domingo, 6 de diciembre de 2015

El almacenero de la esquina



Por Rafael Ielpi
Aquella gastronomía familiar, ejercida tanto en las pensiones como en las casas de familia que no ostentaban aquella condición, deman­daba una serie de Aquellos almacenes y "baratillos", con su surtido a veces impre­sionante de mercaderías de todo tipo, desde bebidas a comestibles, conservas, frutas desecadas, implementos de limpieza, etcétera, no eran sino versiones menores de los grandes almacenes mayoristas, con los que muchos inmigrantes hicieron enormes fortunas en la ciudad. Pero las familias de la zona céntrica o casi céntrica de entonces, a pesar de contar con muchas de esas grandes casas mayoristas, como la de "Campodónico Hermanos", también podían surtirse en muchos almacenes, algunos instalados en pleno corazón de la ciudad.
Era el caso, por ejemplo, del "Almacén de la Luna", fundado por Benito Castagnino, un inmigrante nacido en Liguria en 1848 y muerto en Rosario en 1903. Llegado a la ciudad a los 12 años, se asociaría más tarde con su paisano Mosto para habilitar el aludido comercio en la esquina suroeste de Córdoba y Mitre, en el mismo solar que ocupara anteriormente la cajonería funeraria de Loreto Correas; era considerada una casa de prestigio por la calidad de los productos que poblaban sus estanterías y sus avisos en los programas iniciales del Teatro Colón en 1904 prueban su popularidad e inser­ción en la clase pudiente rosarina.
Muy antiguos eran asimismo otros dos, con reparto a domicilio: "El Peninsular", con anexo de bar, en la esquina de Sarmiento y Santa Fe, en 1902, y "El Pingo", de Cortés y Fernández, en San Lorenzo y Mitre, que garantizaban en sus envíos esmero y prontitud. El primero, instalado en 1891 por Francisco García y Juan Gayol en Urquiza y Corrientes, se trasladaría en 1898, a la muerte de García, a su esquina definitiva y sería uno de los almacenes importantes del centro rosa-rino, con especialidades como las conservas españolas "La Amistad", los cigarros de Manuel López, traídos de La Habana, el aceite de oliva "J.G.", la sidra "El Pastor Asturiano", vinos de La Rioja, etcétera. Una publicidad de los primeros años del siglo decía de su despacho de bebidas: Posee un amplio y ventilado patio, adornado con profusión de plan­tas, dedicado al servicio de bar, que nada tiene que envidiar al de las mejores casas del ramo...
De los años finales del siglo XIX, subsistiendo en los primeros del siglo XX, eran el "Almacén del Politeama", en Entre Ríos y Urquiza;"Al Buen Mosto", de Maipú y Mendoza, cuyo remate anun­ciaba La Capital en 1914; el "Almacén de la Bolsa", de 1869, de Antonio Escalona, en Santa Fe esquina Maipú, y "Los Dos Amigos", en Mendoza y 1o de Mayo, frente al Mercado Urquiza, donde funcio­naba hacia 1902.
Una nómina arbitraria y seguramente incompleta podría incluir asimismo, en los años entre 1900 y 1920, a "El Económico", de Brun Hermanos, en San Juan y Io de Mayo; "El Perú", de Rioja y Entre Ríos;"La Estrella", de Paraguay y Mendoza;"Blanco y Negro", de Andrés Agulló, en San Martín 1174;"El Diluvio", en San Martín 1055; "Santa Rosa", en Mendoza y Entre Ríos; "El Tevere", en San Juan 1025;"E1 Movimiento Continuo", de Independencia y 9 de Julio;"La Economía" en 9 de Julio al 1600; el "Florentia", en Balcarce y Rioja; el "Independencia", en Rioja y Pte. Roca; el "Guipúzcoa", de San Lorenzo y Moreno; el "Gulín", de Santa Fe esquina Alvear; el "Saturno", de Güemes y Alvear; el almacén de Leo Ullman, que hacia el Centenario publicitaba los oister eier (huevos de Pascua) de mazapán y azúcar, importados, o el "Almacén de Sarasate", en Mitre y Rioja, que en 1911 publicitaba su mercadería en la prensa local.
En 1925 se podían señalar muchos almacenes céntricos cuya acti­vidad se prolongaría en algunos casos hasta la década del 80, como en el caso del "Almacén Pompeo" de Arturo Ballocco, instalado ese año en San Juan 1201 y luego en la esquina noreste de Rioja y Paraguay, hasta su clausura, aun cuando sobrevive su nombre en el hermoso edificio que lo albergara. Pueden agregarse a él otros como el "Al­macén del Cabotaje", de Pedro Díaz, en Avenida Belgrano al 400 esquina Laprida;"La Aurora" (Córdoba 599); el"Victoria" (Mitre 296); el "Roma", de Antonio Curto (Rioja 799); el "Europeo", de Díaz y Cía. (San Luis 1099), y "El Pampa", de Fernández Hermanos, en la esquina noreste de Córdoba y Paraguay, que luego se convertiría en bar hacia los inicios de la década del 50 y se haría legendario por sus picadas servidas sobre papel en las mesas de madera.
Pueden sumarse a los anteriores el almacén "El Favorito", de José Fernández, en Laprida esquina 3 de Febrero; "El Fénix", de José G. Del Río, en Rioja y Sarmiento; "España", de José Llabrés, en Maipú y 3 de Febrero; "La Primavera", de J. Fernández, en Rioja 1401 esquina Corrientes; el "Almacén del Correo", de A. Bustinza, ubicado en 1925 en la esquina de Santa Fe y Mitre, y "El Ibérico", fundado por José María Avalle y de propiedad en 1925, de López y García, en la esquina sureste de San Lorenzo y Sarmiento, también luego famoso por los ingredientes del cotidiano vermouth.
Para los amantes de los platos de pescado, que desconfiaban de los ambulantes vendedores callejeros del producto, portadores de pesa­dos canastos, la "Bacaladería Catalana" ofrecía siempre la posibilidad de mercadería más segura. Instalada en la ciudad en 1885, sus avisos se publicaban ya en los diarios de la ciudad en los primeros años del siglo; en 1917 era propiedad de Camilo Domingo, mientras que en febrero de 1930 anunciaba que por terminación de contrato en el local de San Luís y Pje. Colón, se instalaría en la cercana esquina de San Martín casi San Luis, uno de los locales del abigarrado Mercado Central. Por enton­ces contaba con otros dos, en Ovidio Lagos casi esquina 27 de Febrero y en 25 de Diciembre 1926, que era su local propio. En 1925, se publi­citaba como especialista semillas, frutas secas, legumbres y cereales.
Otra salida para ciertos gustos, sobre todo hispánicos, la ofrecía la casa de Pedro Feu, en Santa Fe 1320, proveedor de conservas espa­ñolas de pescado de todo tipo y procedencia regional, a lo que sumaba, para acompañarlas seguramente, vinos finos de Jerez y manzanilla de Sanlúcar.Todo con fondo de peteneras, sevillanas y bulerías


Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones