El choque calle Wheeelwring espectacular. El Renault quedó con sus cuatro ruedas para arriba luego de ser impactado en dos tiempos por otros dos autos y voltear,em el descontrol, una motociclista. De entre los fierros retorcidos salieron dos muchachos doloridos y ensangretados. Para su suerte,lo primero que vieron delante suyo fue el inmenso edificio de Sanatorio Britanico. A cinco minutos ya los estaban atendiendo.
Era viernes por la tarde. El Renault tenía un dueño. Enrique Lúpiz, el técnico de Central. Pero se lo había prestado al arquero del equipo. Edgardo Norberto Andrada, para que fuese a la sede de calle Mitre a buscar entradas – de las que los dirigentes les dan a los jugadores- para el partido del domingo contra Los Andes.
Andrada sacó del auto a Ramos, su compañero, lo vio mal herido y lo llevó al sanatorio. Cuando se miró al espejo advirtió que su estado no era muy distinto al de Ramos. Le brotaba sangre de cabeza, de la cara, de los brazos y de las piernas. Tenía un ojo caído empezaba a dolerle todo el cuerpo. Lo curaron, le tomaron placas radiográficas, y lo dejaron internado. Los médicos le adelantaron que lo que tenían en observación y que el domingo no Podría jugar.
Llegó el domingo. Los médicos no dudaban de lo pronosticado.
Depente, entró a la habitación el presidente de Central, Adolfo Boerio. Andrada estaba haciendo abdominales en el piso.
¿Cómo estás?
Bien, pero no me dejan jugar -advirtió el arquero,
Y entonces?
Si usted me consigue ropa me voy.
Al rato Boerio volvió con un pantalón. Andrada se lo puso, y los quince centímetros de altura que le llevaba al presidente se notaron. El pantalón le quedaba muy corto igualmente le servía para cumplir e objetivo<.escaparse del sanatorio.
Andrada y Boerio partieron hacía la cancha. Detrás suyo, cuando se dieron cuenta de la fuga, los médicos fueron tras el arquero. La preocupación de los profesionales fue satisfecha. Andrada firmó un papel deslindando responsabilidades de los médicos. Por si le pegaban un pelotazo en la cabeza, en la que tres profundos cortes le fueron prácticamente pintados con merteolate.
El “Gato” Andrada atajó anduvo – como siempre- a los revolcones. A Central le costó, porque un inspirado Montaño- delantero de Los Andes- convirtió tres goles, pero ganó 4a 3 y se salvo del descenso.
La historia vale para simbolizar el espíritu de un arquero que no faltaba nunca. Aún con fisuras en sus dedos, acudía a una tablita, y estaba en el arco. Ahi, vestido de negro, y durante nueve temporadas: del 60 al 69. “ La única vez que paré fue cuando en el 66 estaba practicando en la selección y me quebré el pulgar derecho”, recuerda. El accidente no sólo lo dejó unos partidos afuera – fue reemplazado por Silingasino que le impidió viajar al Mundial de Inglaterra: “Fuimos a buscar una pelota con Roberto Perfumo, me enganché con su pantalón y se me rompió el dedo”.
Más de 280 partidos oficiales durante los nueve años postergaron la ilusiós muchos arqueros, que nunca pudieron trasponer la barrera del suplente. El más -- rio, Daniel Carnevali, campeón de la tercera del 64 que finalmente debió emigrar To retornar recién en el 80 tras ser titular de la selección nacional.
Andrada... usted tapó a muchos arqueros.
—Habré faltado no más de quince partidos que jugar no es difícil, lo difícil es manteners estaba antes de llegar...
=... Y usted tenía excelentes condiciones físicas, casi naturales.
—Era nata mi agilidad, la traía desde chiquito, tenía mucha impulsión, mucha pier- na, y lo que no tenía de altura porque mido un metro setenta y ocho lo suplantabac - agilidad. Llegaba a todas las pelotas...
. Era un atajador, las sacaba todas, pero tenía problemas en las salidas.
—Para ser arquero primero hay que agarrarla, y después se va aprendiendo el res: Cuando me fui de Central todavía no sabía salir bien del todo, pero la pelota la agarraba. No salía tan mal, en algunas fallaba, pero fui aprendiendo. También fui aprendiendo a sacar con el pie, cuando llegué a Brasil ya sabía sacar. Creo que un arquero puede llegar a ser bueno si juega siete u ocho años seguido, porque recién ahí se empieza - adquirir la experiencia necesaria. A uno le tienen que pasar muchas cosas para ser un buen arquero, pero lamentablemente cuando esto pasa se termina el tiempo. Cuando yo aprendí a salir muy bien, a pegarle muy bien a la pelota, tuve que dejar el arco.
En verdad, Andrada dejó el arco después de muchos años. Tenía 43. Había debu- tado a los 21, a mediados del 60. Atajó en Central, en la selección, atrapó al periodismo porteño (“Fui cuatro veces tapa de “El Gráfico”), y en el 69 fue vendido al Vasce Da Gama. —Estuvo en los dos Central. En el antes y después de Boerio... —Yo diría que estuve en tres épocas. Agarré el final del 2-3-5 , Cuando jugaban Alvarez, Minni y La Rosa, después llegó el 4-2-4 y el cuadrado mágico de Jim López. con Menotti, Fernández, Pagani, el “Gitano” Juárez, y después vino la camada de los pibes campeones de la tercera: Pignani, Palma, Poy, Giribet.. Fueron tres camadas de jugadores.
—De acuerdo, pero fueron época diferentes con un gran quiebre entre una y otra.
Por esa fractura. Pero yo siempre “: e, hay que prepararse más de lo quéss
—Rescato todas, todas tuvieron sus pro y sus contras. Creo que el fútbol fue evo- lucionando para peor, se le dio importancia a la parte física, se hizo competitivo, más fuerte, pero no más bonito. En Brasil, en cambio bien, porque se respetó un estilo y no había descensos.
Sí, pero al hablar de dos épocas vale insistir en un antes y después de Boerio ahí cambió Central.
—Boerio llegó con ideas revolucionarias, ideas de un empresario.
—.. Y Boerio trajo como técnico a Miguel Ignomiriello...
—... Ignomiriello no trajo nada, los jugadores ya estaban, venían de las infericras, -zaomiriello cambió los vestuarios, el baño, la cancha, hizo obras, pero entonces qua 35: ¿un arquitecto o un técnico?
Las diferencias con Ignomiriello determinaron que en mayo del 69 partiera hacia =- Vasco Da Gama y se estrenara nada menos que en el Maracaná con 120.000 perso- =3s, en el clásico contra Flamengo. Y que en ese majestuoso estadio de Río de Janeiro fuera protagonista del gol 1.000 de Pelé. “A Pelé se lo dejé hacer para que lo conocieran”, dice y se sonroja: “No... es una broma”. Lo concreto es que Andrada estaba en el arco cuando el negro marcó su gol 1.000, de penal. “Yo fui una contigencia en su vida, él dijo que lo iba a hacer en el Maracaná contra el Vasco Da Gama y lo hizo. Tenían la plaqueta puesta, las flores, los chicos... vino un penal que lo inventó él y vino el gol. Me lo pateó a la izquierda, casi lo saco”.
Desde Brasil regresó a la Argentina. Estuvo en Colón de Santa Fe y terminó su carrera en Renato Cesarini, en Rosario. Y volvió al barrio, a Tiro Suizo, en la zona Sur.
Cuando atajaba en el barrio, de pibe, le decían “Ratón”...
—... Porque era flaco, de Orejas grandes.
—Y después fue “Gato”.
—En Central la hinchada me puso “Gato”. Viene por la agilidad.
¿Nadie podrá olvidarse de esos saltos que realizaba cuando entraba a la can- cha, en el círculo central...
—Yo iba en el aire, saltaba hasta cerca de la altura de la cabeza y me doblaba todo en el aire. Lo hacía siempre. Tenía tanta agilidad que cuando saltaba iba muy alto. Y hacía un doble salto.
Y siempre de negro, ¿por qué esa vestimenta de negro?
—Yo tenía que marcar algo y creo que en la vida hay que ser serio. Cuando a uno lo tildan de loco después no lo respetan y no lo aguantan mucho. Y ser serio no significa estar callado, ni no reírse o hacer bromas, ser serio es tomar la profesión con profundidad. Entonces me propuse vestirme todo de negro, la camiseta, el pantalón, las medias, y hasta las rodilleras que teñií eran de color negro. Y en el arco me tiraba en todas, metía la cabeza, la paraba, entonces, cuando me equivocaba la gente me daba un crédito más...porque no me ponía bermudas ni me dejaba el pelo largo. Yo representaba ser serio.
—¿Quién fue su modelo?
Amadeo Carrizo. Le debo mucho al viejo Amadeo, fui suplente de él en la selec- ción, y cuando me iba a Buenos Aires iba a verlo a su casa de calle Beiró, me quedaba a tomar un whisky charlando dos o tres horas, y me decía “vos la tenés que entregar así, tenés que hacer esto, no tenés que hacer aquello”. Cuando lo conocí, cada quince días iba a su casa. A Amadeo Carrizo lo adopté para los consejos.
Y de todos los defensores que tuvo de compañeros, cerca suyo, cuidando el área, ¿admiró a alguno?
—A Casares... qué jugador Casares. -Usted se lucía mucho cuando Ce los equipos grandes...
—De local éramos un equipo atrevido, pero en los primeros tiempos que jugué hacía difícil ir de visitante, Si arrancábamos montar un resultado. Y bueno, nos atacaban
En el año de su debut, en el 60, Racing les hizo once goles.
—Perdimos 11 a 3 contra el Racing de Corbatta, Pizzutti, Mansilla, Sosa y Belén. Me hicieron once goles y dicen que fui el mejor de la cancha, Imagínese lo que fue. el equipo se desbandó. Perdíamos 4 a 3, Pagani erró un gol y después vino la goleada. Pudieron ser veinticinco.
El “Gato” Andrada fue aprendiendo a goles. pelea... al final se va curtiendo, con los arqueros Cosas, goles zonzos, equivocaciones, y así se van és así. Y que cuando se aprendió todo, o casi todo, llega el final. Como dijo el extrovertido boxeador Oscar “Ringo” Bonavena, en una doméstica pero célebre definición: “La experiencia es un peine que te dan cuando te quedaste pelado”.
Eso sí, cuando de arquero se habla, Andrada asegura que “ hay que corregirle los defectos pero no el estilo, cada uno tiene su manera de tirarse, agacharse agarrarla, de caminar”.
Por eso, en el Central de los grandes arqueros no puede negarse que, una vez, vestido de negro, volando de palo a palo, revolcándose por el piso, y exponiéndose a recibir golpes en cada batalla, un “Gato” de siete vidas impuso un estilo: el “estilo Andrada”.
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.