martes, 7 de noviembre de 2017

El Club Español de Rosario

Disidencias hacia una postura sobre el edificio.



Por Julio Chiappini


En su elaborado artículo Una persistente broma de estudiantes. La historia del emblemático edificio del Club Español, publicado en el N° 103 de esta benemérita y hospitalaria revista a p. 18, Roque Á. Sanguinetti propone varias tesis con las que disentimos (del latín di sidere, sentarse en distinto lugar).

1) El edificio de calle La Rioja es "probablemente la más original" de las arquitecturas rosarinas. Ser original no es un mérito. De todos modos hay muchos edificios más originales y a la vez más relevantes. P. e. el del Jockey Club, en Maipú y Córdoba. El de ahora la tienda Falabella. O el "Minetti", en Córdoba al 1400; o la Gath y Chávez otrora en San Martín y Córdoba; o las grandes casas en bulevar Oroño, hoy muchas demolidas. Y la Bolsa de Comercio. Hay envergaduras y envergaduras. Y decenas de otros ejemplos.

2) No contento, Sanguinetti asesta que el edificio bien pudo ser "firmado por el genial Gaudí". Gaudí y Cornet (1852-1926) es un top ten de la arquitectura mundial. Y se lucía con otro tipo de diseños. Una casa grande con una escalinata y unos frisos de cemento hechos con felonía mal pueden atribuirse a Gaudí. Y menos en Rosario, una ciudad que en parte desconoce y en parte odia la arquitectura. De modo que la afirmación de Sanguinetti convengamos es una portuguesada. El barcelonés Francisco Roca y Simó (1874-1939), que vivió en Rosario entre 1909 y 1917 y que en algún diseño hecho en España procuró emular a Gaudí, fue un arquitecto -alarife- utilitarista y nada más. La oceánica Enciclopedia Espasa, que le dedica una página a cualquier profesor español muy conocido en su casa a la hora de las vituallas, lo omite. Tampoco aparece en las dos enciclopedias de Abad de Santillán o en Juan Álvarez. Hablar de Gaudí es hablar, aunque a cada traste su azote, de Le Corbusier, de Frank Lloyd Wright o de Oscar Niemeyer.

No olvidaba comentar que a Gaudí le encantaba ser extravagante. Se ha cotizado por "sus formas aparentemente descabelladas". No es el caso de Roca, para nada. La historia de la arquitectura debe ser elitista; pues la arquitectura es la superestructura de la sociedad. Una ciudad se conoce (digo: sus habitantes) por su arquitectura. Así como un hombre se conoce por sus renunciamientos; por su capacidad de enaltecer a los demás y de soportar la soledad; y por cómo honra a sus mayores y maestros.

3)Sanguinetti calla el mal mantenimiento que históricamente padeció el edificio.

Descuento que es por falta de recursos. Es cierto que cuando la visita de los reyes de España en 1992 (nuestro autor la retrotrae a "la década de 1980"), se hicieron buenas restauraciones. Mientras, concertemos que por ejemplo en París -o en Washington o en Chicago, cosa de abrir uno el juego-, ni soñando se hubiera construido este edificio (que creo es de 1913). No digo que sea un adefesio. Pero tampoco es cuestión de tantas loas.


4)La diserta nota alaba la picardía con que fueron hechos los frisos de cemento.

Resultaron una burla a quien encargó la obra, una trampa. Esto debe ser censurado moralmente. Los a veces obscenos o grotescos personajes son propios de un teatro de comedias bufas, no de una institución. Lo otro es "más divertido", cómo

no. Pero hay que ser serio sin necesidad de la adustez. Y no festejar las estafas,

por más que la haya cometido un tío de Sanguinetti. Uno de los personajes, in-

cluso, según Sanguinetti con su rutilante prosa, "se huele con fruición el sobaco".


Me pregunto cómo lo sabe. También halaga un "corte de manga". Cuando el Club Español no estaba destinado, ya deslicé, a representar saínetes o piezas

del grotesco criollo. Sin embargo esta cosa hecha por bellacos a Sanguinetti lecausa "regocijo" (sic). Optó por "Facundo". Y dijo bien Borges: "a los argentinos

En cuanto a los dos leones que "custodian orgullosamente allá arriba" (hipálage o metagoge), están mal emplazados; pues para el transeúnte pasan desapercibidos salvo que se desnuque mirando los cielos. Delatan que la fachada fue mal concebida; ya que lo gravoso va abajo, caso de los leones en la municipalidad. Incluso con veredas tan angostas un buen urbanista hubiera hecho recova, había fondo de sobra. La cabeza no está solamente para llevar sombrero, gorra, bonete o capirote. Y el sombrero debe acomodar-, la cabeza, no a la inversa. 
5) Es tan majestuoso el edificio, tan expléndido, tan atrayente para los rosai y los turistas, que Sanguinetti adhiere proyecto de que se expropie buena p te de la manzana de enfrente (La Ric Sarmiento, San Luis y San Martín) "p crear un pasaje que desembocaría en Plaza Montenegro. De este modo se dría verlo por fin con la perspectiva ne saria y el paisaje urbano se enriquec; mucho con esa vista". En el trance. . no escribiría "paisaje urbano": lo un lo otro. De lo contrario, construya las ciudades en el campo; serían as saludables.

El edificio de Moreno y Córdoba se propio para levantar ahí el Museo de la Memoria. Hoy esa casa debe valer 2.000.000; y hay que mantenerla persecula seculorum, son millones de pe por año. Lo que propone Sanguinetti frente al Club Español demandaría, a ojo de mal cubero, unos 25 millones de dólares y un terrible desbarajuste en el centro por un par de años para empezar a hablar.

El Club Español no es el Petit Trian, la pirámide de Micerino. Y el dinero de los contribuyentes está para otras cosas. La hacienda pública debe manejarse con prioridades, no con caprichos. Y que es quisquilloso, pues sí. Por ejemplo el monumento a la Bandera siempre mepareció unconvincing. Bien que, reconozco los socialistas lo han mejorado. 

En fin: toda discrepancia es conside de espantoso mal gusto. Corregir es ordinario y, para colmo, el que corrige ca del derecho de equivocarse. Respecto los valores arquitectónicos del Club probablemente uno yerre, probablemente: exhiba. Ahora en relación a una exportación costosísima y que fastidiar vida de infinidad de personas por añares, la hallo francamente inexplicable.

Además según los criticones, "Rosario es una ciudad de gnocchis y tallarines.

Si son baratos y abundantes". Pero hijo adoptivo, ciertamente la quiere, mejor por Borges: "no nos une el amor sino..." La verdad, en tanto, en tiempos de confusiones se conoce mejor por comparación y hasta por confrontación el único valor fundante de la justicia, un valor fundado.


Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región”. Fascículo N.º 144 de Setiembre 2015