lunes, 17 de mayo de 2021

El “Che” Guevara, un mito hincha de Central .

 


Por Jorge Brisaboa




Década de cambios la del 60,

En Central, a partir de la presidencia de Boerio en el 65 y con un mayor protagonismo del equipo en los torneos de AFA.

En el fútbol argentino, con los dos campeonatos que comienzan a disputarse por año —Metropolitano y el Nacional con la participación de equipos del interior— y los títulos que empiezan a lograr clubes chicos: Estudiantes en el 67, Vélez en el 68, Chacarita en el 69. Y Racing, que en el 67 obtiene la primera copa mundial de clubes con un golazo del “Chango” Cárdenas al Celtic de Escocia en Montevideo.

En el mundo, cuando el mayo francés del 68 sacude ala juventud, en un corolario de época de transformaciones, de mensajes revolucionarios, y de la rebelión contra la sociedad consumista sintetizada en una frase: amor y paz. Los Beatles, con su Música, se convierten en mensajeros y referentes.

Década de cambios la del 60.

Pero en el país la clase dominante nuevamente marcha a contrapelo de la historia. Y de la vida. Los militares, en los inicios de la década, habían decidido ensombrecer la democracia. Echaron a Frondizi y jugaron su propio partidito entre “azules” y “colorados” con tanques en la calle. Después idearon una transición que finalizó con las elecciones del 63: proscripto el peronismo ganó el radical Arturo lia. El 28 de julio de 1966 el general Juan Carlos Onganía, en nombre de la Revolución Argentina, lo desalojó de la presidencia para “salvar al país de su decadencia”, según entendió. La realidad es al revés: se profundiza la decadencia.

En mayo del 69 el régimen militar es jaqueado por el “Cordobazo”, una de las sublevaciones populares más fuertes de la historia argentina. En Rosario, estudiantes y obreros promueven el “Rosariazo”, entre corridas, incendios, barricadas y jóvenes muertos por la represión de las fuerzas de seguridad,

Década de cambios la del 60.

El hombre llega ala Luna, pero la juventud se preocupa por rescatar otros valores, otras banderas. Un rosarino, luchador por la independencia de los pueblos de América, había caído herido en combate en Bolivia el 7 de octubre de 1967. Un día después sería asesinado, según lo confirma la investigación del periodista y pedagogo cubano Vicente González Castro, :

Ernesto “Che” Guevara había apostado ala lucha armada para cambiar a la socie- dad, después se tornará un mito con una profunda inserción en los jóvenes latinoamericanos. Y curiosamente, con el transcurrir del tiempo, su nombre, su rostro, comenzarán a ser adoptados por las hinchadas de fútbol de muchos equipos argentinos en sus banderas. Entre ellas la de Central, que expone un espíritu de pertenencia.

Porque el “Che” era “canalla”.

Había nacido en Rosario el 14 de junio de 1936, a las tres y cinco horas, en un departamento de calle Entre Ríos 480, tal cual lo testimonió ante el jefe del Registro Civil, en el acta n* 324, su padre Eduardo Rafael Guevara, reconociéndolo como hijo legítimo suyo y de su esposa doña Celia de la Serna y Llosa,

La certificación sobre sus simpatías con Central sería conocida cuando el perio- dista Hugo Gambini escribió el libro “El Che”.

El 18 de agosto de 1961, arribado a la Argentina desde Uruguay, donde estaba representando a Cuba en una reunión de países americanos, y mientras a una entrevista con el presidente Arturo Frondizi elata Gambini-, el “Che” comen- zÓ a reconocer lugares, a rememorar episodios. San Isidro tenía un gran significado para él, allí jugó al rugby en el SIC antes de pasar al Atalaya. Cuenta Gambini:

—¿Cómo anda el SIC?- le preguntó al chofer del auto.

—¿El qué señor?

( Me parece que éste conoce poco de rugby. Mejor voy a intentar con el futbol). Rosario Central, digo, ¿cómo anda?

-Ah... ¿Rosario Central dice usted? ¡Bárbaro! . El domingo le hizo cuatro goles a San Lorenzo. ¡Qué boleta: 4 a 0 1!

Y bajo el subtítulo “Hincha de Rosario Central” narra que viviendo en Córdoba cuando tenía 9 años, “como la mayoría de sus amigos eran adictos de los mismos clubes (Boca Juniors River Plate), Ernesto quiso elegir uno distinto. Cuando descu- brió la existencia de Rosario Central, la ciudad donde él había nacido, se adhirió fervorosamente a la divisa. A partir de ese instante le encantaba que le preguntaran “ ¿ de qué cuadro sos?, de Rosario Central. Yo soy rosarino”. No tenía la menor idea sobre esa ciudad ni había visto jamás a su equipo, pero él era rosarino y defendía su identidad”.

“ Nosotros tenemos la camiseta a rayas azules y amarillas, así, de arriba para abajo», le explicó una vez un turista rosarino que se hospedaba en el Sierras Hotel.

Ernesto repetiría su explicación, rasgándose el pecho en franjas verticales, cada vez que alguien le preguntaba por los colores de su club. Al principio sólo conocía, por foto más rutilante del equipo rosarino: el Chueco García, un asombroso gambeteador que fuera transferido a Racing en 1936. Pero con el tiempo llegó a identificar a los jugadores, en la época en que Central se convirtió en un club más importante”.

El “Che”. El mito, hincha de Central.



Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.