viernes, 22 de junio de 2018

El 'Toríto" Aguirre

Por Jorge Brisaboa



Rebelde, transgresor, con toda la picardía y la viveza ganada en la calle. Un "canalla" a la medida de los "canallas": Waidino Aguirre. El "Torito".

Para aproximarse a él vale el tiro libre que pateó, jugando para Central, contra su propio arquero. Central enfrentaba a Chacarita en Arroyito, a metros del arco que da a Regatas el árbitro cobró un foul a favor de los "funebreros". Mientras algunos de sus compañeros protestaban y Otros pedían distancia, el "Torito" pateó la pelota contra su arco. Los jugadores de Chacarita tardaron en reaccionar, y el referí —de espalda a la pelota— no se dio cuenta. El juego siguió.

Aguirre le gambeteó a la vida desde chico. La carencia de los afectos la volcó en los potreros. Fue llevado a Central Córdoba, y cuando Vicente De la Mata dejó la quinta división él tomó la posta. Los hinchas "charrúas" iban a ver tanto a esa quinta como a la primera. Llegó a la división superior y en 1941 fue comprado por Rosario Central.

Junto a Rubén Bravo ofrecieron un halo de esperanza entre la desesperanzada hinchada que veía cómo el equipo se iba al descenso. En su debut, al igual que Bravo, se mostró amigo de la red. Y en el 42, ambos fueron las figuras. Convirtió 32 goles en 27 partidos, fue goleador del torneo. En dos encuentros, marcó seis goles. Pero, tan importante como sus goles era la forma en que divertía y seducía a la hinchada "canalla".

Deslumbraba por la habilidad en velocidad así como por sus desplantes a los adversarios, o a los mismos árbitros. Claro, a veces tenía que pagar caro por sus actitudes.

Llegó a luchar el primer puesto en la tabla de goleadores en el 45, pero lo superó el riverpiatense Angel Labruna que señaló 25 goles. "Yo hice 21 y ninguno de penal, Labruna pateó como cinco penales", recordaría del otro lado del alambrado, veinte años después, debajo de la tribuna de mujeres en un domingo de fútbol de primera.

Solía vérselo con un diario debajo del brazo "para que no se aviven que soy analfabeto", según explicaba socarronamente.

El romance con los centralistas tuvo una pausa. Es que Racing no dejaba de mirar a Central. Como en la década del 30 con el "Chueco" García, en la del 40 ya se había llevado a Rubén Bravo, Héctor Ricardo y Alejandro Yebra. Hasta que en 1947 adquirió al "Torito" Aguirre en 80.000 pesos, un poco más de la mitad de lo que en el mismo año Atlanta había pagado por el gran Adolfo Pedernera a River, 140.000 pesos.

El "Torito" fue a juntarse, de nuevo, con el "Maestro" Rubén Bravo.

Pero a los dos años, tras vestir las camisetas de Racing y Huracán, retomaría el romance con Central y su hinchada. Hasta que una tarde, en cancha de Newell's, sacó chapa definitiva de "canalla".

Los hinchas "leprosos" lo cargaban, lo gastaban. Newehl's estaba ganando. De pronto un invento y el empate. El "Torito" grita su gol, y quiere más, busca más para tomarse revancha. Reacciona sobre la marcha, como cuando avanzaba con la pelota al pie y frenaba de golpe para que su marca pasara de largo: ahí va, se acerca a la platea de mujeres, se baja el pantalón, y... lleva sus manos a los testículos.

El periodismo dirá que es un gesto antideportivo, la aristocracia rosarina comentará al día siguiente que no se le puede pedir otra cosa a un negro del barrio Tablada. La policía lo llevará detenido.

El "Torito" Aguirre se cagará de risa.
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.