miércoles, 10 de diciembre de 2014

MIS ANDANZAS POR ROSARIO - EL MENTIDERO DEL CAFÉ DE LA COMEDIA



Por Miguel F. Oses
El autor de este artículo, Miguel F. Oses, falleció en Buenos Aires el 8 de octubre de 1928. Además de colaborar en diarios y re­vistas escribió buen número de saínetes, entre los que se mencionan* "Dársena Sud", con música de Juan Canavesi9 estrenada en> 1911; "Calle Cortada", en colaboración con Augusto Garrido y música de Antonio De Bassi, estrenada en 1917; "El astillero", con música de Francisco Paya, estrenada en 1922; "A la gran muñeca", con música de Jesús Ventura, obra que incluye en monólogo "Lengua de trapo", uno de los grandes éxitos de Enrique Muiño; *La canción del odio", zarzuela, con música de Ernesto L. Oses. Debemos estos datos al escritor Jacobo A. de Diego, a quien agradecemos su gentileza.
Motiva la inclusión del trabajo de Oses en esta Revista, la exac­titud de sus referencias acerca de personas y hechos, las que me­diante llamadas nos permitimos ampliar y vn algún caso aclarar para mayor ilustración de los lectores (N. de la D.).


Era por 1921. La Federación de Gentes de Teatro, nacida a raíz del conflicto provocado por un grupo de autores que se disgregaron de la vieja Sociedad de Autores, tenía suma necesi­dad de obtener un teatro en Rosario para la actuación de la com­pañía que se desempeñaba en el Avenida, de Buenos Aires, cuando se produjo el movimiento de mayo. Yo formaba parte del Consejo Federal, en representación de los autores, con Belisario Roldan, Claudio Martínez Paiva y Defilippis Novoa, y una madrugada, a las 3 más o menos, se decidió librar una batalla a los empre­sarios arrebatándoles el teatro de La Comedia, cuyo arrendatario era José Palmada (1), el viejo amigo y aplaudido actor.
Sin darme tiempo a preparar una muda de ropa, se me de­signó general en jefe y hube de partir a Rosario en el tren que salía a las 7 de Retiro.
No es mi intención de recordar la lucha que entablé y en la que vencí a Méndez, delegado de la Sociedad de Empresarios, embarcado en el mismo tren. Palmada, como toda la población de Rosario, simpatizaba con la Federación, y Méndez hubo de regresar mohíno, mientras yo volvía vincitore con mi contrato en el bolsillo.
Era la primera vez que visitaba Rosario y, lo confieso, re­gresaba con honda pena, pues me había entrado por los ojos, como suele decirse.
Por fortuna, el Consejo Federal me designó delegado en la compañía y tres días después me instalaba en la ciudad que, por tres meses, iba a ser punto de mi residencia.
Rosario, en esa época, sólo tenía un punto de reunión para los noctámbulos: el Café de La Comedia (2), que permanecía abierto toda la noche y donde me hice de una cantidad de ami­gos, periodistas, literatos, artistas, etc. Al único que conocía fuera de José Palmada, era el gordito Alejandro Berruti (3)quien me piloteó por los andurriales bohemios y en el café me hice grandes amigotes les debo a todos muchas gentilezas. Bravo, el simpático Negro que bruloteaba en Crónica (4), Robertaccio (5) que a su vez lo hacía en La Acciión (6), De la Torre, Gianii  Baraldi y otros, solíamos juntarnos en derredor de una mesa, patada la hora de los espectáculos, sorbiendo un chocolate chirle creo que fue un brebaje invención de Robertaccio— consistente en una barrita del producto disuelto a cucharazos en un vaso de leche (7)..
Reuníanse en el café tipos de los más pintorescos. Satorra, un cómico venido a menos, que a la sazón desempeñaba el puesto de boletero en el Cine San Martín, un tal Bochita, impenitente recogedor de quiniela (8) cuyo mayor cliente era José Palmada – durante mi estada Palmada acertó tres veces las tres cifras- y otros cuyo recuerdo se ha esfumado a través del tiempo.

Este juego de las quinielas era entonces una epidemia en la segunda ciudad de la República. Lo asediaban a uno el canillita, el mozo de café, el expendedor de cigarrillos.. . ¡hasta el vigilante!
¡Las tres primeras y últimas veces que arriesgué 0,50 al malhadado jueguito, fue en Rosario, y la culpa la tuvo el simpático negro Bravo, a cuya invitación era inútil resistir.
Recuerdo una anécdota muy curiosa. Fue el primer día de mi estada en Rosario y como andaba muy agitada la cuestión obrera, no me llamó la atención al salir del Hotel Italia y cruzar la calle San Luis, ver la acera del mercado (9) bullendo con garrada muchedumbre.
Al llegar al teatro La Comedia, le pregunté a Giménez:
—¿Se ha declarado ya la huelga general solidaria con la de Buenos Aires? e
No creo— me respondió el secretario de Palmada. Los diarios nada dicen. ^" Es que acabo de ver reunidos a los obreros, —¿Dónde?
—En la calle San Martín, junto al mercado. Giménez lanzó una de aquellas carcajadas hispanas, tan ca­racterísticas en él, que llenaban el vestíbulo del teatro.
¿Huelga general? Pero amigo, ¡Lo que usted ha visto son gentes que esperan el número de la grande!
Solía concurrir también al café un distinguido facultativo, el doctor Saibene (10), espíritu mordaz y gran camarada, a quien le causaba gracia mi asombro, comentando el asunto con aquella ironía que manejaba tan bien como el escalpelo.
Pasé noches deliciosas en aquel café, mundillo en que se agitaban seres de toda catadura; un poco de hampa, otro poco de bohemia, un mucho de intelectualismo sin patente oficial, quizá el más legítimo porque se debe al propio esfuerzo.
Allí aprendí a conocer la gentileza rosarina tan franca y abierta como una mano y un corazón y un tiempo más tarde, hube de expresarlo en unos versos que Bravo dio en Crónica a manera de adelanto sobre mi pieza teatral a estrenarse y la cual constituyó uno de los mayores éxitos de Rosario.
Me has brindado, Rosario, finezas tantas
 que en tí sentí calores de patrio albergo,
 por eso reverente llego a tus plantas
 y humilde me despojo de mi chambergo.

¡Si pudiera hablar la cortada Ricardone! Habría de contar cosas que es bueno callar. Es que, pese a que Rosario era enton­ces una ciudad tranquila de noche (11), nosotros llevábamos en el alma esa turbulencia que no se apaga ni con la nieve plateando los cabellos.
Con todo, preferible es ser así. El Café de La Comedia po­día albergar entre el humo de los cigarros y la batahola de su clientela más de un episodio algo áspero, pero albergaba también ese romanticismo incurable de todos los


soñadores

Notas

 
(1)  Actor teatral, nacido en Barcelona, España, en 1868. Comenzó su carre­ra artística en 1885 en la ciudad natal. Llegó al país en 1898 y poco después de desempeñarse como actor en Buenos Aires, se constituyó como empresario especializado en género chico español. Fue también intérprete de los primeros sainetes criollos. Su deceso ocurrió en Bue­nos ¡Aires el 18 de julio de 1950.
(2)  Aún: en actividad, sobre la calle Mitre, al lado del Teatro La Comedia. No era el único local público de reunión de trasnoche en el centro de la ciudad; entonces y desde 1857, año de la inauguración- del Mercado de Abasto, luego llamado Mercado del Sud, y del Mercado Central, que lo reemplazó, sobre locales exteriores de esos edificios funcionaron cafés atendidos por españoles, permanentemente abiertos las 24 horas y denominados "La Cantábrica'', "La Castellana", "La Andaluza", "La Navarra", etc., frecuentados por noctámbulos de toda laya, desde peones portuarios a intelectuales de nota. También frente a la estación Rosario Norte, en el barrio Súnchales, otros cafés y bares concentraban sin interrupción alguna entre una y otra jornada, parroquianos de heterogéneas actividades, lícitas e ilícitas, lo mismo que viajeros esperando la salida de los trenes de la madrugada.
(3) Periodista y autor teatral, nació en Córdoba en 1888. Vivió en Ro­sario desde niño y cursó estudios secundarios en la Escuela Nacional de Comercio. Fue redactor de diarios y dirigió1 el vespertino humo­rístico "La Nota" que apareció desde 1913 a 1915 y reapareció, aunque por breve término, en 1919. Escribió más de setenta obras teatrales, la pernera, "Cosas de la vida", estrenada en 1912 en el teatro Politeama, de Rosario. La revista satírica "Rosario Film N? 2", otra de sus piezas más festejadas, se representó treinta veces consecutivas en el teatro Olimpo. Fue secretario de la liga Rosarina de Foot-Ball y presidió el Círculo de la Prensa. Ya consagrado como autor se ra­dicó en Buenos Aires donde continuó esas actividades; fue director escénico de varias compañías, administrador del Teatro Nacional de Comedias, delegado de los autores argentinos en la Comisión Na­cional de Cultura y vicepresidente de la Asociación Argentina de Foot-ball. Entre sus producciones más conocidas se encuentran "Ma­dre tierra", "La mejor doctrina", "La suprema ley" y "¡Quien tu­viera veinte años!".
<4 1914="" a="" aparecer="" comenz="" de="" diario="" en="" la="" ndose.="" public="" sigue="" span="" tarde.="" y="">
<5 1898="" 1961.="" antonio="" ciudad="" empresario="" en="" fue="" la="" misma="" muri="" naci="" periodista="" redactor="" ro="" robertaocio="" sario="" span="" teatral="" y="">de periódicos, entre otros de los diarios "La Nota*', "Crónica", "Refle­jos", "La Tierra" y "Tribuna"; a este último lo dirigió varios años y ya con el nuevo título de "La Tribuna", compartió su propiedad y dirección con Virgilio Albanese. Fue empresario del teatro La Come­dia, presidente del Círculo de la Prensa, diputado provincial y autor de comedias.
<6 1918="" 1923="" 1957.="" a="" ana="" apareci="" comenz="" como="" convirti="" de="" desde="" diario="" durante="" edici="" en="" la="" ma="" n="" ndose="" neamente="" partid="" publicado="" semanario="" simult="" span="" tiempo="" un="" una="" vespertina.="">
(7) El invento de Robertaccio se popularizó con el nombre de rema. Para prepararlo, el parroquiano debe remar afanosamente con la cucharita en el vaso de leche caliente, hasta desintegrar la barrita de cho­colate.
8) Juego clandestino en que se premian apuestas a las cifras finales de los primeros premios correspondientes a alguna de las distintas loterias oficiales que se sortean semanalmente. Se apuesta a una, dos y tres cifras y, según eso, va aumentando el monto del premio que se abona  si se acierta. También se juega con redoblona, esto es, apostando * un número y lo obtenido en premio queda apostado a otro número. Tuvo origen en Rosario a fines del siglo anterior y se atribuye s • creación al agente de loterías D. Irigoyen, establecido en la calle San Martín 892 (dato que me comunicó en 1922 el periodista Domingo Castro). Desde entonces ha seguido una trayectoria turbulenta $ su prohibición policial y municipal, jugándose clandestinamente en domicilios, lugares de trabajo y hasta en bancos de las plazas. Hubo  varios intentos: de oficializarla y hasta ordenanzas en ese sentido que no perduraron. El nombre de quiniela, supongo fue tomado juego así denominado que, en las últimas décadas del siglo pasado  se disputaba en los partidos de pelota a la vasca cumplidos en los frontones de Rosario, donde los apostadores a favor de los vencedores obtenían dividendos en caso de acertar, tal como en las carreras de caballos. Robustece la suposición la circunstancia de que D. Irigoyen era vascongado.
(9) Se refiere al desaparecido Mercado Central, demolido entre 196G v 1961, situado en la manzana limitada por las calles San Luis, San Martín y San Juan y la entonces cortada Riva, actual Barón de Mau^
(10) Pompeyo Saibene, conocido médico de la época.
(11)      No toda la ciudad era tranquila de noche; en el famoso barrio de Pichincha, donde se concentraban los lupanares, mantenían activi­dades hasta las 4 de la mañana, sus numerosos bares, cafés con orquestas y cantantes, casas de comida, etc. En éstos y aquéllos no siempre transcurrían pacíficamente las noches..

Fuente: Extráido de la " Revista de Historia de Rosario" Año X- N• 23-24. Publicación de la sociedad de Historia de Rosario Enero/Junio- Julio/Diciembre de 1972.-