viernes, 7 de agosto de 2020

Los carnavales en Rosario

 

El intendente Luis C. Carballo no sólo quedó en el recuerdo colectivo por sus obras públicas. También lo hizo por haber organizado, en 1961 el «Primer Carnaval internacional de Rosario", denominado así por la participación de las colectividades residentes de la ciudad. Tal acontecimiento sería considerado por la prensa posterior como «la belle époque» del Carnaval rosarino. 

En nuestra ciudad, los festejos de tipo eran discontinuos y generalmente respondían a la acción particular. En 1959, por ejemplo, el Carnaval se había desarrollado con importantes actividades disgregadas por toda la ciudad: bailes de- disfraces en los clubes chicos y grandes.; organización de comparsas, coros y concursos de máscaras por las Sociedades Vecinales y Bibliotecas Populares: un corso con carrozas , murgas y espectáculos musicales en Av, Alberdi, debido a la Cooperativa Policial; y un concurso de máscaras organizado por vecinos de Plaza Sarmiento y otro por la Municipalidad junto a certámenes para grupos folclóricos. 

Asimismo, los bailes y espectáculos organizados por los clubes congregaban masivamente al público durante los días de Carnaval, aunque hubo años en que parecida que el Carnaval no paso por Rosario. 

Por el contrario, en 1961, la Municipalidad se hizo cargo de organizar los Carnavales con el objetivo de atraer al turismo de la zona. 

Eligió el circuito del Parque Independencia para desarrollar el Corso oficial y coordinó la actividad de las colectividades extranjeras, asociaciones tradicionalistas y clubes. Preparó una ornamentación insignia para la ciudad. 

Construyó. como puerta de acceso al Corso, un Dios Momo de dieciséis metros de altura, convirtió el Laguito en el remedo de los Carnavales venecianos con góndolas y puentes: cerca de «la Montañita» colocó cantinas por colectividades, con trajes, música y danzas típicas; se recreó una pirámide incaica para espectáculos folclóricos y un ,«rincón tropícal» para el resto de las presentaciones. Además, acordó con los grandes clubes la presencia de los artistas por ellos contratados y realizó concursos de carrozas, de máscaras infantiles y adultas, de compasas y murgas, de conjuntos musicales. Distribuyó , gratuitamente serpentina, papel picado y matracas. 

Finalmente, con gran éxito y concurrencia del público, el Corso se clausuró con la elección de la «Reina del Carnaval»,en presencia del intendente de la ciudad y su secretario de gobierno. 

Al mismo tiempo, los grandes clubes —Gimnasia y Esgrima, Rosario Central, Newell's Old Boys, Provincial—obtuvieron inmensas recaudaciones por sus respectivos espectáculos. 

Estos clubes repetían la fórmula del «colmao», único lugar donde originariamente se aceptaban disfraces, combinado con espectáculos de tango, jazz, música brasileña y española y presentaciones de artistas de renombre nacional e internacional. 

Sin embargo, la iniciativa de Carballo no tuvo continuidad, salvo un intento de emulado que hubo en 1970, aunque sin el éxito del primero. Progresivamente, a lo largo de la década, mientras desaparecía el festejo carnavalesco tradicional, se multiplicaban los espectáculos de notables dimensiones y alto costo que organizaban los grandes clubes de la ciudad. 

La contratación de estrellas populares, nacionales y extranjeras, como Patito Ortega, Eddie Pequenino, Los Cinco Latinos, Pedrito Rico, Roberto Carlos o Joan Manuel Serrat, movía sumas fabulosas, atraía centenares de personas e iba desplazando el festejo barrial donde reinaban la mascarita y la murga. 

No sólo la agitación política cíe los años 70, con su secuela de autoritarismo y violencia, también el triunfo de una empresa de gran envergadura, que dejaba importantes ganancias a sus organizadores, cambiaron la cara del festejo tradicional, dejando el Corso, los disfraces y las carrozas para el recuerdo. 


CARNAVALES REGLAMENTADOS 

Detrás de los Carnavales suele haber rígidas reglamentaciones para poner límites precisos a fiestas que, históricamente, fueron expresión de la burla y la transgresión popular. 

Por tal motivo, todavía en los '50 y '60, las disposiciones provinciales eran muy rígidas al respecto. Se prohibían disfraces y máscaras en la vía pública, tanto como mofarse de instituciones patrióticas, militares y religiosas. Tampoco se autorizaban juegos de agua en lugares públicos, ni aceptar dinero por cantar o actuar en la calle. 

Durante el segundo gobierno peronista, quienes quienes quisieran disfrazarse debían solicitar permiso policial y se les otorgaba una tarjeta con número de orden que debían exhibir durante su participación en los festejos del Carnaval. 


Las murgas, comparsas y carrozas estaban rígidamente controladas. 

En 1961, una reglamentación similar siguió en vigencia, pero se levantaron las prohibiciones dentro del circuito del Corso Municipal, siempre que no se ofendiera la moral pública ni las instituciones antes mencionadas. 

La capítaI, Rosario, 1952-1962. 

Fuente: Extraído del Libro Historia de Rosario de Juan Alvarez