martes, 13 de mayo de 2014

ECOS Y TESTIMONIOS DECO-ROSARTNOS



Obviamente, el estilo llegó a la Argentina, y según coincidencia en varios autores, lo hizo de la mano de Alejandro Virasoro, importante arquitecto nacional que se adscri­bió al movimiento como "primera cabeza", dejando en Buenos Aires verdaderos mojones en la materia: el cine "Capítol", el "Banco Hogar Argentino", "La Equitativa del Pla­ta" y la casa Ganduglia, más la suya propia, ambas al 2000 de calle Agüero, todas levantadas en los últimos años veinte.
Virasoro aporta en Rosario con sus obras, como la de Urquiza casi Oroño, con fachada contenida en el uso de los motivos pertinentes, más un conjunto de casas-habitación en la esquina noroeste de Av. Francia y Córdoba con cerca de diez construcciones que toman un importante número de metros por ambas calles, con independencia de uso entre ellas, e inscribiéndose en el típico terreno entre mediane­ras. Todas hacen gala de una li­bertad en el uso de los elementos decorativos, con disposiciones dis­tintas y variaciones de orden que dan frescura al conjunto con notorio gesto afirmativo en el armado de la Cuadra. Todavía echan sombra so­bre el suelo.
Un paréntesis en la considera­ción del caso local, obliga a desta­car que al Igual que el art nouveau, el decó tuvo distintas denomina­ciones para una misma idea: "Modemistic", "Aztec airways" (denota influencia americanista y movimiento a través del avión), "Jazz ornament", "Jazz modern". Una expresión típicamente porteña y tanguera, identifica al art decó en Argentina: "estilo gomina", de la que no puede estar ausente -cuan do no- la figura del Zorzal Criollo. El Gardel de sonrisa brillante, en el aura del cabaret de "Tango Bar" es una figura que se hermana con las "Rubias de New York", adorables criaturas perfumadas, con sus boquitas pintadas. También la casa Hónner de Alemania contribuyó al "estilo gomina" con miles de ban­doneones marca Tango", con decoración de nácar incrustada en la madera, a través de círculos y cuadrados triangulados por diago­nales, sometidos a giros de noventa grados, que los adscriben de lleno al estilo. Son imágenes decó del más pícaro y criollísimo tenor pampeano-argentino.
Una situación a laque Rosario no puede sustraerse, es la reacción local contra ciertos excesos del eclecticismo, más la anexión al modernismo europeo, o a la versión vernácula de Ricardo Rojas a tra­vés de su conceptualización de "Eurindia" (lo que no exime de una paradoja, ya que Ángel Guido, uno de nuestros acervos adherentes en el área de la arquitectura, cayó tentado, al menos en dos testimo­nios que serán tratados luego, aun­que bueno es reconocerlo, lo hizo con aplicación de motivos america­nos).

Triunfó el art decó, y entonces los rosarinos tuvieron su momento correspondiente, que arraigó mo­mentáneamente con mayor pro­fundidad, a pesar que la ortodoxia del Movimiento Moderno ya co­menzaba a echar raíces en el país.
La ciudad no escapa tampoco aquí a su "tradición fachadística". El art decó sentó reales especial­mente en el rostro exterior de los edificios, lo que no exime de contar entre nosotros verdaderos monumentos que Incluyen en sus inte­riores tratamientos totalizadores o acentos puntuales importantes en la lectura de los espacios.
Los viejos números de "Edilicia" y "El Constructor Rosarino" dan cuenta de las adhesiones y pro­puestas urbanas popularizadas fundamentalmente en base a una interpretación directa y aplicación casi textual de lo que llegaba en los catálogos de los centros extranje­ros de gestación y una agilidad adquirida en el manipuleo formal y distributivo de los elementos, que aseguraban el ingreso al mundo moderno a través del estilo. Y esto no ocurrió solamente con las cons­trucciones nuevas...
La tienda "A la ciudad de Roma" que estaba ubicada en la esquina sur-oeste de San Juan y San Mar­tín, dada su importancia, ilustraba postales de uso turísticos dedicadas al Rosario de las primeras décadas del siglo, con su frente de fábrica de ladrillo bruto, sin revoque, en len­guaje italianizante con fuerte mo­dulación de aberturas, frontis so­bre ellas, cornisa de remate con balaustradas y pilastras marcando el ritmo de fachadas. Años des­pués, desaparece dicha piel y nace "un nuevo mensaje cutáneo" con adscripción al revoque general, aparición de balcones redondeados y barandas cromadas, desapari­ción de frontis y cornisas y acepta­ción de ideas de "vibrato", parale­lismo lineal y acentos propios del art decó, comprobable aún hoy, ya que la construcción está destinada a comercio y viviendas, pero con testimonio urbano de haber adhe­rido "a lo moderno* entre los años 30 y 40.
Se puede entonces descubrir en nuestra realidad, obras de signifi­cación dentro de lo comentado, a través de la conceptualización decó de sus autores. Juan Vanoli, aso­ciado a veces con Quaglia, deja el "Almacén Pompeo" de Rioja y Para­guay con un destacable gesto en la resolución de esquina mediante un complicado encastre de volúmenes y juego de entrantes y salientes combinados en ambas plantas en altura. La vivienda de 3 de Febrero al 800 y la de Entre Ríos al 1600 también son notables. Esta última, convertida en "Sanatorio del Niño", atrae por su rica fachada, con puertas metálicas con motivos na­turalistas de excelente factura y "vitraux" interiores respondiendo también al estilo.
Dos edificios de rentas: los pala­cios "Boero" de San Luis y Sarmien­to y "Nápoli" de San Luis y Mitre, son obras de peso en la ingeniería decó de este autor. Hernández Larguia y Newton conciben en San Lorenzo e Italia el edificio "Castag­nino", en donde destacan pilastras "egipcias" modulando las fachadas, con remate de comiza geometrizada y "vibrada" de gran impacto vi­sual y bajorrelieves de valor. Ángel Guido, autor de nuestro Monu­mento Nacional a la Bandera, se tienta con el art decó en la fachada de Gimnasia y Esgrima sobre calle Buenos Aires y lo vuelca a motivos americanistas. Suyo también es el proyecto del Palacio de Correos, que en los años 30 planteaba una torre de 70 mts. de altura, cuya estructura metálica llegó a cons­truirse para luego ser desmontada, y preveía en interiores y exteriores, importantes grupos escultóricos y detalles generales del art decó.
El cine "El Cairo" ofrece su panta­lla inmersa en la exuberante imagi­nación del escultor Pedro Cresta, que concibe relieves decó integra­dos por palmeras, frutos y demás motivos naturalistas, que incluyen hasta ondas marinas iluminadas con neón.
De Ermete De Lorenzi, pueden señalarse como notables la casa que construye para sus padres en Moreno y Córdoba en el clima de Plaza San Martín, esquina sur-oes­te, de la cual Paul Valéry, al visitar Rosario dijo: "... no sólo es hermo­sa... también sabe cantar...". Con la recuperación de la democracia en 1984 y al ser desocupada por las oficinas militares allí instaladas, fue prácticamente desguazada, perdiéndose entre otras cosas la rica "boiserie" de roble de la biblio­teca y algunas modificaciones in­ternas (pérdidas de su cromatismo original, aberturas, etc.) que hoy la hacen interiormente Irrecuperable y la disminuyen en su grandiosi­dad.
De Lorenzi concibe también el "Sindicato del Seguro" en Mitre al 800 con socavacíón de te techada mediante un vacío que integra am­bas plantas, tema que emplea tam­bién en lo que quizás sea su obra más importante dentro del estilo, el edificio "Gilardoni" de Córdoba al 1400, en donde el vacío unifica ya a escala urbana todos los pisos su­periores, señalándose con un marco decó que lo resalta en toda su di­mensión. Templos de credos orientales no escaparon al decó, como el caso de la Asociación Islá­mica en Mendoza al 1700.
Gerbino, Schwarz y Ocampo, conciben la Sinagoga de Paraguay al 1200, asi como el edificio "La Unión Gremial" en Mitre y Santa y desnudas, que elevan sus antorchas hacia las nubes, convir­tiendo al edificio también en un verdadero faro de lo que se enten­día al nacer los años 30 por pujanza comercial y adhesión a la moder­nidad en Rosario. Su valoración incluye también la mención del rico artesonado decó en muros y cielo-rrasos de los locales de planta baja. El "Palacio Minetti" es, simplemen­te, el monumento mayor del art decó en nuestra ciudad.
Fuente: extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta  Fascículo Nº 23  De Abril 1993. Autor: José Mario Bonacci.