jueves, 18 de julio de 2019

Boites y cabarets: la otra


Por Rafael Ielpi


Del 30 al inicio de la década del 60, pero en adelante, es cuando la noche rosarina recibe maría a las propuestas de diversión que brindaba las boites y los cabarets. 

De las escasas boites que existieron en el duda, merecen una especial mención. La Boite de Lovagnini, en Mitre 871 (en el solar que hoy ocupa la sede social de Rosario Central se inauguraría el 10 de septiembre de 1934, con la Polato-Today y una publicidad que aseguraba "el mejor orquesta, las más bonitas bailarinas y los mejores números de varieté”, con funciones de tarde, de 18 a 20.30 horas, y a madrugada Dos semanas antes, en "La Capital " sus avisos prometían . “Será el mejor ambiente para el público que quiera divertirse”. 

Con una amplio local, decorado con bi ra los artistas, la Marina iba a ser hasta su cierre de los lugares predilectos de la juventud rosarina pos masculinos decididos a protagonizar "una noche de garufa” y actuarían en ella muchos de los artistas renombrados del período, desde los boleristas de moda - como Gregorio Barrios, Mario Clavel y Leo Marini- a los cantantes de tango ylas orquestas locales, como la de Luis Chera, que lo hiciera por largos años. 

Posterior, ya que su apertura dataría de la década del 50, sería la Boite Caracol, en Santa Fe al 1300, cuya ambientación era sin duda mucho más moderna y cuya programación tendía a espectáculos que reunieran a dos figuras de gran renombre casi semanalmente, además de una cuidadosa selección de las "chicas". Hugo Pimentel señala: "El Caracol tenía algo que ninguna otra boite tuvo en Rosario: un escenario que se levantaba por sobre el nivel del piso, una de las novedades que trajeron los dueños, Eros y Emilio Pánfoli, dos hermanos" Allí actuarían, entre 1955 y 1960 por ejemplo, desde el Trío Los Panchos o Los Tres Ases mexicanos, a los boleristas como Mario Clavel, Eduardo Fareil o Roberto Yanés, y la célebre bailaora La Chunga. 

Distintas características tendrían los cabarets o night clubs, en especial los instalados en la zona del Bajo rosarino, sobre Avenida Belgrano o calles cercanas, una larga y variada nómina que incluye al Bambú India, de Santiago Cosso, donde luego se instalaría La Cueva del Tango, sobre Avda. Belgrano; su vecino el Morocco; el Chantecler, en la esquina N.O. de Sargento Cabral y Urquiza; el Rendez Vous, de D'Alessandro, en Avda. Belgrano 222 -donde lo antecediera su colega El Derby- que en 1949 por ejemplo anunciaba al Príncipe Negro "y su saxofón mágico" como parte del espectáculo; siempre sobre la misma avenida, se disputaban clientela el Fénix Bar y el Welcome, que se transformaría posteriormente en La Gruta, otro de los cabarets del Bajo. 

Muchas de las 'mujeres de la noche" que trabajaban en esos locales vivían en la zona, en algunas de las pensiones cercanas o en dos hoteles que por los años 50 al 70 se identificaban como reductos de ese ambiente: el Britannia, sobre San Martín, y el Pelayo, en la Bajada Sgto. Cabral. 

El Sport Dancing, en Santa Fe 1041, sería prototipo del night club de los años 50 yio mismo ocurriría con el Can-Can años después, en calle Maipú al 700, donde los Migliazzo instalaran anteriormente Mi Varicté. El propio Migliazzo lo evoca a los 85 años: "Después, pusimos el «Can-Can», en la época en que los espectáculos eran al aire libre, así que cuando llovía iban todos allí: se llenaba también. Teníamos muchos egresos pero había mucha entrada, no había problemas. La gente ganaba bien y la gastaba..." 

Un resumen "de primera mano' de Hugo Pimentel, termina de cerrar el cuadro de ambiente de ese período: “Antes, la mujer que trabajaba en esos lugares como el night club o el cabaret, era recatada, y si alguna salía con un tipo era porque le gustaba. Nosotros tuvimos un montón de amigas, hicimos una gran familia dentro y fuera del espectáculo. Sí, había coperas, porque así tenían la oportunidad de hacerse un pesito extra, para la mantención de sus hijos, no para el panzón como se creía. Alguna habrá tenido algún «shofica», como se decía antes, pero muchas se hicieron su casita, muchos pudieron comprar su primera bicicleta, su primer pilchita..." 

La evolución de usos y costumbres, el progreso urbano, harían que ya sobre los finales de la década del 60 y en la siguiente, muchos de estos centros nocturnos se cerraran poco a poco, reemplazados por las whiskerías, las confiterías bailables y otros ámbitos en los que ya no ha! lugar para los artistas de variedades. Apenas el Panamericano, en la zo de Sunchales, su eventual y posterior sucesor el Telarañas, en Ovidio Lagos y Avda. del Valle, y algunos de los cabarets del Bajo, que se mantendrían en pie hasta superado 1970, mantendrían vigente aquella tradición noctámbula y divertida, hasta cerrar también sus puertas.  


Quedaban ya definitivamente atrás aquellos recreos y varietés donde se escuchaban incluso los pioneros Jingles publicitarios: "En el 45 empecé en el Eden Park de Migliazzo y allí canté mucho tiempo, con el elenco de El Tano Genaro. Le hacía la publicidad a Angelini y entonces cantaba arriba del escenario: «Yo tengo un trajecitol para este verano,/ es requetefresquito,/ es requeteliviano./ Yo tengo un trajecito/ que Angelini me vendió,/ el requetefresquito/ para el requetecalor». Grabé también un vals que había compuesto con Lurd para Pinturería Martín: «Yo he pintado mi casita/ y la reja del jardín,/ pero antes de pintarlos/ he consultado a Martín...», rememora Delia Rodríguez. 

Los rosarinos de peinado con Glostora o Brancato, afeitados con Palmolive o Gillette y con traje cruzado, los muchachones que iban al Casino o inauguraban su mayoría de edad de la Boite Marina, donde la Bidú de los 60 alternaba con el whisky que le estaba vedado, son hoy parte del pasado. Para ellos, la noche aquella d recreos, varietés, boites y night clubs, es hoy materia del recuerdo, cuan do no de los sueños. 

Fuente: Extraído de la colección de Vida Cotidiana de 1930-1960. Editado por el diario “La Capital