miércoles, 6 de julio de 2016

LAS DROGAS - EL CASO DE LA CLINICA BASELLI -REAPARICION DE LAS PATOTAS

Por Nicolás N. De Vita
 


En el año 1930, es decir en las postrimerías de existencia de las tristemente casas públicas de Pichincha, a la vez que la policía se encontraba empeñada en una dura batalla contra los tratantes de blancas, paralelamente lo hacía también contra los traficantes de alcaloides, evidentemente ambos conectados entre sí, pues las principales droga-dependientes lo eran las pupilas de los prostíbulos quienes, voluntariamente u obligadas por quienes las regenteaban, eran a no dudar las destinatarias finales de ese repugnante tráfico.

Las pesquisas al respecto estaban directamente a cargo del entonces Jefe de Investigaciones D. Félix de la Fuente, quien contaba con la eficaz colaboración del Comisario de la Seccional 9na. D. Julio Bastarrechea y personal a sus órdenes, quienes hasta entonces y a pesar del enorme celo puesto en sus funciones, no habían podido encontrar la punta del ovillo y con ello conocer ciertamente procedencia e identidad de quienes eran los principales proveedores; hasta que, en forma totalmente casual, en uno de los tantos trámites de rutina, los representantes de la ley observan a la distancia como el conductor del automóvil taxímetro, chapa 28003, llamado José Perez, que hasta poco tiempo antes se había desempeñado como empleado del cine-teatro Casino, facilitaba disimuladamente al chansoniert, Juan Colombo, con domicilio dentro del Barrio Echesortu, calle Servando Bayo 1595, un pequeño sobre que luego se comprobaría contenía una pequeña dosis de cocaína, ante lo cual los empleados policiales, al darles la voz de detención, el primero de los nombrados procede a arrojar a la calzada varios pequeños envoltorios, acción que no pasa desapercibida para los pesquisas quienes de inmediato proceden a la incautación de los mismos y al requisarse su contenido surge evidentemente haberse dado con la pista buscada.

En el interrogatorio que le es formulado al mencionado Pérez en el local de la Seccional, este declara que la mercadería le era provista por un sujeto llamado Bernardo Pudeng, con domicilio en calle Brown 3331 y del allanamiento que se efectúa en tal dirección, si bien no se pudo encontrar existencia alguna de estupefacientes, por anotaciones incautadas en el procedimiento se comprueba que su morador no era ajeno a esa actividad, como así también que a ella estaba estrechamente vinculada un ex mozo del café "Armennoville"2, llamado José Ziluelberg, domiciliado en calle Brown 2779, lugar ya harto conocido por la policía en razón de que allí, un hijo del antes nombrado, llamado Simón, aceptaba jugadas clandestinas de quiniela.

Efectuada la detención de todos los antes mencionados sujetos los mismos, ante las irrebatibles evidencias que los delataban, finalmente acaban por confesar su activa participación en el tráfico de estupefacientes como así también que la "mercadería" les era provista por el Dr. Antonio Cervino que tenía instalada, bajo el nombre de "Baselli", una clínica médica en el Barrio Echesortu, más precisamente en la calle Mendoza 3361. Constituidos en dicho domicilio, los representantes de la ley, luego de las indagaciones efectuadas, se constata efectivamente que el "Doctor" Antonio Cervino, que usaba indistintamente el citado nombre y apellido como así también el de Marcos Vatteone, no era médico sino tan sólo un "vulgar curandero, corruptor de menores, embaucador de desocupados, corredor sin patente de negocios turbios, vendedor de alcaloides, etc., "como tan certeramente lo habría luego de definir un conocido diario de la época. Más aún, en ese entonces, el nombrado Cervino o Vatteone ya se encontraba bajo la lupa de la justicia a raíz de una grave acusación que se le había efectuado por parte de los familiares de un "paciente" suyo, de nombres Juan Cristetto, quien enfermo de tuberculosis había fallecido en razón de habérselo medicado erróneamente por aquél.

El allanamiento de la clínica "Baselli", como así también la del amante del ilegal médico, sito entonces en la Cda. Marcos Paz 3852, fue efectuado el 26/5/1930, y en esos procedimientos, la policía pudo incautarse de numerosos frascos conteniendo estupefacientes diversos; ante lo cual, de inmediato, se procede a la detención de los inculpados, al decomiso de la droga y al cierre del pseudo centro asistencial, y con ello, darse por definitivamente terminadas las andanzas de dicho sujeto, un verdadero peligro para la salud física y moral, no sólo del barrio Echesortu sino de la ciudad toda.

Luego de tales episodios corrieron muchos años sin el conocimiento o presunción de tráfico de drogas dentro de nuestro barrio y así lo hicimos constar en nuestro apunte anterior; pero ahora, ante la gravedad de los hechos que en los últimos años se vienen Produciendo en nuestras calles y lugares públicos, principalmente en las madrugadas de los días sábado y domingo, mediante situaciones bochornosas tales

corno roturas de cristales, embadurnamiento de paredes y obras artísticas de real importancia, como lo son las existentes en la plaza Buratovich, que sin lugar a dudas han sido provocadas por patotas de inadaptados que a la salida de las reuniones danzantes, durante esos días se realizan en un local bailable de calle Mendoza al 3900 y en otros clubes de la zona, cabe preguntar si no estamos frente a un recrudecimiento total del vicio y del patoterismo entre la juventud de nuestro barrio; y con ello, ya sea espontáneamente o mediante engaños, cierta cantidad de jóvenes, débiles de carácter, ser así inducidos a una actividad degradante que al final los habrá de llevar, irremediablemente, a la locura, a la muerte, o, cuando menos, a ser condenados por la ley por delitos comunes.

No podemos menos que suponer, ante los vandálicos hechos producidos, que evidentemente ellos han sido producto de la pérdida del raciocinio que la droga produce en sus consumidores; pues es imposible concebir que jóvenes supuestamente dotados de una esmerada educación y en su gran mayoría miembros de respetables familias, amparados por las sombras de la noche y por la evidente falta de una vigilancia adecuada, puedan prestarse tan ingenuamente a cometer tamañas tropelías.

Quienes somos vecinos de este barrio sabemos positivamente de lo que en sus calles ocurre en las madrugadas de los días anteriormente indicados. En patotas, a veces de ambos sexos, las mismas se prestan a toda clase de desmanes, procederes soeces y violentos contra personas y bienes, libaciones en plena vía pública, depredaciones, abusos deshonestos y hasta actos sexuales formalizados en zaguanes o en la misma plaza Buratovich, sin contar con las infaltables y peligrosas picadas entre inconscientes automovilistas o motociclistas que han tomado la calle Mendoza como pista de carreras.

Cuesta creerlo, pero esas gavillas de inadaptados sociales, amparados por una vergonzosa impunidad, se agrandan día a día no sólo dentro de nuestro barrio sino en toda la ciudad. De seguir así, a no dudar que todo aquellos que en los primeros años de existencia del Barrio Echesortu llegaron a adquirir justa fama de matones, vagos y gente de malvivir, quizás como consecuencia de la extrema pobreza y promiscuidad en que se desenvolvían, a la postre habrán de resultar unos pobres "angelitos" al lado de estos modernos patateros, verdaderos cobardes que sólo exhiben sus falsas bravuconadas cuando están drogados y/o en barra, pero que al final no son más que unos pobres desgraciados en todo el sentido de la palabra.

Nota
1. Chansonier: Denominación que entonces se le daban a las personas que cantaban temas de jazz.
2. Café Armennoville: Estaba ubicado en calle Pichincha 90, es decir en pleno barrio prostibulario.
 
Fuente: Extraído del Libro ¡Echesortu! ( Ciudad pequeña, metida en la ciudad) Apuntes para su futura historia ( ensayo) y Segunda Parte (Miscelaneas de la Ciudad). Editorial Amalevi. Agosto 1994.