miércoles, 18 de junio de 2014

LAS SOCIEDADES DE AYUDA MUTUA



La Zwi Migdal era una sociedad de rufianes o caftens que había sido constituida el 1 ro. de mayo de 1906 con In denominación de "Sociedad de Ayuda Mutua Varsovia", los fines estaban implícitos en su misma denominación y de tal suerte procuraban estar a cubierto de cualquier sobresalto. Se ocupaban de financiar  la trata de blancas, resolver los innumerables problemas propios, del comercio prostibulario y otros negocios afines y de mantener "comprada" a la autoridad: jueces, funciona­rios públicos, policías y otros, de manera de facilitar su modo de operar impunemente.
Por desacuerdos internos en su momento, se produjo un cisma con la separación de los judíos rusos y rumanos que constituyeron a su vez la Sociedad Asquenasum, de iguales carac­terísticas. Por su lado, la Varsovia, integrada por judíos polacos, ante presiones del cónsul de Polonia en nuestro país, pronto se vio forzada a cambiar su nombre en 1919, adoptando enton­ces el apellido de su fundador, ya fallecido, Migdal, al que antepusieron el calificativo Zwi, con lo cual su nueva denominación: Zwi Migdal pasaba a significar en idish: "Gran Fuerza".
Entre los procedimientos preferidos por los rufianes para procurarse jóvenes estaba la seducción, validos de la inexperiencia de las víctimas, buscadas generalmente entre las clases sociales con necesidades económicas más apremiantes y donde, por lo frecuente, el nivel de instrucción resul­taba escaso. Los pueblos del centro-norte de Europa fueron los elegidos: Polonia, Rusia, Alema­nia, Francia, etc.
En algunos casos hombres jóvenes al servicio de los rufianes o directamente ellos mismos, se trasladaban a Europa donde pasaban por adinerados hacendados que, fingiendo enamora­miento, realizaban casamientos con bellas jóvenes, las que creían haber alcanzado el cielo con las manos. La realidad sería muy amarga; después de la "luna de miel" ¡rían a parar al prostíbulo previa venta, claro está, en subasta, donde se pagarían altos precios. La Zwi Migdal se encarga­ría de ello. La lista de esclavas blancas también se engrosaría con la participación de la mujer criolla: unas por seducción, otras por ambición y las más por desamparo social.
Las jóvenes víctimas eran sometidas de variadas formas, por encierro, falta de alimentación directamente por la violencia. Valiéndose del castigo físico, el rufián conseguiría finalmente sus propósitos. Este cruel sometimiento, unido al desconocimiento del ambiente, las costumbres y el idioma - en el caso de las extranjeras -, colocaban a estas pobres infelices en una situación de total indefensión.
Las ventas o remates se realizaban por lo general en Buenos Aires, en casas preparadas para tal fin. Disponían de una habitación con una tarima o tablado donde las jóvenes eran ex­puestas desnudas a la vista de los probables compradores. En cuanto se presentaba la mercade­ría a la venta, fuera koschere, es decir judía o treifene, vale decir, cristiana, los interesados ascendían al tablado donde concentraban su atención en palpar la dureza de sus carnes, en particular de sus pechos, y en observar tan detenidamente como la brevedad de este acto se lo permitía, la belleza y gracia física de sus formas. Terminada esta evaluación y tan pronto el su­bastador lo disponía, se iniciaban las ofertas. El precio alcanzado debía abonarse en el acto y en libras esterlinas. Los valores más altos alcanzaban entre 40 y 50 libras.
Al comienzo de la década del 30, los prostíbulos controlados por la Zwi Migdal en nuestro país se encontraban distribuidos en las principales ciudades, tales como Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, Tucumán, San Juan, Bahía Blanca, etc. Otro tanto ocurría con la Asquena­sum, a los que se agregaban los clandestinos, totalizando anualmente, referente a las ganancias, una cifra que superaba largamente los 200 millones de pesos.
Por aquellos años el sueldo de un empleado medio no alcanzaba los 100 pesos mensuales: un juego de muebles de mediana calidad se cotizaba entre los doscientos y trescientos pesos y una casa corriente entre 2 y 4 mil pesos. El comercio sexual en la Argentina ostentaba la nada envidiable fama de encontrarse entre los primeros del mundo en orden de importancia.
Dos mil pesos era, por otra parte, la garantía con que debía responder el dueño de un prostí­bulo ante el rufián, en caso de la pérdida de una de sus mujeres, por lo que en prevención de una probable fuga o rapto de mano de otro individuo, el dueño del prostíbulo disponía de custodios y guardias permanentemente.

Fuente: Fragmento extraído de Libro “Rosario era un espectáculo” “¡ arriba el Telón ¡” de Héctor Nicolás Zinni . Ediciones Del Viejo Almacén . Año 1997.