lunes, 6 de junio de 2016

Con la misma medicina

Por Rafael Ielpi



Es en esa fecha cuando Juan Galiffi, cansado de los arrebatos y ambición de Chicho Chico, le prepara una celada con un pretexto similar a la que éste utilizara para asesinar a su paisano y amigo de la juventud Dainotto, al fiel Curaba y al viejo "giúdice" Pendino: la promesa de un armisticio que terminara con los celos y enfrentamientos entre ambos.

La soberbia, la imprevisión o la estupidez le tendieron una trampa al aprendiz de capo, que concurrió sin tomar precaución alguna ya que en realidad su trato con donjuan y su familia era permanente e incluso cordial. Según algunos testimonios fue recibido por Galiffi en persona, mientras otros afirman (versión que parece ser la correcta) que éste se había marchado a su finca de San Juan para aventar toda sospecha, dejando en calidad de anfitrionas a su esposa y su hija Ágata.

Alojado en la vivienda y después de haber cenado esa noche en un restaurante de la Avda. de Mayo con dos de los hombres de Galiffi, Marrone vuelva a la casa y allí es ajusticiado por tres incondicionales de Chicho Grande:Juan Glorioso, Antonio Montagna y Juan Rubino, con el chofer Luis Corrado como cómplice necesario. El frustrado aspirante a jefe de la mafia fue enterrado en una quinta de Ituzaingó y recién en febrero de 1938 la policía encontraría su esqueleto descarnado, con un alambre atado en cuatro vueltas a la altura del cuello y las piernas dobladas casi hasta tocar la espalda.

El dato había sido aportado por Simón Samburgo desde la cárcel, donde se lo confinara por su participación en el secuestro de Favalukes. Su declaración involucraría asimismo a José Ciotta, Pedro Larrusa y Nicolás Trama, quienes si bien no fueron ejecutores de Chicho Chico estaban en la vivienda donde se produjo el ajusticiamiento.

El hallazgo, entonces, no sería casual: A pocos metros del lugar, recogido debajo de un árbol, decía la nota de Crítica del 11 de febrero de 1938, esposado y vigilado estrechamente, Luis Corrado, ex chofer de Galiffi, contempla la macabra tarea. Él, que intervino en el "trabajo" buscando el alambre para ahogar a Chicho Chico y que condujo después el Fiat de Don Chicho Grande hasta la quinta, llevando a los mafiosos Juan Rubino y Juan Glorioso custodiando el cadáver escondido en la parte posterior del vehículo, se mantenía sereno. El hallazgo de los restos confirmaba sus declaraciones hechas ante la policía.

En efecto: Corrado había sido mencionado por otros dos mafiosos, Luis Buttera y José Muratore (también encarcelados), como vinculado con la misteriosa desaparición de Chicho Chico, y ello llegó a conocimiento deViancarlos,jefe de Policía porteño, que ordenó se los entrevistara para lograr ampliar sus dichos. De allí a la confesión de los mafiosos y al macabro hallazgo de los restos, había solo un paso. Un par de zapatos de charol con polainas blancas y botones de nácar y un sombrero que ostentaba aún la etiqueta de la tienda rosarina "The Lasting", bastarían a la policía y a la familia de Esther Amato, la viuda, para establecer, que esos huesos y cráneo eran lo que quedaba de Alí Ben Amar de Sharpe o Francisco Marrone o Morrone, alias Chicho Chico.

Juan Galiffi no quedaría al margen de la cárcel, sin embargo. En el verano de 1933, y en la búsqueda policial de las conexiones de la mafia, cuya exterminación había sido decretada por el propio presidente de la Nación, una sucesión de redadas determina la detención, en distintas ciudades, de una serie de implicados en hechos mafiosos: Vicente Caselli, José Curaba, Giovano Rappiello, otro de los sindicados como entregador de Ayerza, y Mauro y Andrés Alfano, parientes de Galiffi. Este es detenido el 16 de marzo en su casa de calle Pringles, en Buenos Aires, por una comisión especial de la policía rosarina cuyos jefes Barraco Mármol y Martínez Bayo habían bregado durante años (o habían hecho lo posible por parecer que lo hacían) por concretar esa captura.

Éste motivo de su apresamiento no estaba relacionado con ninguna de las muchas muertes decretadas por la mafia, de las que había sido sin duda responsable, sino con un secuestro incruento: el de Marcelo Martin. Sobre fines de enero de 1933, la estrategia de golpes espectaculares planificada por Chicho Chico parecía seguir su marcha, aunque se tratara del golpe postrero.
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo II  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones