martes, 8 de septiembre de 2020

LOS MISTERIOS DE EL CIRCULO






Por Héctor N. Zinni 



1963. El 2 de enero fallece en su casa de Belgrano 1053, Buenos Aires, el autor de más de setenta composiciones: Froilán Francisco Gorrindo, quien con Roberto Grela -autor de la músicá- diera a conocer un tango que todavía hace época: Las cuarenta, más tarde registrado en el disco por Charlo, Francisco Lomuto, Canaro y otros. Quedarán, como esculpidas en mármol, aquellas frases que dicen: "Aprendí todo lo bueno/aprendí todo lo malo/sé de/beso que se compra/sé de/beso que se da/del amigo que es amigo/siempre y cuando le convenga/y sé que con mucha plata/uno vale mucho más. Aprendí que en esta vida/hay que llorar si otros lloran/y si la murga se ríe uno se debe reir/no pensar, ni equivocado/",para qué, si igual se vive"/y además corrés el riesgo/que te bauticen gil..." 

El rotundo éxito que ha tenido el Carnaval Internacional de Rosario en los años 61 y 62 no sirve para impedir que la Municipalidad suspenda la tercera edición por dificulta des económicas. A pesar de las voces de protesta que se alzan contra la medida, el festejo jamás volverá a implementarse. 

En esta década, el Teatro El Círculo, enclavado en el corazón de los rosarinos, recibe en custodia una serie de esculturas del prestigioso plástico rosarino Eduardo Barnes, eligiéndose los fosos de dicho teatro como el lugar que ofrece el mejor marco a la exhibición del material cedido, unas doscientas piezas del artista que, expuestas en las llamadas catacumbas de El Círculo, logran, por su importancia, que el lugar sea denominado Museo del Arte Sacro Eduardo Barnes. 

Dicho lugar se había conocido hacia fines del siglo XIX, como la Cueva de los Ladrones, hasta que Emilio O. Schiffner compró las obras pertenecientes a una Sociedad Anónima llamada Teatro de la Opera, ya abandonadas por falta de recursos. Schiffner desalojó de inmediato a un grupo de delincuentes menores y desocupados que moraban en laberintos y fosos, y ordenó la construcción de un teatro reconocido mundialmente por su acústica excepcional. Ubicado en la esquina de las calles Mendoza y Comercio (hoy Laprida) el Teatro de la Opera abrió sus puertas el martes 7 de junio de 1904, ofreciendo la actuación de un renombrada compañía lírica que interpretó Otello, a total beneficio de Hospicio de Huérfanos y el Hospital de Caridad.1 

Desde entonces, una larga lista de celebridades ocupó sus escenarios y camarines, desfile que continuó cuando la sala, a punto de ser demolida, cambió de manos. En setiembre de 1943 una institución fundada treinta años antes adquiría las instalaciones, rescatando para Rosario el escenario más importante y lujoso rebautizado el edificio con su nombre: El Círculo. Por él pasarán años después un sinnúmero de personajes inolvidables, como Andrés Segovia; Igor Stravinsky, Arturo Rubinstein, Witold Malcuczynsky y otros no menos famosos. 

Para acceder a las catacumbas basta con bajar una deteriorada escalera de ladrillos cubierta de musgo y humedad, situada en uno de los patios del caserón que flanquea por Laprida. Después de sortear un portón de madera, se descubren las calderas del edificio, alimentadas a palo de yerba, y una nueva puerta, de rejas, que introduce a las catacuntas. Apenas una docena de bombillas eléctricas proyecta sobre el lugar una luz amarilla e insuficiente. Todo esto corresponde al sistema de acústica, que se completa con los dos pisos de parrillas y otro de tierra que se ubican bajo el escenario. 

A lo largo de dos nuevos corredores, como en toda la extensión de los fosos el escultor Eduardo Barnes ha dispuesto los originales en yeso de la mayoría de sus obras con motivos religiosos: un Via Crucis, las manos del Cristo Redentor, la Ultima Cena, San Antonio, los arzobispos Bolatti y Caggiano, ocupan galerías y espacios centrales impregnando el lugar de un clima absolutamente desconocido desde las plateas que, sin embargo, se encuentran dispuestas sobre estos fosos. 

Las visitas guiadas que realizará Barnes durante varios meses al año serán integradas por delegaciones escolares, concurrentes a congresos de medicina y visitantes esporádicos. No obstante, las catacumbas mantienen casi intacto su interés, sus motivos de asombro y los de regocijo, para rosarinos, que si bien no frecuentan sino raramente, sus pisos de tierra, sus galerías en arco, sus altos muros de ladrillos, sus insólitos recovecos y sus más insólitas columnas, se enorgullecen de este patrimonio de la ciudad. 

Sobre estas rarezas se levantan las dependencias del segundo teatro de la República Argentina, sólo superado en sus méritos técnicos por el Colón, de Buenos Aires. En efecto, El Teatro El Círculo tiene, además de salas de conferencias y exposiciones, 1.878 localidades, 40 camarines, un escenario que suele apabullar a intérpretes y directores, con 14 metros en su boca y 20 de profundidad, vitrinas que protegen colecciones de violines, el programa de la función inaugural, un elogio del teatro firmado de puño y letra por Enrico Caruso, retratos al óleo de Verdi, Wagner, Mozart, Donizetti, Bellini, Gounoud y Rossini, que adornan el techo. 

Pero si hay algo que en el Teatro El Círculo puede sorprender es, sin dudas, la historia del telón de boca que oculta al escenario. Habrán de pasar muchos años para descubrirse que la escena pintada por Giuseppe Carminagni es, nada menos, que una réplica de la existente en el telón del Teatro Regio do la ciudad de Parma, en Italia, creada y llevada a cabo por el artista Giovanni Borghese, quien la pintara en 1824 titulándola El Triunfo de Palas. 

Corresponderá el hallazgo de las similitudes a un artista plástico rosarino que habrá de ser director del Museo de Arte Decorativo Firma y Odiio Estévez, Pedro Alberto Sinópoli, quien ve fugazmente la pintura en una Película italiana. Más tarde recibirá un anuario turístico de Italia, donde aparece una foto del Teatro Regio, de Parma. Será entonces que podrá identificar en qué sala se desarrollaba la. escena de la película que había visto. No cabían dudas: ambos telones eran iguales. 

A través de un contacto tomado con las autoridades del teatro italiano Sinópoli podrá reconstruir la historia. En 1903, cuando las obras del Teatro La Opera estaban en su fase final, su propietario, el ya nombrado Emilio Shiffner, se había enterado de que el pintor, decorador y escenógrafo Giuseppe Carminagni estaba en Buenos Aires. Fue así como lo contrató para decorar el telón y el techo del teatro. En otra parte de su investigación Sinópoli llegará a constatar que Carminagni había sido escenógrafo durante cuarenta años en el Teatro Regio parmentano. 

"Quiere decir que él conocía el telón, y quizá con una fotografía en blanco y negro y con la memoria, lo habría podido reproducir", imaginará Sinópoli. El hecho de que el pintor tuviera que apelar a su memoria explicaría alguna diferencia de matices y de colores con el original. Sin dudas, el fin de la aventura investigativa es lo más importante: después de tantos años transcurridos desde 1903 -año en que Carminagni puso manos a la obra-, el telón del Teatro El Círculo conocerá su identidad, lo que lejos de quitarle autenticidad, se la habrá de sumar.2 

Y ya que hablamos de italianos, el 23 de agosto la italianita Rita Pavone cumple 18 años. Mide apenas un metro y medio. Teddy Reno ha sido su descubrimiento. En pocos meses ha ganado millones de pesos cantando su repertorio de la "nueva ola" que hace estremecer a los iracundos de la patria del Dante. Ni Caruso ha vendido tantos discos como ella. Su gran amor es el Whisky... un perrito faldero que la acompaña en todas sus giras. 

Por estos días regresa a nuestro país, una hermosa santafesina que durante tres meses ha causado sensación en tierras aztecas. Se trata de María Amelia Ramírez, Miss Argentina, quien ha sido incluída en una película -El Cartero- donde baila un tango, nada menos que con Cantinflas.3 


NOTAS 

1. Ver, del autor. Rosario era un EspectdculoArriba el Telón!. Pág. 36 y sigs. Ediciones Del Viejo Almacén. Rosario 1997. 

2. Ivana L. Stacchiotti. Revista MulticanaL Rosario, junio 1999. 

3. Acerca de la palabra santafecino o santafesino, con la c o con las "nuestra idea -dice La Nación el 14.6.99- es la de que cada comunidad tiene derecho a nombrarse como quiera. Ambas grafias están reconocidas. En Santa Fe (provincia y capital), lo correcto es el gentilicio santafesino, con s, que utiliza el periodismo y aparece en todos los documentos oficiales. La grafia con c es antigua. Esto ocurre en la prensa de la Capital Federal, donde diarios tradicionalistas como La Nación y La Prensa, rechazan el gentilicio con s, usando solo santafecino El distinguido lingüista chileno doctor Amunategui Reyes sostiene que en los gentilicios no se debe respetar tanto lo gramatical sino el uso local. El uso local, en este caso, y en toda la provincia es santafesino, con s y no con c. La Academia Argentina de Letras coincide con el Ministerio deJusticla e Instrucción Pública quienes determinan que la palabra santafesino se escribe con s, pues no hay razón para que se use la C. 




Fuente: Extraído “ El Rosario de Satanas III- Editorial Fundación Ross.