lunes, 9 de diciembre de 2019

La Libertadora



Rosario, "la capital del peronismo”, sufre especialmente las repercusiones del movimiento militar de septiembre de 1955 que pone fin al gobierno de Juan Domingo Perón. En junio de ese año ha tenido lugar un intento de rebelión con participación de oficiales de las tres fuerzas que, después de cruentos combates, es derrotado. 

Mientras el clima político se torna cada vez más tenso, en Rosario la muerte del médico Juan Ingallinela, militante del Partido Comunista, a causa de las torturas 

fue padece en la Jefatura de Policía, origina diversas manifestaciones de oposición al gobierno a pesar de que la Legislatura provincial ordena la investigación del asesinato. Con posterioridad, una vez triunfante la revolución de setiembre. los torturadores serán condenados. 

La filial local de la Confederación General del Trabajo responde uno a uno los ataques que se registran contra Eva Perón, como el atentado que se produce en el Cristo Redentor, símbolo de homenaje a su memoria. El 31 de agosto de ese año Perón, que con notable olfato político vislumbra la seriedad de la situación, pronuncia en Plaza de Mayo una frase que pasa a la historia por su violencia, acentuada por el tono de su alterada voz que resuena en las radios de la red oficial de difusión: Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos". 

El 16 de septiembre el toque de queda dispuesto a partir de las 20 cambia la fisonomía de la ciudad porque los teatros, cines y bares permanecen cerrados. Las unidades básicas peronistas concentran la tensión que se vive en esas horas. También la información, porque las noticias de Buenos Aires son escasas y confusas. El 20 de septiembre Radio Nacional anuncia la renuncia de Juan Domingo Perón y su asilo en una cañonera paraguaya, primer punto de su largo exilio. 

Los antiperonistas ganan las calles de Rosario para expresar un contenido repudio al gobierno que acaba de ser derrocado. Por toda la ciudad, los bustos en homenaje a Perón y a Evita van cayendo uno a uno, como los de la Biblioteca Argentina y los de la Facultad de Medicina. A partir de entonces, además, la principal calle céntrica de la ciudad recupera el nombre de Córdoba. Los leales a Perón y a su doctrina se alzan en postrer defensa del régimen caído y enfrentan a los que avalan la 'Revolución Libertadora". En el plano militar, el comandante del entonces Primer Cuerpo de Ejército, general Enrique Lugand, intenta encabezar una ya estéril reacción. 

Algunos episodios de violencia —de no mucha trascendencia— se registran en el centro de la ciudad y en algunos barrios. La acción de la Gendarmería Nacional y la Infantería de Marina pone fin a los incidentes y ya el 26 de septiembre Rosario retorna su tranquilidad habitual, varios días después que el resto del país, gobernado ahora por el general Eduardo Lonardi, que da inicio a una nueva etapa en la vida política del país. Lonardi también reactualiza para la historia de nuestros días una célebre frase de Urquiza, pronunciada meses antes de la batalla de Caseros: "Ni vencedores ni vencidos". 

En los meses que siguen al derrocamiento de Perón se crean comisiones investigadoras para esclarecer presuntos delitos perpetrados durante la administración peronista. Por aquellos días se presenta en Rosario, con bastante éxito, una revista teatral en la que se satiriza a Perón, presentándolo en uno de los “cuadros" sobre su clásica motoneta, rodeado de 'las chicas de la UES". 

El 9 de junio de 1956, ya bajo el gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu y el contraalmirante Isaac Rojas, se produce un fallido golpe encabezado por militares peronistas que termina con el fusilamiento de sus líderes. Mientras se gestaba el levantamiento militar, el presidente de la Nación estaba en Rosario y presidía una multitudinaria manifestación frente a la Jefatura de Policía. La inmediata represión ocurre cuando Aramburu regresa a Buenos Aires a bordo del yate Tecuara. • 



Fuente. Extraído de la Revista “ Las Capital” 125 años Aniversarios 1992.