miércoles, 8 de agosto de 2012

NUEVAS LINEAS, NUEVOS PROBLEMAS


A principios de 1907 la ciudad sigue soportando los inconvenientes que plantea el crecimiento. Avanzan los trabajos de instalación en todas las líneas pero ello provoca también grandes dificultades en la vida cotidiana. Las calles están siempre rotas, hay permanentes desvíos, no existe correspondencia entre los viejos y los nuevos itinerarios, hay que cambiar frecuentemente de tranvía a tramway para completar el viaje, los tranvías se detienen por cortes de energía eléctrica y —además— subsiste un problema que ya es endémico: la mala educación de los guardas no ha variado.
El 16 de enero los cocheros de plaza, unos 1800, se declaran en huelga para no cumplir con un trámite de identificación policial que les impone la Municipalidad. Los tramways y tranvías no se so­lidarizan y continúan circulando, lo que provoca varios atentados y golpizas a conductores y guardas. Tras varios días de tensión, la normalidad vuelve recién el lunes 28. Unos días antes, el 8 de enero, se había producido el primer choque entre dos tranvías, en la esquina de Wheelwright e Independencia, lo que provocó la fractura de ambas piernas a un pasajero.
El proceso de transformación entre tracción a sangre y eléctrica se completa en 1908, cuando son habilitados los cruces con las vías de los distintos ferrocarriles, pudiendo de ese modo el tranvía alcanzar los puntos terminales del recorrido.
El nuevo sistema resulta, pese a los inconvenientes, todo un éxito, aunque un error de cálculo planteará muy pronto un problema de difícil solución. Las previsiones municipales sobre el crecimiento demográfico y la cantidad de potenciales pasajeros no se correspondían con la realidad. Mientras la población aumentaba de acuerdo a las estimaciones, el número de viajeros resultaba muy superior. Este desfasaje empieza a hacerse notorio alrededor de 1918. Para un pronóstico de 221.000 ha­bitantes se preveían 19.600.000 pasajeros, pero éstos fueron en realidad 22.400.000. El problema se va agudizando con el correr de los años y así en 1920, 1922 y 1925, contra un cálculo de 21.000.000, 22.800.000 y 25.500.000 respectivamente, la realidad dictaminó en cambio 29.500.000. 41.8001500 y 55.200.000 viajeros.
Rosario fue protagonista entonces de un drama cotidiano: el tran­vía repleto. La revista satírica Ato-nos y Monadas así lo refleja en un artículo referido a la CGTER (Compañía General de Tramways Eléctricos de Rosario), al que tituló El Desquicio Tranviario en lugar de El servicio tranviario. Para los sufridos rosarinos de los años 20, sin embargo, la cosa no tenía mucha gracia...

Fuente: extraído de la revista “Rosario, su Historia de aquí a la vuelta  Fascículo N• 14 de Julio de 1991  Autor Juan Carlos Muñiz