viernes, 13 de mayo de 2016

ALT BEN AMAR de SHARPE (Chicho Chico)

Por Nicolás F. de Vita
 


Este también oscuro, personaje del que hasta su propia identidad ha sido un misterio pués en realidad nunca pudieron ser conocidos sus verdaderos nombres, ya que si bien se le individualizó más como Alí Ben Amar de Sharpe, otros lo han dado como Francisco Morrone o Marrone, Héctor Béhét, don Pepe y Don Felippo, pero más comúnmente como "Don Chicho Chico". Tampoco se le conoció su verdadero lugar de nacimiento ni cómo y cuando arribó a nuestro país.

Si tomamos como ciertas las declaraciones del Judas de la mafia, José L. Ruggenini, de quien nos ocuparemos preferentemente más adelante, el verdadero nombre lo era Francisco Marrone o Morrone, nacido en Sicilia y que el de "Alí Ben Amar de Sharpe" lo había tomado de un exitoso jóckey argelino residente en París, Francia, a quien Morrone, por el trato habitual que por las actividades hípicas tenía con el mismo, le dió oportunidad de sustraerle a éste sus documentos personales, los que luego de sustituir las fotografías originales por la suya, los empleó no sólo para eludir la acción de la policía italiana que lo buscaba por diversos delitos cometidos en ése país, sino para poder entrar libremente al nuestro. Siempre, dando por ciertas las recordadas informaciones de Ruggenini, quien se jactaba de haberlo conocido y gozar de la amistad de Chicho Chico, éste después de intentar vanamente ejercer la profesión de jockey en Montevideo y Buenos Aires, recaló en nuestra ciudad y en sus habituales presencias en las reuniones hípicas que se realizaban en el hipódromo local conoce a Galiffi, entonces propietario de cotizados caballos de carrera, con el cual llega a establecer una estrecha relación, la que los llevaría a aunar sus actividades delictivas; amistad que, como es de suponer, debía tener muy poco tiempo de duración, pués ambiciosos como lo eran no aceptaban ser lugartenientes uno del otro y, además, por no concordar en la forma de encarar los negocios en trámite.

Concretada la separación, Chicho Chico pasa a formar una nueva organización la que procura dotarla de una "técnica" más perfecta, moderna y menos peligrosa tanto para él como para sus seguidores, cosa que consideraba posible dado que no sólo era un hombre muy audaz sino también poseedor de una inteligencia singular, como así también un amplio conocimiento de como se manejaban las exitosas organizaciones similares tanto en Italia como en los Estados Unidos. Además reunía otros antecedentes más atrayentes que su ex-socio: Su elegante manera de vestir, sus modales delicados, la ostentación de lujos propios de personas de alta posición social, tales como finísimas alhajas, varios automóviles, la invocación de un falso título de Ingeniero, su estrecha vinculación con las más altas esferas sociales, políticas y culturales, pero más que nada un engañoso altruismo, aparentemente desinteresado, para con sus paisanos; etc., todos los cuales le sirvieron prontamente como valiosos antecedentes para que el mismo pudiere adentrarse profundamente en el alma de ésos pobres analfabetos peninsulares y con ello conseguir para sí los mayores réditos posibles.

Como era de esperar, en poco tiempo las bandas de los dos Chichos quedaron divididas y distanciadas, situación que se agravarí,a al máximo cuando el clan de Sharpe o Morrone, en abierto desafío a Galiffi, decreta la eliminación de los mafiosos Pendino, Dainotto y Curaba, tres compíscuos miembros de la secta de aquél; sentencia que se lleva a cabo en una chacra sita en el Distrito San Lorenzo, por Alfonso Vinti, quien decía ser hermano de Carmelo y Juan Vinti, pero que en realidad se llamaba José Consiglio y ser cuñado de los nombrados.

Como los lectores podrán apreciar, las declaraciones que en su momento Ruggenini efectuara a la prensa difieren en gran parte con las volcadas por otros estudiosos del tema en exitosas obras de su autoría. Pero, siempre queda flotando la duda, en realidad, ¿cuál de ellas se acerca a la verdad?. Evidentemente ¡ninguna! ya que el riguroso hermetismo que siempre ha rodeado las tenebrosas actividades de la mafia; la desaparición de los actores principales; la falsedad de sus oportunas declaraciones; el "non sacho niente"; etc.; hacen y harán materialmente imposible el poder llegar a develar los más íntimos secretos de la misma; y, por consiguiente, privados de poder acercarnos a la verdad de lo que realmente aconteció en esos momentos. No obstante, cada una de las nuevas investigaciones que se hacen, sirven de mucho para quienes quieran bucear más y más en esas aguas tan profundas y turbias.

'Esa fingida identidad personal de Sharpe hizo posible su pronta inserción en las más altas esferas de la sociedad Rosarina, dónde el "Ingeniero Argelino" pronto habría de acaparar la atención de todos, especialmente de las damas. Así fue cómo llegó a conocer a la señorita María Esther Amato con quien, luego de un corto noviazgo, habría de contraer enlace el día 22/2/1932. En realidad nunca ha podido ser puesto en claro cómo la señorita Amato pudo llegar a figurar entre las integrantes de tan elevada capa social, pues la misma era hija de un sastre llamado Nicolás Amato el qué, gracias a su honesta capacidad profesional, lograda a través de muchos años por la alta calidad artesanal de sus trabajos, le procuraron una excelente clientela, en su mayor parte de elevada posición económica. Así fue como pudo llegar a tener un buen pasar, pero en verdad y en un todo de acuerdo a referencias obtenidas de muy buena fuente, el señor Amato nunca llegó a ser un hombre de fortuna y menos aún de formar parte de la élite Rosarina como tan erróneamente muchos le atribuyeran. Su buen pasar le sirvió para hacer estudiar a sus hijos, uno de los cuales llegó a ser oficial del ejército Argentino, carrera que vió frustrada por su desgraciada vinculación política con quien fuera su cuñado; mientras que otros dos fueron, durante muchos años, caracterizados y honestos abogados del Foro de Rosario; pero de ello a una posición económica brillante, no hubo nada de cierto, sólo suposiciones malintencionadas. Prueba de todo lo antedicho lo es que don Nicolás Amato ni siquiera pudo llegar a tener casa propia, pues, durante muchos años y hasta casi el final de sus días, con su familia y en calidad de inquilino, ocupó la planta alta de la casa de calle Mendoza 2061. Lo único real y positivo de lo ocurrido a la familia Amato, a la que hasta se la pretendió hacer pasar como parte integrante de la mafia Rosarina, sólo puede serle atribuído a una gran pasión amorosa que en este caso jugó tan mala pasada a una jóven e inocente señorita qué, con la gran ilusión que toda mujer lleva al matrimonio, vió frustrado su dorado sueño y su porvenir por culpa única y exclusiva de un desalmado sin escrúpulo alguno, con el agregado de una injusta y dolorosa sentencia que, de por vida, la opinión pública decretó tanto para élla como para su familia y que todos, por igual, debieron soportar con honda y cristiana resignación hasta el fin de sus días.

Retornando al delincuente Sharpe, su carrera delictiva fue en realidad muy breve. Su accionar, lo mismo que la de Galiffi, siempre se mantuvo en el mayor de los secretos, tanto que hasta la que fuera su esposa no supo nada más de él a partir de los primeros seis meses de su matrimonio. A Chicho Chico, lo mismo que a su adversario, le endilgaron muchos ilícitos, pero tan sólo y a medias se le han podido contabilizar: Los secuestros de Florencio Andueza, el de Nannini y Gironacci, del Dr. Jaime Favelukes, Abel Ayerza y Santiago Hueyo; los asesinatos de los pseudos mafiosos Cayetano Pendino, Luis Dainotto y Cayetano Curaba; como así también otros menores que pudieron o no haber sido perpetrados por su órden; pero qué, con certeza o nó, en su inventario criminal, sólo figuran como cierto la muerte de los tres mafiosos indicados anteriormente.

En lo que a su faz personal se refiere, don Chicho Chico debió ser un hombre, además de ambicioso, de una inteligencia elevada; motivos por los cuales y como siempre ocurre en el hampa, debieron ser los factores desencadenantes que lo llevarían al triste final que su ex-socio, paisano o compinche, luego enemigo juramentado, apelando a los tristemente métodos empleados por la mafia siciliana, ante el peligro de poder pasar a perder su posición de capo único e indiscutido y, además, como vendetta por la muerte de tres de sus más fieles acólitos, habría de decretar la eliminación física de tan peligroso rival.

Su cadáver, mejor dicho de lo poco que de él quedaba, fue encontrado 6 años después de la ejecución en una quinta sita en Ituzaingó, Partido de Morón, en la Provincia de Buenos Aires, hallazgo que fue posible gracias a los informes suministrados a la policía por un ex-mafioso, Luis Corrado, que había sido choffer de Galiffi y que, en su momento, había participado del entierro poco ortodoxo de quien pretendió eclipsar vanamente la fama del capo máximo, el legendario Chicho Grande.

En definitiva, éstos dos tristemente célebres sujetos, que durante largo tiempo dieran tanto que hablar, fueron tan sólo simples aventureros, aprovechados oportunistas, que invocando una supuesta vinculación con la mafia siciliana, pero lejos de ser así, pretendieron crear dentro de nuestro país, principalmente en esta Provincia, organizaciones criminales similares a las que, impunemente y desde épocas muy lejanas, apañadas por corruptos políticos, magistrados y policías, desenvolvían sus actividades en el Sud de Italia, principalmente dentro de Sicilia y en menor escala en las regiones de Nápoles y Calabria; y en donde, la ciudad de Palermo, ha sido considerada en todos los tiempos como la capital internacional de la secta.

Pero los dos Chichos en ningún momento pudieron llegar a gozar de una preponderancia tal como para ser tenidos en cuenta por la "casa central" y por ende a ser realmente considerados como capos, padrinos o Don, en el verdadero sentido que cada una de dichas palabras tienen dentro del argot mafioso, como lo fueran, entre otros, en los EE.UU. los famosos Bos: Anastasía, Luciano, Capone, Luchesse, Costello, Genovese, Nitti, Gentile, Colósimo, etc.; todos ellos indiscutidos y reconocidos jefes dentro del sindicato del crimen organizado.

Si bien ello debe ser tomado con las mayores reservas, aquí conviene ser recordado lo que con respecto a la real existencia de la mafia en nuestro país, fuera expresado por el mismo Galiffi en una entrevista que un periodista del Diario Crítica de Buenos Aires, le efectuara en el mes de mayo de 1933 en la Jefatura de nuestra ciudad: "...La mafia es una institución que no es esta que se ha descubierto aquí...".

A su vez, la hija del mismo, Agata Galiffi (la nena), en un reportaje inserto en el diario Crítica el 23/6/1939, contestaba las preguntas del periodista, de la siguiente manera:
"P: —En la primera entrevista Vd. nos dijo
que la mafia no existía.
A.G.: Y lo repetiré siempre. Ella ha sido
creada por una serie de intereses vergonzosos.
P: —Sin embargo hay muchos capos detenidos.
A.G.: ¡Capos! Pobres italianos, sin cultura, que no
tienen encima ningún delito.
……………………………………………………...”
A partir del secuestro y asesinato de Ayerza, la suerte de las pseudas organizaciones mafiosas dentro de nuestro país, quedó definitivamente sellada. Desde entonces los argentinos, salvo algunos insignificantes hechos ocurridos en años posteriores, sin mayor trascendencia, nunca más hemos vuelto a tener referencias sobre el accionar de alguna supuesta mafia; mientras que tanto en Italia, como en los EE.UU., con hechos delictivos que escapan a toda consideración, la mafia no sólo no ha podido ser erradicada sino que se encuentra vigente con toda su fuerza y vigor, como lo demuestran recientes hechos perpetrados por la misma, tales como los asesinatos del Gral. Della Chiesa y de los juéces Dres. Giovanne Falcone yPaolo Borsellino, ejecutados por encontrarse los mismos activamente dedicados a combatirla con todos los medios a su alcance.
Es de esperar que la actual y futuras generaciones de argentinos nunca más tengan que vivir sugestionados por actividades de tal naturaleza. Estamos seguros que así será, no sólo por que la idiosincracia de nuestro pueblo no lo tolera, sino además por la falta de una inmigración indiscriminada, por otra educación, por nuevas leyes represivas y conceptos generales, pero más que nada por las alentadoras noticias que nos llegan de Italia, donde por primera vez en la historia de dicha nación, su pueblo ya hastiado de tantas tropelías, ha salido a la calle sin temor alguno a posibles represalias, a bregar en firme contra la tan temible secta siciliana, como lo demuestra la gran concentración, estimada en más de 100.000 personas provenientes de todas las regiones de la península, que se dieran cita en el mes de mayo de 1992 en la ciudad de Palermo, Sicilia, es decir en el mismo lugar donde la mafia nació, creció y se expandió; en donde, bajo los lemas "La esperanza nunca muere" y "Soñemos con una Italia libre de mafia", esos cientos de miles de honestos italianos han reclamado con firmeza y decisión a los partidos políticos y al mismo gobierno nacional, una efectiva e inmediata represión con el objeto de erradicar definitivamente esa antiquísima lacra que por medios criminales trata en lo posible de subrogarse todos los derechos legales y con ello, torciendo voluntades, instalar dentro de cada uno de los lugares en que desenvuelve sus actividades, mediante los métodos de secuestros, extorsiones, drogas, lupara y metralleta, centros de vicios y degradación moral.
Es de esperar que los reclamos del noble pueblo italiano no caiga en un vacío total; que la sangre vertida por sus recientes mártires Della Chiessa, Falcone, Borsellino y otros tantos no haya sido derramada en vano; y que, en forma definitiva, de una vez por todas, es decir para siempre, pueda acabarse con la existencia de tan nefasta como cruel asociación, aunque para ello tuvieran que apelarse a los métodos nada, convencionales que en su oportunidad y con tanta eficacia fueron usados por las "squadras" del dictador Benito Mussolini.
Fuente: Extraído del Libro ¡Echesortu! ( Ciudad pequeña, metida en la ciudad) Apuntes para su futura historia ( ensayo) y Segunda Parte (Miscelaneas de la Ciudad). Editorial Amalevi. Agosto 1994.