismo año, otro aviso perio­dístico abundaba en otros detalles: Barrio Godoy, fundado en el año 1911 en terreno alto y fértil; ya hay radicadas más de 100 familias; la posibilidad de criar aves y cultivar legumbres puede procurar una vida cómoda y barata...
También contemporánea sería la experiencia del Barrio Arrillaga, con viviendas de interesante proyecto y muy digna construcción, des­tinadas inicialmente a los empleados y personal jerárquico de los ferro­carriles ingleses instalados en la ciudad. Varios de los chalets originales emplazados sobre Bvard. Avellaneda desde Mendoza hacia el Sur sub­sisten aún, con innumerables modificaciones en su estructura en la mayoría de los casos pero conservando en otros, pese a la modificación de la escenografía urbana circundante, mucho del encanto primige­nio. Esa concepción de elevar la calidad de vida de los barrios obreros estaría también en el espíritu de la veintena de casas que La Inmobiliaria Rosarina levantaría, entre 1908 y 1910, en Santa Fe entre Crespo e Iriondo, con su pequeño terreno al frente, debidamente alambrado y hasta con una puerta de rejas que los distinguía del resto de las cons­trucciones aledañas.
Conocedores de los problemas de vivienda, los socios de la Inmobiliaria decidieron entre 1908 y 1910 la construcción de 20 casitas ubicadas sobre la calle Santa Fe entre las de Crespo e Iriondo, terreno alto, consi­derado por entonces que se encontraba en las afueras pero no tan lejano como para que resultara molesto relacionarse con cualquier punto de la ciudad. Las casitas, separadas entre sí por cercos de alambre, eran de tipo chalet, con una sala comedor amplia, un dormitorio en la parte alta, un cuarto de baño, cocina, comedor y corralito. Las viviendas se vendían en mensualidades de 65 pesos o bien se alquilaban a 3 pesos mensuales.
(Martínez de Neirotti: citada)
A mediados de la década del 20, y a impulsos del intendente Manuel Pignetti, se concretaría en Barrio Mendoza el proyecto de "La Vivienda del Trabajador", otra destacable iniciativa de vivienda digna, que posibilitaría a muchos asalariados el acceso a aquélla, aun cuando el plan programado, como se verá más adelante, terminó trunco a la mitad. Muchas de aquellas viviendas, sin embargo, subsis­ten todavía en algunos casos con modificaciones, como testimonio de la iniciativa.
Características distintas tendría en cambio, en su origen, otro de los barrios del oeste, el de Fisherton, primero definido como pueblo (sus planos seguían las características de otros pueblos ferroviarios, nacidos en las tierras que los ferrocarriles ingleses y franceses habían obtenido como parte de las concesiones otorgadas por el gobierno argentino), aunque nunca funcionara como tal, en oposición, por ejemplo, al de Alberdi.
Su traza en predios del Ferrocarril Central Argentino fue reali­zada por uno de los directivos del mismo en la ciudad, Henry Fisher, en 1889, y en ellos se levantarían, a partir de 1890, las viviendas típi­camente británicas de los altos funcionarios y empleados jerárquicos de la empresa de capitales británicos. Esas primeras residencias, con sus cuidados parques (un par de ellas se yergue aún airosamente en el barrio) contribuyeron entonces a enmarcar un ámbito especial en esa zona de la ciudad en la que por entonces sólo podían contabilizarse aisladas quintas. La incipiente urbanización tendría, en consecucm ta, características exclusivas, con el Bvard. Argentino como principal vía comercial y de tránsito.
La calle Morrison, por su lado, sería emplazamiento de mU( h(M de las residencias de los habitantes iniciales del barrio. En ella estaban ubicadas, por ejemplo, las de Case, Bowling, Cadmus, Davis, E. G. Benedict, Carleton,JefFries, Knight y Watson. Sobre Bvard. Argentino se levantaron los chalets de otras familias inglesas como las de Ainsworth, Christie, Day, Parr (destruida por un incendio en la década del 80 del siglo XX),Talbot, Middleton (en la esquina de Tarragona y el aludido bulevar), Boardman y otros, mientras se erigían asimismo viviendas de la misma arquitectura sobre arterias como Brassey (la de Benedict), Calle 1, actual Comenius (Winchester) o calle 3, actual Ing. Micheletti, como la de Sylvester.
Aquellos primeros residentes fueron los que otorgaron a la zona, a través de sus viviendas, la arquitectura típicamente inglesa que la caracterizara por décadas, y lo mismo harían más tarde los residentes vinculados al Frigorífico Swift que construyeron sus residencias en el barrio. Las mansiones y los cuidados y extensos parques y jardines que las rodeaban dieron al inicial "Fishertown" (cuya traducción literal de "pueblo de Fisher" quedaría opacada para siempre por él argentinismo Fisherton, que ha sobrevivido incluso a su actual denominación de Barrio Antártida Argentina) las características de un barrio de elite. Y en realidad lo era.
Incluso los nombres de dos de sus calles emblemáticas recorda­ban, desde los mismos orígenes del pueblo, a personajes vinculados a la comunidad: los de Morrison y Brassey, esta última en homenaje a Thomas Brassey, muerto en 1870, a quien sus compatriotas calificaban con razón como "el mayor constructor de ferrocarriles del mundo", y que fuera el real gestor de los aportes británicos de capitales que posibilitaron a Guillermo Wheelwright la concreción de tendidos ferroviarios en el país.
La presencia inicialmente mayoritaria de sajones no impidió que, en pocos años, sumándose a los primitivos habitantes de la zona, pro­pietarios de extensas quintas, se radicaran inmigrantes y criollos, con apellidos de larga vinculación con Fisherton, como el de Debernardi. Instalado en 1911 en Barrio Vila, el italiano Domingo Debernardi sería, desde allí, el primer proveedor de pan de Fisherton, adonde trasladaba la mercadería en jardineras a caballo. En 1919 instaló su panadería (la primera del barrio) en Sánchez de Loria y Córdoba, para convertirse en uno de los comercios tradicionales y reconocidos.
Profundamente vinculados al estilo de vida y tradiciones británi­cas estuvieron, por su lado, tanto el Fisherton Golf Club, fundado casi contemporáneamente con el pueblo inicial y antecedente del ulterior Rosario Golf Club, como el Harás Ascott (de propiedad de Christe) y la capilla Cristo Rey levantada con el aporte de los residentes, sin distinción en ese caso entre católicos y protestantes, que constituyó desde su construcción en los finales de los años 20 una de las imáge­nes más distintivas y entrañables de Fisherton, junto a la estación ferro­viaria construida por el Central Argentino y la contigua plaza Vicente López y Planes.
La intención de demoler el templo (un real patrimonio histó­rico, cultural e incluso arquitectónico, pese a su sencillez) para levan­tar otro de características mucho más rumbosas, impulsada por el párroco de la misma, provocó entre los años 2000 y 2002 una masiva protesta, primero del barrio y luego de la mayoría de los rosarinos, ante las autoridades municipales, provinciales y nacionales. La decla­ración de la capilla como sitio de interés histórico nacional (sumada a una ordenanza municipal y una ley provincial que le habían otor­gado similar posibilidad de preservación al templo) la salvaron hasta hoy de la injusta piqueta o de modificaciones que hubieran desnatu­ralizado la construcción original.
Al constituirse en 1907 la "Sociedad Nueva Fisherton" (inte­grada por algunos de los ingleses que habitaban el barrio), la misma dio comienzo al loteo y urbanización de vastos terrenos en la zona, posibilitando la radicación de una población más heterogénea, que con el tiempo construiría viviendas mucho menos arquetípicas e iría dando al barrio un carácter más popular, convirtiendo a la calle Córdoba en el eje del mismo. En agosto de 1912, la empresa, cuyas oficinas se ubicaban en Santa Fe 1130, frente al Correo, promocionaba en La Capital la venta de lotes en 66 mensualidades, cuyo pavi­mento se está construyendo desde el mismo Fisherton, a 15 minutos de Rosario, con 37 trenes diarios.
Aquel oeste lejano comenzaba a poblarse rápidamente, con la aparición de esos proyectos de urbanización, a los que se sumaban otros como los emprendidos hacia el Centenario por "La República S. A." para el "Barrio La República", en calles Rioja, San Luis, San Juan, Lima, Paraná y otras, rodeado de tranvías, con agua Industrial. La oferta de terrenos pagaderos en 80 cuotas mensuales precisaba: í 6 cuadras de frente sobre la importante avenida Mendoza, con doble vía de eléctrico sobre la que dan 32 manzanas, seis cuadras de frente al Bulevar Provincias Unidas, sobre la que dan 12 manzanas. El anuncio lo define, con una tal vez exagerada adjetivación que incitaba a la compra, como este aristo­crático barrio que cuenta con elegantes construcciones, parques, plazas, escue­las, comente y a una cuadra del adoquinado. Los lotes ofrecidos por la inmobiliaria, que tenía sus oficinas en Mendoza 1125, se pagaban en mensualidades, sin intereses ni comisiones, con un único desembolso inicial de dos cuotas. En Monos y Monadas, en el año del Centenario, se promociona una Urbanización de Ernesto Brandt denominada "Las Huertas del Rosario", que también se emplazaba hacia el noroeste y que estaba constituida por un millón y medio de varas cuadradas divi­didas en pequeñas parcelas, todas con frente a la prolongación de la calle Juan José Paso.
Las opciones que daba Brandt, cuya céntrica inmobiliaria estaba instalada en Santa Fe 964, no dejaban de ser variadas, si se atiende al aviso: Se trata de un negocio con tres soluciones: V) Se compra y se trabaja personalmente la tierra, formando un hogar. 2o) Se compra y se arrienda para que otros trabajen la tierra. 3o) Se compra y se guarda. En los tres casos se cuenta con la valorización matemática de la propiedad raíz, entusiasmaba el vendedor a los posibles compradores, agregando otro dato nada desdeñable: Todo producto de estas huertas puede venderse en la puerta de cada una, pues están dentro del Municipio de Rosario.
Otra empresa también interesada en el negocio inmobiliario que se vincularía a los barrios del oeste sería Bacigaluppi y Rúa, con ofi­cinas en Córdoba 820, que en 1909 publicaba en Rosario Industrial: un remate de tierras en mensualidades en la zona oeste, cercana a comisarías, estaciones del FFCA y tranvía eléctrico, casas de negocio y en una palabra todo lo necesario para el vivir bien...
También del oeste, o del noroeste, era otro de los barrios popu­lares del Rosario de finales del siglo XIX y comienzos del XX: Ludueña. Nombre y emplazamiento del mismo venían de muy anti­guo, como que las tierras existentes al sur del antes llamado Arroyo Salinas habían pertenecido al capitán Antonio de Ludueña, quien a su vez las recibió de los sucesores del capitán Luis Romero de Pineda, primitivo poseedor de las tierras en las que se fundaría la villa del Rosario.
El nombre de Ludueña se consolidaría en 1873, cuando la muni­cipalidad decidió calificar de alguna manera los distintos sectores en que estaba de hecho dividido el amplio ámbito conocido como el Rosario, y lo dividió en cuatro calificaciones:"ciudad","extramuros" (que eran los que quedaban fuera de las actuales Avenida Francia y Bvard. 27 de Febrero),"suburbios" y "bajo". Crea a la vez, en aquellos "extramuros", los pueblos de Saladillo, San Francisquito y Ludueña, en una zona que ya entonces, en la segunda mitad del siglo XIX, era un desperdigado sucederse de quintas, algunos hornos de ladrillo y uno que otro comercio que obraba como un Adelantado.
Tres años antes se había producido la instalación en la zona del Ferrocarril Central Argentino, y en 1898 se habilitó la estación Ludueña (en Carriego y Rafaela, incendiada en 1943) como apeadero de los trenes de dicha línea y en especial del "tren obrero". La presencia de las instalaciones ferroviarias iba a atraer para radicarse allí a muchos inmigrantes, mayoritariamente italianos, que trabajaban en la empresa o que lo hacían en otras industrias vecinas, como la fideera de Minetti, en el nacimiento del Barrio de las Latas.
Barrio popular, resultaría de los de más lento progreso, en parte también por la presencia de un flagelo que se convertiría en un pro­blema insoluble por muchas décadas, por la desidia de los sucesivos gobiernos provinciales y municipales que poco hicieron para erradi­carlo, o por lo menos, paliar debidamente sus negativos efectos: las inundaciones, como consecuencia del desborde de las aguas del arroyo en épocas de grandes lluvias o de grandes crecidas del Paraná, en espe­cial en el llamado sector Ludueña Norte, comprendido entre Provincias Unidas, Gorriti, Iguazú y vías del ferrocarril.
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones