jueves, 28 de mayo de 2015

Las heterogéneas variedades

por Rafael Ielpi

Hubo también otras salas en la ciudad, pero de géneros que esta­ban a medio camino entre el "burlesque", las variedades cuasi cir­censes, la pornografía y la música popular más variada, funcionando libremente en las tres primeras décadas del siglo XX. La "Gruta Montecristo", también identificada como "La Gruta" o "Montecristo", e incluso "Concierto Montecristo" (como aparece en carteleras entre 1909 y 1912) era una de ellas, en Güemes 2054/58, en la bravia sec­ción cuarta y a pocas cuadras de Pichincha. Allí en 1902 por ejemplo, se anunciaba a una gran compañía de canto, bailes y comedia dirigida por el popular actor hispano-napolitano (sic) Camilo Tarantini.
En el Montecristo, como en otros locales parecidos, era tam­bién habitual (para regocijo de los clientes prevenidos y sorpresa de los desprevenidos) alguna que otra proyección de películas de tosco erotismo, la mayor parte de las veces en deplorable estado, por lo que mucho de lo excitante de las mismas estaba más en la mente de los espectadores que en la temblona imagen o en la desteñida pantalla ad hoc, que se levantaba en cuanto terminaba el "intermedio eró­tico". Éste no desentonaba, por lo demás, en un barrio prostibulario donde esas escenas eran reiteradas y cotidianas, aunque no las filmase nadie...
El Teatro Casino perteneció —y era casi el paradigma— a ese tipo de salas y su emplazamiento en la esquina noroeste de Jujuy esquina Pichincha, lo colocaba en el corazón mismo del "barrio de los qui­lombos". Aquel teatro, habilitado al público en mayo de 1914, prefi­guraba ya en su función inicial el tipo de espectáculos que brindaría hasta su desaparición poco después de iniciada la década del 60.
En ellos se mezclaban el humor de grueso calibre y la porno­grafía más desembozada con los semidesnudos femeninos y una par­ticipación espontánea del público, abrumadoramente masculino, que resultaba tanto o más ocurrente que algunos de los cómicos del elenco. El anuncio augural ofrecía entonces números de atracción donde se mezclaban Ernestita, cantante española, con Bella Vezzoza., genérica ita­liana; Paquita Sporia, una cupletista española que portaba sin embargo un italianísimo apellido, con Francis Sidney, estrella inglesa, y otros de parecidas especialidades y nombres artísticos no menos desconfiables.
Su inauguración también tuvo sus anécdotas, ya que debió pos­tergarse una semana por la caída de un espectacular telón metálico de protección, de cerca de media tonelada de peso, que provocó consi­derables daños en la sala. Ésta constaba de 600 asientos y una planta alta con 8 palcos abiertos, igual cantidad de palcos "grillé" (a los que se ascendía directamente por calle Jujuy, con entrada completamente independiente) y cerca de 200 butacas de tertulia. Los anuncios ini­ciales indicaban: La entrada a la platea será libre pero con la obligación de consumición.
Otro espectro lo constituían los teatros al aire libre, algunos de existencia harto efímera, como se dijo, y agrupados varios de ellos bajo el nombre genérico de "Pabellón", que proliferaron en distintos puntos de la ciudad en esos años, entre 1900 y 1930 y que incluso admitían la posibilidad de ser techados. Es el caso, por ejemplo, del "Pabellón Argentino", de Córdoba y Paraguay, donde en 1912 actuaba la compañía de zarzuela de Manuel Montero; del "Teatro Recreo Saladillo", de Tosco y Concilio, que también el mismo año anunciaba para su temporada de verano a una compañía de zarzuelas proveniente de Buenos Aires, que debió ser la de Pepe Larrosa; del "Pabellón Apolo", que funcionaba en el invierno de 1912 en la esquina de Güemes y Santiago, y del "Recreo del Rosedal", que lo hiciera en Mendoza 4132.
El primer día del año, en 1914, Gestos y Muecas publicita la inau­guración del "Cabaret del Elysée", al que se califica como primer caba­ret artístico rosarino y al que se ubica en un "Pabellón de las Flores", en el Parque Independencia. La empresa del mismo, la de Fernández Conde, había congregado a un elenco heterogéneo, apto para cantos, bailes, atracciones, etc. Entre muchos nombres de cantantes y bailarinas, se destaca uno: el de José Martínez, uno de los grandes compositores del tango, autor de temas perdurables y antológicos como La torcacita, El pensamiento, Pablo o De vuelta al bulín, quien dirigía desde el piano, en los intervalos, a una orquesta del género.
A ellos se sumaba asimismo el "Pabellón Americano", de Güemes y Callao, que en 1900 figuraba como de propiedad de T. Thompson y donde en agosto de ese año un tal Carlos Glasmann anunciaba: Hoy debut de ¡a célebre prestidigitadora española Clotilde Alvarez de Glasmann, con lo que todo quedaba en familia al parecer, con el agregado de grandes experimentos de magia blanca y dos secciones más cuyos títulos atraerían su público en una ciudad donde magas, adivinas y curande­ras tenían ya su buena cuéntela: una primera con Los secretos de ¡os sacer­dotes de Indostán y El gabinete misterioso o Una noche en medio de los espí­ritus, y una segunda con El gran silfodrama de cuadros disolventes, que hubiera valido la pena presenciar aunque más no fuera por lo imagi­nativo de su título...
Estos locales, a los que puede agregarse hacia los años 20 el "Pabellón Anglo Argentino" o "Parque Argentino", de Paraguay y Avda. Pellegrini, en el cual en febrero de 1921 se anuncia a un fakir hindú, servían de escenario casi siempre a los circos que llegaban a la ciudad con su parafernalia de payasos, animales, malabaristas y acróbatas, y "Pabellón" pasó a ser sinónimo de recinto del circo, del mismo modo que lo fuera en Buenos Aires la denominación "Politeama" para alu­dir a lo mismo.
Pueden agregarse a la lista el "Dore Park", que hacia 1921 fun­cionaba en Mendoza entre España e Italia y sería también Cine Doré el "Sjportman Bar", en Bvard. Oroño y Montevideo, en el linde del Parque Independencia, que en 1913, al aire libre y con entrada gra­tuita, presentaba a una compañía españolaba de Medina-Vinuesa; y un denominado "Teatro de Fantoches San Jorge", en Jujuy 2333, entre Alvear y Santiago, inaugurado el 28 de febrero de 1914 a las 9 de la noche, con el anuncio de espectáculos morales y una entrada de 30 cen­tavos que subía a 40 los sábados y domingos, y cuyas características y anecdotario se perdieron para siempre.
Hacia 1920, las diversiones al aire libre del "Edén Park", de Avda. Pellegrini 1225, entre Mitre y Entre Ríos, que en algunos años de la década del 20 se conociera asimismo como "Luna Park", garantizaban un buen momento a los que se decidían a alejarse un poco del centro. El local estaba abierto desde las 4 de la tarde hasta la medianoche, con espectáculo variado, que incluía una gran banda de música y perduraría hasta entrada la década del 50 siempre como un varieté popular y con­currido en la época veraniega, compitiendo entonces con su rival cer­cano, el "Varieté Avenida".
Inaugurado dos años antes con la actuación de una compañía prestigiosa, la de los españoles Perdiguero-Díaz, el Edén Park iba a tener en realidad su etapa de mayor relevancia a partir de los años 40, cuando se hacen cargo de la empresa los hermanos Santos y José Alberto Migliazzo. Inicialmente, el local albergaba cerca de 1000 sillas, rodeando las mesas de latas que constituían la escenografía habitual de aquel varieté al aire libre, completada por un escenario. Los muros del su vasto frente posibilitaban algo más: una publicidad permanente para sus espectáculos, a través de las carteleras pintadas, de grandes letras, que anunciaban la programación semanal y la llegada de los números artísticos de mayor popularidad.

Empecé de casualidad. Antes de todo eso, yo ordeñaba vacas en un tambo de la calle San Juan al 2400, en la cuadra del Cine Cervantes, y cobraba 10 centavos por ordeñada. ¡Mire qué diferencia con el mundo del espectáculo! Nosotros vivíamos en un ambiente de artistas: mi hermano José Alberto tuvo orquesta durante veinte años en las radios de Rosario, y yo hada algunas cosas recitando o en los radioteatros. Y una vez mi her­mano me dice: Mira: tengo un local que me ofrecieron en la Avenida Pellegrini para hacer espectáculos.Vos que sos avezado y conoces más que yo ¿querés venir conmigo? ¿Qué vas a hacer encerrado acá? Y le dije: Bueno: vamos a probar. Y probamos. De entrada nomás, trajimos al boletero del Casino, de mucha experiencia, y él nos conectó con los representantes y empezamos a traer artistas... "
(Santos Migliazzo: Testimonio personal recogido en julio de 1999)

En 1924 actuaba en el Edén Park, levantando un poco la punte­ría en lo artístico, el legendario Luis Arata, con una compañía de saí­netes, que incluía clásicos como Los angelitos y Vaca... yendo gente al baile. En ese mismo local —y hasta casi la década del 60haría his­toria en la cronología del espectáculo rosarino otro actor, Luis Riccio Rubín, que pasaría a la entrañable inmortalidad de los artistas popula­res con su seudónimo de "El Taño Genaro", un verdadero ídolo para nutridos auditorios, incondicionales de su histrionismo zafado para ese tiempo, que hoy sonaría a estudiantina...
En 1927, este teatro-varieté anunciaba, en el apogeo de la moda de los fakires, la presentación del célebre fakir Chazaman, al cual la empresa ha contratado expresamente, sin omitir gastos, agregando la pro­moción un dato sorprendente: a quien el ex presidente Wilson ha otor­gado un diploma de honor en mérito a los experimentos científicos celebra­dos en su presencia. El espectáculo, se agregaba, es altamente moral, e incluía además de la clásica e incómoda cama de clavos, la ingestión de sables y otras delicias parecidas.
También en 1927, el "Park Japonés", que se emplazaba en San Martín al 3800 (lo que era casi extramuros todavía o poco menos), sumaba a su condición de parque de atracciones con ruedas gigantes, aeroplanos, calesitas náuticas y eléctricas, ola, látigo, columpio y muchas otras novedades, un agregado: bailes animados por una nutrida orquesta típica criolla, como se llamaba todavía en la publicidad a lo que pasaría después a ser nombrada sintéticamente "la típica".
El mencionado "Varieté Avenida", que se inauguraría con pos­terioridad al Edén Park, en Avenida Pellegrini casi esquina Italia, sería con el tiempo el otro centro de atracción del varieté en la ciu-dad.Y como ocurriera con su competidor tradicional, también sus años de esplendor transcurrirían sobre todo desde finales de la década del 40 a la del 60 y su escenario sería propicio para la llegada de otro cómico que rivalizaría durante muchos años con el "Taño Genaro ^obtener una vigencia nacional (y temporal) mucho más dilatada: ^Marrone. El "Avenida", cuya propiedad ostentarían en ese perí-^ exitoso los hermanos Barberio, funcionaría también en invierno en un local de calle Mitre esquina Avda. Pellegrini, cuando las incle-Nias del tiempo obligaban al cierre de los locales al aire libre.
Pero en 1928,1a ciudad asiste a la inauguración de otro atractivo osería importante en los años posteriores a 1930, con la aperturae| Primer cabaret rosarino, el "Dancing Montmartre", que ocuparía ^ edificio en calle San Martín 364, en el que funcionaran antes y des-^ distintos hoteles de nombres diversos. Un salón de dimensiones Rtibles servía de pista de baile, circundada por las mesas de rigor, t e,»tras se turnaban orquestas de señoritas y hombres y se bailaba, ^Preferencia, el tango.
Con harta frecuencia, estas reuniones nocturnas concluían antes de tiempo. Tabaco, alcohol y lujuria excitaban a las patotas de compadritos, hijos de padres influyentes en círculos policiales, que promovían peleas a puñetazos, sin faltar las puñaladas y tiros. Cuando los ruidos de cristales rotos y los estampidos trascendían al exterior, aparecía el vigilante de fac­ción en la esquina, y al día siguiente los diarios vespertinos daban cuenta del hecho, consignando los nombres de sus protagonistas, lesionados, heri­dos o muertos, según el caso. La repetición de estos incidentes desacreditó al cabaret precursor, concluyendo por cerrar sus puertas cuando ya funcio­naban otros semejantes en el centro de la ciudad.
(Mikielievich: op.cit.)


Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo IV editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones