jueves, 16 de octubre de 2014

CACHILO




¡Qué insondable y misteriosa es la mente humana!
¡Cuántos mundos diferentes giran en el li­mitado espacio de nuestro cerebro!
¡Cuánto amor, cuánta decepción, cuántos sue­ños alcanzados o deshechos, se agitan detrás de esa máscara que llamamos rostro!
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que cada hombre es un universo sin orillas, que puede contener toda la realidad y toda la irrealidad que somos capaces de imaginar?
¿Por qué Higinio Alberto Maltaneres deci­dió una mañana borrar su nombre, los nombres queridos, su casa, su vida y salió a la calle a es­cribir en los muros signos y palabras que serían la muestra de su rebeldía?
¿Qué barreras insoslayables apartaron a ese hombre secreto, original y distinto, de la bana­lidad de la vida?

distinto, de la bana­lidad de la vida?

¿Qué mandato superior lo convirtió en le­yenda y permitió que la memoria ciudadana de­safiara al olvido, contradiciendo su determina­ción de borrarse?


Nunca sabremos con certeza quién era
porque cambió su nombre,
por el nombre de un ave
y su traje pesado, por un soplo de alas.
De él, sólo sabemos de su propio destierro,
que fue como un ensayo de la muerte
y una resurrección, hasta que a solas,
en la orfandad brutal de la intemperie, juntando los retazos dispersos de sus sueños, escribió alucinado, un verso inacabable, en la página blanca, de la pared vacía.

Se fue con el secreto y se llevó la clave del mensaje cifrado que giraba en su sangre.
 

Acaso en esta hora, perdido entre las nubes, esté absorto, labrando,

la otra cara del muro.

Fuente:Extraído el poema del Libro “Rosario Intimo de la Autora María Esther Mirad Editorial Gótica de noviembre 2007