Por Rafael Ielpi
También en 1969 Rosario asistiría a otro hecho inédito: una aguda crisis en el seno de su Iglesia, cuyo obispo Guillermo Bolatti encarnaba al sector conservador del clero argentino. La renuncia de cerca de una treintena de sacerdotes de su diócesis, en marzo de ese año, iba a ser el signo inequívoco del duro enfrentamiento entre el sector tradicional y el enrolado en el paulatino progresismo consolidado sobre todo a partir de la Conferencia Episcopal de Medellín del año anterior.
La creciente preocupación de numerosos sacerdotes por los problemas sociales y económicos, la presencia de cinco curas españoles, provenientes de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana trabajando en la ciudad y la rigidez del clero tradicional, serían los que llevarían a que situaciones que habitualmente no trascienden fuera de los ámbitos eclesiásticos, adquirieran notorio estado público.
Un pedido de Bolatti para que los sacerdotes españoles regresasen a su país incluía en ese grupo a Néstor García Gómez, que compartía el trabajo manual con su feligresía, en los hornos de ladrillos de la zona, por ejemplo, y cuya capilla en Barrio Godoy congregaba a la comunidad; el obispo no había trepidado en calificar al cura obrero como sembrador de odios: a tal grado había llegado la polémica.
Los "renovadores", se sentían avalados por llamamientos directos como el efectuado por una voz tan indiscutida y prestigiosa como la de monseñor Eduardo Pironio, secretario general del Consejo Episcopal: El Consejo hace un llamado a todos sus miembros para que abandonen sus posiciones tradicionales y conservadoras. Las llamadas rebeliones clericales no serán evitadas mientras no se aplique la urgente e indispensable renovación de la Iglesia Católica en el continente.
La negativa de monseñor Bolatti a atender un documento elevado por numerosos sacerdotes de su diócesis e incluso a recibirlos personalmente; el reemplazo del padre García Gómez en su parroquia y la reimplantación por su sucesor del pago de derechos para servicios como bautismos o casamientos, eximidos por aquél; la actuación policial solicitada por Bolatti para desalojar de la Curia a vecinos de Barrio Godoy que querían llevar su apoyo al cura obrero, fueron episodios que conmocionaron a la ciudad.
El domingo 16 de marzo, el conflicto estalla con una decisión meditada pero no por ello menos sorpresiva del sector de sacerdotes comprometidos con una Iglesia renovada: la renuncia de 27 de ellos a cargos en la diócesis, que iban desde parroquias, vicarías, capellanías y cátedras en universidades administradas por la Iglesia. La nómina, encabezada por el obispo de Cañada de Gómez, monseñor Antonio Amiratti, a quien se consideraba el inspirador de ese movimiento progresista en la ciudad incluía asimismo la firma de los padres Arroyo, Campmajó, Canavera, Clavijo, Giarnello, Ferián, Ferrari, Larrambere, Lúpori, Mallaría, Maurizi, Medina, Muré, Parolo, Luis y Francisco Parenti, Presello, Rolandi, Sinoba, Sonnet, Tettamanzi, Toledano, Torres¡ y Varea, refrendando un documento que dejaba claras las profundas divergencias de ambos sectores.
Mientras usted promete visitar las parroquias con el objeto de tomar contacto más estrecho con los fieles e instituciones, usted se niega a recibir a instituciones y comunidades que sufren gravísimos problemas y hasta pretende acallarlas, en reiteradas ocasiones, con la fuerza policial, expresaba el documento. La negativa al diálogo del obispo no impidió el envío de una carta a cada uno de los renunciantes, solicitándoles la ratificación o rectificación de sus renuncias y preguntándoles si aceptarían cargos fuera de su diócesis. La respuesta unánime fue la de ejercer el sacerdocio fuera de Rosario. Bolatti, cuya renuncia pareció varias veces a punto de concretarse, viajaría sin embargo a Roma a buscar la mediación del Vaticano.
El conflicto concluiría con el abandono del sacerdocio por varios de los nombrados, la suspensión de algunos y el traslado a otros destinos del resto del grupo. Mientras tanto, en Santa Fe, otro conjunto de sacerdotes adquiría relevancia por su compromiso social: los llamados "curas del monte" o integrantes del Movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo, enfrentados también allí con un exponente del clero conservador: el arzobispo Nicolás Fasolino. El padre Amiratti definía en julio de 1969, a cuatro meses del conflicto, cuál era la Iglesia que anhelaban: Debe rechazarse una Iglesia que se atrinchera en una posición ahistó rica y se ha de abrazar una Iglesia para el mundo; debe rechazarse un cristianismo vivido exclusivamente como un íntimo comercio entre el alma y Dios y se ha de aceptar una Iglesia que carga sobre sí las exigencias nuevas de la caridad que se presenta hoy como con una dimensión política y liberadora.
Amiratti sería removido de su cargo pastoral en Cañada de Gómez y sus reemplazantes serían ignorados por la ciudad, llegándose a la intervención policial para reprimir manifestaciones a su favor o a la furiosa represión en otros casos. El regreso de Bolatti de Italia conllevaría la llegada, con él, del apoyo vaticano al sector conservador que representaba y el paulatino decrecimiento del conflicto. Su saldo sería una Iglesia convulsionada por el abandono de muchos de sus pastores, una feligresía dividida y un movimiento que, poco a poco, crecería en su seno en forma visible, aún hoy a despecho de un sector de firmes convicciones conservadoras.
El compromiso de los curas rosarinos y su diferenciación de la cúpula eclesiástica local e incluso de la nacional se identificaba puntualmente con el documento que 21 sacerdotes elevaron a Onganía el viernes 20 dé diciembre de 1968, solicitando la paralización de las acciones de erradicación de villas miseria, entonces en pleno proceso, aunque indicándole al presidente de facto: No dejamos de reconocer que su libertad de acción está claramente delimitada por fuerzas poderosas que, desde el extranjero, dirigen nuestra política económica...
Fuente: de la Colección “Vida Cotidiana de 1960-2000 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N•4