viernes, 3 de julio de 2015

¿CARNAVALES?. ¡LOS DE ANTES!




"Y si no lo toma a mal y quiere amarme, colijo que la amaré a plazo fijo mientras dure Carnaval".                                                                                                                          Salvador Alfredo Gomis.
Y arriban los carnavales de 1911 nomás. En Buenos Aires y en Rosa­rio, sin olvidar al resto del país, se festejan como Dios manda. Los porte­ños y los no porteños que han sido sorprendidos imprevistamente por la llegada de Momo, pueden remediar el descuido utilizando el servicio de Correos y Telégrafos. En efecto, previo envío de 10 nacionales la revista "Caras y Caretas "mandará al domicilio del solicitante El Paquete de Mo­mo. ¿Y que es lo que contiene el misterioso bulto?. Pues, nada menos que un traje de Dominó o Pierrot para "señoras u hombres", con la va­riante de que, en lugar de los señalados disfraces pueden incluirse para ni­ños o niñas —a elección—, atuendos de Colombina, Pierrot, Arlequín, Pa­yaso, Diablo, etcétera. Y como si esto fuera poco, van, junto al disfraz elegido, 100 serpentinas; un kilo de confetti; una careta, antifaz o nariz (a gusto del comprador); un sombrero de disfraz; un juguete sorpresa de Carnaval; un paquete de globos; un adorno o emblema de Momo; un pito, flauta o corneta y un abanico. ¡Todo por diez pesos!.
Los mas memoriosos recuerdan cuando, en 1871, fueron prohibidos en los carnavales rosarinos el uso de huevos rellenos con agua, disposición que, al ser implantada por primera vez en esa oportunidad, dio motivo a las protestas de familias pobres quienes durante todo el año, como lo ve­nían haciendo anteriormente, habían acumulado cáscaras de huevos para venderlas en los días de Carnaval. " ¡Ah, los carnavales de antes!", reme­moran los viejos rosarinos de los tiempos del agua limpia, flores y confi­tes ... Pero, en 1871 había estado brava la cosa. Con la prohibición de ti­rar huevos, se vino la de no mojar a las máscaras y comparsas y a los agen­tes de la autoridad "siempre que éstos estuvieran de servicio", y algunos días después, ni eso, porque en vista de las noticias inquietantes sobre el desarrollo de la epidemia de fiebre amarilla en Corrientes y en Buenos Ai­res, debieron suspenderse del todo los juegos con agua. Esta medida pre­visora, que se anunció a la población con bandos fijados en las paredes, fue, ¡cuando no!, blanco de las críticas, pues se la consideró como "re­gresiva a los tiempos de opresión".
No obstante, en la azarosa temporada carnavalesca de 1871 se habían podido realizar en total 18 bailes: dos en la "Juventud", tres "en lo de Peirano", otros dos organizados por la sociedad coral "El Fénix", cuatro en el teatro "El Litoral", tres en el "Teatro Nuevo" —luego llamado "Olimpo"— y cuatro "en la Cancha". A pesar de la prohibición, los edic­tos y ordenanzas con respecto al juego de agua no fueron muy respeta­dos, que digamos. Saldo trágico: un cigarrero mata a un vecino francés a causa de haberle reprochado que le arrojara un huevo con agua a la cara de la esposa de éste. El escandaloso criminal fue remitido sin contempla­ciones a la isla de Martín García. Condena: cinco años "de trabajos pú­blicos".
Otras sorpresas depararon aquellos recordados carnavales del 71: entre las comparsas denominadas La Salamanquina, Olimpo e Iniciadora apare­ció el primer conjunto oficial de disfrazados de gauchos en Rosario: Los Gauchos del Plata. Además, se acusó a Momo de haber provocado 18 di­vorcios, de ¡a desaparición de numerosas fámulas que dejaron a sus patro­nes sin servicio doméstico y del despido de numerosos empleados de sus ocupaciones.1 ¡Ah, tiempos!. ¿Y los carnavales de 1873?. Para este año era notoria la principal intervención de los italianos en las comparsas, con participación de las sociedades Campidoglio, Imposible y otras con nom­bres tales como Los Piratas, Los Pastores, Los Suavos, Los Operarios Ita­lianos y La Comparsa Estrambótica. Entonces los corsos se realizaban en horas del día porque la noche se reservaba para la "aristocracia" que con­curría en coches descubiertos. El alumbrado de los corsos se hacía a gas y el trayecto era ornado con arcos triunfales.

"Se jugaba con agua —recordaba Calixto Lassaga 2 en 1938—, la serpentina y el pomito aparecieron muchos años después. Sobre el juego con agua se produjo una evolución acorde con el progreso: entonces las familias pre­paraban el juego con agua con mucha anticipación, llenándose con líqui­do perfumado una enorme cantidad de huevos de gallina previamente va­ciados, los que eran tapados con redondeles de tafetán de distintos colo­res. Estos huevos se distribuían en canastillas, cajas y bolsas a los hom­bres de la casa. Escuadrones de jinetes u hombres de a pie, recorrían las calles disparando huevazos a la aparición de una dama, con las consiguien­tes incidencias que solían suscitarse.
"En las calles se veían grupos de chiquillos, con especies de jeringas empe­ñados en empapar a quienes transitaban entre la mañana y las 6 de la tar­de que era cuando el juego se Interrumpía hasta el día siguiente. Alrede­dor de 1875 comenzó a mojarse con agua depositada en tinas —pipas d« vino, cortadas por el medio a serrucho— que se volcaban sobre los tran­seúntes, sucediéndole el balde y luego el jarro. Luego apareció el "agua­do", chaleco de goma relleno de agua, con un canuto que se manejaba con las manos: apretando el chaleco salían gruesos chorros de agua. Al "aguado", siguió el pomo que en un principio contenía finas esencias. La aparición de la serpentina y las flores fue posterior . .."

Todavía, hacia 1911, recuerdan hombres y mujeres la ceremonia que j se realizaba entre los años 1870 y 1881 cuando para la octava de Carna­val se quemaba un muñeco relleno de paja y bombas que simbolizaba ni entierro de las carnestolendas. La quema de Judas, asiera denominado «I muñeco, tenía lugar en una de las plazoletas que existieron al norte y ni sud del primitivo Mercado Central —antes de) Sud- y hacia donde se en­caminaban para presenciar la ceremonia, máscaras y comparsas que durante la quema hacían demostraciones de duelo.
Otra prohibición se rememora: la del 27 de enero de 1888. Ese día, la Comisión Municipal Administrativa sancionó una ordenanza reglamentan­do el juego del Carnaval. Por la misma se prohibió el uso del agua, las bombas, aguacendos y cualquier otro instrumento para arrojar líquido. También se prohibió el uso de confites, almidón "y otros elementos que pudieran dañar la salud", así como los disfraces de sacerdotes y militares. Los Infractores a la ordenanza se hicieron pasibles de multas que oscila­ron entre veinte y cincuenta pesos y, a quienes no pudieron o no quisie­ron pagar, se les condenó con prisión de ocho a veinte días "según la gra­vedad de la falta".
Los carnavales rosarinos van alcanzando un esplendor inusitado. Desfi­lan los gremios con sus participantes uniformados enarbolando estandar­tes y banderas al frente. La costumbre data del año 1878 y los obreros, al visitar distintos domicilios reciben ofrendas florales y son aplaudidos.
Vienen también los Negros Candomberos y Negros Gramilla, socieda­des corales carnavalescas de negros fundadas en 1888; \os Hijos de la No­bleza y los Hijos del Plata, esta última con secretaría en la esquina de las calles Catamarca y Entre Ríos. Desde 1890 desfilan las comparsas Negros Esclavos, Negros del Plata, Pobres Negros Africanos, Hijos de América, Los Tres Clavos ó Los Esclavos, Dandys Rosarinos, Los Prudentes, Los Estudiantes, Unión Argentina y otras varias. Pero no vaya a creerse que la alta sociedad no participa: hay una formada por jóvenes de la más rancia estirpe rosarina, que vaya a saber uno por qué han puesto por nombre Los Desesperados.3.
Un lúcido testigo de los carnavales de 1911 testimonia:
"—El Negro Gabriel paraba en la plaza Pringles y era uno de los que se disfrazaba de negro escobero . . . ¡para colmo de negro! .. ., la vieja Mazzini de negra escobera, y nosotros, los más chicos, de esclavos . . . ¡Mi viejo me daba cada garrotazo!. Yo tenía un traje de esclavo que era como de diablito y me vestía en el Conventillo de La Paloma 4, que estaba en la calle Córdoba entre Paraguay y Presidente Roca, que se llamaba Indepen­dencia en ese tiempo. En ese conventillo vivía El Negro Gabriel. Un día nos juntamos todos los de la comparsa, grandes y chicos, para Ir a pelear al barrio Los Cotos. Nos reunimos en la plaza López, que era el reducto, y se nos unieron los del barrio Las Monjas y los del barrio de Güemes. — ¿Qué nombre tenían ustedes, los de la plaza Pringles? —Nos llamábamos La Banda del Once. Ahí andaban entreverados, El Lo­co Patricio; los dos hermanos Anca —uno de los cuales tocaba bien el ban­doneón—; El Amarillo; el finado Negrachi .. . había varios guaperolas".5.

Lo cierto es que los carnavales no son nada pacíficos. Los Negros Es­coberos con el cuerpo pintarrajeado de betún, llenos de aros, colgajos de todas clases y hasta espejitos, se contorsionan en multitud por las calles agitando el palo de sus escobas enjaezadas carnavalescamente, ocultando cuidadosamente entre la paja del extremo alguna que otra hoja de cuchi­llo bien afilada y cantando ininteligibles melopeas de ritmo africano que, ante la presencia de alguna otra comparsa de similares características transfórmase en provocación abierta: "Tumba que tumba I que tumba, que lá / que este negro quiere peliá". El diario La Nación de Buenos Aires informa, por su parte, en la edición correspondiente al 20 de febrero de 1890 que, corno lo había previsto el corresponsal, en Rosario, "el Carna­val ha rayado aquí en escandaloso por la gran cantidad de excesos come­tidos durante los tres días. Han caído sin cesar de azoteas y balcones so­bre cuanto bicho viviente pasaba por las calles, torrentes de agua, no siempre limpia, arrojada con baldes y otros recipientes. También se arro­jaba sobre el público, barro, harina, tomates, huevos naturales y muchas otras cosas que impedían la salida a la calle. Este desenfreno que la auto­ridad no se preocupó de reprimir, fue causa de un sinnúmero de desórde­nes, algunos de los cuales fueron sangrientos.
"El corso estuvo concurrido por numeroso pueblo, pero las familias bien se abstuvieron de ir, temiendo los desmanes del populacho. Las dos o tres manzanas que recorrió el corso estaban alumbradas con un gas que daba menos luz que vela de sebo, no contándose ni una bandera o adorno que alegrara la vista. Lo que ha contribuido a no hacer del Carnaval un hambre completo han sido las numerosas comparsas que se pasearon por las calles y visitaron varias casas, distinguiéndose, entre otras, la de Los Negros Candomberos y la de Los Desesperados. Los bailes han estado muy lucidos —sigue diciendo La Nación—, pudiéndose asegurar que a eso han quedado reducidas las fiestas para la buena sociedad. El Club Social, El Campidoglio, El Fénix y Lago di Como, han estado espléndidos.
"El final de tanto desorden ha quedado reducido a un considerable número de detenidos en la policía y a tres duelos entre personas conoci­das, duelos que es seguro no se verificarán. El único tema ha sido hoy los escándalos habidos durante los tres días, que es de desear no vuelvan para tranquilidad de la gente. El comercio ha estado paralizado durante el car­naval. Los bancos recién hoy abrieron sus puertas".
Ya en los finales del siglo, según lo refiriera Arturo Suárez Pinto, loi carnavales comenzaban el sábado de la víspera continuando toda la sema­na y terminaban el domingo de la octava. En ese lapso se alternaban las tertulias familiares con los bailes de clubes sociales. Las comparsas, compuestas de músicos y coristas de ambos sexos concurrían a las casas de familia como era costumbre, previo aviso o por invitación de sus dueños, llevando el bullicio y el entusiasmo por los juegos. Estos mismos con ¡un tos corales — musicales animaban los corsos compitiendo en concursos
"—Recuerdo que muchas personas de buena posición, como los Caststagnino y otros, pagaban para tener un conjunto de músicos, una compro m que saliera a competir en los corsos. Mi padre, Cayetano Silva, era muy buscado para armar y dirigir conjuntos.
En una oportunidad dieron mal un premio a una comparsa. Entoncés, al año siguiente le encomendaron a mi papá que armara uno. Fue el más  grande y el mejor: "Los Descontentos" se llamó y obtuvo el premio Para los  que financiaban la cosa , era, además, un honor salir con la comparsa a recorrer las calles. 6

"—Tenía la calle Córdoba —pues aún no había instalaciones de luz eléc­trica— los característicos arcos para sostener los mecheros, con sus tulipas de vidrios de colores, blancas y azules —colores argentinos—, que se en­cendían en las grandes fiestas y aniversarios, especialmente durante los corsos de Carnaval, en los cuales la familias acostumbraban desfilar con sus carruajes. Mi padre, José Ramón Clusellas y Marull, conducía un break, acompañado de mi madre y de sus amigas, y desfilaba ufanamente con el coche descubierto y sin capota".7

Es la época en que Ismael Dozo escribe aquel diáfano poema que titula:


Canción de la Serpentina



Soy algo alado .. . Soy mariposa


para las manos de raso y rosa

que, tras mi vuelo, me harán caer.

Soy la que a veces —tal es mi empeño-

abro el camino de algún ensueño

desde los dedos de una mujer.



Mi imperio dura sólo un momento:


Cuando en el mundo vibra el contento.

Se van las farsas y me voy yo . . .

llevando en mi alma de serpentina

la indiferencia de Colombina

y la tristeza del buen Pierrot.



Mal me rotulan con la Alegría,


que entre la burla y la algarabía

al distenderme suelo llorar ...

Callo mi cuita que es vieja y buena;

tengo una pena ..., tengo una pena ...

cerca muy nadie sabe de mi penar!



Cuando la fiesta ríe en la noche


¡oh, cuántas veces de coche en coche,

soy la cadena de la ilusión!.

Y cuántas veces caigo muy leve

sobre un divino seno de nieve,

cerca, muy cerca del corazón.



Soy algo alado . . . Soy mariposa


entre las manos de raso y rosa

que me aprisionan para mi mal.

Y cuando Momo se va en su caja,

soy el olvido .. . ¡Soy la mortaja

del Carnaval!



El Carnaval de 1911 coincide en Rosario con la proclamación de los candidatos del Partido Constitucional. En los altos de la sucursal del Ban­co de la Nación Argentina ubicado en la esquina de las calles Córdoba y San Martín, dicho partido ha colocado un cartel bien visible que dice:



EL PARTIDO CONSTITUCIONAL PROXIMAMENTE PROCLAMARA


SUS CANDIDATOS A DIPUTADOS, LOS QUE LLENAN LAS

ASPIRACIONES DEL PUEBLO.

Más abajo, otro puesto por la Liga del Sur, tan bien visible como el an­terior replica en un tono socarrón

¡NO TE CREO RUBIO!. LIGA DEL SUR. ELECCIONES DEL 5 DE MARZO DE 1911.

En un tramo de la calle Córdoba se destaca un cartelón primorosamen­te pintado que proclama a quien quiera leerlo:

ARGENTINOS. PATRIOTAS DEL ROSARIO. ARROJAD TU ANATEMA SOBRE EL

PARTIDO QUE PRETENDE MATAR UNA CIUDAD ARGENTINA SACANDOLE SU

CAPITAL. VOTEN POR LOS CANDIDATOS DEL P. CONSTITUCIONAL.

Más directa, es la leyenda de la Liga del Sur que campea en los altos de la casa del vicepresidente de esta agrupación, Fernando Pessán:
LIGA DEL SUR. MENOS GARITOS Y MAS ESCUELAS.
En la provincia de Santa Fe, las fuerzas oficialistas se encuentran divi­didas en dos bandos, uno que rodea al gobernador Ignacio Crespo y otro que sigue a Rodolfo Freiré. La oposición está representada por la Liga del Sur, que acaudilla Lisandro de la Torre, su fundador.
La publicidad política no se detiene ni ante las carnestolendas. Por el contrario, se mete en ellas. Así es como en el corso de bulevar Oroño la Liga del Sur levanta un palco ornamentado con banderas argentinas y un gran escudo nacional. Instaladas en dicho palco, catorce niñas simboli­zando a las provincias argentinas y ataviadas con largas túnicas y respecti­vos gorros frigios, miran a la muchedumbre inmutables, como los princi­pios que sustenta el partido patrocinante.
El gobierno de la Nación representado por el doctor Roque Sáenz Pe­ña ha enviado a pedido de la Liga del Sur un veedor para verificar la bon­dad de los comicios. Llega entonces, procedente de Buenos Aires el doc­tor Salas en calidad de comisionado, quien arriba a Rosario en compañía de sus secretarios Madero, Livingston y ocho personas más. Por el Partido Constitucional soncandidatoslos doctores P. M. Olcese, Laureano Araya, Néstor Fernández y Agustín Repetto, en tanto que la Liga del Sur sostie­ne a los doctores Carlos Seligman, Enrique Thedy, Gerardo Constanti y el señor Joaquín Lagos.
Por fin adviene la jornada electoral, en la que no faltan barullos. A no ra temprana un grupo de asaltantes cambia disparos de revólver con militantes de la Liga en el comité de avenida Pellegrini 451. Pero, el comicio sigue adelante. De como fue el resultado, se ocupa, entre otros medios periodísticos, "Caras y Caretas".
"El domingo último se realizaron las elecciones para renovar parcialmente la legislatura santafesina. A disputarse el triunfo comicial concurrieron la Liga del Sur y el Partido Constitucional, éste sosteniendo candidatos de credo oficialista. La designación de un comisionado nacional para fiscali­zar las elecciones no fue del agrado del gobernador, señor Crespo, quien, oportunamente, protestó de lo que a su entender era un atropello a la au­tonomía de la provincia.
El triunfo correspondió al Partido Constitucional. En Rosario la lucha fue reñida, y la Liga del Sur consiguió 1926 votos contra 2323 del adversario. La jornada del último domingo importa el restablecimiento del imperio del sufragio en la segunda ciudad argentina. Y algo es algo".8

Sin embargo, a poco se sabe que los comicios han sido ganados frau­dulentamente por el oficialismo, no obstante la presencia del veedor con toda su comitiva y las vestiduras rasgadas de Crespo. Los de la Liga del Sur se quedan, como dirá la letra de un tango muchos años después "arrojando débilmente serpentinas de aflicción". Pero no será por mucho tiempo. En mayo, inaugurado el período legislativo, los parlamentarios freiristas plantean el juicio político al gobernador, quien responde clausu­rando la Legislatura. Los freiristas piden al gobierno nacional la interven­ción federal e igual solicitud formula el gobernador Crespo que, por lo visto, no quiere perderse una, y desea bajar del podio con todos los hono­res posibles. Sáenz Peña accede y designa comisionado a Anacleto Gil, quien anuncia su propósito de convocar a elecciones para elegir goberna­dor.
Los radicales santafesinos, alentados por el proyecto de ley electoral en debate, realizan asambleas y en ellas se impone la tendencia partidaria de abandonar la abstención. En mayo se reúne en Buenos Aires la con­vención nacional del radicalismo e Hipólito Yrigoyen plantea la necesidad de entrevistar a Sáenz Peña a efectos de plantearle las condiciones que el partido exige para concurrir a los comicios de Santa Fe. Producida la en­trevista, el presidente accede al pedido radical de usar en dichos comicios el padrón militar y el voto secreto y obligatorio, de colocar la policía a las órdenes de la justicia y de constituirse el presidente en juez de even­tuales reclamos.
En mayo la tendencia concurrencista triunfa en la convención nacio­nal de la U. C. R. En vísperas de los comicios Yrigoyen pide a de la Torre que asuma la jefatura del radicalismo de Santa Fe y disuelva la Liga del Sur; pero de la Torre no acepta. El 30 de enero de 1912, el Poder Ejecuti­vo Nacional acuerda adoptar para los comicios santafesinos el padrón de 1911, pedido por los partidos opositores. El 8 de febrero, días antes de la promulgación de la ley Sáenz Peña, el interventor de Santa Fe convoca a comicios de gobernador y vice para el 31 de marzo.
A las elecciones concurren, aparte del oficialismo, la Liga del Sur -que sostiene la fórmula Lisandro de la Torre — Cornelio Casablanca—, y la U. C. R. que vota por sus candidatos Manuel Menchaca — Ricardo Caballero. Triunfa el radicalismo, que obtiene 25.000 votos y 34electo-res.9
NOTAS
1     La Capital. lo.3.1871.
2     Calixto Lassaga. Jurisconsulto y político, n. en Rosario en 1857;m. en la mis­ma ciudad el 31 de mayo de 1954. Cursó estudios profesionales en la Universi­dad de Buenos Aires, iniciándose en la vida pública en 1889. Fue profesor de geografía é historia en el Colegio Nacional Nro. 1 de Rosario; se incorporó lue­go a la magistratura y llegó a ser presidente de la Cámara de Apelaciones de Rosario. Desempeñó la cartera de gobierno, justicia y culto de la provincia de Santa Fe durante la administración de Echagüe (1906); fue diputado ala con­vención provincial reformadora de la Constitución en 1907 y diputado nacio­nal (1910—16); primer presidente del Colegio de Abogados de Rosario; inten­dente municipal (1939); presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano y de la Junta de Historia y Numismática. Obras: Estudio sobre los orígenes de Ro­sario; La bandera argentina; El convento de San Lorenzo; Curupaitt; Los már­tires de San Nicolás, etc. Diego A. de Santillán. Gran Enciclopedia de la pro­vincia de Santa Fe. Tomo I. EDIAR.Bs. Aires. 1967.
3     Wladimir C. Mikielievich. Diccionario de Rosario (en preparación).
4     Paloma, Conventillo de La. Hist. Vivienda de numerosas habitaciones ocupadas por familias distintas que existió desde la penúltima década del siglo anterior hasta la tercera década del actual en la calle Córdoba Nro. 1629, anteriormente numerado 1229.
Perteneció a Ramón González y muchos años después un autor porteño de saínetes, Alberto Vacarezza utilizó su nombre —posiblemente a instancias del rosarino Juan Francisco Palermo de quien había recibido otras sugerencias cos­tumbristas— para denominar a una de sus producciones de mayor éxito. Wladi­mir C. Mikielievich. Diccionario de Rosario (en preparación).
5     Osvaldo Berrini, entrevista realizada en el Club Nueva Aurora el 13.1.1976.
6     Luis Gilberto Silva, entrevista llevada a cabo el 2.1.1976.
7     Rodolfo J. Clusellas. La ciudad de Rosario. Pág. 67. Edit.Sudamericana. Bs.Ai-res. 1967.
8     Caras y Caretas. Año XIV. No 649. Bs.Aires. 11.3.1911.
9     Crónica Histórica Argentina. Tomo V. Pág.238. Ed.Códex. Bs.Aires. 1968.

Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 6, del Tomo II . Editorial Fundación Ross. Año 2000.