jueves, 9 de mayo de 2013

JULIO VANZO Artista Plástico ( 1901-1984)


PINTAR CON EL ALMA
No sólo fue un gran pintor, sino un referente cultural y un hombre querido. La calidez de su recuerdo se vincula, entonces con mucho más que con el valor de su obra
Por Fernando Fariña
 
Julio Vanzo ha quedado en la historia como uno de los más reconocidos artistas rosarinos y un referente cultural, que vivió in­tensamente su ciudad. Pero Vanzo es mucho más que eso, fue también el gran amigo de Lucio Fontana, el compañero de Hilarión Hernández Larguía en la aventura de llevar adelante el Museo Castagnino y el amante y marido de la escritora Rosa Wernicke, a quien cuidó por años caaaaAo ella quedó postrada, dejando indaaa de lado el sueño de irse a vi­vir a Italia.
La muerte temprana de su padre lo obligó a hacerse cargo de la economía familiar y lo hizo a través de una habilidad: realizar ilustración y caricaturas. En 1919 presentó  su primera muestra indi­vidual en el salte Witcomb de Rosario y desde entonces desarrolló una gran pro­ducción, dibujando, pintando, haciendo publicidades y hasta alguna escultura.
En un contexto marcado por el natura­lismo academicista, Vanzo se interesó por la acción de las vanguardias europeas a través de diversas publicaciones, que leyó con avidez, y contactos con intelectuales. Tal era su deseo de estar actualizado que aprendió incluso a leer inglés diccionario en mano, aunque jamás supo hablarlo.
Reconocido pronto, sin embargo tuvo que sobreponerse a varios escollos, como que en 1929 le rechazaran en el salón li­bre de Bellas Artes su obra "El descanso de las máquinas de circo" por "inconve­niente e inmoral", lo que motivó un en­cuentro público de apoyo y desagravio.
     Entre los muchos movimientos, se in­teresó principalmente por el cubismo y el expresionismo, pero absorbió todo para desarrollar una estética personal carac­terizada por la heterogeneidad y el cruce de tendencias, rasgo que se mantuvo a lo largo de su trayectoria artística.

A partir de 1937, con la creación del Castagnino, acompañó a Hernández Lar-guía en su gestión, que apoyó decidida­mente la modernización. En esos años, se consolidó además como uno de los artis­tas más destacados de la ciudad y recibió numerosos premios.

Junto con Fontana compartió el taller entre 1939 y 1946, hasta que éste partió a Buenos Aires. Pero no todas fueron flores entre ellos: diferencias importantes dar rante un concurso los llevaron a retarse a un duelo, que finalmente no se concretó.
En 1946 Hernández Larguía fue re­movido de su cargo y Vanzo obligado a renunciar. Desde entonces el artista dejé de lado la gestión y trabajó en su taller, donde creó series famosas como la de las paraguas (1953), del tango (1957) y de las Tres Gracias (1958), que contaron can una buena aceptación del público.
Incansable, realizó a lo largo de su vida muchas muestras individuales en gale­rías de renombre nacional, diseñó esceno­grafías y vestuarios para obras teatrales fue docente, hizo carpetas de grabados e ilustró libros. Inclusive su casa se volvií un lugar de paso obligado de los intelec­tuales que visitaban la ciudad.
Sin embargo, siempre consideró a su obra como menor en relación con la de sa gran amigo Lucio Fontana, el mismo que lo invitó a irse a Italia con él y a quien na acompañó por la grave enfermedad de su mujer. Vanzo lo sobrevivió muchos anua y siguió cosechando elogios. Sin embargo, nunca se conformó.

Fuente.: Extraído de la Revista del diario “La Capital” 140 años – (1867-2007)