miércoles, 19 de abril de 2023

Aldo Pedro Poy: una leyenda





Por Jorge Brisaboa.

Tiempos en que Rosario vivía de espaldas al río. Las islas de enfrente eran tierra casi desconocida para los rosarinos. Apenas unos ranchos habitados por los isleros, otros muy pocos de los urbanos que cruzaban para aislarse de la ciudad, la escuelita del Charigüé, la sacrificada y anónima maestra que iba y venía todos los días. desde la Estación Fluvial, los paisajes reflejados en las pinturas de Raúl Domínguez, los pescadores que traían bogas, sábalos, de vez en cuando un dorado, pacú no tanto porque a la especie el túnel subfluvial en Santa Fe ya le era una muralla, pescados que no estaban contaminados por los desechos desaprensivos del cordón industrial de este lado del río, de la "civilización".

Una canoa con motor que cruza. El sol de marzo pega tibio, los vientos y las aguas están tranquilos. Ahí va don Juan Antonio hacia su modesto rancho. Lleva al hijo de un amigo que ha decidido escaparse, esconderse, para que dejen de jorobarlo unos tipos que pretenden hacerle cambiar su vida. Es martes. El pacto es quedarse tres o cuatro días.

Aldo Pedro Poy había resuelto dejar de jugar al fútbol por una semana, y jugar - en cambio— a la escondida: "Me quedé pescando, charlando con este señor mayor que era amigo de mi papá, sin radio, en esa época en la isla no había nadie, los únicos que sabían adónde estaba eran mis viejos, y recién volví el viernes". La razón de esta actitud era tan sólo "seguir jugando en Central".

—¿Se escapó para que no lo vendieran?

—Yo quería triunfar acá, porque sabía que iba a poder. Pero Angel Zof me conocía, dirigía Los Andes y quería llevarme. Había armado un gran equipo en el 69 con Oberti, Lagraca, y para el 70 quería tenerme. Zof siempre confió en mí. Pero yo no quería moverme. Los dirigentes de Los Andes eran muy insistentes, estuvieron dos o tres días en Rosario, querían hablarlo y yo no quería ni charlarlo. Terminé yéndome a esconder, bah... a esconderme no, a sacarme un poco esa gente de encima, iban a mi casa a cada rato, yo les hacía decir que no estaba. Y me fui a la isla.

-¿ Y cómo siguió la historia? Porque, en algún momento, debió dar la cara...

—El viernes volví de la isla y el lunes tuve que viajar a Buenos Aires con el equipo, entonces tuvimos otra reunión con la gente de Los Andes en el Hotel Continental. Hablamos sobre cosas más firmes, sobre cuánto iba a ganar... le ponía todas las trabas para tratar de no ir. Por ejemplo, si yo en Central ganaba 500, les dije que quería ganar 5.000, y decían "...no hay problema". Y la prima? Cinco veces más de lo que ganaba acá. "... No hay problema. .". Claro que no iban a tener problemas, si después no me lo iban apagar, esos clubes terminaron desapareciendo. Llegó un momento en que se arrimó a la reunión el presidente Vesco y escuchó la charla, vio q1e yo daba tantas vueltas, ponía tantas trabas, y me preguntó: ",Vos querés irte o no querés irte?". No, me quiero quedar, le dije. "Bueno, demos por terminada la reunión", dijo Vesco. Y se terminó la reunión. El pase entre los clubes ya estaba arreglado, pero las cifras eran mínimas. Ese mismo año lo habían vendido a mi cuñado "Hijitus" Gómez al Cruz Azul, el mejor equipo de México, en 40.000 dólares. Las cifras de esa época no eran como las de veinte años después.

-Por qué no se quiso ir?

—Porque quería triunfar en Central. Además yo andaba muy bien, habíamos hecho una pretemporada extraordinaria en La Cumbre, el jugador seda cuenta cuando anda o no anda bien, físicamente estaba diez puntos, estaba afilado para agarrar y no largar. Lo que pasaba es que el técnico era Sívori y no me ponía, habían venido jugadores de afuera. Y a mitad de año, Sívori se va a ver el Mundial de México, deja el equipo, cuando viene ya lo habían rajado, y ¿quién vino a dirigir?, Zof. Arma el equipo, a mí me encontró muy bien preparado porque Sívori no me ponía pero me exigía muchísimo, me controlaba, y terminamos jugando la final con Boca. Para mí fue un año excelente, mis goles decidieron un montón de partidos.

La convicción de Aldo Poy. Aunque él crea que tenga que ver con la fortuna porque "yo siempre digo que fui un afortunado y que el fútbol me dio mucho más de lo que yo esperaba y de lo que yo le di". Y recuerda que nació a tres cuadras de la cancha, en Drago y Reconquista, que desde muy chico fue hincha e iba a ver a Central con su padre, se pegaba al tejido detrás del arco de avenida Génova, para ver jugar a Rosa, Massei, Juárez, Menotti. Y cree que es un afortunado porque "cuando uno es pibe siempre tiene un ídolo, y el mío era el «Gitano» Juárez, a mí me encantaba verlo jugar al «Gitano», y cuando entré a Central a los dos o tres años estaba jugando con él, era una persona excepcional, como jugador era un virtuoso pero como persona era excelente, un tipo muy educado, muy vivo, muy cordial, muy amigo de los chicos de las inferiores".

Esa convicción fue la que —seguramente— lo ayudó a ser ganador. Ingresó en el 62 como centrodelantero y fue campeón con la cuarta común de la Asociación Rosarina. En el 63 fue campeón con la cuarta especial. En el 64 pasó a la tercera de AFA y fue clave en la obtención del título. En el 65 empezó a jugar en primera e integró la reserva campeona de AFA que jugaba los jueves: "Los partidos que no jugué en primera los jugué en reserva".

Hasta que llegó la hora de la titularidad en primera, la resistencia de muchos hinchas, la búsqueda de otros 9 para reemplazarlo.

-El que lo bancó decididamente fue Ignomiriello?

—Ignomiriello ordenó toda la estructura del fútbol, agrandó la cancha, mejoró el césped, actuó en el contexto del fútbol que los jugadores necesitamos para estar mejor. Y a mí me dio continuidad, jugando con el 9. El me respaldó, creyó en mí y me bancó. ¿El respaldo para un futbolista cuál es? Que lo pongan. Y él sabía que la función que me daba yo la cumplía, no era un 9 de punta, goleador, era casi un cuarto volante, tenía que marcar al 5 contrario.., entonces se me complicaba llegar al gol, yo metía un pelotazo para los punteros que eran muy veloces, Gennoni y Giribet, y no podía llegar con ellos para definir. Pero la gente no entendía, quería un 9 que hiciera goles.

-En la hinchada estaban los anti-Poy y los pro-Poy, aunque los anti eran mayoría.

- —Eso sí, yo tenía los binchas que eran a muerte. Uno de los hinchas míos valía por veinte de los otros. La adversidad los había hecho fuertes. Para mí fue una lucha interna muy importante que me propuse, sabía que iba a vencer. Para colmo cada vez que traían alguno para reemplazarme yo lo veía y me decía: "A éste le voy a ganar"...

Y trajeran a varios, el brasileño Araquem De Melo, Bedogni, Luque...

—Sí, con el brasileño no pasó nada, no tenía condiciones. La vez que trajeron uno que jugaba bien, Leopoldo Luque, no lo dejaron.

Queda claro. La de Aldo Poy fue una batalla con varios frentes. Pero Aldo, con su melena y sus bigotes cual mosquetero con total desparpajo, enfrentó todo y t todos. Aun con escondidas estratégicas para dar la lucha final, por ejemplo, en ese intento de venta a Los Andes en el 70.

El 71 fue el año bisagra para el fútbol de Central. "El equipo se hizo más maduro y logramos el campeonato". Y para Poy que ofrendó el valor agregado del título: la palomita: "Fue el gol que quedó más marcado en la gente de Central por todo lo que representó, porque fue contra Newell's y permitió eliminarlo y ganar después el primer campeonato, y porque el 1 a O sirvió para que fuera más importante. Si hubiera sido 3 a 0, bueno.. .hubiera habido tres goles para festejar. Eso sí, fue un hermoso gol, no fue un gol hecho de casualidad".

—La palomita empezó a crecer, Aldo...

—La palomita es la excusa para el festejo, la gente de Central la necesita para festejar algo que fue importante, pese a que después se ganaron más campeonatos.

-A partir de la palomita la mayoría de los anti-Poy se pasaron al bando de los pro-Poy..

—Sí, empecé a ganarme a casi todos. El fenómeno de la gente conmigo fue increíble.

-Y se terminó de afianzar cuando Griguol le sacó la camiseta número 9y le dio la 10. Ahí ya terminaron las obligaciones de gol que la gente le pedía...

—Griguol me puso de volante, pero ya Zof —cuando vino en el 72 en lugar de Labruna— me quería poner y yo no quería saber nada. "Pibe, métale ahí... que me arma de atrás", me decía don Angel. Pero yo no quería, porque ¿vio cómo es uno?, ya tiene un puesto e ir a pelear otro puesto... bueno, hasta que llega Griguol y me marca la posición justa. Timoteo me hizo hacer el mismo trabajo que yo hacía con Ignomiriello, marcar al último volante pero teniendo un delatenro adelante, Cabral, que hacía la otra función mía. Ya no tenía la obligación de llegar hasta el arco porque estaba Cabral, y me dio la posibilidad de jugar más suelto.

—Sí, pero igualmente hizo goles...

-Hice un montón de goles pero con el 10. Entonces, fue como si valieran más. —Usted combinaba un buen manejo de pelota con un gran despliegue físico. —Quizá la mejor de mis condiciones era el despliegue. Siempre estaba en posición libre para recibir, para hacer salir al equipo. Eso también es algo natural, ubicarse en los lugares justos para poder recibir.

Con la número 10 Aldo Poy fue campeón en el 73: "El equipo tuvo mayor poder defensivo que en el 71, aunque hizo muchos goles". E integró en el 74 "el mejor equipo en que yo jugué en mi vida", logrando el título de subcampeón en los dos torneos, el Metropolitano y el Nacional, y adjudicándose el triangular con los dos campeones de ese año -Newell's y San Lorenzo- por lo que "fuimos campeones argentinos, fue la estrella que nunca pintaron, tuvimos la valla menos vencida, el equipo más goleador, y al goleador del año: Mario Kempes".

-,Por qué el del 74 fue el mejor equipo?

-Había una mezcla de todo, había jugadores jóvenes y maduros, unos que eran leones como Daniel Killer y Aimar, y otros técnicos, era un equipo que iba predispuesto a ganar en cualquier cancha. Y lo teníamos a Kempes.

_¿ Usted fue quién lo recomendó a Kempes?

-Creo que a Kempes lo apuntó un ex jugador, Luis Indaco. Lo que pasó fue que una noche me citó Rodenas al club y me preguntó que me parecía Kempes. Yo le di mi opinión de lo que había visto cuando trabajamos juntos durante 40 días en la "selección fantasma" en Bolivia y Perú. Mario hacía goles en todos los partidos, en esa pierna izquierda tenía una condición natural, pateaba e iba a parar dentro del arco. Y tenía diez kilos más de lo que terminó teniendo cuando vino a Central.

-Con Kempes integró la "selección fantasma" que en el 73 clasificó para el Mundial de Alemania, y después fueron juntos a Alemania...

-Fuimos a Cuzco a aclimatarnos para jugar un solo partido, contra Bolivia, en la altura. Nadie nos daba bola, estábamos en una ciudad chiquita, el hotel era terrible, la comida incomible, si alguien se enfermaba no había medicamentos. ..entonces dijimos: acá hay que llamar la atención, preparamos unas capuchas de fantasmas, llamamos a los periodistas, y nos sacamos fotos con las capuchas puestas: era una "selección fantasma". Enseguida empezaron a llegar los medicamentos, mejoraron la comida, y nos quedó lo de "selección fantasma"...En el 74 fuimos a Alemania, pero si bien fue importante haber participado de un Mundial, no fue una experiencia importante en mi vida futbolística, para nada.

-Por qué?

-Primero porque no jugué, y segundo porque yo estaba acostumbrado a otra cosa, a Otro esquema de trabajo.

-¡Qué curioso año el del 74! Jugó en el mejor equipo de su vida, estuvo en un Mundial, salió campeón argentino...y prácticamente dijo adiós al fútbol...

-Claro, me lesioné en la rodilla izquierda en el último partido del año contra Newell's, en un choque con Zanabria. Después me operaron, volví pero me resentí de la rodilla, me operaron de nuevo. ..pero debí terminar mi carrera como jugador...

-Pero la palomita siguió creciendo...

-Conmigo se da algo especial que ni yo lo entiendo, hay algo que me conecta con la gente de Central Estaba en el "Olivia" tomando un helado y firmé unos cincuenta autógrafos, el más grande de los pibes que venía tenía 809 años. Hace más de veinte años que dejé de jugar... ése es el fenómeno que no entiendo. Lo de los centralistas va de generación en generación, el padre se lo va contando al hijo y el hijo lo toma como si fuera de él.

El tiempo pasa.

Rosario ya no vive de espaldas al río. Las islas, más allá que sean entrerrianas, están integradas alo cotidiano de la ciudad.

Aldo Pedro Poy. Su vida, su sintonía "canalla", su palomita que continúa en vuelo, parecen una leyenda. Por todo lo que tiene de maravilloso. Aunque sean hechos verdaderos.

Fuente: Extraído del Libro “ de Rosario y de Central”. Autor Jorge Brisaboa. HomoSapiens.Ediciones. Año1996