viernes, 31 de octubre de 2014

LA VIDA URBANA



    Las pretensiones artísticas y literarias hallan ámbito propicio para su florecimiento: el costurero es reemplazado por el atelier, las mansiones se llenan hasta la satu­ración de objetos de arte y de anti­güedades certificadas, compradas por cormaisseurs: se difunden las réplicas de estilo en el mobiliario y las señoras escriben novelas de viajes y recuerdos de infancia. La vida comunitaria, visible en el há­bito ciudadano de ir a las plazas, se pierde en esos anos iniciales del siglo y hasta pasado el Centenario y las multitudes sólo concurren a ellas para alguna manifestación o para las fiestas patrias, que tam­bién languidecen. Los visitantes ilustres son recibidos con grandes celebraciones, banquetes, bailes de disfraz y veladas de ópera... pero a puertas cerradas.
Córdoba y San Martín era —re­cuerda Berdou en "Motivos de mi ciudad"— la esquina "de las gran­des reuniones de caballeros, ad­quiriendo mayor incremento en las horas apacibles del atardecer en que, como avanzadas de la quietud nocturna, crean ambiente repara­dor a las tertulias. Como centro de reunión, ocupando el rango de ca­racterísticas  superiores, existió durante largos años el Bar Cifré". Se llamaba, en realidad, "Bar Vic­toria", pero se lo conocía por el nombre de su dueño Ramón Cifré. Su interior se ampliaba y redecoraba continuamente, incluso a sugerencia de sus habitúes. Luego se trasladó a su emplazamiento final en el Palacio Fuentes.
De los otros cafés, centros de la vida nocturna, se recuerda al "Germania", con compartimientos re­servados, y al "Colón", en Córdoba y Entre Ríos, que pasaba por ser el más distinguido. Para las reunio­nes familiares la favorita era la confitería "La Perla", en Córdoba y Maipú, que alcanzaba su brillo máximo los domingos, después de la misa en la Catedral.
El interés por lo cultural, a su vez, alienta en la fundación de nuevas escuelas, especialmente de enseñanza media. Hasta ese pe­ríodo, las más importantes habían sido el Liceo Inglés, en Corrientes y Wheelwright y el de Pando, frente a la Plaza Santa Rosa. Surgen en­tonces la Escuela Nacional de Co­mercio, el Liceo de Señoritas, el Colegio Nacional N" 2 y los profe­sorados en el Normal N" 1. Tam­bién se construyen algunas escue­las primarias, aunque continúa el déficit de bancos y de edificios, casi todos alquilados. A fines del perío­do, todavía el 30 por ciento de los niños en edad escolar no concu­rren a la escuela.
  Una preocupación mayor fue­ron los proyectos para la creación de una universidad local. En 1917, Araya funda la Universidad Popu­lar en el Normal N" 2, que luego deriva en el Instituto Social. Final­mente, en 1919, después de una serie de concesiones políticas, se le permite a Rosario contar con tres casas de estudios superiores: las facultades de Medicina, la de Ciencias Económicas y la de Ingeniería, con sede en la Escuela Industrial, las que serian luego englobadas por la Universidad Nacional del Li­toral.
La Biblioteca Argentina, mien­tras tanto, era ámbito de realiza­ción de vastas actividades cultu­rales generadas por la Agrupación El Círculo que, sin embargo, en los primeros años debía servir un por las tardes para atraer público a sus actos. También de esta época datan las asociaciones profesiona­les: Colegio Médico, de Abogados, la Comisión Municipal de Bellas Artes y la filial local de la Academia Nacional de la Historia.
   Dentro del campo cultural el te­atro era. sin duda, el aconteci­miento considerado como mejor exponente de la categoría social. Tomar abono para la temporada lírica constituía una obligación moral para algunos círculos que —en su defecto— veían peligrar su inclusión dentro de la "aristocracia mercantil". Si bien los costos dis­taban de ser bajos, para figuras y conjuntos extranjeros siempre so­braban los espectadores...
   El boom del cine se extendió rápidamente. Las primeras exhi­biciones se realizaban en los cafés y "mientras las cintas se desarro­llaban, un experto pianista inter­pretaba en el teclado los estado' del alma por los que pasaban los personajes". Al terminar, había ovaciones y palmas y la orquesta tocaba valses alegres. A algunos locales les fueron quitadas incluso las columnas que obstaculizaban la visión, y en 1912 ya había doce salas con servicio de bar. Su di­fusión continuó en los años si­guientes apelándose a diferentes recursos —la rifa de una pelota de fútbol o de una muñeca rubia en la matinée de los domingos— para atraer a mayor cantidad de pú­blico.


Fuente. Extraído de revista “ Rosario aquí a la vuelta” Fascículo Nº 11. Autoras: Ana M. Rigotti – Isabel m. DE San Vicente. De abril 1991.