miércoles, 23 de septiembre de 2020

El DT profesional




Por Guillermo Ferretti 

Colaborador: Daniel Kowalczyz 




Mire cómo se van enganchando las cosas: en aquellos tiempos, el presidente de Newell's era el escribano Lucente, que había sido corredor de autos. Un tipo macanudo, al que creo que le decían Rico Tipo. Él era de Arroyo Seco, y en el equipo de Arroyo estaba el colorado Di Leonardo, un número io que jugaba bien. El escribano Lucente le preguntó al colorado qué referencias tenía sobre mí, y él le dio las mejores. Entonces se interesó, y habló con los integrantes de la Comisión Directiva. En ese momento, el técnico de Newell's era el Oso Gerónímo Díaz. Él había tenido un problema, no sé si con el Presidente, o con un integrante de la Comisión. Iban cuatro fechas del campeonato del año 65 cuando el Oso presentó la renuncia. Entonces, estaban buscándole un reemplazante. Hablaron con dos candidatos: uno era yo, y el otro Miralles. Miralles había sido jugador de Newell's, y estaba dirigiendo las divisiones inferiores. 

Los directivos de Newell's se comunicaron con un amigo que vivía a 4 cuadras de mi casa. Claro, él tenía teléfono y yo no. Este amigo vino a la noche, a avisarme que me esperaban al día siguiente, a las 8, en la Secretaría del club para charlar conmigo. Concurrí a la reunión y allí me manifestaron el interés de que dirigiera la primera; pero me aclararon que el otro candidato era Míralles. De uno de ustedes dos saldrá el nombre del técnico, me dijeron. Esta misma noche lo vamos a resolver, agregaron. 

Yo me volví a mí casa, convencido de que el cargo iba a ser para Miralles. Él estaba en las inferiores, había jugado en Newell's. Yo venía de Central, tenía todas las de perder. A la mañana siguiente, me levanté bien temprano, como cada día, para viajar hasta Pérez. Cuando salí de casa, me compré el diario La Capital, como lo hacía siempre. Pero, esta vez,la expectativa era diferente: leyendo la parte de Deportes, me iba a enterar de quién iba a ser el técnico de Newell's. 

En Pérez entraba a las seis; por eso me tomaba el tren a eso de las cinco y medía de la mañana. Con el diario en la mano, me subí al tren, pero en los vagones no había luz. Era imposible leer una línea en esa oscuridad. Cuando me bajé en Pérez, me paré debajo de un foquito que estaba cerca de la entrada de los galpones, y empecé a buscar la noticia. No me olvido, en un cuadradíto decía: «Ángel Tulio Zof, Director Técnico de Newell's Oid Boys». Cerré el diario, y entré al trabajo. Como de costumbre, me calcé el mameluco lleno de grasa, y me fui para la 'tachada'. Creo que estaba bastante fresco. Me puse a trabajar con unas bielas, y por allí se me acerca uno de mis compañeros y me pregunta, Decime, ¿vos sos el técnico de Newell's? Sí, le contesté. Y el tipo se me quedó mirando. Al rato se acercó toda una banda de gente. A éste a los dos partidos lo van a rajar, sabes adónde, decía la mayoría de mis compañeros (risas). Y claro, no lo podían creer. Cómo iba a ser que un laburante igual que ellos, todo engrasado, fuera el técnico de Newell's. Era imposible. Claro: ¿qué sabían de mi historia en el fútbol? Nada. Sí conocían sobre mi paso como jugador en Central, y alguno que otro había leído algo de que venía dirigiendo a Independiente de Bigand, pero nada más. 

Lo primero que hice fue solicitar mi traslado a los talleres del ferrocarril de Rosario, y una licencia de seis meses. Creo que en Pérez estuve sólo una semana. Después me trasladaron y me dieron la licencia. Fíjese cómo es la historia: quien me daba el permiso para la licencia era el padre de un jugador que dirigí tiempo más tarde en Central, un' tal Zavagno. Él era el que manejaba todos los asuntos concernientes al personal del ferrocarril. Inclusive, cuando se me vencieron los primeros seis meses, accedió a mi pedido de prórroga por otros seis, que ya era bastante problemático. Cuando terminó ese lapso, intenté conseguir otros seis meses, pero esta vez Zavagno me lo negó. Usted tiene que decidirse, me dijo, o se dedica alfútbol o continúa en el ferrocarril. Entonces, me jugué por el fútbol, y renuncié a mi trabajo de ferroviario. 

Así comenzó mi historia como técnico en el fútbol profesional. No puedo negar que tuve un golpe de suerte, especialmente por cómo se fueron enganchando los hechos. A veces, un jugador cualquiera se retira, y pasa a trabajar como técnico en las divisiones inferiores. Digamos que, de alguna manera, hace la carrera de técnico sabiendo que alguna vez tendrá posibilidades de llegar a la primera. Pero lo mío se dio de otra manera; fue muy diferente. Inclusive, cuando estuve en Newell's, todavía no hacía falta estar recibido de técnico para dirigir. Cualquiera podía ser técnico, ya que no había que tener ningún título. Un poco más tarde apareció esa reglamentación, justo cuando yo estaba a cargo de Newell's. Entonces, tuve que hacer un arreglo con los que manejaban la escuela. Me acuerdo que estaba entre los directores 'Pechíto' De la Torre, y, como oyente, asistía D'Amico. Acordé con los profesores para ir a dos de las cuatro clases que se dictaban cada lunes del mes. Cuando jugábamos los domingos en Buenos Aíres, yo me quedaba para asistir a la clase del día siguiente. Cuando llegó la hora de entregar los títulos, a fin de año, a mí no me lo dieron, porque el interventor dijo que el que no tenía cierto porcentaje de asistencia no podía recibir el diploma. Se olvidaron del acuerdo que habíamos hecho, y me dejaron sin diploma. Si me hubieran aclarado lo que pretendían, hubiera hecho un poco más de esfuerzo para cumplir con la asistencia necesaria. Pero, en definitiva, me quedé sin el título. De todos modos, yo seguía trabajando. 


Fuente: Extraído del Libro “Angel Canalla”. Autobiografía de Don Angel Zof”. Homo Sapiens. Año 2013