miércoles, 24 de julio de 2013

EL LEJANO OESTE


Muchas de las quintas utilizadas para celebrar reuniones entre familiares o amigos, sociales y jaraneros encuentros —con la inocen­cia que en muchos aspectos tenían las diversiones de esa época— se emplazaban en una zona de la ciudad, el Oeste, que por las dos déca­das finales del siglo XIX, ostentaba una condición de casi pampa, con vastos matorrales, quintas y algunos hornos de ladrillo; paisaje inte­rrumpido a veces por zonas no menos inhóspitas y peligrosas para el visitante desinformado, como el sector conocido entonces y recordado apenas hoy como "Las vizcacheras de doña Luciana", en el sector deno­minado Distrito del Bajo Hondo, del que formaban parte el pueblo de San Francisquito, instalado alrededor de una capilla en el XIX, y lo que sería luego el incipiente Barrio Echesortu.
Aquel sector del oeste de Rosario comprendía, en general, exten­sos predios cuyos propietarios eran, una vez más, vecinos notorios de la ciudad, reconocidos por su fortuna y figuración social consecuente:
Ciro Echesortu, Casiano Casas, Nicolás Buratovich (que sumaba al dinero su condición de guerrero de la Campaña al Desierto, donde en realidad no se guerreó contra nadie), Julián Bustinza, NicasioVila, Eloy Palacios, los hermanos Julio Daniel y Faustino Infante o el empresa­rio inglés Guillermo Wheelwright.
En esas tierras tendrían origen barrios más tarde populosos, cuyo nacimiento estuvo en muchos casos vinculado, como ocurriera en tan­tas ciudades del país y del mundo, a la construcción inicial de una capi­lla o iglesia, a cuyo alrededor se iría congregando, poco a poco, un núcleo urbano de características diversas según los casos: la de San Miguel Arcángel, levantada en 1912 en 9 de Julio al 3500 frente a la Plaza Buratovich; la de San Francisco Solano, de 1890, en Mendoza y Bvard. Avellaneda; la de San Antonio de Padua, de la misma fecha, en Mendoza y lo que entonces era Avenida Vila, actual Provincias Unidas, frente a las hoy conocidas como "Las 4 Plazas"; la de San Francisquito, de 1899, en Gálvez y San Nicolás.
Aquellos barrios fueron inicialmente pueblos suburbanos, como ocurriría con otros de la ciudad, y ése es el caso de Barrio Belgrano, antiguo Pueblo Eloy Palacios y luego Barrio Vila, que se extendería sobre tierras de propiedad, por herencia familiar, de NicasioVila, con la Avenida Provincias Unidas y la calle Mendoza como arterias verte­brales. Por la mencionada avenida se accedía al "enterratorio munici­pal", luego denominado Cementerio La Piedad, habilitado en los fina­les del siglo XIX, y al Cementerio Israelita, de 1906, al extenderse hasta allí el recorrido de los tranvías eléctricos, ese último año, y luego, al posibilitar el pavimento de la avenida, en 1913, el tránsito de otros vehículos.
Las tierras mencionadas formaban parte originalmente de las mercedes reales y luego de las lonjas en que se fueron subdividiendo aquéllas. Hacia mediados del siglo XIX el predio que ocuparía Barrio Belgrano pertenecía al matrimonio Exequiel Paz -Jacoba Cuello, y a la muerte del primero, a su viuda y sus hijos Exequiel, José Clemente, Carlos Alberto y Alejandro, quienes lo ceden, tras una acción judicial iniciada en su contra por los mismos, a los herederos de Tomás Armstrong, apellido que llevaría otra de las localidades nacidas a la vera de las vías del Ferrocarril Central Argentino, los pueblos del sur, como los denomina el historiador santafesino Gerardo Alvarez. En 1881, los Armstrong venden las tierras a José Arijón, uno de los grandes propietarios de la ciudad, a quien se las compra luego Eloy Palacios; éste termina negociándolas con María Echagüe, esposa de Nicasio Vila. El origen del barrio se remonta en realidad a mayo de 1889, cuando este último, un comerciante y propietario de tierras que tendría asimismo intensa actividad política en el Rosario (concejal, presidente del Concejo Deliberante e intendente municipal desde julio de 1906 a febrero de 1910) eleva al intendente Larrechea el proyecto de fundación de un pueblo en los mencionados terrenos de la zona oeste. El mismo quedaría organizado en noviembre de 1891, bajo el nombre de Pueblo Eloy Palacios

La zona oeste del municipio ofrecía hacia 1870 la posibilidad de arrendar tierras vírgenes aptas para la agricultura y, aunque carentes de las ventajas que conllevan las cercanías de un poblado, un grupo de fami­lias se estableció en el sector comprendido por la prolongación de la calle Cerrito al Sur, Mendoza al Norte, Estados Unidos (hoy Avenida de Circunvalación) al Este y el Camino de los Muertos al Oeste. Aun corriendo el riesgo de dejar en el olvido, involuntariamente, los nombres de aquellos primeros pobladores de la zona, citaremos los que hemos podido conocer a través de testimonios de descendientes y vecinos de ellos, algunos de los cuales aún conservan las tierras de sus mayores: Traverso, Luraschi, Mengoni, Mitre, Gasparini, Tonso, Santos Balbi, Gaspar Ansaldi. También por relatos de antiguos pobladores sabemos que hubo un asentamiento de poblaciones importante en la zona de calles Mendoza y Brasil, en donde existía un matadero que proveía carnes al incipiente poblado y sus quintas y hornos de ladrillos circundantes. Ese lugar era conocido como La Florida o El Arroyito, no sabemos sifué por el nom­bre de algún comercio en particular o por denominarse así, casi presun­tamente, toda esa área.
(Wildemar Bengochea: Pueblo Eloy Palacios, Barrio Vila, Barrio Belgrano, Rosario, 2001)


En su presentación ante la intendencia rosarina, Vila incluye ya el trazado de una plaza, originalmente proyectada en el predio compren­dido por las calles Iriondo, actual Bolivia, Cafferata (actual Perú), Pasaje ()barrio (actual Pasaje Pettinari) y el pasaje sin nombre cuya nomenclatura actual es Pasaje Campos Salles. Un año después de concretarse la fundación del pueblo Eloy Palacios, la plaza se inaugura el 13 de junio de 1892, contemporáneamente con la primera escuela, entonces municipal y hoy escuela provincial''República Federativa del Brasil".
La plaza modificaría definitivamente su conformación al abrirse a través de ella el trazado de la calle Mendoza y la Avenida Provincias Unidas, que determinaría la formación de los cuatro segmentos que la transformarían, hasta nuestros días en la designación popular, en las ya mencionadas "Las 4 plazas", paisaje emblemático del barrio. Esa nomenclatura informal oscurecería, hasta hoy, la oficial de Plaza Bartolomé Mitre, de 1940, y de Parque Mitre, de 1943, con la que se englobó al conjunto.
Un año antes, en 1891, el incipiente pueblito asistía a la inaugu­ración de su primera capilla, proyectada por el ingeniero Antonio Micheletti y emplazada en el terreno comprendido entre las actuales calles Marcos Paz, Bolivia, Avenida Provincias Unidas y un sector de la plaza primigenia. Recién en 1908, dicho templo, San Antonio de Padua, contaría con párrocos permanentes. Uno de ellos tendría, en el período comprendido por este libro, un protagonismo relevante en el desarrollo y consolidación del actual barrio Belgrano: el padre Domingo Pettinari. El mismo, que había arribado desde Italia en 1910, ejercería su ministerio hasta su fallecimiento en junio de 1938 y su obra, personalidad, trato llano y directo y espíritu solidario forman parte de la historia de ese importante conglomerado urbano del oeste rosarino.

Es probable que no exista rosarino que alguna vez, sobre todo si ha superado los 50 años, no haya dicho o escuchado decir: Andate a la Quinta del Nato, indicando a alguien que se vaya lejos, que desapa­rezca o, directamente, que deje de molestar. El dicho popular nacido en la zona oeste rosarina, se refiere al padre Domingo Pettinari, sacerdote de la iglesia de San Antonio de Padua, que era a la vez capellán del Cementerio La Piedad, al que la jerga popular (siempre ocurrente) comenzó a designar como La Quinta del Nato, en alusión al sacerdote, apodado de ese modo por las características particulares de su apéndice nasal. Hombre campechano, era dable verlo —arremangada su sotana—jugando un par­tido de bochas o participando, con la muchachada del barrio, en un puado de fútbol o, como fuera el caso alguna vez, participando en forma ivniuii dente en algún incidente y no precisamente para poner la otra mejilla
(Alberto Campazas: La conquista del Oeste, Ediciones de Aquí a la Vuelta. 1992)
 Centro la vida social del barrio, la "Sociedad Cosmopolita tópica y Recreativa" congregaría desde su fundación en abril de 1905 (impulsada mayoritariamente por entusiastas vecinos, de origen  a los habitantes del pueblo. Un año después se inaugura el edificio de la institución, en un terreno donado por Vila en calle Perú (actual Fraga) entre Mendoza y Marcos Paz. Ese mismo año, el inten­dente Santiago Pinasco decreta la denominación de Barrio Vila para el Pueblo Eloy Palacios, nomenclatura que en 1910 es sustituida por la actual de Barrio Belgrano, bajo al intendencia de Fermín Lejarza, en el fervor patriótico del Centenario de Mayo.
El "Salón Cosmopolita", como se lo conocería popularmente albergaría asimismo las reuniones bailables y recreativas del vecindario y en ese ámbito era usual, en los primeros años del siglo XX, la pre­sencia de la Banda "20 de Septiembre", integrada por pobladores del barrio, una de las muchas formaciones musicales de ese tipo que ani­maban retretas y reuniones danzantes en la ciudad.
Los comercios e industrias pioneros comienzan a instalarse a fina­les del siglo XIX y primeros años del XX. Bengochea menciona una publicación oficial santafesina de 1896 en la que se consignan algunos de ellos: los almacenes de Juan Dall'Occhio, Pedro Ballerini, Cirilo Gómez, Modesto Rotulongo, Roque Musalini, Luis Luigi, Jacinto Hera, Luis Dor, Pedro Alto, Lino Anganova, entre otros; la panadería de Bartolomé Rocca; la fábrica de zuecos de Pedro Petiti; la de esco­bas de Celestino Torti o las talabarterías de Pablo Cabrera y Manuel Suárez. A ellos deben sumarse los muchos propietarios de hornos de ladrillos y de quintas que, un tanto alejados del núcleo más poblado, se contarían entre los iniciales impulsores del progreso del barrio.
El primitivo Barrio Vila tendría otro foco de poblamiento en la estación ferroviaria del mismo nombre, parador de los llamados "tre­nes obreros" del Central Argentino, que transportaban nutridos con­tingentes de trabajadores provenientes de los vastos talleres trasladados por la empresa a la vecina localidad de Pérez. Muchos de esos obreros se radicarían en las inmediaciones de la estación, al adquirir sus lotes a través de las empresas inmobiliarias que impulsarían la urbanización de la zona.
En noviembre de 1911, Alfredo J. Rouillón, por ejemplo, rema taba entre Barrio Vila y Barrio Mendoza, 30 lotes en mensualidades, cuyo promedio por vara cuadrada pudo calcularse en $ 5.20. Un año des­pués, podían compararse los valores de las tierras del oeste con las de la zona central de la ciudad, si se recuerda que un terreno de 10x29 metros, en 9 de Julio entre Maipú y Laprida podía adquirirse por $ 46.000.- mientras que un terreno en Barrio Belgrano, de 60x240 metros de fondo, costaba sólo $ 15.000.
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones