martes, 28 de octubre de 2014

EL CRECIMIENTO URBANO



   En este período la ciudad creció siguiendo la coherencia ló­gica de la especulación inmobilia­ria que dominaba en los proyectos concebidos para regular su expan­sión. Algunos terminaron en fraca­sos como el de la Gran Avenida Central propuesta por "La Inmobi­liaria", empresa presidida por el Dr. Daniel J. Infante, propietario de la primera línea de transporte al barrio Godoy. Consistía en una diagonal que, desde la Plaza de Mayo, atravesaría el Parque Inde­pendencia para culminar, por Ave­nida Godoy, en el pueblo de Pérez, con aceras sobreelevadas a la al­tura de un primer piso y conec­tadas por puentes peatonales. Al mismo empresario se debe tam­bién la construcción del Barrio Obrero Arrillaga, sobre Bulevar Avellaneda, algunas de cuyas vi­viendas estilo "Monterrey" subsis­ten todavía.
Mientras tanto, la ciudad se ex­tendía como una mancha de acei­te, rellenando los vacíos entre el casco central y los barrios periféri­cos, sorteando no sin dificultad la densa malla de vías férreas que parecía sitiar a Rosario. La conso­lidación del tejido urbano es visible pero no por ello desaparecen las viviendas precarias, o provisoras censor, tanto para vtvJ para oficinas. De todo cuenta el censo de la 1929 que consigna 38.125 das de un piso de material de madera, 666 de zinc y adobes. Señala asimisr- : = tencia de 697 construí dos pisos, 81 de tres, 15 < 4 de cinco y una de ses _
En los nuevos barrios parte, proliferaban los inquilinatos donde la promiscuidad y las pé­simas condiciones de habilitabilidad superaban lo aceptable, aun para una sociedad fundada en el "dejar hacer". Abundaban tam­bién los departamentos de pasillo, modo de lucrar con la renta ur­bana al alcance de los pequeños propietarios.
El presupuesto municipal era reducido y con él las obras pú­blicas. Pese a ello se construyeron mercados: el Central, el de Abasto, el Modelo y los nuevos mataderos. Hay conflictos por renovaciones innecesarias del pavimento y por la prestación, el monopolio y las tarifas de las empresas de servi­cios. En 1923 aparecen los pri­meros ómnibus y la electricidad reemplaza definitivamente al gas en el alumbrado público. Por esa época, el Jardín de Niños, el bal­neario municipal, la plaza Santos Dumont, la terminación de la Ave­nida Belgrano y de la Bajada Sar­gento Cabral, embellecieron la ciu­dad.
En cuanto a edificios públicos, en 1916 finaliza la construcción de la Jefatura de Policía, proyecto de Pero y Torres Armengol, de un eclecticismo que ya ha abandona­do las proporciones clásicas.
También se concreta el nuevo edificio de la Aduana y el Palacio de Correos, que ua ungen a una dura controversia pública a partir de que se exige la demolición de la estructura de sus cuatro torres — semejantes a las del Palacio Salvo de Montevideo o al Barolo porteño de Avenida de Mayo— porque de­jaba fuera de escala a la Iglesia Matriz... En ese momento, la Bolsa de Comercio organizó una comi­sión para la defensa del edificio, en la que participan miembros del go­bierno, central. No fue suficiente y las torres del disenso fueron demo­lidas y reemplazadas por falsas mansardas.

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario Historias de aquí a la vuelta”. Fascículo Nº 11 de  abril de 1991. Autoras: Ana M. Rigotti – Isabel M. de San Vicente.