martes, 18 de marzo de 2014

Recreos, biógrafos y pabellones



 A todos ellos se agregarían los recreos, otros ámbitos de emetenimiento para los rosarinos de comienzos de siglo y años postenores. en los que "dar cine" se convertía en una buena inversión para la temporada veraniega. Se iba a ver cine entonces al Recreo de los Baños del Saladillo, donde también se combatía la canícula con un chapuzón: el Recreo Echesortu, cuyo emplazamiento coincidiría, en el tiempo, con el del Cine Echesortu, una gran sala destinada hoy a otros usos; el Recreo Arroyito, lindante con el puente que salvaba el arroyo Ludueña, en lo que muchos calificaban como los extramuros del Rosario; el Recreo La Floresta, en Maipú al 1800, cuyo nom­bre hacía poética alusión a su enclave, en medio de una nutrida arbo­leda; el Recreo Edén Ar­gentino, en San Martín entre Montevideo y Avda. Pellegrini, o el Pa­bellón Argentino de Córdoba y Paraguay.
Podría añadirse a la lista el Recreo de la Montañita del Parque Independencia, al que en 1910 se conocía también como Confitería del Parque . Su existencia fue larga y en 1921 La Capital lo publicitaba aún como "biógrafo al aire libre, el mejor y más antiguo de la ciu­dad..." Es en esa primera década del siglo y mu­cho más a partir de 1910 cuando comienzan a ser instaladas las llamadas ya salas cinematográficas a secas, algunas de las cuales perdurarían hasta no hace muchos años mientras otras pasaban a convertirse en gim­nasios, supermercados, confiterías bailables o templos evangelistas, todo por el mismo precio...
Contemporáneos de ellas eran aquellos locales que proyectaban también cine como un agregado a su quehacer cotidiano.
Era el caso del Cinema Colón, en San Martín Cuello. Al Belgrano se agrega­ban el Biógrafo El Águila, en Avda. Pellegrini 1480; el 1845, y el Café Belgrano. en San Martín 1095. al que sucederá el cine del mismo nombre.
San Martín era por entonces, además de la calle del Mercado -primero Sud y después Central- y de los bancos y casas de cambio, una especie de calle Lavalle porteña, donde abundaban los cines y en el Café Belgrano. poco antes de su cierre, se estrenaría en 1912 una de las primeras pelícu­las argentinas: la epopeya del gaucho Juan Cinematógrafo La Plata, cuyo nombre respondía a la calle donde estaba ubicado -luego no­minada Ovidio Lagos- y que se llamaría Edison primero y Cine Gardel después...
Se mezclaban todavía entre 1910 y 1920, como lugares donde se pro­yectaban filmes, el Edén Park, de Avda. Pellegrini al 1200; el Cine Mitre en Jujuy y Pichincha donde se percibían aromas prostibularios, o el Pabe­llón de las Rosas, en las proximidades del Parque Independencia. A e se sumarían año a año, cuando no mes a mes, algunos con nombres que aún despiertan cierta resonancia memoriosa. Son los casos del Edén, en Salta 1740; La Estrella, en Jujuy y Bvard. Oroñó, también llamado después Modelo; el Ideal, de San Martín entre Zeballos y Montevideo; el Pampero, en Güemes 2344, que también sufriría mudanzas en su nomen­clatura, ya que se llamó sucesivamente El Favorito, hacia 1918, y luego Libertad, en homenaje a Libertad Lamarque. en los años de sus primeros triunfos, an­teriores a 1930.
Hacia 1920 los rosarinos ya podían decirse unos a otros Voy al cine o ¿Vamos al cine?, sabiendo que esta­ban hablando de ir a un lugar específicamente preparado pa­ra recibir espectadores en con­diciones de comodidad e higiene más o menos gratifican­tes según los locales. Esos cines de finales de la primera década y sobre todo de finales de la segunda, albergaban asimismo a las primeras generaciones de cinéfilos rosarinos, quienes generarían después instituciones como los cine-clubes o cine-arte.

El Palace Theatre. uno de esos recintos, en Córdoba al 1300, publicitaba en los años de la II Guerra Mundial, junto a las películas sobre el con­flicto bélico, atractivos como "Los misterios del Circo Real", en 10 episodios, o "La mujer joya", en 25 entregas, interminables sagas fílmicas que mantenían en vilo a la audiencia durante días y días. Otro tanto hacía el Smart. en Rioja 960. conocido luego como Social Theatre. en el mismo predio que ocuparía años después el Cine Astral.
En esos años, la ciudad tenía sus estre­llas predilectas, desde las norteamericanas Pearl White, perseguida por la famosa "mano que aprieta", a Mary Pickford, Theda Bara, Clara Bow, Lilian Harvey, Constance Talmadge. Dororthy Green Gloria Swanson; la dane­sa Asta Nielsen y muchas otras.
Los fervores de la platea femenina, en cambio, se dirigían a dos galanes paradigmáticos de los primeros treinta años del cine: Douglas Fairbanks, por un lado, y el italiano Rodolfo Valentino. No menos célebres serían otros "amantes latinos" como Ramón Novarro o Ricardo Cortez, aunque na­die destronaría del corazón de chicos y adoles­centes a los héroes del entonces incipiente "werstern": William Farnun, William Hart, Tom Mix.


Fuente: Extraído  de la Colección “Vida Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• 11