viernes, 3 de junio de 2016

El secuestro de Ayerza

Por Rafael Ielpi





El secuestro y ulterior asesinato de Abel Ayerza, un estudiante de 25 años, miembro de una acaudalada familia porteña, propietaria de la estancia "Calchaquí" en la provincia de Córdoba, iniciaría ya entrada la noche del 23 de octubre de 1932, el capítulo final del ascenso de Chicho Chico y del poder de la mafia e iba a tener a Rosario como escenario de parte del sangriento episodio.

La operación, planeada por el ascendente De Sharpe, contaría con un nutrido grupo de partícipes: los cinco secuestradores que interceptaron el automóvil en que viajaban Ayerza y sus amigos Santiago Hueyo (hijo del ministro de Hacienda de Justo) y Alberto Malaver junto a Juan Bonetto, mayordomo de la estancia, y que un eran los previsibles Romeo Capuani y Santos Gerardi,junto a Juan José Prenda, que oficiaría como jefe aparente del secuestro, Juan Vinti y Salvador Rinaldi; los cómplices como Anselmo D'Allera, en cuya chacra de Corral de Bustos fueron alojados inicialmente Ayerza y Hueyo antes de la liberación de éste, que se haría cargo de la gestión del pago de los 120 mil pesos exigidos por los mafiosos; Vicente Di Grado, que vigilaría a Ayerza junto aVinti, y su hermano Pablo Di Grado, encargado de traer las provisiones desde el pueblo cercano; Carmelo Prenda, Carmelo Vinti, José La Torre, José Pizzala, Pedro Gianni y también algunas de las esposas de varios de ellos.

Al ser liberado en las proximidades de la localidad de Pérez, Hueyo pone en marcha, de acuerdo con los Ayerza, el pago del jugoso rescate, que es entregado por un amigo de Abel, el también estudiante Horacio Zorraquín Lynch, miembro de otra familia de la alta sociedad porteña, a Salvador Rinaldi Según algunos, y a una mujer no identificada según otros, el 30 de octubre, en plena calle San Martín de Rosario, en las proximidades del Mercado Central. Los mafiosos tranquilizan a los familiares prometiendo la liberación del estudiante, pero la misma no se produciría nunca.
Realizado el secuestro el domingo 23 de octubre del año pasado, tuvimos las primeras noticias del hecho por intermedio del señor Santiago Hueyo. Inmediatamente procuramos hacer llegar el dinero al lugar que aquellos indicaron, pero la actividad desplegada por la policía nos obligo' a desistir de nuestro propósito. Esperamos que nos transmitieran nuevas indicaciones y el sábado 29 de octubre recibimos una carta escrita por mi hijo y fechada dos días antes. En ella anunciaba el pago perentorio de 120 mil pesos bajo pena de muerte, y nos suplicaba que nos apresurásemos, por nuestra parte, a satisfacer esa exigencia a la mayor brevedad.Al día siguiente, domingo 30, se hizo en la ciudad de Rosario el recorrido de la calle San Martín que indicaba el itinerario encontrando a dos personas que dieron el santo y señala convenido y ajustaron en un todo su actitud a lo que en aquella carta se expresaba. Esas dos personas recibieron, pues, el precio del rescate y manifestaron que nuestra familia podía estar tranquila, porque dentro de uno o dos días, a más tardar,Abel estaría en casa.
(Reportaje a Adela Arning de Ayerza, en La Nación,
24 de octubre de 1933)


En los primeros días de noviembre, Juan Vinti, intranquilo por la falta de noticias de la banda, decide trasladar a Ayerza hasta un paraje conocido como Campo Carlitos, ignorando la simultánea recepción por la mujer de Anselmo D'Allera de un telegrama.

La existencia del mismo forma parte de una de las suposiciones acerca del motivo real del asesinato de Ayerza, aun cuando el mismo, según otros, bien pudo haberse producido por la nerviosidad de Vinti (de por sí un hombre de reacciones violentas) ante la falta de noticias o por una presunta venganza de uno de los Di Grado, a quien Vinti señalara hasta su muerte como el autor del crimen. Mientras tanto, y siguiendo la primera versión, el escueto texto Maten el chancho urgente del telegrama no le pareció a Alcira D'Allera acorde con el plan original.

La mujer viajó entonces a Rosario para recabar aclaraciones enterándose allí no sólo de que el rescate había sido cobrado sino que el texto correcto, que se refería obviamente al infortunado estudiante, debió haber sido Manden el chancho urgente; al regresar a la chacra de los D'Allera no encontró a Vinti ni a Abel Ayerza. Los hechos se habían precipitado hacia un final sangriento: incomunicados del resto del grupo y sin saber el resultado del pedido de rescate, que había sido pagado hacía ya 48 horas, Vinti y Pablo Di Grado llevan al joven a una zona de maizales cercana a Corral de Bustos y uno de ellos lo mata de un balazo por la espalda el l de noviembre, cumpliendo, sin saberlo, lo ordenado en el primer telegrama del que nunca tuvieran noticias.

El avance de la investigación atemorizó tres semanas después a los hermanos Di Grado, quienes recurrieron a la colaboración de D'Allera para una macabra operación: desenterraron el cuerpo de Ayerza y lo trasladaron a un campo de la Colonia Carlitos, cercana a Chañar Ladeado, donde volvieron a sepultarlo tras eliminar las ropas de la víctima. El texto del telegrama, por su lado, tenía otra conexión adicional con la realidad, ya que a D'Allera se lo conocía, por dedicarse eventualmente a la cría de cerdos, como el chanchero.

Su protagonismo y autoría serían tenazmente negados por Vinti, quien atribuyó el disparo mortal a Pablo Di Grado, como venganza de éste por la relación sentimental de uno de los estudiantes con una jovencita de su familia, siguiendo el rígido código de honor siciliano.

Incluso el diario Crítica dudaría de la versión de la muerte de Ayerza a manos deVinti por cuanto éste y Otros mafiosos se habrían encontrado durante esos días viviendo en Rosario, en la casa del "aguantador" de la organización, José Ruggienini, quien terminaría delatándolos a la policía y facilitando la detención de la mayoría de ellos.

El episodio no aparece como insólito si se tiene en cuenta que Ruggienini, al que algunos diarios apodaban el hombre de la nariz colorada, también estaba señalado, desde hacía tiempo, como confidente policial, en realidad uno de los muchos que utilizaba la Jefatura de Investigaciones comandada por De la Fuente, cuyos métodos no excluían además de una permanente autopromoción mediática, la tortura disfrazada tras la metáfora de "hábiles interrogatorios".Vinti sería sindicado como el matador de Ayerza por José Frenda y haría pagar caro a éste la delación: en 1936, estando ambos en la cárcel,Vinti le clava un estilete en el pecho y lo mata.

El rango social de los Ayerza, la condición de hijo de un altísimo funcionario nacional del joven Hueyo y la pertenencia de ambos a la Legión Cívica nacionalista, desataron una furibunda campaña contra la mafia, encabezada por la Policía Federal, que tomó cartas en el asunto aun sobre la jurisdicción de las policías provinciales de Santa Fe y Córdoba.Algunos de sus jefes como Miguel Viancarlos oVíctor Fernández Bazán, en Buenos Aires, y buena parte de la plana mayor rosarina, como De la Fuente, José Martínez Bayo, Hugo Barraco Mármol, Américo Facciutto, Adolfo Mascheroni, Eduardo Paganini, Juan Carlos Bernard, Arturo Palenque, Alfredo Nimo y otros, tendrían asimismo un decidido protagonismo en esa lucha, que por otra parte era esta vez motorizada desde el propio corazón del poder.

La mutua desconfianza hizo que más de una vez la investigación se demorara, tomara rumbos equívocos o llevara a la detención de personas que resultarían ajenas al caso. En un punto coincidirían tanto las huestes de Fernández Bazán como las de De la Fuente: cualquier método era bueno para lograr una confesión, una delación o un dato revelador, más allá de la desconfianza que inspiraban a los federales las relaciones de la policía rosarina con los mafiosos.

G. G. González apunta en sus recuerdos:Jamás hubo en la Argentina una movilización tan grande de policías. Desde Buenos Aires viajó para intervenir en la pesquisa Víctor Fernández Bazán, sin duda uno de los más eficientes policías de esos tiempos; desde Rosario se movilizó mucho personal, pero el Jefe de Investigaciones De la Fuente no inspiraba confianza, ya que se le sabía estrechamente vinculado a los mafiosos. Cronistas y fotógrafos de todos los diarios metropolitanos se habían instalado en Rosario, lo que desesperaba a De la Fuente. Para librarse de ellos, organizó una gran batida que abarcó Marcos Juárez, Corral de Bustos y Cañada de Gómez. Más de 150 chacras fueron inspeccionadas en presencia de los periodistas. Secuestraron buenos salames y salamines, pero del raptado no hubo rastros... Quedaba pendiente sin embargo apresar a Chicho Chico, algo que no lograrían, y a Chicho Grande, algo que lograrían pero por poco tiempo.

Al expedirse la justicia, siete años después del crimen del estudiante, las condenas fueron la culminación de un largo proceso judicial, dilatado por los hábiles abogados de los acusados.JuanVinti, los hermanos Di Grado, Capuani y La Torre fueron condenados a prisión perpetua.A Pedro Gianni le correspondieron diez años de cárcel, uno más que a Salvador Rinaldi. En el camino habían quedado Carmelo Rampello, que había orientado la pesquisa delatando (aunque mediante la tortura policial) a algunos de los implicados, y que resultaría finalmente absuelto; Domingo Catera, un joven comisionista italiano a quien Rampello había acusado de entregador y que fuera liberado por su desvinculación del hecho; Carmelo Vinti, que moriría a consecuencia de la golpiza policial en Buenos Aires, un método caro a Fernández Bazán, y Alcira D' Allera, que moriría por enfermedad durante su período de detención en el Asilo El Buen Pastor de Rosario.

Dos de las mujeres participantes en el secuestro de Ayerza recibieron asimismo su condena: Graciela Marino, siete años, y nueve su madre María Fabella de Marino, suegra de Rinaldi, mientras quedaría al margen Pabla Dazzo de Di Grado. Anselmo D'Allera, por su parte, desaparecería sin dejar rastro alguno, evadiendo de ese modo cualquier castigo judicial.
Al producirse el secuestro de Ayerza, la búsqueda del mundano y ambicioso Marrone o de Sharpe, a quien se suponía con fundamentos instigador y cerebro de toda esa cadena de delitos, se tomó poco menos que frenética. La policía realizaba casi a diario verdaderos raids de allanamientos, detenciones, interrogatorios y tiroteos en procura de su paradero, aun cuando es licito hoy, a la luz de las conexiones entre la mafia y la policía rosarina, albergar legítimas dudas acerca de la diligencia y veracidad de esos procedimientos. Lo que sí puede conjeturarse con total certeza es que los policías ignoraban entonces que el ascendente aprendiz de capo había sufrido ya en carne propia el fatídico abrazo del alambre en el cuello entre el 3 y 4 de abril de 1932.
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo II  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones