jueves, 4 de diciembre de 2014

LAS PRIMERAS REVISTAS DE INVESTIGACIÓN UNIVERSITARIA EN ROSARIO



Como se dijo, la política reformista en materia de enseñanza universitaria hizo hincapié en los Seminarios universitarios. Bajo esa consigna a partir de 1921 se editó bimestralmente el Boletín del Seminario de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, el que fue compilado en tomos anuales. El director del Seminario era el doctor Alejandro Nimo y los encargados de sección, los profesores: Francisco M. Álvarez, Rafael Bielsa, Faustino Infante, e Hiram Calógero, formadores de investigadores en las décadas subsiguientes. En la introducción al primer tomo  se explicó que con la publicación de las investigaciones se pretendía devolver al país la inversión que sus ciudadanos hacían en el mantenimiento de la facultad, aportando "conclusiones positivas y tratando de indicar los males que afligen al organismo colectivo, proponer los caminos necesarios a su curación y dar medidas preventivas que evite la propagación! de la miseria humana".18
En marzo de 1921 se publicó en Rosario el primer número de la Revista Médica del Litoral, mensual, autodefinida como "científica, ilustrada y de crítica". Fue dirigida por el doctor Remo M. Copello quien a su vez fue su propietario. A sus colegas explicó: "Esta revista viene a llenar un vacío existente en esta ciudad tan progresista en lo mercantil e industrial pero refractaria en las elevadas manifestacio­nes artísticas y culturales". Los artículos versaron casi con exclusividad sobre inves­tigaciones médicas (destacándole la problemática de la lepra como inquietud central) sin señalar la pertenencia académica de sus autores, en su mayoría del extranjero, apelando con frecuencia a la "trascripción" de otras publicaciones recibidas por el director y de difícil circulación en el medio. En tal sentido, la Revista Médica del Rosario, venía a demostrar las limitaciones de una ciudad sin producción científica universitaria propia. Sus anunciantes en exclusividad fueron hospitales, sanatorios, institutos y laboratorios químicos y biológicos privados de Rosario, pertenecien­tes a los mismos profesionales que en ella escribían, como Fernando Ruiz y José B. Abalos, quienes al poco tiempo se convertirían en pilares de la producción científica de la Facultad de Ciencias Médicas.
La revista editó una Guía Médica de Rosario, Santa Fe, Paraná y Corrien­tes (demostrando el criterio regional en la materia). Su línea editorial fue favora­ble al elevar la calidad de los profesionales a través de los estudios universitarios y contraria a la poca inversión del Estado en la salud pública.19 En ese mismo año dio a conocer el plan de estudios de la Facultad de Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores; las condiciones de ingreso, y las orientaciones y fundamentos de la enseñanza universitaria.20 Cuando José B. Abalos asumió como primer decano de esa Facultad, fue especialmente felicitado por la publicación.21
Cuando en 1922 la revista cumplió dos años aseveró que "ocupaba un puesto prominente en el periodismo científico nacional", que se alineaba en el reformismo", manteniendo una fluida relación con reputados catedráticos tale; como Abalos, Ruiz, Soler, Ferreira, Araya, Zeno, Staffieri y Baraldi.22 Acompañó periodísticamente la inauguración de las clases de la Facultad, las primeras elecciones, la conformación de los Concejos, y los discursos de los flamantes funcionarios.23 .Esta etapa de la revista registra an notorio incremento del intercambio con publicaciones médicas universitarias, especialmente de Buenos Aires; latinoamericanas; españolas, francesas y sus colegas rosarinas.
La Revista del Centro de Estudiantes de Medicina, apareció por primera vez en  junio de 1921, y se editó mensual mente. También se definió como "Científica, literaria y de carácter universitario". En verdad llenó una necesidad estudiantil contribuyendo al mismo tiempo a la cultura científica local porque a pesar de la variedad de te mas de actualidad abordados, sus directores se empeñaron en afirmar “su índole eminentemente científica". Como órgano oficial del Centro de Estudiantes de Medicina (a partir de 1928 Centro de Estudiantes de Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores) mantuvo intercambie» con sus similares de las Asociaciones Médicas y Estudiantiles del país, siendo conocida en Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Brasil, Bolivia y en Europa; afirmándose como un bastión del reformismo, y de la crítica a los problemas sociales y universitarios de su época. Distintos estudiantes ejercieron la dirección y luego se incorporarcj0n como directores honorarios profesores  gran predicamento en el estudiantado, como Frank Soler y Rómulo Barrald. La estructura de la redacción fue de las más amplias y organizadas de las publicaciones de su tipo: director, secretario de redacción, secretario administrativo, y redactores especializados en dos secciones: la Universitaria y la científica.24 En esta última escribieron con frecuencia Tomás Cerruti, Teodoro Fracassi, Rómulo Barrald, Alfredo Boden, Artemio y Lelio Zeno, Clemente Álvarez, Pedro Rueda, Jorge Federico Nicolai, Francisco Cignoli, Lanfranco Ciampi, Simón Neuschlosz, Rafael Babbini, Emilio Argonz, Carlos Weskamp, entre otras..
Como se mencionó, Frank Soler enra un profesor carismático y hasta "el alma" de esta revista que informalmente apadrinó y dirigió a partir de 1924, al mismo tiempo que se encontraba al frente de los Institutos de Fisiología de las universidades de La Plata y del Litoral. En este período  la publicación dio cabida en una proporción significativa a trabajos de colegas de la Universidad de Buenos Aires, directivos de institutos hospitalarios y sociedades científicas, aspecto que no se puede separar de las vinculaciones de Soler con el ambiente científico de dicha ciudad, donde en 1925 fue  homenajeado por sus Bodas de Plata con la fisiología. También se publicaron trabajos de investigación presentados para la adscripción de Cátedras de la facultad rosarina. El presupuesto que la Universidad asignó  a la revista no corrió a la par de la dimensión nacional e internacional adquirida por la misma, por lo que Soler solicitó al gobernador de la provincia de Santa Fe, el radical Enrique Mosca, un subsidio, que  fue otorgado.25 La continuidad de la edición permitió que los jóvenes estudiantes
protagonistas del momento inicial del movimiento reformista ya recibidos publicaran sus primeras mieras investigaciones científicas.
En octubre de 1925 surgía en Rosario la revista Santa Fe Médico, un emprendimiento particular que no puso mucho empreño en el diseño y diagramación de sus números, lo que le otorgó más el aspecto de de un boletín de artículos breves sin aparato erudito. A falta de un explícito apoyo institucional y de publicidades significativas puede deducirse que se sustentó casi con exclusividad en un sistema de suscripción . entre los profesionales médicos de la región. Los ternas abordados eran de especiali­dades médicas. Su director fue Pedro Rueda, sanitarista, de la Casa del Niño, y autor del proyecto de la cátedra de Puericultura en la  Facultad de Ciencias Médicas. En sus páginas escribieron docentes de la mencionada casa: Alberto Baraldi, Roque Coulin, José B. Abalos, Tomás Cerruti, Teodoro Fracassi, Félix B. Valdez. También se vertieron noticias sobre la actividad académica de la Facultad y la participación de sus miembros en reuniones como la del Congreso Pan Americano de la Tubercu­losis celebrado en Córdoba en 1927, al que le dedicó un número completo.26 Rueda sostuvo una postura crítica de la contribución científica de la Facultad, la que consi­deraba "escasa o nula contribución, salvo honrosas excepciones, observada princi­palmente en la actuación de algunos profesores en los Congresos científicos". Su polémica declaración tomó estado público y fue objetada de la misma manera. En Santa Fe Médico, también colaboraron cirujanos y médicos de hospitales rosarinos, como Roberto Landívar, del Hospital Italiano y Alberto C. Molina. Allí dio a conocer sus primeras iniciativas tendientes a crear una clínica del trabajo el joven funcionario universitario, el doctor Raimundo Bosch.27
También en 1925 se editó el primer número de El Constructor Rosarino, en momentos que la ciudad experimentaba un "boom" de la edificación sin antecedentes en su historia. Su inclusión en el presente trabajo se debe a que el mismo fue editado por la Sociedad de Ingenieros, Arquitectos, Constructores de Obras y Anexos, conformada en gran parte por docentes de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNL. Fue de aparición mensual. Su director, José V. Díaz Valentín. Si bien se destinó especialmente a arquitectos también fue un espacio para la publicación ce investi­gaciones de docentes universitarios de distintas facultades de la UNL. El hecho de su finalidad práctica destinada a la construcción le posibilitó contar con abundante publicidad de proveedores de materiales, lo que redundó en la calidad de impresión y de papel de la publicación, superior a las otras publicaciones del período. El mismo dinamismo de la actividad de la edificación involucró a profesionales de variadas especialidades que a sa vez brindaron consultorios médicos laborales y legistas, y que también participaron en la gestión académica y de publicación en otras faculta­des, el mencionado Raimundo Bosch (médico legista), Carlos Weskamp (oculista), Emilio Argonz (clínico), al igual que Francisco Sadi Fonso, José Sgrossc, y Angel Invaldi, entre otros. Entre la nómina de socios activos de la Sociedad de Ingenieros, Arquitectos y Constructores figuraron los siguientes docentes: Juan Caeser, Ermete De Lorenzi, José Gerbino, Valentín Grondona, José A. Michelletti y Tito Micheletti, Carlos Isella, Leopoldo Swarz, y varios integrantes de la familia Taiana. En relación a la mencionada interdisciplinariedad de los colaboradores puede citarse como ejemplo que Carlos Dieulefait, de la Facultad de Ciencias Comerciales, Económicas y Políticas, escribió un nota titulada "La biología de las ciudades", relacionando la inmigración, la economía y las políticas públicas, y al mismo tiempo comparándola con la experiencia de la ciudad de Roma.28 Ermete De Lorenzi, publicó en distintos números sus notas "Generalidades arquitectónicas", que sirvieron como material obligatorio de cátedra :n la facultad de Ciencias Exactas. A partir del número de abril de 1929 otorgó espacio a las crónicas, de egresados de las Facultad de Ciencias Matemáticas como arquitectos. Los primeros en hacerlo fueron Francisco Casarrubia, Luis A. Dasso, Américo Bergonzi, Lorenzo Giovannoni.29 El primero de los mencionados fue meses más tarde director de El Constructor Rosarino notándose mayor impulso a planteos urbanísticos necesarios para la evolución de la ciudad, lo que estaría señalando una etapa inicial de gran trascendencia en la transferencia del conocimiento urbanístico de la Universidad a la sociedad y que tomó mayor cuerpo con la elaboración del primer plan integral regulador del conglomerado del Gran Rosario.30 A partir del año siguiente, la revista editó los trabajos prácticos de los |Sl lidiantes de la Escuela de Arquitectura, bosquejos y proyectos.31
Otra revista con escasa publicidad pero con una amplia estructura de suscrip­ción y marcada vocación de vinculación científica con países de la región fue la Revista de Medicina, Publicación Mensual Sudamericana, editada en Rosario, y cuyo primer número es de octubre de 1927. Su director y propietario fue Francisco Sadi Fonso, quien puso todo su empeño en que cada número de la misma apareciera simultánea­mente en Argentina (Buenos Aires y Rosario), Bolivia (La Paz), Chile (Valparaíso), Paraguay (Asunción) y Uruguay (Montevideo). Por esta razón un editorial afirmó que la Revista de Medicina, ocupaba un lugar prominente entre las revistas científicas del mundo. "Este es uno de nuestros propósitos en el gesto mancomunado del bienestar la  humanidad", se señalaba. Ella podía adquirirse en moneda nacional, libra esterlina o dólar, según el área internacional en que la misma fuera adquirida, y tenía veinte puntos de venta distribuidas por el globo: Cambridge, CoventGarden, Londres, Roma, Estocolmo, La Haya, París (en cinco librerías), Bruselas (en dos librerías): Berlín,
Hamburgo, Viena, Madrid, Tokio y Baltimore (Estados Unidos). Es muy probable que estos contactos internacionales hubieran sido sembrados por Sadi Fonso cuando viajó a Europa como comisionado de los gobiernos de la Nación y Santa Fe para realizó estudios sobre el cáncer en Europa (y que luego comparó con el estudio del caso rosarino).32 Sumamente original para ese entonces fue la ilustración de las portadas de  las revistas con la imagen de médicos científicos de distintas partes del mundo lo que reafirmó la vocación de la dirección por crear "un clima" de comunidad del conocimiento  internacional. De esta manera no pudo estar ausente el sabio profesor Johannes Fibiger, de Copenhague, quien más había influido en la formación del director de la revista .33; Esta impronta también nutrió a la sección de noticias de actualizada información del exterior y una completa agenda académica. En el tomo III de 1928 la revista ofreció  un índice de materia y autores donde puede observarse la preeminencia de escritores  europeos, uruguayos, y de otras ciudades de toda América como Sucre, La Habana y Asunción. Hacia 1929, la mayoría de sus artículos siguieron siendo escritos por profesionales no rosarinos, por lo que La Revista Médica pasó a ser antes que nada una vía  de adquisición de conocimiento. Recién en 1932 se observa un cambio en este sentido ) se relaciona con la participación de Sadi Fonso en la agremiación docente universitaria, cuando fomentó y presidió el "Círculo de Adscriptos de la Facultad de Ciencias Médicas de (Rosario".34
En los últimos días de diciembre de 1926 surgió la Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la UNL, la primera en representar propiamente a una casa de estudio y no sólo a uno de los sectores que la conforma­ban. Por su formato editorial y su cuerpo de colaboradores puede reconocerse como continuadora de la [mencionada revista Hacienda y administración, del Centro de Contadores y Calígrafos Públicos, del año 1919. Su director fue Alejandro Nimo y su secretario Francisco Bendicente. Entre sus colaboradores iniciales pueden mencio­narse: Federico B. Valdés, Rafael Bielsa, Diógenes Hernández, Alberto Arévalo, J. Daniel Infante, y Manuel Núñez Regueiro. En abril de 1927, asumió el decanato de la Facultad Rafael Bielsa, lo que implicó un salto cualitativo en el perfil científico de la casa y por ende de la revista, que decidió refundar dando vida a una segunda serie, a partir de abril a enero de 1928.35 Encomendó su dirección a dos profesores de su más directa confianza e integrantes del Consejo Directivo de la Facultad: Ardoino Martini y Juan Luis Ferrarotti. La participación de Bielsa con sus escritos, colaboraciones, reseñas biográficas y comentarios universitarios, fue preponderante, y en un segundo lugar la del resto de las autoridades de la Facultad y plantel docente: Manuel López Várela, Domingo Dall'Anese, Natalio Muratti, Francisco Bendicente, Juan Álvarez, Julio Machado Doncel, Salvador Dana Montano, Alcides Greca, entre otros.
Los temas estuvieron directamente relacionados con problemáticas vincu­ladas a cuestiones de candente actualidad abordados desde distintas perspectivas: el comercio, la legislación, la jurisprudencia, la demografía, la filosofía, primando en los primeros años, por influencia de Bielsa el tratamiento de temas de derecho público. La revista mantuvo a lo largo de los años la misma estructura: investigacio­nes, crónica universitaria y comentarios bibliográficos, los que fueron fiel reflejo de la intensa labor de la Facultad, primando la decisión de publicar la mayor cantidad de información: actas del Consejo Directivo, resoluciones del decano, reformas de los planes de estudios, proyectos presentados, bibliografía adquirida por la biblio­teca, movimiento de inscripción y exámenes del alumnado, etc. El comentario de publicaciones del exterior recibidos en la Biblioteca de la Facultad demuestra un proceso de plena inserción de la Facultad en la producción del conocimiento interna­cional. En el primer minero de la revista se reseñaron trabajos europeos de reciente aparición (predominantemente bibliografía francesa, italiana, alemana y española), y de América, hasta comentarios del diario Pravda de Moscú, sobre la burocracia y el cooperativismo. La revista también publicó tesis y seminarios elaborados por los estudiantes de la casa. En todos los temas se evidencia un criterio independiente y audaz, de significativa abertura ideológica.36 La Intervención nacional en la UNL en 1928 conspiró contra la edición y por eso dejó de aparecer aunque en 1930, volvió a hacerlo como una tercera serie.37
Una experiencia muy fugaz tuvo el Boletín del Museo de Antropología y Anatomía Comparada de la Facultad de Ciencias Médicas, editado en 1928. Su director fue Alfredo Castellanos y su finalidad, la de fomentar los estudios antropológicos que en nuestros país se encontraban en estado incipiente por la falta de enseñanza sistemática. Debido a que la medicina era la ciencia aplicada de la antropo­logía corno ciencia pura, explicó la primera editorial, en 1924 se gestionó la creación de un instituto que se concretó durante el decanato de Agustín Gatti, y gracias a la intervención de Clemente Álvarez. Así nació el denominado Museo de Antropología y Anatomía Comparada, autorizándole a editar un boletín aspirando al canje interna­cional y nombrándose a Carlos Dieulefait, de la FACECYP, Jefe ad honorem de la Sección Antropología Estadística.38
La región cerealera, hacia 1929, sumaba cuatro años de bonanza, lo que se traducirá en aspectos edificios y nuevos emprendimientos institucionales. En tanto, las facultades de la UNL sufrían los efectos burocráticos de una intervención nacio­nal signada por una dura interna en el partido gobernante. La conjunción de estas dos situaciones explica en parte porqué en ese año tres asociaciones profesionales iniciaron la edición de sus publicaciones contando con el apoyo y colaboración de i itedráticos universitarios que en el 29 encontraron obstáculos en la difusión de sus instigaciones en las revistas de las Facultades.
El decano de la FACECYP, Rafael Bielsa, asediado allí por la intervención “yrigoyenista" que quería desplazarlo junto a sus consejeros "por su pasado alvearista", y sin recursos para editar la revista de su facultad, impulsó  desde la presidencia
del Colegio de Abogados de Rosario, la aparición del primer número de la Revista del Colegio de Abogados, que se edita hasta la actualidad. Bielsa compartió la dirección con Lui A. Premoli, y dividió la estructura de la publicación en tres partes: artículo de investigación y notas de actualidad, jurisprudencia y legislación, y asuntos propios de la institución y su relación con el medio. En ella escribieron abogados, magistrados y también profesores de la referida Facultad. El directorio del Colegio había  aprobado su edición con el objetivo principal de difundir la actividad institucional y además de que fuera una expresión auténtica de "la vida de estudio y  la acción colegiada". El hecho de que las colaboraciones fueran ad honorem inspiró dudas  sobre su futuro sin embargo la colaboración de los socios demostró todo lo contrario. Su director se preciaba de que en muy corto tiempo la publicación había alcanzado "reconocimiento y elogio" por parte de los juristas, la prensa, y las publicaciones análogas del extranjero.39 La publicación no se editó en la primera mitad de 1930  pero sí en la segunda, y a partir de allí, con regularidad.
En 1929 nació la Revista del Círculo Odontológico de Rosario, dirigida por Mario E. Laurens, su fundador. Se dividía en las siguientes partes: trabajos originales ( investigaciones de especialización, elaborada por egresados y profesores de la Facultad de Ciencias Médicas), transcripciones y traducciones, resúmenes bibliográficos (recibía en canje una veintena de publicaciones), vida institucional y noticias varias. Como demostración de su vertiginosa consolidación puede señalarse que en los ocho números publicados entre mediados de 1930 y mediados de 1931, se publicaron 22 trabrajos originales, 33 transcripciones y traducciones, y 36 comen­tarios bibliográficos. "Hemos tenido la honda satisfacción de ver transcriptos en revistas extranjeras similares, varios trabajos de colegas de nuestra ciudad, siendo esto una exteriorización palpable que se está formando en nuestro medio un centro científico desconocido hasta ya hace pocos años, que va mereciendo la consideración de nuestros colegas del exterior y cuya marcha ascendente se traduce en trabajos e investigaciones fruto de una disciplina y un indiscutible interés por problemas que día a día se ven planteados en nuestra especialidad'"";, reconoció Laurens.
Sin la envergadura de estas dos últimas revistas mencionadas y con expec­tativas apropiadas a las características especiales de una publicación de información con pocas páginas, comenzó a editarse también en 1929 el Boletín del Colegio de Escribanos de Rosario. Sus secciones: Notariado, legislación, jurisprudencia, y notificaciones de organismos públicos. Las autoridades del Colegio de Escribanos, y los redactores del Boletín, pertenecían al mismo tiempo al plantel docente de otras facultades de la UNL.41
Notas


18Boletín del Seminario de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, (Publicación Bimestral| Tomo I, Rosario, 1921 y 1924,s/p.
19Revista Médica del Litoral, publicación mensual, científica, ilustrada y de crítica. Año 1. marzo de 1921. N" I
20Ibidem, agosto de 1921 ,N" 6.
21Ibidem, septiembre de 1921, N" 7.
22bidem. marzo de 1922, N° 13.
23Ibidem, abril de 1922, N° 14.
24Revista del Centro Estudiantes de Medicina. Publicación Científica, Literaria y de Crítica Universitaria. Año VIII Rosario, Febrero-Marzo de 1927, N°. 32.
25Ibidem, julio de 1924, N"22.
26Revista Santa Fe Médico, año II. N" 5, Rosario, 1927.
27Lbidem,N°6.
28El Constructor Rosarino, de la Sociedad de Ingenieros, Arquitectos, Constructores de Obras y Anexos. Aparición mensual. Año III. Rosario, enero de 1928, N° 51
29Ibidem, abril de 1929, N° 66.
30Ibidem. octubre de 1929. Nº 72.
31Ibidem, N° 76, febrero de 1930.
32Revista de Medicina, N" 20, Rosario, marzo de 1928.
33Ibidem, N° 22, mayo de 1928.
34Ibidem, N" 60, del año 1932.
35De Marco (ii) Miguel Angel, Rafael Bielsa y la conformación de un nuevo modelo deformación científica universitaria. Apartado de la Revista de Historia del Derecho, N° 35. Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires, 2008, p. 83-171.
36Ibidem.
37Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas de la Universidad Nacional del Litoral (en adelante RFCECP, 3 serie, tomo I, número 1, 1930.
38Boletín del Museo de Antropología y Anatomía Comparada. Facultad de Ciencias Médicas. Rosario. Universidad Nacional del Litoral. Vol. 1. 1928.
39Revistadel Colegio de Abogados de Rosario, Tomo 1, N"2, diciembre de 1929, p. 443.            . •
40Revistadel Circulo Odontológico de Rosario, Año III-Rosario, julio de 1931. N°2., p. 234.
41Boletín del Colegio de Escribanos de Rosario, Enero, febrero, marzo de 1933. Año IV.

Fuente: Extraído del Libro “ Ciudad Puerto- Universidad y Desarrollo Regional,  Rosario 1910-1968” Autor : Miguel Ángel De Marco (h) Editado en diciembre 2013