jueves, 4 de julio de 2013

DEL BARRIO DE LAS LATAS


Por: Rafael Ielpi
No menores males soportaban los habitantes de otro conglome­rado de pobreza y estrechez habitacional en la ciudad de los primeros años del siglo XX: el conocido como Barrio de las Latas o Barrio Las Latas rosarino, cuya ubicación correspondía a la zona comprendida entre las calles Salta, Avenida Castellanos (luego Avda. Alberdi), Bvard. Timbúes (después Avenida Francia), los grandes talleres del Ferrocarril Central Argentino, el actual cruce de Avenida Alberdi y Salta y el sector que se emplaza detrás de las instalaciones de "Minetti y Cía".
Una descripción entre humorística y veraz de aquel barrio puede rastrearse en aquellas revistas que, como Monos y Monadas, se especia­lizaban en tener bajo la lupa a la ciudad y sus problemas tanto como a los gobernantes y sus errores. En 1910, en un informe ilustrado con fotografías del lugar, se pregunta: ¿Dónde queda? Aquí cerquita, a la vuelta. Vayan por la calle Salta hasta Avda. Castellanos y por ésta hasta los talleres: atrás está el famoso barrio. Entren por la avenida que bordea al ferrocarril y verán el almacén Sucursal del Cometa; el dueño, hombre práctico, la noche que nos visitó el Halley obsequió a los clientes con un guindado de aquellos que no se empardan; después hubo jarana y baile hasta que pasó el susto del anunciado choque que hubo de haber habido... La calle Córdoba del Barrio de las Latas remata en una plaza de media manzana donde los lateritos de hasta los 6 años van a respirar el aire microbiano.
Las construcciones eran todas de lata, sin metáforas: hay preciosos chalets, palacetes art nouveau, todo construido sin economía de ninguna espe­cie: la lata abunda por doquier, pero los habitantes son como esfinges, no hablan, señala Monos y Monadas, que remata el cuadro con una precisión aún más detallista: La gran avenida que bordea la línea del Ferrocarril Central.
Argentino es la mas aristocrática, donde viven los magnates del pago. La lata aquí desaparece bajo la pintura, no al óleo pero sí grisácea: un tono de gran tono es este color en la sociedad latera. Algunas tienen decoraciones que dejarían chi­quito a Puvis de Chavannes. Recuerdo una :finos crisantemos rojos sobre un fondo grisáceo...
El barrio, habitado por un conglomerado de gente humilde, alguna sin ocupación fija, otra empleada en el ferrocarril, la estiba o alguna de las fábricas de la zona, tenía además una curiosidad adicio­nal y llamativa: el llamado "Baño de Mandinga", una laguna de dimen­siones reducidas, unos 10 metros de largo por 4 de ancho y 2 de pro­fundidad, donde los vecinos aseguraban la presencia diabólica.
La revista mencionada chacotea: Las viejas y los chicos le aseguran que todas las noches de invierno, en cuanto dan las 12, no en el campanario de la villa pero en cualquier despertador de la vecindad, llega Mandinga rengueando, mohíno, dando gritos guturales y se zambulle. Durante un cuarto de hora no se lo ve pero el agua hierve que es un gusto y alza olas de 2 metros de alto. Luego reaparece completamente seco, altivo, gallardo y se va cantando La donna é móbile según unas y vidalitas según otros. La tradición, o mejor dicho las vie­jas, agrega que cualquiera que se ha atrevido a tocarlo ha sido atraído por una fuerza misteriosa y ha desaparecido sin que jamás se haya encontrado su cuerpo...
La de "Barrio de las Latas" era en realidad una denominación genérica que englobaba, a veces, a los barrios de Refinería y Talleres, y su paisaje, hacia 1900, era de baldíos interminables, vizcacheras y tupidos yuyales mezclados con cicutales, que formaban parte del ámbito conocido como "Chacras del Rosario y Cerrillos" entre 1870 y 1880.
Por esos mismos años, y de 1890 en adelante, algunas edificacio­nes de cierto porte se destacaban en la chatura del barrio de casas de lata, como el Convento de la Misericordia, en Avda. Francia y Urquiza o el edificio de la Enfermería Anglo-Alemana, en Suipacha y San Lorenzo, una institución encomiable por lo solidario de su tarea en pro de la atención sanitaria en el Rosario de entonces, disuelta en los comienzos de la Primera Guerra Mundial, a raíz de los enconos que la misma desatara entre los representantes locales de las nacionalidades intervinientes en el conflicto, aun a miles de kilómetros de distancia de los frentes de batalla.
En 1911,1a pintura que en Monos y Monadas se hace del barrio señala cambios producidos en poco tiempo: Al Barrio Las Latas lo fundaron indigentes a quienes la existencia en el radio de la ciudad se les hizo imposible. Con latas y sin pagar el terreno construyeron sus casas y evitaron el más insoportable de los enemigos: el casero. Poco duró esa felicidad. Tras de ellos se instalaron los obreros que no podían darse el lujo de vivir en el centro y tras los obreros, la especulación, con todo su séquito de malas artes, en el pre­ciso momento en que más tranquilos se creían los dichosos lateros. Desde entonces, las higiénicas casillas de latas primitivas comienzan a ser reempla­zadas por cuartos de dudosa seguridad, de escasísimas dimensiones y de rela­tivo elevado alquiler.
Hoy, afirma Monos y Monadas, la población del Barrio Las Latas es laboriosa: emplea su vigor en fábricas y talleres de las inmediaciones y se recrea, a falta de comodidad, con aire puro cuando hay viento, porque momentos desas­trosos para la higiene colectiva se suceden a menudo. El característico barrio es ahora un pueblecito con todas las de la ley para progresar. Tiene calles delinea­das, alguna que otra casa de material y mucha tendencia a modernizarse. Como en su seno se especula, existen más arrendatarios que propietarios. Tal causa obliga a los desheredados en la amplia acepción de la palabra, a cobijarse en coches de tranvías, ligeramente modificados...
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones