miércoles, 24 de marzo de 2021

CARLOS TIMOTEO GRIGUOL

 




Por Andrés Bossio




Apareció en Rosario Central en 1966 provocando una gran expectativa: los $ 7.500.000 m/n. que recibió Atlanta por su pase era la suma más alta pagada ese año por el club, que acababa también de incorporar a Jorge José González, de Racing de Montevideo; a Marcelo Pagani, de Internazionale de Milán; a Enzo Gennoni y Alberto Fanessi, entre otros. Los años que jugó vistiendo la camiseta azul y amarilla de Central (antes lo había hecho con la de Atlanta, desde la ira. fecha del torneo de 1957 hasta llegar a Arroyito), confirmaron su característica de jugador de gran personalidad y permanente rendimiento. Tal vez nunca para el sobresaliente, Jamás para el aplazo.

Hasta que llegó a Central, Enrique Omar Sívori y no lo quiso para su equipo. Por ese entonces Vesco se "recibía" de presidente tras un prolongado proceso de "hinchismo" que todavía hoy sigue creciendo. Y Vesco le pidió a Griguol que se quedara, como adivinando el camino de éxitos que el destino le tenía reservado al cordobés para cuando dejara la camiseta N. 5 y se calzara el buzo de director técnico.

Empezó como tal en las divisiones inferiores. Su aya-saltante personalidad y la libertad que !e dieron los dirigentes para hacer su trabajo llevaron a Griguol a armar pacientemente una estructura propicia para que un día todos los equipos de Rosario Central, cualquiera fuera la división en que jugasen, tuviesen una característica definida, un sello de distinción, un estilo futbolístico. A algunos —o a muchos— con el tiempo no les gustó; como quizás no les siga gustando ahora, Aferrados al de Durado estilo del Maestro Rubén Bravo, le costó al viejo centralista conciliar sus predilecciones con la turbulencia de Aimar o el desconcertante despliegue de Cabral. Pero Griguol consiguió resultados de inmediato. Y a la hora del festejo del segundo título "grande" en la historia profesional, que llegó de la mano de Griguol en 1973, se apagaron las "críticas" y así emergió victoriosa y exaltada la figura del técnico, a quien acompañó desde entonces un cantito que nació en ocasión de uno de los triunfos obtenidos a expensas de sus eternos rivales del Parque: "El Timoteo dirige la batuta / para que baile. .; etc. etc.". De allí en más desapareció para siempre Carlos Griguol, para ser simplemente, Timoteo.


Muy poca gente, sin jugar, hizo tanto como él por Rosario Central. Desde dejar una in. fraestructura que aprovecharon quienes le sucedieron hasta lograr títulos profesionales que nunca se habían conseguido (en verdad no muchos lo habrán siquiera soñado años atrás), el sello de Griguol quedó definitivamente estampado en Rosario Central.

El paso de jugador a técnico —que para muchos puede ser traumático— para este cordobés amable, serio, circunspecto, pareció un juego. Dirigió a algunos de los muchachos que habían sido sus compañeros de equipo, quienes sintieron aue Griguol era el técnico. Exigente como nadie, observador como pocos, aguantó en 1974 el fuego granado de infinidad de simpatizantes que clamaban por la presencia de Mario Kempes. Había costado una fortuna y Griguol lo tenía en el banco alternando tramos de cada encuentro con Carril o Aricó. Timoteo permanecía impasible; a quien quisiera oírlo le explicaba las abismales diferencias que había entre jugar para Instituto de Córdoba y Rosario Central; !as menores exigencias técnicas y físicas que se requerían para ser figura en un torneo de la Liga Cordobesa y las crecientes demandas que debían cumplirse para triunfar en el fútbol profesional. Lo fue introduciendo de a poco en el ritmo profesional de Central; mientras, lo "mató" en los entrenamientos, quemó lcs kilos que escondían al fenomenal atleta y eximio jugador. Todos sabían —Griguol el primero— que Kempes en forma era un jugador excepcional. Sólo había que colocarlo en la mejor condición para demostrarlo. Y Kempes —Griguol mediante— lo logró.

Aún cuando muchos aficionados discuten todavía hoy el estilo de Griguol una cosa es evidente; jamás se podrá negar la capacidad de Timoteo; sabe su oficio, en el que siempre se está perfeccionando.

Sabe a fondo si tarea, conoce y estudia el medio en el que se desenvuelve. bucea permanentemente en la psicología del jugador, del hincha, hasta del dirigente. Nada deja librado a! azar. Los resultados están a la vista. Donde juega un equipo de Griguol ni falta hace nombrar a su director técnico. El estilo del equipo lo está gritando a los cuatro vientos.

Los simpatizantes de Rosario Central —aún aquellos que no comparten su ideal futbolístico— sólo necesitan echar una mirada a la década del '70 para apreciar el trabajo de Timoteo. Serio, honesto. responsable, sólido. Con réditos en Poco tiempo y saldos positivos en el largo Plazo como ocurre cada vez que se planifica una tarea con ideoneidad. Griguol, correcto jugador, merece el reconocimiento de toda la hinchada centralista nor mucho más que aquel título de campeón del '73. Por eso le hicimos en esta galería el lugar que su capacidad de hombre íntegro y profesional cabal se merecen con exceso.




Fuente: Extraído de la Colección de Historia Rosario Central. Autor Andrés Bossio