jueves, 18 de junio de 2015

Los avances de la enseñanza

Por Rafael Ielpi

Pero si el deporte despertaba entusiasmos y pasiones, también la educación había encontrado en la ciudad un ámbito propicio para comenzar un desarrollo paulatino, en especial en las tres últimas décadas del siglo XIX, coincidente con lo que ocurría en aquella Argentina a la que confluían sin cesar los grandes contingentes inmigratorios.
Señala Carretero que entre 1869 y 1918, los índices de analfabetismo se fueron reduciendo de manera constante año tras año, debido al aumento de Escuelas Normales de donde egresaban maestras y maestros que se adentraban en la pampa húmeda y hasta los sitios más remotos del territorio de la tuición. Aunque señala asimismo que no debe sorprender que en el Centenario de Mayo, algo más de la mitad de los niños en edad escolar no concurrieran a las escuelas, al mismo tiempo que el analfabetismo estuviera distribuido en forma anárquica, pues había lugares alejados de Buenos Aires donde el promedio lle­gaba al 90 por ciento de la población total.
El primer censo municipal dirigido por Carrasco había detec­tado ya en Rosario la abundancia de establecimientos particulares de enseñanza, dedicados mayoritariamente a mujeres, muchos de ellos habilitados en el siglo XIX pero con vigencia en la nueva centuria que se iniciaba, y algunos dirigidos por extranjeros que ostentaban mayor o menor experiencia pedagógica. Sin embargo, el Primer Censo Escolar de 1918 consignaba que 8.500 niños rosarinos no con­currían a la escuela por falta de plazas.
En 1867 era posible verificar la actividad educativa de un puñado de escuelas de enseñanza primaria: el Colegio del Rosario, cuya direc­ción ejercía Carolina B. de Comminges; el Colegio Argentino, de Carlos Bardín; la Escuela Municipal de Varones, dirigida por Juan B. Torres, y la de Niñas, dirigida por su consorte Celestina G. de Torres; la sección infantil de la Escuela Comercial, dirigida por Isidro Alian; un Colegio de Niñas de las Hermanas de la Caridad; una escuela particular dirigida por Laureana C . de Benegas y un colegio de seño­ritas en Rioja 84.
Dos colegios ostentarían asimismo prestigio y reconocimiento antes del 900 tanto como los hombres encargados de dirigirlos: el Liceo y Escuela de Artes y Oficios, fundado por Tasandro Santa Ana y Jacinto Fabrés de la Rovira, que tendría luego al mencionado educador español Isidro Aliau como su organizador e impulsor, el Colegio Santa Rosa, cuya actividad comenzó en 1871, y dirigido poi Milcíades Echagüe.
De la segunda mitad del siglo XIX eran asimismo el Colegio de Señoritas Francés-Español, organizado por Blanca de Villegas en 1863, la Scuola Italiana, Francesa e Spagnuola, de 1868; el Colegio del Carmen, de 1870; el Colegio Colón, contemporáneo del ante­rior, fundado por Cayetano Giménez; el Colegio de Señoritas Franco-Argentino, de 1872, fundado por José Rozés, de quien afirmaba La Capital: Está llamado a formar y educar el corazón de las jóvenes que han de influir más tarde en los destinos de la sociedad, bajo excelentes auspicios...
De esos años finiseculares y hasta 1910 funcionaron, por ejem­plo, el Colegio Alemán Argentino, de la Sociedad Escolar Alemana, el Colegio Norteamericano, de la Sociedad Misionera, y el Norte­americano N° 2, de la Sociedad Norteamericana; el Colegio Hispano-Argentino, el de la Sociedad Garibaldi, el Colegio Luz de la Infancia, regenteado por la Sociedad Obreros Unidos, el Colegio Rosario Platense y varios más.
Se enseñaba asimismo en establecimientos manejados por con­gregaciones religiosas como el de la Santa Unión de los Sagrados Corazones, de 1892, en calle Salta entre Callao y La Plata (Ovidio Lagos), el de la Inmaculada Concepción; el Colegio San Antonio, de las Hermanas Capuchinas, y el Colegio Nuestra Señora de la Asunción, de 1898, de las hermanas terciarias franciscanas, entre otros. A ellos podían agregarse hacia 1910, también religiosos, el Colegio de Nuestra Señora del Huerto, uno de los más antiguos, ya que su fundación por las Hermanas de la Caridad se remontaba a abril de 1863; el Colegio María Auxiliadora (1893), el Colegio de la Misericordia y el de la Inmaculada Concepción; el Colegio Sagrado Corazón (1900), de los padres bayoneses; el Colegio La Salle (1913), el de los Hermanos Maristas y otros.
De finales del siglo XIX era asimismo otro establecimiento edu­cacional dirigido por los salesianos de Don Bosco: el Colegio San José de Artes y Oficios, fundado en 1890 y destinado sobre todo, además de la enseñanza, a la formación de artesanos y técnicos en especialida­des tomo las artes gráficas, la carpintería o la metalurgia. Funcionaban colegios asimismo en dos instituciones benéficas existentes en la ciudad de comienzos del siglo XX: el Asilo Maternal y el Asilo de Huérfanos.
 Otros colegios de principios de siglo mencionados en avisos
de diarios
y revistas de 1900 a 1915 ofrecían distintas posibilidades
alumna
do, en una ciudad en la que, por entonces, la acción oficial en el ámbito de la educación era aún bastante deficitaria. Era el caso del Colegio San Luis Gonzaga, fundado en 1899 y dirigido en 1900 por Salvador Cabal, en Santa Fe 1532; el llamado Liceo Argentino, de enseñanza elemental, comercial, secundaria y universitaria, de idiomas y adorno, en Buenos Aires 1558, donde se recibían alumnos pupilos y medio pupilos; el Colegio Alemán-Argentino, que funcionaba en la calle Buen Orden 150; el Instituto Hispano-Americano, dirigido por Serafín Alcalde, en calle Buenos Aires 958, donde a comienzos de siglo se cobraba una matrícula mensual de 7 pesos, y el Instituto Rivadavia, en San Martín 525, también con sis­tema de alumnos externos.
Hacia el Centenario se publicitaba un Instituto Hispano-Argentino con edificio en la zona de Sorrento, promocionado como un cha­let colegio, cuya dirección ejercía Felipe Vargas y en el que, durante el verano, se dictaban cursos a los alumnos del Colegio Nacional, perte­necientes la mayor parte de ellos a familias que tenían sus residencias de verano en Alberdi.
Posteriores a los mencionados, entre 1910 y 1920, pueden citarse otros de esos centros de enseñanza privados como el Instituto Mer­cantil, en Jujuy 1974; el Colegio Instituto Cavour Italo-Argentino, en Mitre 1537; el Instituto Argentino, en San Martín 428, dirigido por José Emilio López; el Colegio Comercial Ibero-Americano, de Santa Fe 1674; el Colegio General Sarmiento, de Gerardo Nádela, en Jujuy 2380; el Colegio Norteamericano, para niñas, en Avenida Pellegrini 1352 y el Colegio Cervantes, dirigido por A. Costadella, donde se ofrecía enseñanza de piano, música, griego, latín, inglés, fran­cés, alemán y croata, con el régimen habitual de externos, medio pupi­los y pupilos.
Mayor trascendencia tendría otra institución de origen privado, la Sociedad Dante Alighieri, que iniciaría sus actividades hacia el Centenario de Mayo en un edificio particular de Entre Ríos I 151, para dedicarse a la enseñanza y difusión de la lengua y cultura Italianas. En 1924, se colocaría la piedra fundamental del edificio que aún alberga al establecimiento en Bulevar Oroño al 1100, obra para el que fuera decisivo el aporte económico de la colectividad y cuyo acto presidiera, en su visita a Rosario, el Príncipe Humberto de Saboya, Otro establecimiento educativo que subsiste en la actualidad iniciaría su tarea educativa en el edificio que ocupara anteriormente el antiguo "Hotel de France et d'Anglaterre": el Liceo Avellaneda.
Lo cierto es que en el comienzo del siglo Rosario podía conta­bilizar 121 escuelas particulares y 140 oficiales, con una población escolar de 23 mil niños. La enseñanza oficial secundaria, por su parte, se había asentado en la ciudad en algunos establecimientos prestigio­sos, algunos de ellos ya instalados en el siglo XIX. Era el caso de la Escuela Normal de Maestros, de 1875, trasladada desde Santa Fe y que funcionara inicialmente en el edificio, por entonces en construcción, de los Tribunales de Justicia, frente a la Plaza San Martín, la que en 1896 pasa a ser Escuela de Comercio, con Joaquín Arguelles, como su primer director, quien había sido uno de los más empeñosos impul­sores de la creación de un establecimiento de enseñanza de ese tipo.
También tendría su origen en las últimas décadas del siglo XIX la Escuela Normal de Mujeres, luego transformada en Escuela Normal N° 1 "Dr. Nicolás Avellaneda", cuyo edificio definitivo comenzara a construirse en 1891, frente a la Plaza Santa Rosa, y cuya inauguración se produciría en 1897. La escuela había funcionado originalmente como anexo al viejo Colegio Nacional dirigido por Corona Martínez, hasta que un decreto del presidente Nicolás Avellaneda la independiza, bajo la dirección de Isabel A. de Coolidge.
En 1905, con ostentación en lo arquitectónico, el gobierno santafesino inaugura la monumental estructura de la Escuela Gobernador Freyre, aledaña al Palacio de los Tribunales encarado por Canals; en poco tiempo, sin embargo, el edificio es vendido a la Nación, que lo hace muy pronto sede permanente de otro de los establecimientos tradicionales de Rosario: la Escuela Normal de Maestras N° 2 "Dr. Juan María Gutiérrez", inaugurada el Io de junio de 1910, cuyo pri­mer director sería Martín Herrera, a quien sucedería una de las gran­des pedagogas y educadoras de la ciudad: Dolores Dabat.
Otro centro de educación oficial importante tendría inicio en el período: la Escuela Industrial Superior de la Nación, que fuera habilitada el 27 de septiembre de 1906 y se originara en un proyecto del por entonces diputado nacional y ex intendente rosarino Luis Lamas, Funcionando en sus comienzos en la Escuela Superior de Comercio,  desde abril de 1907, tendría como primer director a Pedro de Lepinez, a quien sucedería, entre 1909 y 1940, el ingeniero Luis
Laporte, cuya actividad sería tan reconocida como valiosa. A partir de junio de 1907, el establecimiento pasa a ocupar un viejo edificio público en 1o de Mayo 1059, para ser trasladado en julio de 1922 a Avenida Pellegrini 250, al depender desde ese año de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Universidad Nacional del Litoral.
La Escuela Normal de Maestros N° 3 "Mariano Moreno" ini­ciaría sus actividades en julio de 1917, con Aníbal Chizzini como direc­tor, en tanto la Escuela Superior de Comercio, instalada en su edificio propio desde 1911, alcanzaría prestigio y excelencia bajo la conduc­ción de un docente reconocido, el ingeniero Julio Bello (1876-1928), que la dirigiría hasta 1919. Bello, nacido en la capital santafesina en 1876 y muerto en Buenos Aires en 1928, tendría una destacadísima labor educativa en la ciudad. Diplomado en Ingeniería y en Ciencias Matemáticas había ejercido en la Escuela Nacional de Comercio de Concordia para pasar, en 1905, a la dirección de la Escuela Superior de Comercio rosarina, contribuyendo a la jerarquización de la biblio­teca de la misma, declarada pública en 1910 y considerada entre las mejores de su especialidad en esos años. Constituida la Facultad de Ciencias Económicas, fue profesor de Matemática Financiera, en 1913.
Su militancia política lo llevaría a ocupar cargos como: la Inten­dencia de Rosario en ese mismo año, con dura oposición de algu­nos sectores, como la Liga del Sur y cierta prensa adicta a ésta; la pre­sidencia de Banco Provincial en 1916; la titularidad de la intervención federal a la provincia de San Juan, en 1921 y la presidencia de la Caja Nacional de Jubilaciones en 1922, todos ellos durante el primer gobierno yrigoyenista.
El viejo Colegio Nacional N° 1 "Domingo Faustino Sarmiento", cuyo edificio se hallaba construido ya en mayo de 1874, sería el primero en su género en la provincia de Santa Fe, bajo la presidencia del sanjuanino y la gestión de su ministro Nicolás Avellaneda. Los muebles del por entonces ya desaparecido Colegio Santa Rosa fue­ron destinados al nuevo establecimiento que, emplazado en las vecin­dades del Parque Urquiza, mantenía en las primeras décadas del nuevo siglo el reconocimiento de la ciudad, que lo tenía como el estableci­miento de enseñanza pública tradicional, al que concurrían entone es, y habían concurrido antes, los jóvenes que luego formarían parte de la élite dirigente.
Su primer director y organizador fue el granadino Enrique Corona Martínez, designado por Sarmiento, un real humanista muerto en Rosario el 6 de noviembre de 1880, que llegó a la ciudad con antecedentes importantes: una actuación política en España que lo llevaría a integrar el gabinete de Emilio Castelar; ejercicio de la docencia en Málaga y Granada, en Francia e Inglaterra, y la direc­ción del Colegio Nacional deTucumán, en donde dictara asimismo las cátedras de Historia, Geografía y Economía Política.

Nombrado por decreto del 15 de mayo del 74 mientras desempeñaba cátedras en Tucumán, se le trasladó a Rosario, soplando vientos de fronda sobre los colegios nacionales. En 1873, el Poder Ejecutivo había adop­tado medidas severísimas contra los estudiantes de Santiago del Estero, obligándoles a rendir nuevo examen de materias ya aprobadas (octubre 27) y poco más tarde hubo otro escándalo en el Colegio del Uruguay, donde los alumnos habían obligado al rector a renunciar (junio 17, 1874). Corona Martínez, español, emigró después de ocupar una banca por el distrito de Orjiva (Granada) en 1864 y diversos cargos en la ins­trucción pública y el periodismo. Fue autor de una obra sobre Economía Política y otra sobre Astronomía. En la "Revista Argentina" (Rosario, septiembre-octubre de 1891) hay estudios suyos sobre enseñanza. Hombre de positivos méritos, constituyó una adquisición para la ciudad.
                                                                                                                   (Álvarez: Op. cit.)

Pese a su poco agraciada figura —ya que era bajo y muy robusto, con un físico en verdad desproporcionado—, Corona Martínez goza­ría sin embargo hasta su muerte del respeto y la admiración de la ciu­dad que él adoptara como suya. Un reconocimiento que alcanzarían asimismo otros educadores que lo sucederían, como Eudoro Díaz o Eduardo de la Barra. No escaparía sin embargo el educador español a un brote intolerante, casi racista, en el colegio al que dedicara esfuerzos e iniciativa, al punto de haberlo convertido hacia 1879, consigna Alvarez, en una rudimentaria universidad con estudios de derecho, secundo nos, normales, comerciales y de artes y oficios, bien que ese año los alumnos de jurisprudencia redujéranse a nueve, los de comercio a veintiuno y a treinta y siete los de enseñanza manual.
El año mencionado, una verdadera rebelión estudiantil, con apoyo del claustro de  profesores, pone al Colegio Nacional al borde del escándalo público el 22 de julio. A las agresiones a  ladrillazos algunos profesores, la portación de armas de fuego y la toma del establecimiento por los alumnos, se agregan algunos cánticos contra Corona Martínez: ¡Abajo los gallegos, vivan los italianos, viva el doctor Solar, vira Colombo, que renuncie el rector por tirano!, consignados por Álvarez. La intervención policial devuelve la calma al colegio, tras lo cual se decreta (con la firma del propio Nicolás Avellaneda) la expulsión tic-siete de los profesores implicados en el levantamiento, entre quienes figuran los aclamados poco antes por la grey estudiantil, apunta el autor de la Historia de Rosario, y algunos de los estudiantes involucrados, lo que vuelve a despertar protestas y nuevas movilizaciones que termi­nan en nada. Señala Álvarez: Aunque la normalidad quedara restablecida, el lamentable suceso afectó muchísimo a Corona Martínez, agravando su pre­cario estado de salud. Falleció en 1880 y desde ese mismo año la Escuela Normal comenzaría a funcionar como instituto independiente del colegio.
En 1921 se agrega otro bachillerato nacional, el del Colegio Nacional N° 2 "General San Martín", cuyo edificio se levantó en el mismo terreno donde Isaac Newell estableciera su "college", en el naci­miento mismo de la calle Entre Ríos, casi asomado al río Paraná, que sobrevive aún en el siglo XXI con una estructura edilicia que demanda un mantenimiento y restauración acordes con su historia; al mismo debe agregarse el ulterior Liceo de Señoritas "Bernardino Rivadavia", que se instala en lo que fuera residencia de la familia Recagno, en Bulevar Oroño al 1100.

Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones.