viernes, 3 de agosto de 2012

ADIOS AL TRAMWAY Y BIENVENIDA AL PROGRESO


El intendente Luis Lamas, tras una gestión muy eficaz al frente del gobierno municipal, concluye su mandato el 19 de febrero de 1904, sucediéndolo Santiago Pinasco, empresario rosarino educado en Génova, quien será el encargado de concretar la esperada transformación en un .medio de transporte que ya es fundamental para la ciudad.
Las propuestas para operar ese cambio se suceden, registrándose los proyectos de Hugo Grüning, un segundo a cargo de Santiago Keenan y un tercero firmado por Henry S. Chappell. La prensa, entretanto, insiste en la necesidad de dar forma inmediatamente al pliego de condiciones, a fin de adjudicar una obra que se juzga imprescindible.
Los conflictos laborales, cada vez más frecuentes, así como la inminencia de la llegada del tranvía eléctrico son factores que paralizan toda posible mejora en el sistema existente, que aguarda resignado su desaparición.
En febrero de 1905 la prédica encuentra eco y el intendente ordena al Concejo Deliberante la confección del pliego. El 27 de marzo, la ordenanza Nº1 es promulgada, señalando en su artículo inicial: "Autorizase al D.E. para sacar a licitación la instalación de una red de tranvías a tracción eléctrica en el Municipio, de acuerdo con el plano de referencia, haciéndose cargo la Empresa que resulte adjudicataria de la construcción y explotación de la misma o solamente de la construcción, con arreglo a las prescripciones de la presente".
El articulado detalla las características del sistema, con precisiones tales como la velocidad máxima permitida a los vehículos, que no podrá exceder dentro de la ciudad los 12 km. por hora y que, en las afueras, podrá llegar a la "escalofriante" velocidad de 20 km. horarios.
Las propuestas son abiertas el 31 de julio. Los cuatro postulantes son: Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad: Juan C. Connor y Cía.; Dick Herr Co. Ltd. y el pool conformado por Anversoise de Tramways ed d'Entrepiseis de Anvers, Mutuelle de Tramways de Bruxelles yBanqueComptoir de la Bourse de Bruxelles.
Tratando de convencer (y tal vez de presionar) al Concejo, la casa matriz de la compañía alemana publica un aviso en los diarios locales, informando sobre sus actividades en distintos terrenos industriales. Tras repetirlo, insiste en un segundo, donde establece un cuadro comparativo entre sus ventajas y lo ofrecido por la compañía belga.
Sin embargo, poco después, la Municipalidad opta por la propuesta de esta última, representada en Rosario por Jorge Michez. La ordenanza, que lleva el número 13 de 1905, regula la red de líneas a establecerse, que se establecen en un total de quince.
Por haber obtenido el monopolio del transporte tranviario en la ciudad, la compañía de Bruselas recibe en' transferencia la totalidad de los bienes de las empresas de tramways existentes. Como el antiguo sistema no despierta interés alguno en el nuevo concesionario, languidece días tras día mientras se trabaja activamente en la instalación del tendido eléctrico y de los flamantes rieles.
Así, el viejo tramway irá desapareciendo en forma paulatina de las calles rosarinas tras convivir algunos años con los modernos y eficientes tranvías eléctricos, cruzándose con ellos en las esquinas, o saliendo de las vías para cederles paso. A menudo, por falta de electricidad en ciertos tramos, el pa­saje entero de un tranvía debía pasar a un tramway para completar el recorrido.
Los últimos viajes de los tramways y sus fatigados matungos se encontrar to­davía algún desvencijado tramway en el desorden de un patio o en alguna chacra, terminando su ciclo como gallinero. Hoy, no hay museo que conserve siquiera uno de aquellos entrañables carromatos, que fueron indudable factor de progreso para una ciudad que creció con su valiosa ayuda.
Curioso desdén de un pueblo que pareciera carecer de pasado o de memoria, como un apurado tranvía sin sombra, cuya prisa se parece más a una huida que al deseo de llegar a alguna parte...

Fuente: extraído de la revista “Rosario, su Historia de aquí a la vuelta  Fascículo N• 14 de Julio de 1991  Autor Juan Carlos Muñiz