martes, 19 de marzo de 2019

Algunas casas de antigüedades rosarinas en los años cincuenta



Por Ángel F. Ricci 


En aquellos tiempos que ahora parecen tan remotos, los anticuarios rosarinos comerciaban, claro, con antigüedades. Compraban y vendían. Compraban cuando las sucesiones o porque los 'vendedores estaban reducidos de espacio; o a personas que necesitaban el dinero o que, simplemente, no congeniaban con los muebles y objetos de arte de antaño. Preferían la decoración moderna, lo nuevo, lo flamante. Esto, para los clásicos, era cosa de "nuevo rico". Sin embargo, cada uno tiene sus gustos. La burguesía de entonces se decía enamorada del buen gusto, de los museos y de la cultura. 

Como hay finitud de la memoria, proponemos recordar algunos anticuarios de sesenta años atrás. Sus comercios estaban en general poblados por piezas de todo tipo: muebles, arañas, lucería variada; marfiles, relojes de bolsillo, plumas y lapiceras, jarrones, potiches, cuadros, espejos, alfombras, tapices, porcelanas, juegos de cubiertos, esculturas, grabados y daguerrotipos, mantelería, relojes de pared, libros antiguos y, desde luego, tantas otras cosas; entre las cuales las atractivas cartografías del siglo XIX. O filatelia y sobre todo numismática. Que comprende monedas y medallas. 

Tamaña vastedad de bienes se repartía entre los utilitarios y los ornamentales. La mayoría de las piezas eran anónimas; y una parte firmadas. Falsificaciones ya había aunque eran escasas. Es decir, excepciones que, por ser tan pocas, confirmaban la regla: cosas legítimas. 

Uno de los negocios que rememoro ahora es el de la señora Messulam, en Santa Fe y Maipú. Lo continuó su hija Adriana en el pasaje Juan Alvarez, a tiro de piedra de la entrada de la Biblioteca Argentina. Se especializaron en juegos de porcelana franceses y alemanes y en objetos de jade. Todo conformaba una miscelánea policromía, abigarradas tonalidades. 

Otro de los anticuarios fue Rogelio Troffé, con negocio en Pasco y Maipú. Al tiempo trasladado a Maipú entre Ituzaingó y Cerrito. Troffé ofrecía, entre infinidad de objetos, espléndidas soperas de plata inglesa y arañas de cristal de Bacarat. 

Y también, cómo no, la señora de Voute, con su negocio "Chartes", ubicado en San Juan entre Laprida y Maipú. Luis Gerber lucía su salón en Sarmiento entre Montevideo y la avenida Pellegrini. Para luego trasladarse a Paraguay entre 9 de Julio y 3 de Febrero, donde aún continúa su hijo. 

"Don Antonio", un inmigrante italiano, se dedicaba a la restauración de muebles en Presidente Roca entre 9 de Julio y 3 de Febrero. El negocio, que se llamaba "La cueva del mueble", exhibía y vendía relojes antiguos y piezas de manufactura inglesa y norteamericana. 

Otro anticuario relevante fue Mario De Rivi: Maipú entre Córdoba y Rioja, vereda oeste. En tanto, al lado del cine Imperial, en Corrientes entre Urquiza y Tucumán, estaba establecida la casa "Manticas"; con buena oferta de cristales alemanes e italianos, sobre todo Murano. 

También uno memora a la señora de Pietford: Maipú entre San Lorenzo y Urquiza. Ahora negocio prorrogado por su hijo en Córdoba y Crespo. Y Ana María Vilicich de Ferrer, en Maipú y Santa Fe, con marfiles orientales y europeos y porcelanas Capo di Monte. 

La Casa Lys, ubicada en Córdoba entre Mitre y Sarmiento, era la representante de Plata Lappas en Rosario. También, ciertamente, el hace poco fallecido Gilberto Krasniasky. Arrancó con un negocio de antigüedades y bijouterie, con una socia, en San Martín entre San Lorenzo y Santa Fe. Después se mudó solo y fundó en la vereda de enfrente "Krass artes plásticas". Una de las más relevantes galerías de arte de nuestra ciudad. 

Jorge Gonzalez, también fallecido este año, tenía el negocio en Montevideo y Mitre: un local grande, algo desordenado y a veces atiborrado, con muchos juguetes de jata, por ejemplo autitos, anteriores a 1950. Además, réplicas de muy buena calidad de propagandas como Geniol y el whisky Johnny Walker. 

También me viene a la memoria, que suele ser un caprichoso desván, negocios que no ofrecían solamente antigüedades. Como ser Jocker, en Entre Ríos y Córdoba; y Huete, en avenida Belgrano y Buenos Aires, luego trasladado a San Lorenzo entre boulevard Oroño y Balcarce. 

De los pocos negocios que perduran, creo que el de los hermanos Alfredo y Norberto Romito: Uriburu y Sarmiento. También "Galli", en Urquiza y Sargento Cabral. Y Forsiniti, en Dorrego entre Córdoba y Rioja. 

En el barrio Pichincha subsiste o se han abierto negocios de anticuarios. Con objetos de todo tipo, los puestos del mercado Retro: los domingos y feriados en avenida Rivadavia. Ferias o "mercados persas", por así decirlo, que hacen las delicias de interesados, curiosos y viandantes en general. 

Sé que por desmemoria o muy deficiente erudición he omitido nombres y lugares. Ojalá otro lector más puntilloso que uno pueda completar, en lo posible, este catálogo de recuerdos tan dispersos. 




Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región. Fascículo Nº 136 de Diciembre de 2014