viernes, 10 de mayo de 2013

ROSA WERNICKE Y EL AMOR DE JULIO VANZO


Por Julio Chiappini

Un destino romántico y literario
Rosa Wernicke nació en Buenos Aires en 1907. En los años treinta se radicó en Córdoba y allí se publicó su primer libro, En los albores de la paz. Luego pasó a Santiago del Estero y se hizo periodista. Acaso ya sabía que un buen periodista es aquel que escribe bien aún de lo que no sabe.
En 1934 Rosa se trasladó a Rosario y colaboró en el suple­mento literario dominical del diario La Capital. No conten­ta, dirigió la parcela de crítica literaria de La Tribuna; sec­ción que no sin ocurrencia se titulaba El tonel de Diógenes.
En 1938 le tocó el turno a Los treinta dineros, que ganó el primer premio en un concurso organizado por la Asocia­ción Artística del Magisterio. La Prensa se refirió al libro con términos laudatorios; lo cual no debe admirar pues las recensiones suelen ser un brindis. De modo que dijo: "...la autora tiene esa cualidad primordial del narrador, captación rápida de caracteres y de cosas, hondura psicológica y sobre todo una comprensión fina y delicada de los matices más sutiles del alma humana. Su castellano es fluido, maneja el adjetivo con propiedad... no exento de gracia que le permite, sin incurrir en las extravagancias de tal o cual escuela lite­raria, realizar una obra que llama a la inteligencia del lector y a la vez toca su sensibilidad".
Vocación literaria había pues a poco Isla de angustia, de 1941, con ilustraciones de Julio Vanzo. En el diario Críti­ca de Buenos Aires José Gabriel sostuvo que se trataba de "una serie de relatos que son de lo mejor del género que se ha publicado en los últimos años entre nosotros". Algo de ello debía de haber pues los cuentos obtuvieron un premio discernido por la Comisión Provincial de Cultura.
En 1943 se publicó la novela más caracterizada de Wernicke: Las colinas del hambre. Se hizo cargo la editorial Claridad, de Antonio Zamora, un prolífico editor republicano exilia­do. Vanzo deslizó algunas ilustraciones en verdad modestas y mal impresas (1). En tanto, interpreto que la primera ilus­tración de Vanzo relativa a un trabajo de Rosa fue en 1934, en el artículo Filosofía de un buzón, aparecido en la revista rosarina Monos y monadas.
Hasta no mucho antes Rosa publicaba en Rosario cuentos firmados como "Rosa Wernicke de Badalotti". Luego se se­paró y Vanzo me contó que un día se llegó hasta su casa y le dijo: "Julio, ahora soy por fin Ubre. Quiero quedarme con vos toda la vida". Según Vanzo había sido el momento más feliz y emotivo que tuvo. Y ¿cuándo fue? Él me confió que en 1931 y así lo repetí en su momento (2). Pero me parece que la vida en pareja fue ulterior. Comenzó en el departa­mento de Vanzo de Corrientes 626, 5o B, y desde 1963 en Cochabamba 2010, la casa definitiva que originariamente concibió como atelier el arquitecto Ermete De Lorenzi.
Rosa también escribió para El Hogar y Mundo Uruguayo. Dejó incluso dos novelas inéditas: La mosca dorada y Las señoras y las otras. Además se animó a textos teatrales y a guiones de películas: La estrella ciega, El héroe, La obra maestra, El amor de las furias, El circo y Cenizas en los cabellos.
Por fin: Germán García, en La novela argentina, emplaza a Wernicke entre las inclinadas a la llamada "novela so­cial". De modo que la aparea a Alcides Greca, Raúl Larra, Alvaro Yunque, Leónidas Barletta, Ismael Moreno y Elias Castelnuovo.
Vanzo me dijo una vez que ella había sido "una gran escri­tora". Pero en rigor me temo que no, que fue una escritora mediocre. Ahora ya no importa. Por lo demás, y cierta vez que musité que me gustaba un cuadro que él tenía de Fader, me espetó un tanto airado que "el gusto no es un juicio esté­tico". Y que "quien no es pintor no debe opinar de pintura". Mientras, uno trabajaba en su biografía, lo cual llevó medio año con reuniones casi todas las mañanas (3). Pude incluso hacerle algunas entrevistas, a las que él simulaba ser reacio. Una creo que sustanciosa apareció en Papiro, revista de la Facultad Católica de Derecho de Rosario N° 4, 1972, p. 24. Vanzo, y toléreseme que hable en primera persona, también tuvo la deferencia de ilustrar la tapa de dos de mis libritos de entonces. Por suerte los salvan el dictamen de Borges: "la juventud cuenta con la absolución del tiempo".
Y no olvidaba comentar que Vanzo poseía muchas obras de otros pintores, amontonadas en un largo corredor que se emplazaba al final del taller a la izquierda. Es que a veces los artistas intercambiaban obras entre sí. De su visita a Roma en 1946 se trajo un autorretrato de Giorgio de Chin­eo, un óleo pequeño bien logrado. En diciembre de 1975 fui a Roma y le llevé a de Chirico una extensa carta de Vanzo. Me recibió en su departamento de un primer piso, a tiro de piedra de la casa de Keats, al pie de la Piazza di Spagna. Lo cierto es que este griego hijo de italianos y nacionali­zado francés me gruñó un saludo y me despidió sin más. Luego me quejé con Vanzo (jeremiadas fingidas), quien me dijo que jamás le contestaron la carta. En cuanto al cuadro, Isaac Fernández Torres tuvo la bondad de contarme que lo vendió en Buenos Aires al poco tiempo por cuenta y orden de Vanzo. Se non é vero...
Es curioso cómo de Chirico, por ejemplo, tomó los ijares de caballos de Picasso y luego Vanzo el mismo dibujo de ambos. Vanzo llegó a adocenarse respecto a sus temáticas: puertos, bouquets, mujeres con paraguas, músicos, tango. Es una lástima pues de artista pasó a artesano (4). De todos modos fue diez veces por ejemplo respecto a Lucio Fonta­na, su socio por añares. Fontana un artista mundial pues atinó a irse a Milán, a promocionarse bien, a tener suerte y contar con algún talento y a inventar un movimiento, el espacialismo, hasta con sala propia en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo. Junto con Berni son los pintores argentinos, ambos rosarinos, de mejor precio internacional. Se ve que los mercados y los marchands también sobrelle­van sus boutades. En cuanto a los compradores y coleccio­nistas, ¡saben lo que hacen, cómo no!
Un destino también desdichado
En realidad el romanticismo sobrelleva una veta dramática cuando no trágica. Podríamos pensar en Frida Kahlo o en Rosa Wernicke o si se quiere en Romeo y Julieta. Bien que mejor no pensar demasiado en estas cosas. Mientras, uno habla de "destino desdichado" pues Rosa pasó una enormidad de sus últimos años postrada y finalmente en estado vegetativo (5). Vanzo estaba muy vinculado con mé­dicos, de modo que no pasaba día sin que alguno fuera en visita profesional (y de paso a veces a llevarse algún cuadro a cambio o por precios módicos). Alcancé a ver parte de este calvario bien que en los últimos años ya no podía alternar con Rosa -hasta tiempo antes habíamos sido vecinos- pues ella y Vanzo no querían; sí aceptaban alguna causerie con mi padrastro, que se llamaba Rodolfo Mario Larguía; o con Alfredo Teófilo Laborde entre otros pocos. Julio Carlos se portó de manera nobilísima y cuidó a su mujer, la "Gringa", hasta el último instante pese a que ella era algo caprichosa. Por ejemplo se negaba a comer si no era Vanzo quien le daba las vituallas en la boca. Vanzo, que era un hombre muy pintón y de atractiva labia y con gran llegada a las mujeres incluso muy jóvenes (en general estudiantes de bellas artes) siendo él ya un buen se­sentón, hasta donde uno sabe atesoró a Rosa Wernicke. Fue fiel a un juramento nupcial en verdad nunca pronunciada: en el sentido de que cuidó a su mujer con gran entereza-decíamos, hasta el minuto final. Ambos simpatizaban con d Partido Demócrata Progresista a lo mejor por pose o supers­tición; partido en el que Vanzo llegó a militar con alguna cercanía a Lisandro de la Torre. Que nunca pudo conciliar su extracción social alta y sus costumbres harto burguesas salvo cuando la soledad en su campo "Pinas", con las ideas progresistas y la pobreza y decadencia final que lo llevaron al suicidio. Por algo según Novalis "el acto filosófico por excelencia".
En el trance, solamente queríamos dejar testimonio de al­gunos recuerdos e impresiones personales y rememorar un nombre literario que dio lo suyo y que por asociarse con Vanzo adquirió mayor relieve. Es que a menudo "una cosa lleva a la otra"

(1)Cuento con un ejemplar que Vanzo me regaló hacia 1970 y tantos. Creo que a-una obra inhallable. Sería plausible una reedición oficial con un prólogo crítico, la novela guarda actualidad pues trata de la niñez en las villas miseria.
(2)Chiappini, Julio Vanzo, Zeus, Rosario, 1993, p. 9; en una ilustración inmeda*-tamente antes obra una fotografía de un óleo de Vanzo sobre Rosa, una muy guapi mujer. Puede consultarse Antonio Guarini, Página 12 del 24 de diciembre de 1W (habla de "una historia de amor"). También Fernando Fariña, Julio Vanzo, Muse* Municipal de Bellas Artes, Rosario, 2001. Y Diego A. de Santillán, Gran enciclopedia de la provincia de Santa Fe, Ediar, Buenos Aires, 1967, t. II, sin mencuB de página, artículo Wernicke, Rosa. Entretanto, Blanca A. C. de Saccani, en Julio Vanzo (Edit. del Paraná, Rosario, 2006), se abstiene de precisiones sobre lo que m lo mejor fue "el amor de su vida" para Vanzo; ese hombre que como artista tuvo gran futuro en el pasado.
(3)Vanzo da toda la impresión, y es para impresionarse, de que supo vivir y tema: talento al mismo tiempo. En invierno un poco constreñía a compartir un pocillo de café (la buena vajilla no fue una de sus obsesiones), que era a poco de jugo de paraguas, a la que le agregaba unas gotas de whisky nacional. Nunca más tome «¡t brebaje; pero no faltará oportunidad.
(4)Vanzo solía condolerse de que la burguesía rosarina, su clientela, por ignoras* solo apetecía pintura figurativa y decorativa. Él podía haber sido, en cambio y entre tantas cosas, un gran pintor expresionista o surrealista: fue el más grande dibujar -y conocía como nadie la cocina de la pintura. Me dicen que alguna vez dijo que Rosario es una ciudad de gnocchis y tallarines si son baratos y abundantes".
(5)La postración comenzó en 1957 con un ataque cerebral. Murió el 3 de septiembre de 1971. Sus restos descansan en el cementerio La Piedad, al lado de los de la madre de Vanzo, Antonia Siffredi. El padre de Vanzo, Giuseppe, fue asesinado por la mafia, en 1912, aquí en Rosario, por razones que aún se conjeturan. Fue un pintor aficionado; Vanzo siempre ofrecía un buen cuadro suyo por otro de su padre.
Fuente: extraído de la revista “Rosario, su Historia y Región. Fascículo N• 73 de Abril 2009.-