miércoles, 23 de julio de 2014

A LA CUARTA ME VOY



"— ¡ Decirme, che! . . . ¿Has sido sargento del 6o?.
¡Sí, señor!.
¡Con razón te piden de la 4ta! . . . ¡CIaro!. ¡Se llevan los mejores agen­tes y lo dejan a uno aquí con puros gallegos! . . . ¡Mirá! . . . ¡Te vas a quedar conmigo; te voy a enseñar para pesquisa!".
José S. Alvarez (Fray Mocho)
"Agente - ¡Un momende!. ¡AIto!. Aquí está la autoretá. ¿Cosa sucede?".
Augusto Garrido y Juan Agustín Honres "A 0.05 el copetín"
Saliendo de la estación propiamente dicha, el barrio de Súnchales con­tinúa hacia el centro de la ciudad. La zona que va desde la calle Ovidio Lagos hasta el boulevard Oroño, delimitada por la calle Salta, al Sur, y la av. Wheelwright al Norte, contiene, además, el límite entre la seccional 9a. de policía y la seccional 4ta., todo dentro del barrio de Súnchales, por supuesto. La arteria principal del barrio señalado, es Güemes.
"—En la calle Güemes de la sección 9a., por aquellas épocas, cuando llo­vía torrencialmente se formaba un río. Entonces existían aquellas bateas cuadradas grandes que usaban las mujeres, ¿se acuerda?. Los muchachones, nosotros entre paréntesis, tirábamos las bateas y las usábamos como canoas. Así nos divertíamos, mientras los comerciantes ponían estopa en las hendijas de las puertas para que no se les entrara el agua". 1
Entre los numerosos comercios de la zona, hay uno que concita la mi atención de las amas de casa, especialmente de los habitantes de algunos  conventillos cercanos. Es que el precio y la calidad no se consiguen así tu unas.
"—En la calle Güemes, entre Callao y Rodríguez, existía una famosa po­llería, ocupada después por los hermanos Giarda que pusieron venta de quesos y fiambres. La pollería había sido de Seijas hermanos, quienes se fundieron con el correr del tiempo. Uno de ellos tiene en Buenos Aires actualmente, no recuerdo la calle, un pequeño quiosco de cigarrillos. El otro murió".2
Como sucede muchas veces, basta un defecto físico para rebautizar a una persona y también el negocio que posee.
" En Güemes y Rodríguez, donde hoy existe una peluquería grande y
unos edificios, enfrente, sobre la ochava de allá había un almacén llamado
El Almacén del Jorobado por el defecto que tenía su dueño. Cerca de ese
negocio de comestibles existía una tienda, que era la tienda de Baldrica.
i
también estaba Núñez, que tenía una herrería donde le sacaban el haba a
los caballos y había quien el haba la comía frita. Don Manuel Núñez, dueño
de aquella herrería de caballos, tenía como herradores a un tal don Juan,
 llamábamos "Yoanín", y a un tal Expósito que todavía vive y tiene una pequeña herrería por la avenida Alberdi, por ahí. . . Bueno, en una de esas, uno de los caballos que estaban herrando le dio una dentella­da en un brazo a este Yoanín. Le aconsejaban de que fuera a hacerse ver, a aplicarse . . . ly no, y no, y nol, la cuestión que este hombre murió ra­bioso, desesperado. Falleció. Don Manuel Núñez en su tiempo, fue un gran radical de Santa Fe; no ocupó grandes cargos, pero fue fiel al parti­do".3
Súnchales da para todo. Hasta para una guerra religiosa. Alguien reme­mora una cruenta pelea entre árabes por motivos de creencias acaecida por la época en que Ripley aún estaba en pañales.
"—¿Así que hubo una pelea entre paisanos?
—Fue frente a la mueblería Gatti, aquí, en la calle Güemes. La casa toda­vía existe. Allí vivían como treinta o cuarenta árabes .. . — La batahola fue por cuestiones de religión, ¿verdad?. —Si, porque los árabes somos muy religiosos .. . Entre los paisanos había gente de todas las religiones . . ., católicos, musulmanes, ortodoxos y que se yo. Entraron a pelear a cuchillo y a lo que viniera".4
"—En la calle Güemes existían unos conventillos grandes que estaban ocupados por gente árabe, muy buena gente. Pero, había tendencia en las religiones, una buena mañana salen de un bando y salen del otro, con las patas de los catres en la mano y con las maderas que tenían, algunos da ellos con un revólver, y, entre paréntesis, cuando intervinieron los escua­drones y que se yo, hirieron un caballo que lo mataron, que lo atendió al nombrado don Manuel Núñez.
—Yo ya tenía conocimiento de que se había armado una gran batalla allí, —Gente muy buena los árabes, pero ellos en su religión cada uno defendía su parte. Yo he tratado mucho con los turcos, con los árabes. Entre pa­réntesis he comido varias veces con ellos aquellas tortas que hacen con la carne picada y con el trigo, ¿eh?. Ahora, claro, automáticamente esa gen te ha desaparecido toda".5
Un poco más adelante, una famosa fábrica de alpargatas da trabajo i varias docenas de mujeres y hombres.
"—La fábrica de alpargatas era de don Ramón Albeloa quien con el correr  del tiempo se fundió. Una de las hijas era casada con uno de los Luciani, j hermano del que estuvo en Investigaciones y que no hace mucho una mili jer lo mató de un tiro.
—¿Y, dónde tenía la fábrica de alpargatas Albeloa?
—En calle Güemes, casi esquina Pueyrredón. Yendo yo para la ciudad de Córdoba, de esto hace dos años más o menos, lo encontré sobre un chalet  donde vendía Coca—Cola y cosas al paso. El hombre me conoció: "¿Cómo le va —me dice—, ¿que tal?". Al poco tiempo veo en el diario qua don  Ramón Albeloa había fallecido".6
El recuerdo de un siniestro personaje llamado Aramburu, trae aparajfl da otra vez la casi inevitable referencia a El Gato Casartelli.
"—En la esquina de Güemes y Pueyrredón vivía el famoso Francisco Aramburu. Este señor tenía una quinta y acostumbraba emplear siempre a sus órdenes a gente indefensa. No les pagaba, los engrupía de que tenía plata en el banco. Tenía una pobrecita ahí, media tontita. El vivía acá, y al lado tenía una famosa cochera con unos hermosos caballos negros y un famoso coche Milord de capota baja. Todos los días ponía un aviso en el diario: "Necesito cochero", no le duraba ninguno, "necesito coche­ro . ..", "necesito cochero ...". ¿Usted sintió hablar de El Patón Tecce? —Si, y lo conocí también. —Bueno, resulta que este Aramburu hacía sacar el Milord una hora o dos antes de que el saliera a pasear, y lo tenía frente a la puerta de su casa por Pueyrredón. Un día fue El Patón Tecce a trabajar con el . . . Salieron por el parque Independencia y que se yo. Por ahí. no se que discusión tuvo El Patón Tecce con este don Francisco Aramburu, que le largó las riendas ahí nomás y el dueño tuvo que subir al pescante y manejar con la mujer sentada atrás.
-¿Y, por que razón no le duraban los cocheros?.
¡Es que era un tipo muy exigente, y encima no le pagaba a nadie!
 Una vez un cobrador que no lo podía encontrar nunca en la casa, viene que un día lo encuentra en un tranvía: "Vea, don Francisco, que casuali­dad ..." "Bueno, dijo Aramburu, bajá que te voy a pagar". Cuando bajó lo cagó a tiros. Otra vez encontraron a dos hermanos que le atendían la quinta muertos los dos, y yo no creo que un hermano se mate con el uno. A el no se le pudo comprobar nada, pero se dijo que los hermanos le exigían a Aramburu el pago de lo que este les debía. Era un tipo que te­nía plata y hacía lo que quería. Como El Gato Casartelli, que vino a mo­ni de hambre ahí de comisario, y estaba en un rincón mientras los oficiales le  hacían las cosas.
--Así que al final Casartelli murió en la miseria . . .
--Si, y eso que llegó a ser jefe de Policía.
--¿ Jefe de Policía?
--Estuvo cuatro horas. Se había ido fulano, no estaba mengano y le tocó a él. Entonces, ¿sabe lo que hizo?. Se fue al Savoy, lo hizo sentar a un vigilante que estaba en la esquina y le dijo: "Toma, y yo también...". Porque no le gustaba tomar solo. Otra anécdota de este hombre, fue una apuesta que hizo de que, a las 11.30, cuando la gente salía de misa, en la esquina de Maipú y Córdoba el hacía cagar una mujer, la hacía ir de cuerpo. A las once y media llegó la mujer y se cruzó del Jockey a La Perla v ir hizo ganar la apuesta a Casartelli. Vea„cuando fue comisario de la se-iimmili parecía escapado de un saínete. Lo que menos podía ser era comisario…."7
Una gran zanja, que partía las postrimerías del barrio de Súnchales en dos, pasaba portal  medio de la calle Pueyrredón. Era el famoso "zanjón de Puyrredón” 8

“—En calle Güemes y Pueyrredón había un gran zanjón que arrancaba de
Pueyrredón, donde está el galpón de máquinas y terminaba en la avenida Pellegrini Pero no era un zanjón así nomás, ¡ era un zanjón inmenso!. De este costado, corría el tranvía número 2. Se hizo una huelga, y tiraron el tranvía al zanjón, y también tiraron  una jardinera usada para reparto de pan cuyo dueño era, en ese tiempo, don Juan Vaschetti.
- ¿ El mismo apellido de los que tienen bodegas?
- Eso es, es pariente. Juan Vaschetti era aquel hombre gordo a quien le decíamos
 Yoanín y que tenía la panadería en la calle Güemes, entre Pueyrredón v la otra. Bueno, en el asunto de la jardinera, al final sacaron el caballo vivo. En Güemes y Pueyrredón, sobre la esquina de allá, estaba el almacén La Patria, de los hermanos Peña, uno de los cuales mató una noche a un guapo. Asustado, lo mató el hombre. En la misma esquina, de los costados, existían los parantes del zanjón hechos de material, donde se sentaba mucha gente. En la otra esquina había un almacencito donde mi finado padre Iba a tomar su ferroquina Bisleri antes de comer. Por Pueyrredón había una casa de citas".9
En el zanjón de Pueyrredón, donde a veces caen ebrios y dormidos, suelen encontrarse ocasionalmente pandillas de chicos, algún linyera, y no pocos fugitivos de la justicia como el excelente dibujante rosarino Arístides Rechain 10 quien, a raíz de una muerte buscará refugio mo­mentáneo en la misteriosa hondura. Ya en el límite entre la sección 9a. y la 4ta., siempre yendo hacia el centro por el barrio de Súnchales, una co­nocida sastrería resulta ser mojón y posta para los que siguen calle abajo.
"—Una famosa sastrería estaba en la calle Güemes, entre Pueyrredón y Santiago. Se llamaba Eiris. Yo conocí a todos los de la familia, uno de ellos es el doctor Ernesto Eiris. El padre de el, o sea el sastre, hará unos seis años que falleció". 11
Pasando la calle Santiago se entra en la sección 4ta., reino de los anti­guos-prostíbulos trasladados a Pichincha. Sin embargo, funcionarán toda­vía y por algunos años los típicos clandestinos.
"—Una madrugada caímos a Los Genoveses, el boliche ese que estaba en Güemes y Balcarce, Agustín Magaldi, Santiaguito Arrieta, la Victoria Tre­jo y yo. Vea, como sería esta embajada que estaba recorriendo la calle Güemes, que los dueños de Los Genoveses juntaron tres mesas para que bailara la colombiana arriba . . . También estaba allí El Chueco Carlos, aquel famoso marido de Clara Sánchez de Arguelles, alias La China Clara. — ¿No tenía un clandestino?
Claro. Estaba a la vuelta, en la 9a. Cuando las cosas no andaban bien en el clandestino, decía La China Clara al levantarse por la mañana dirigiéndose a Carlos Arguelles, que así se llamaba El Chueco: ". . . ¡Siquiera viniera una tormenta de porongas de la isla y se ensartaran todas aquí, a dos mangos por cabezal. . ." Era una china colorada, me acuerdo, y a la ma­ñana miraba siempre para allá, para la isla . . . —¿Y que fue de El Chueco Carlos?.
—Perdió media pierna . . . media canilla. Una vez lo agarró el tren, ¿no?, y el hombre explotaba la situación. Le habían puesto un pedazo postizo de pierna y cuando no le querían servir más en algún boliche, decía: ¿Ah, sí?: Me tiro al suelo, desarmo la pierna y la tiro a la mierda!". Tenía un tornillo en la pierna y el buscaba de hacer escándalo, que viniera la gente y la Asistencia Pública también. Siempre estaba en El Baturro . . . debe hacer como veinte años que habrá muerto". 12
Caminando por Güemes hasta la calle Alvear, una cuadra más y se lle­ga hasta bulevar Oroño. Por este, yendo hacia el río, se desemboca en la calle Rivadavia. En la esquina campea la parrilla de Reyna y en la otra es­quina, sobre Rivadavia, un famoso conventillo llamado El Portón de Fie­rro. Pese a los años transcurridos el inquilinato seguirá en pie, aún en los momentos de escribir este libro.

"—El Portón de Fierro, que existe en la calle Rivadavia casi esquina Oro-ño, era un conventillo famoso donde vivía mucha gente. Hubo varias muertes ahí, en la esquina. Y cuando moría un chico adentro, antes de enterrarlo lo tenían ocho o diez días, lo pasaban de pieza en pieza y juga­ban al botón, aquel juego que se hacía con las manos cerradas y el botón adentro. Todo esto hasta que intervenía la policía. —¿Iban presos?
—No. Enterraban al chico y listo. En esa zona fue donde El Inglesito abrió a un ruso de abajo arriba. En la parte de atrás del Parque Norte, donde están los barrilones del Ferrocarril, existía la calle Las Heras. Con el tiempo vino la expropiación de las casas de ahí para levantar la nueva estación que jamás se hizo. —En Las Heras había clandestinos, ¿verdad?
—Si, siempre hubo. Le sacaban el sombrero a la persona que pasaba y el hombre tenía que entrar a la fuerza para que se lo devolvieran. Entonces era cuando lo entusiasmaban al tipo para obligarlo a hacer uso y sacarle la plata. Cerca de ahí, en Balcarce y Rivadavia, estaba el no menos famo­so Almacén Los Chivos que daba justo a la entrada del parque".13
Muchos años después, la revista Monos y Monadas hará un epitafio al Cortón de Fierro. Pero, prueba de que los epitafios no matan, el conventi­llo sobrevivirá a toda aquella época. Diría Monos y Monadas, allá por 1935:
"Parece que fue ayer.
"Rivadavia al dos mil cien. Sobre el costado de los números impares, aún permanece ni unta, como boca de lobo, la puerta del conventillo que otrora fuera albergue de gente maleante, y que hoy lo pueblan tranquilos trabajadores, muchos de los cuales. Minoran, tal vez, la historia de aquella casa.
"Lo que era el barrio Norte.
 "La historia del barrio norte, historia de pecado y de miseria, ya ha sido contada en .divisas ocasiones en distintos tonos. Allí germinaron las pasiones y estallaron Odios, que luego tuvieron desenlaces trágicos y sangrientos. La calle, la última hacia ni norte, recostada sobre el paredón del Ferrocarril Central Argentino, diríase que (un o, propósito para los trágicos encuentros a cuchillo, que hace años dieron amplio mina a las crónicas policiales.
"El conventillo.
"Y para que nada faltara, el conventillo, con su medio centenar de cuerpos alinea­do! y puerta eternamente abierta, ofrecía fácil refugio a los que huían de la autoridad. protegidos por las sombras, ya que la escasa luz del mortecino farol de la esqui­na, mezquinaba sus resplandores, lodo era cómplice allí de la gente que vivía y animaba el barrio: Las mujeres que ofrecían sus encantos a bajo precio, las puertas semicerradas de los tugurios y la quieta oscuridad de la calleja. Un desafío. Una puñalada-Un cuerpo caía y un hombre que se perdía entre la oscuridad del patio del conventillo. No fueron pocos los malhechores que la policía encontró ocultos en el. De allí una madrugada lo sacaron esposado a Villalba, el temible criminal que atentara contra la vida de un conocido abogado de nuestra ciudad, a quien solemos ver hoy sanov rozagante.
"Poco a poco.
A medida que el tiempo transcurría, íbase barriendo del barrio, todo cuanto tenía
de pecauinoso. Ya queda poco de lo que fue. Alguno que otro empecinado habitante se resiste al empuje del progreso. El conventillo motivo de esta crónica, permane­ce todavía con su viejo portón abierto. Pero las oscuras sombras de su época pasada han desaparecido. Hay luz y hay flores en su patio. Flores que cuidan manos obre­ras callosas y honestas. Tal vez alguna mano arrugada ya por los años, manos que fueran de mujer pecadora, rieguen por la mañana tiestos floridos. Allí', habitando la vieja casa quedan las últimas mujeres, de aquellas que dejaron por esas calles su ju­ventud. Allí quedan las que no quieren salir de el conventillo llevando acuestas la vergüenza de su vejez.
¿Pronto desaparecerá?.
"Tal vez. Entonces habrá llegado el momento en que el poeta suburbano le cante la milonga sentimental que se merece. Que vaya, pues, por de pronto, templando la viola, pues la oportunidad se aproxima. Tenemos informes ciertos de que, en breve, será demolido ese conventillo. Entonces será el momento para que la musa senti­mental del suburbio pueda lucirse".14
La zona, no solamente es asiento y recorrido de guapos. También los semi—guapos abundan, tratando de ganar la fama que los catapulte a la si­guiente categoría.
"—Resulta que en Los Chivos, de Rivadavia y Balcarce, pasó un caso jodi-do con un guapo y un semi guapo. Andaban en bronca los dos y estaban por agarrarse a puñaladas cualquier día ... y los secundones de ellos que­rían hacerle hacer las paces porque se veían venir que cualquier día se ar­maba el despelote. Entonces, arman una partida de naipes, y El Flaco Pa­lacios, que era medio habilidoso, le dice a otro: "Vos tira las cartas..., y busca que salgan de compañeros, que saquen reyes los dos". Entonces ti­raron así, y los dos estos no se hablaban, se miraban como sapos de otro agujero. El Flaco Palacios acomoda el mazo como el sabía y cuando da, el primer rey le toca al guapo y después, el segundo rey le toca al semi gua­po. El primer rey tenía que ser mano. "Muy bien", dicen los presentes y el tanteador también. Empiezan a dar las cartas y mire lo que duró la par­tida: agarra tres barajas el guapo este y . . . ¡que mierda se iban a mirar si se tenían bronca!. . ., ni se hacían señas. Uno, entonces dice: "¡Voy co­mo para romperle el culo/", y el otro: "IA ver como me chupas las pelo­tas, carajo!". Se levantaron, sacaron la faca cada uno, y ahí nomás se pa­learon. Ni el tanteador alcanzó a tantear".Í5
La seccional de policía trabaja en forma. Quienes vivieron aquellos j tiempos, no omiten la referencia obligada:
"—Cada sección tenía su vigilante característico. ¿Te acordes de la cuarta?.
—Un turco había.
—El turco grandote. Cuando los patrones del quilombito no lo arreglaban, el taquero le mandaba al turco de la esquina. Tenía unos trancos mas largos que un avión. —Serio era el turco.
—No agarró cinco centavos en su puta vida. El que iba al muere era el ta­quero si lo llegaban a sacar a ese vigilante de ahí. Ese era asunto suyo v nunca lo sacaron de la sección cuarta.
—Era cuando estaba aquel negro Delgado, ¿te acordes?, de comisario .., 1
—Ah, si.
—. . . En tiempos de Bossano Ansaldo. Comía cualquier cantidad de asa 1 do. Era nacido por el departamento San Martín, en los pagos del doctor Rébora, por allá. Ya habrá muerto, era grande el hombre. Otro rico tipo era uno nacido an Casilda . . . aquel comisario Florentino ... estuvo en la novena dos veces, después en la tercera". 16
Alguien aporta dos datos que permiten rectificar con fundamento ios tantos hechos comentados en un trabajo anterior:
"—En la sección cuarta, recuerdo que El Ingresito, que era un patrón de prostíbulo, tuvo unas malas palabras con un ruso que también era dueño de quilombo y de una puñalada lo abrió de abajo para arribe. Otro homi­cidio aconteció en bulevar Oroño y Jujuy donde fue muerto don Juan El Sucio, dueño del café que todavía existe allí.
—El café de Juan El Sucio y La Blanca Rosa, ¿no estaba en Oroño y Sal­ta?
—No, no, no. El café donde lo mataron a Juan El Sucio fue el de Jujuy y Oroño.
—¿Jujuy y Oroño?. Cual, ¿el Victoria?.
—Si, el Victoria. Allí, en el actual Victoria mataron al primitivo dueño pa­ra quedarse con la mujer. Todo fue por el asunto de la mujer y mataron a este pobre hombre.
—Vea que voy a tener que rectificar un dato publicado ya. —Rectifique, nomás  17
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"—En la calle Oroño, entre Brown y Jujuy, en una casa de altos donde su­po vivir el doctor Lo Valvo años atrás, se estableció una especie de casa de juego. Entonces, parece que tuvieron unas palabras . . . — ¿Fue cuando lo mataron en un pasillo a El Peligroso? . .. -ICIarol. El otro de atrás del árbol le dio al Peligroso. Y ahí terminó su vida. Al Peligroso lo mataron en la vereda de bulevar Oroño. —¿Cuando iba a entrar a la timba?
No, no, no. Cuando salía de la timba . . . -Me la contaron al revés.
—. . . lo esperaron detrás de un árbol ... lo esperó el otro que ya había tañido palabras, y le tiró". 18
Otros personajes que hacen su pasaje son los clásicos vendedores ambulantes. pescadores, maniseros, lecheros, etc.. Hasta los llamadores del ferrocarril andan tupido por la sección cuarta.
" Antiguamente existían los llamadores del ferrocarril, que iban a despertar a los maquinistas para que no se durmieran. Creo que todavía hay . . . Bueno, había dos que eran famosos: Trincheta y el payador Coló-I ni Eran llamadores a caballo. En aquel entonces, hasta el diario La Capital se repartía a caballo. También los tupines se vendían a caballo. Hacia un  lupinero que era más malo que la mierda: " Saladito duche!", decía don Giocco que meaba los lupines para que se hicieran más rápido. Vivía en un conventillo de la calle Pueyrredón entre San Lorenzo y Santa Fa, a mitad de cuadra. JEI vivía en una pieza chiquitita y meaba adentro de los  frascos para que fermentaran mas pronto. Después estaba don Pascual  vendía la ricota .. .
. . En el parque Independencia había una familia que vendía pasteles y nosotros le habíamos puesto Los Pastelitos. Los hacían ellos y los ven­dían a cinco guitas . . . ¡eran una cosa bárbara!. Tenían una masa . . .
¿Te acordes cuando hicimos el comité de Gibelli en la calle Balcarce?. Había un gordo que paraba en Güemes y Oroño y que vendía unos caño­nes con crema adentro, jesuitas y pasteles... ese también tenía una mer­cadería de primera en esos carros con ventanas de vidrio. A lo mejor la masa tenía mas sebo que la mierda, pero Ique nos íbamos a dar cuenta con el hambre que teníamos!.
—¿Y los turcos que vendían aquellos turrones de color rosado que rom­pían con el martillo . . . no, con un hachita, y lo vendían así, de a peda­zos en un cucurucho?.
—Después estaban aquellos que tenían una matraca que hacía tac—tac . . tac—tac, golpeaban un fierro contra un pedazo de madera . . .
Los barquilleros eran. Cada uno tenía su forma característica de anun­ciarse. Había otros que golpeaban en un triángulo y también los que so­plaban cornetas como los vendedores de churros, tortas fritas y factu­ras"19

En cuanto a locales de esparcimiento, hay varios cafetines, clandesti­nos y un par de cines.

"—Yo conocí el cine Pampero en el año 1924, cuando fuimos con Abel Bedrune a hacer unos carnavales fenómenos. Yo recién empezaba, y justa­mente debuté ahí. Me acuerdo que bailaban Joaquín Martiño con "La Brasita", Puertas, Domingo Gaeta que está en Buenos Aires y se casó con una artista ... El que bailaba el vals era un carnicero famoso de apellido Molina, que como se gastaba su pancita tenía que bailar con la espalda echada para atrás, ¡parecía un arco de flecha!, la panza así tenía. De ani­mador estaba el Poeta Aragón y Manolo Muñiz. La noche del debut fue Blanca Podestá y unos cuantos artistas más. Tanto gustamos, que al año siguiente para los carnavales nos vino a buscar el empresario don Luis Carpentiero para que tocáramos en el Teatro Olimpo que estaba en el centro, en la calle Mitre, entre Tucumán y Urquiza, donde está Pesado Castro ahora".20
“--A. lado del cine Pampero había un café cuy.> dueño se llamaba Pacottiy ahí íbamos a tomar cafe, cafe con, leche y jodiamos  de lo lindo tirando pimienta y bombitas de olor, cosas de muchachos. “Vean- nos decía Pacotti -, si quieren les doy plata para que vayan a tomar a otro lado, no me vengan acá a arruinar la gente". 21
"—En Salta y Oroño, había una confitería donde tocaba un tal Ariel quien yo le había puesto Comodigo. Yo tocaba con Juan Rezzano bien enfrente, en el Royal Park, donde se boxeaba y después pusieron el cine el Real. El dueño del Royal Park se llamaba Emanuelle y fue también propietario de Social Theatre, donde una vez que hubo un principio de in- cendio, encerró al operador en la casilla para hacerlo responsable del fuego.
— ¿El Social Theatre? ¿El que fue después cine Astral?
—Eso mismo. Y mira lo que son las cosas: el Astral terminó quemado" 22
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“En el cine Real y también en la Estrella, de Oroño y Jujuy se hacían los bailes de Carnaval. Me acuerdo que los palcos le tirábamos flores a los amigos que bailaban. Después nos íbamos a comer al famoso Monta­raz, del Saladillo".23
 Como personajes y sucedidos resultan ser la salsa de la recordación, salta  a la palestra de los testigos que aún sobreviven a aquellas épocas lejanas, la singular figura de El Negro Fran Fri.
"—Fran Fri tenía una busarda media regular. Feo era. Siempre se la rebus­có. Una vez tomó la comunión ... el se ponía en pedo con las chirolas que le daban por un día de catecismo . . . Bueno, fue a tomar la comu­nión, era medio oscurito ya y, ¿sabes que hizo?, le mordió un dedo al cu­ra. De chico era terrible, y de grande ... un día le pegó una puñalada a uno y para no ir en naca se piró a la isla y ahí vivió. –
¿Mucho tiempo estuvo?
-Bastante. Cuando fue la yuta a encamarlo, el dijo: "¿Cómo?" ... Y los otros: "Acá está, acá está". "El que me toque va a morir —dijo—, porque tengo la lepra". .., se le caía la piel. Entonces decía: "El que me toque va i morir porque yo tengo la lepra. Si me quieren llevar..." -¿Y lo llevaron?
¡Quien mierda lo iba a llevar!. La Suprefectura pegó la vuelta y se man­dó a mudar, lo dejó ahí nomás. Nosotros sabíamos ir a visitarlo allá y para que El Flaco Félix Soria pudiera pescar, el Negro Fran Fri se ponía a cagar en la canoa para afuera y venían los armados. . . ¡era un cebadero barbaro! ... Y así pescaba Soria. ¿Dónde es que estaba Fran Fri?
Bueno, cruzando el río, frente a la calle España tirando para la Estación Rosario Central, ahí estaba también El Negro Gabriel. Y cuando ellos se cruzaban para este lado, la yuta no lo tocaba porque el se la cantaba: "Si Dimiten me toca va a morir conmigo", decía Fran Fri. ¿Quién lo iba a tocar?. Se le caía la piel, pero no era lepra ... era otra cosa, no se".24

Entre tantos hechos, personajes y anécdotas como reúne la cuarta sección, no pueden  faltar los sucedidos en la carpeta, cuando ella representa  una institución en si misma para los pobladores y sustentadores del bajo fondo.

“Había un tipo vivísimo para el naipe, de apellido Menchaca. Igual que El Rengo Berto, quien se mató viniendo del lado de San Lorenzo, se llevó un caballo por delante y se mató. Este era un banquero de quiniela, muy buena  persona en esos menesteres . . . Todos eran buenos, pero muchas ni un i-l poncho no aparecía".25
Es indudable que entre los jugadores, el representante más conspicuo  es el famoso Rengo Berto:
“-Fernández, o sea El Chueco Honorio, que tenía las piernas así de chuecas
 un día en una cancha de bochas del Rengo Berto .. . Bueno, El Rengo Berto
 nació con las patas para afuera y fue operado por el doctor Vassaro en aquel tiempo: tenía las canillitas que parecían las de esos maniquíes de tienda vieja, y se le veían porque se arremangaba para jugar a las bochas. Y por ahí le dice El Chueco Honorio: "Don Berto...", le dice ¿Por qué no me presta las patas esas que no me presta las patas esas que tiene para bailar un vals?...”. ”¡Pero. .. I i Mira quien me oca mano che, el hijo de puta ese.. . y la puta que lo parió!", dijo don Berto a los que estaban con el, y al­zando la voz retrucó: "Vea . . . Fernandez, usted.. . usted me lleva una ventaja bárbara . . .1 i ¿que le voy a prestar para bailar el vals . . .?/". "¿Qué ventaja le llevo yo?". " ¡Usted puede cagar de parado sin ensuciar­se las piernas/". Entonces, El ÑatoIllia, cuya mujer era recontrachueca, exclamó: "Uy, ¡que ventajón que había tenido mi mujer y yo no me ha­bía dado cuenta.. .1". ¿Que le parece?.
—Como para contarlo por televisión, con la debida distancia, ¿no?. Era una persona de ingenio este Berto .. .
—Vea, Berto tenía cada salida ... En sus últimos años me venía a buscar algunas veces: "¿Que está haciendo?. Vamos para Casilda a jugar alguna .partida . . .", me decía. Yo no andaba mas en eso, yo estaba retirado, pe­ro ... lo acompañaba. Venía también Perito El Peligroso, un buen mu­chacho.
—¿En que lugar de Casilda era la cosa?
—Pasando esa localidad, a cincuenta metros de la ruta estaban unas casas viejas a cargo de un primo mió, Julio Berrini, que era diputado nacional. En esas casas se hacían partidas de dados que duraban hasta el otro día. Ahí solía ir el hijo de un chacarero alto y flaco que tenía dos colmillos bárbaros, parecía una foca ... le salían por acá, así, era un fenómeno, y se paraba entre medio de Berto que jugaba mala y otro, ¿no?. Se tiraba el cuatro . . . "Pago la doble". "Pago, pago", decía el dientudo ... le ganaba con el cuatro a Berto. Por ahí echan el diez, le gana con el diez, le gana con el nueve iy que se yo!. Entonces, El Rengo Berto se dio vuelta y le dijo: "No importa que pierda todo. Lo único que no quiero es que me de un tarascón". ¡Cómo se enojó el tipo!. También este Berto era más ofen­sivo, no se podía con él. —¿Sabe como murió?.
—Si. Tenía un chofer con lentes, Ezequiel, que manejaba, un viejo amigo de el. Berto en el único lugar donde dormía bien era en el auto cuando iba de viaje. Iba y venía dormido. El se sentaba adelante y dormía. Me acuerdo que cuando iba al escolazo en Villa Constitución y San Nicolás, decía que con Ezequiel iba tranquilo y Ezequiel no veía de aquí ahí. El caso es que Ezequiel no le hizo ni un raspón al auto. Cuando Berto agarró uno que tenía buena vista, se fueron a la mierda. Se llevaron un caballo por delante cerca de Pérez con el Renault".26
NOTAS

1/3 Calixto Gallo, id.id.
4   Pablo Miguel, id.id.
5/7 Calixto Gallo, id.id.
8   Zanjón de la calle Pueyrredón. De memorable recuerdo para los escolares rabo­neros de hasta hace medio siglo atrás, fue abierto en 1887. Primitivamente era continuación de otro zanjón
que corría por la actual avenida Pellegrini, desde la calle Sarmiento hacia el Oeste, paralelamente a la vía del Ferrocarril Oeste  Santafesino. Alcanzaba la calle Pueyrredón mediante un codo y se prolongaba por esta hasta desaguar en el río Paraná, luego de pasar por debajo de las vis» del Ferrocarril Central Argentino. El tramo que recorría por la avenida Pellegrini, en 1890, fue reemplazado por otro abierto en la calle Cochabamba y que se extendía hasta la calle Pueyrredón, para seguir por ésta hasta unirse al tramo ya habilitado de dicha calle. La excavación del zanjón demandó una inversión de sesenta mil pesos y fue cegado con motivo de pavimentarse la calle, trabajo dispuesto en 1917 para el tramo comprendido entre las calles Rivadavia y Córdoba. Wladimir C. Mikielievich. Apuntes didácticos. Estampas del pasado. En Revista de Historia de Rosario. Año VIL No 17 /18. Pág. 189. Enero-junio / Julio—diciembre. 1969.
9   Calixto Gallo, id.id.
 10  Aristides Rechain. Biog, Dibujante e ilustrador, n. en Rosario en 1888, m. en Buenos Aires el 1.12.1962. Fue alumno del maestro Mateo Casella y se inició como dibujante en el periodismo rosarino colaborando en el diario La Nota y varias revistas, entre ellas, Fígaro, Gestos y Muecas, etc. Luego de un acciden­tado episodio ocurrido en 1915 por el que estuvo detenido un tiempo, se tras­ladó a Buenos Aires, dando con sus ilustraciones una nota original en el perio­dismo de esa ciudad. Fue colaborador en el diario El Telégrafo y las revistas La Novela Semanal y Caras y Caretas entre los años 1920 y 1930, haciendo lo propio más tarde en los diarios Critica, La Epoca y La Tarde. Fundó una de las primeras academias de dibujo por correspondencia. Se lo ha considerado uno de los más originales dibujantes argentinos. La revista ro sari na Apuntes Históri­cos Revisionistas (1965/67), fundada y dirigida por el autor de este libro, re­produjo en casi todos sus números muchas de las ilustraciones que Aristides Rechain había publicado en el diario porteño La Epoca en el año 1950 para una sección especial que escribiera Fernando García Della Costa. Entre otros trabajos de Rechain han sido ponderadas sus colecciones de pelajes caballares, materia que aprendiera durante su encierro en la cárcel de Rosario en 1915. Wladimir C. Mikielievich. Diccionario de Rosario (en preparación).
11   Calixto Gallo, id.id.
12   Osvaldo Berrini, id.id. |
13.  Calixto id.id.
14   Monos y Monadas. Año I. No 36. Pág. 8. Rosario. 1.2.1935. (?)
15/16 Osvaldo Berrini, itLid.
17/18 Calixto Gallo, id.id. |
19  Osv.aldo Berrini, id.id.
20 Julio Schiavone, id.id.
21  Calixto Gallo, id.id. |
22   Julio Schiavone, id.id.
23 Calixto Gallo, id.id.
24 Osvaldo Berrini, id.id.  
25 Calixto Gallo, id.id.
26 Osvaldo Berrini, id.id


Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 2, del Tomo II . Editorial Fundación Ross. Año 2000