lunes, 29 de julio de 2019

La magia del circo





Por Rafael Ielpi

Así como bailes y Carnavales formarían parte indisoluble de la vida cotidiana de los rosarinos entre 1930 y 1960, también en el mismo período la ciudad se divirtió, emocionó y entretuvo con otra de las atracciones hoy relegadas por las propuestas de la tecnología y la electrónica, o transformadas en un show artístico: el circo. 

Los circos que llegaban a Rosario, después de 1930 sobre todo, tenían consigo la impronta de las grandes compañías circenses europeas o americanas, aun cuando persistieran los que, por una tradición familiar cara al mundo circense, siguieran fieles al espectáculo de leones, tigres y domadores, trapecistas de agraciadas figuras, malabaristas y equilibristas. 

Mientras el Circo Hermanos Rivero aportaba regularmente su presencia en Rosario, del mismo modo que lo hacían otros de similar relevancia, sería el Circo Sarrasani el que con mayor despliegue, inusual para estas latitudes, traería a Rosario en 1935 - había estado por primera vez en 1924- la magia de un espectáculo en el que se conjugaban por igual la diversión con el sobresalto que causaban las evoluciones de los acróbatas. 

La llegada del Sarrasani -una real empresa circense fundada por Hans Stoch Sarrasani- causó la conmoción previsible que provocarían aún hoy los cerca de 200 camiones con sus acoplados que transportaban a toda la compañía, con excepción de los elefantes, que eran cargados en trenes. Con una orquesta numerosa -muchos de cuyos integrantes eran egresados de institutos musicales de Budapest, Viena o Berlín- y un elenco tan nutrido como la anterior, donde se mezclaban hombres y mujeres de distintas nacionalidades y de distintas especialidades, el Sarrasani sería para los rosarinos entre 1935 y 1955 sinónimo de gran circo. 

Sobre los finales de la década del 40 y primeros años de la siguiente, sería el Circo Shangri-La el que traería a la ciudad el renovado encanto del género. Aunque ya entonces, la decadencia iniciada con el estallido de la Segunda Guerra Mundial -que hizo imposibles las giras mundiales de los - grandes circos- era irremediable. Ernesto Castrillón señala: "Mientras en 1939, antes de iniciarse la guerra, 350 circos recorrían los caminos de la Argentina, veinte años después, en 1959, el número se había reducido drásticamente a 40". Sobre ese final de la década del 50, sería Thiany el que tomaría esa posta de renovación del género, con sus primeras presentaciones en el terreno donde se levantara el Teatro Colón, en Urquiza y Corrientes y una propuesta artística inusual. 

Bailes, carnavales y circos formaron parte de los momentos felices de varias generaciones de rosarinos, que los evocan como lo que fueron: una grata época en la historia de una ciudad que ya había entrado definitivamente en el desarrollo y el progreso de la modernidad. 

Fuente: Extraído de la colección de Vida Cotidiana de 1930-1960. Editado por el diario “La Capital