martes, 12 de mayo de 2015

UNA ORDENANZA POCO FELIZ




   Ante las dificultades del transporte de pasajeros, la Muni­cipalidad decide fomentar la com­petencia con la Compañía de Tran­vías para obligarla a mejorar su servicio.
 Sin embargo, la norma que debe regular esa competencia resulta inadecuada. Se trata de la Orde­nanza Na 23 de noviembre de 1923, por la que se faculta la libre cir­culación de ómnibus automóviles para el transporte de pasajeros.


  • La reglamentación permitía al propietario del coche fijar el reco­rrido que creyera conveniente, el horario y también el precio del pa­saje, exigiendo como derecho de explotación sólo el cuatro por cien­to de las entradas brutas. Tal in­vitación al desorden tiene el efecto que era de esperarse: las calles rosarinas se llenan de todo tipo de vehículos que circulan en total anarquía. A partir de entonces se intentó una solución licitando el establecimiento de nuevas empre­sas tranviarias, pero los llamados no tuvieron eco.
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  • Es la propia CGTER. entonces, la que propone dos planes de am­pliación de recorrido, pero aunque el segundo de ellos es aceptado, los trabajos se dilatan mientras los ómnibus ganan terreno y los in­gresos de la compañía tranviaria caen hasta ponerla en situación deficitaria.
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  • Los planes de expansión, en­tretanto, sólo se cumplieron en la zona oeste, con el tendido de las vías en la línea de Córdoba a Pa­raná, el ramal hasta Fisherton y el agregado de un trayecto circun­dando el Parque Independencia. La ampliación de la flota se logró incorporando 50 coches de carro­cería inglesa fabricados por la English Electric Co.
    Las condiciones de trabajo para los empleados tranviarios eran precarias, por lo que en 1928 hay frecuentes huelgas en reclamo de la jornada laboral de ocho horas y otras reivindicaciones, con lo que tomar el tranvía se convirtió en esos tiempos en una cuestión azarosa.

    Fuente. Extraído de revista “ Rosario aquí a la vuelta” Fascículo Nº 14. Autor: Juan Carlos Muñiz. De julio 1991