viernes, 28 de marzo de 2014

AMADEO SABATTINI ROSARINO POR ADOPCIÓN



Por Julio E. Chiappini y Julio Chiappini

 1-Personajes a rememorar
A la inversa de médicos cordobeses que fueron gobernadores de Santa Fe (Carlos Sylvestre Begnis y Víctor Félix Reviglio), Amadeo Tomás Sabattini fue un médico rosarino por adopción que resultó gobernador de Córdoba. Córdoba que se fundó con ese nombre, en 1573, pese a que Jerónimo Luis de Cabrera era sevillano. Pasó que su es­posa era cordobesa (de España, claro), y entonces Cabrera quiso honrarla. Se ve que en esos tiempos los hombres eran más galantes. Ahora, en cambio, nos dicen, las damas echan sapos y culebras. En general tienen razón... y razones. El error a lo mejor consiste en que aguardan "príncipes azules". Que los hay, y muchos. En las películas.
Lo cierto es que Sabattini nació en Barracas, provincia de Buenos Aires, el 29 de mayo de 1892. Fue hijo del bolones Luigi Sabattini Taglioni y de la uruguaya Clotilde Aspesi. A sus dos años la familia se radicó en Rosario de Santa Fé. El matrimonio, la hermana mayor. Rosa, y tres hermanos menores nacidos en Rosario: Alberto, Pablo y Luis Enrique. Cursó aquí estudios pri­marios y secundarios y, ya instalado en Córdoba en 1910. se graduó de far­macéutico (boticario era algo menos) y a poco de médico. Regresó entonces a Rosario y se casó con la rosarina Rosa B. Saibene, con quien tuvo cuatro hi­jos: Clotilde Rosa. Alberto Amadeo. Marta Susana e Ileana. Sabattini, vuelto a Córdoba, prosiguió ejerciendo como médico ginecólogo en La Laguna y luego en Villa María, ciudad que sería de residencia definiti­va desde 1919. La vocación por ser far­macéutico probablemente porque su padre lo era en Rosario. Con local en Salta y Ovidio Lagos, esquina que en ese tiempo era a poco de extramuros. Estamos en los años veinte y esta es una de las ven­tajas de la historia: podemos viajar hacia el pasado sin necesidad de la "máquina del tiem­po" o de que, como en las ciencias físico-naturales, debamos repetir los experimentos. Nuestro personaje, entretanto, afilia­do a la benemérita Unión Cívica Ra­dical y ministro de gobierno, justicia y educación pública cuando la gobernación (1928-1930) de José Antonio Ceballos. Durante 1936-1940 Sabattini se desempeñó como gobernador de la provincia. Fue una elección muy reñida contra el ju­risconsulto conservador José Aguirre Cámara: 1900-1969. lllia también un ideario político. Cierto que respec­to a la "tolerancia" hay que ver en cada caso, no es cuestión de soportar todo. Mientras, prorro­gaba su adhesión a Yrigoyen antes que al alvearismo. La gobernación de Sabattini fue ex­traordinaria: obra pública. fábricas militares, pionero en el establecimien­to del juicio oral en el país, completa decencia. Una anéc­dota lo pinta de cuerpo entero aunque también a su hermano, que trabajaba en la Administración pública en Cór­doba capital. Cuando Sabattini fue electo, le dijo a ese hermano "Vas a tener que renunciar". Eran los modales de entonces: bien que barrabasadas y tropelías también se cometían. Su her­mano le contestó con gran altura: "¡Por supuesto!".
Cuando la revolución de 1943, se exi­lió en el Uruguay. Al volver, contendió en 1945. en la interna radical, con José Pedro Tamborini. Perdió y principió su retiro de la política. La fórmula Tamborini-Mosca, producto de una alianza un tanto promiscua, la Unión Demo­crática, fue derrotada en las elecciones de 1946 por la que encabezó Perón; apellido que en realidad debe escri­birse sin acento ortográfico pues es de origen italiano. Enrique M. Mosca era santafesino y había desempeñado mu­cha vida pública. En 1938 la fórmula presidencial fue Alvear-Mosca y resul­tó vencida por Ortiz-Castillo, conser­vadores.
En 1945, y durante un mitin en Tucumán, Sabattini, que sobrellevaba el apodo "Peludo Chico", sufrió un aten­tado. Es tradición, en tanto, que ese año Perón le ofreció integrar su bino­mio y que Sabattini se negó. En 1951 su partido le ofreció ser candidato a Presidente pero finalmente quedó la fórmula Balbín-Frondizi. La facción dominante era el Movimiento de In­transigencia y Renovación, comple­tamente antiperonista. El fundó otro grupo, Movimiento de Intransigencia Nacional, que quiso unificar el parti­do. Pero no pudo. Luego la U. C. R. se dividió entre la Unión Cívica Radical Intransigente y la Unión Cívica Radi­cal Popular, que apoyó al sabattinismo. Pese a la promesa de Leandro Nicéfo-ro Alem (apellido turco: "estandarte"), se quebró, se dobló y cosas parecidas. Lo mismo a poco con la Unión Cívica Radical del Pueblo y la Intransigente: Balbín y Frondizi.
Alejado de la política, que según Na­poleón a Goethe en Weimar es "la fatalidad", Sabattini falleció en Villa María el 29 de febrero de 1960. Había vuelto al ejercicio de su profesión, que desempeñaba con filantropía. Ninguna calle de Rosario lo recuerda. En cam­bio, sí a demasiados granujas o me­diocres. Probablemente la Argentina sea un país sin meritocracia: no hay correspondencia entre el mérito y el destino de las personas. Pero tampoco, naturalmente, sabemos eso a ciencia cierta.

2. Raúl Barón Biza
Raúl Barón Biza nació en Villa Ma­ría en 1899. Ese mismo año nacieron Borges, Miguel Ángel Asturias, José Pedroni, Sebastián Soler y Alphonso Capone. Y seguramente muchas otras personas.
Raúl fue hijo de Vilfred Barón y de Ca­talina Biza, ambos riquísimos a rabiar (generalmente los que rabian son los demás por la envidia y esas cosas). Raúl fue un bon vivant, un play boy y demás trajines que solemos deplorar pero que gustosos emularíamos si pu­diéramos. Y hablamos así con las pro­tocolares excepciones del caso. Raúl incluso cometió "locuras", que ahora no vienen mayormente al caso. Bien que los millonarios no son locos sino excéntricos.
Lo cierto es que tras la Gran Guerra (luego habría otra bastante más gran­de), con la que de alguna manera co­menzó el siglo y terminó la belle apo­que, Barón vivió como un príncipe en Europa y recorriendo el mundo. Fue partidario del peculiar lema "muchas mujeres son pocas y una mujer es mu­cho"; hasta que en Viena conoció a una modesta actriz, Myriam Stefford. Que después describió en "El derecho a ma­tar": "Boca pequeña de labios pintados, tibios, húmedos. Boca de carmín, tenía ese rictus embustero, delicioso y un poco canalla de todas las divinas bocas nacidas para mentir y besar". Vaya, qué bien plumeada descripción... de sensa­ciones. Palabra de moda. Myriam, nacida en Berna en 1905, en realidad se llamaba Rosa Margarita Rossi Hoffman. En 1925 comenzó su convivencia con Barón Biza, que gas­taba a manos llenas. Si ella lo ignora­ba cuando lo conoció, fue un "amor a segunda vista". En tanto, en 1928 vinieron a Buenos Aires en el Cap dAncona. Aquí a ella le decían "baro­nesa". Tal vez por su porte aristocrá­tico, tal vez por confusión respecto al apellido de "su pareja". Con quien se casó en 1930 en Venecia, en la basílica de San Marcos. Y con concurrencia de cierta porción de la nobleza europea De todas maneras bastante menos que "la créme de la créme". O afines fra­ses pomposas como el "tout Bue Aires". En "Secretos de familia". Magdalena Ruiz Guiñazú comenta que la frase "tirar manteca al techo" proviene de esa costumbre de Raúl: casualmen­te lo hacía en sus comidas. Tras el casamiento, quedaban atrás tres años en París, que era y persiste como capital de Europa (hoy ame­nazada con ser un ilustre cadáver, lo cual imaginamos no sobrecogerá asi1 En 1931 el despampanante ma­trimonio volvió a la Argentina. Vi­vían en una mansión frente a Plaza Francia o en la estancia "Los Cerri­llos" de Alta Gracia. Pero ese año Myriam, piloteando un avión que recorría el país, murió al estallar el aparato en el aire. Barón Biza, que según algunos la adoraba y según otros instigó a un mecánico para que descompusiera el aeroplano, la sepultó en su estancia en un mauso­leo con el antiguo epitafio "Un bel morir tutta la vita onora". El mausoleo, de 82 metros, era más alto que el obelisco porteño, y el sarcófago se emplazó a 14 metros bajo tierra. Más abajo aun, un cofre con las joyas de Myriam. Entre las cuales el diamante "Cruz del Sur", uno de los más célebres del mundo. El monumento, construido por el ingeniero Fausto Newton y por un centenar de obreros polacos, fue fi­nalmente inaugurado por el gober­nador Sabattini. Jorge Camarasa, en "Amores argentinos", evoca el que reseñamos. Era arduo, sino ímpro­bo, evitar la truculencia.
3. Sabattini suegro de Barón Biza
Clotilde Sabattini nació en Rosario en 1918. Fue profesora de historia graduada en la U. B. A. y luego becada a Suiza. Se enamoró ("el amor es el ocio de los ocupados y la ocupación de los ociosos": Bu-llwer-Lytton) de Barón Biza; a tal punto que muy jovencita escapó de la casa paterna para convivir con Raúl. Quien había cambiado su tren de vida: ahora formal, no­velista, interesado por la política y por el país -esa militancia le costó cárcel y destierro-, tuvo una buena relación con Clotilde hasta que en 1950 gran trifulca familiar: balazos con Alberto Sabattini, hermano de Clotilde, y separación. Es que, recita­ba Vinicius de Moraes, "El amor es eterno mientras dura". Notable fra­se que en rigor pertenece a Henri de
Regnier. Y entonces el gracejo de Cé­sar Bruto (Carlos A. Warnes): "Quien copia a uno comete plagio. Pero quien copia a muchos es un erudito". En 1953 Clotilde se exilió en Monte­video y en 1958 Frondizi, con gran alemán Graf Spee, hundido en el Rio de la Plata en 1939. El monumento fúnebre, algo así como nuestro Taj Mahlal. fue vandalizado por tropas revolu­cionarias en 1955. Raúl y Clotilde tuvieron tres hijos: Carlos, Jorge y Marisa Cristina; estos dos últimos se suicidaron. Raúl seguía rico; por ejemplo pro-| pietario de los locales en la galería subterránea bajo el obelisco. For­malmente separado desde 1958. en 1964 quería el divorcio en el Uruguay pues ya se había deroga­do nuestra ley de divorcio peronis­ta de 1954. De modo que invitó a su departamento en Esmeralda al 1200 a Clotilde y a sus abogados. Los invitó a beber, lo cual es civi­lizado (y además acaso disminuya el ingenio de los que ingieren: hay gente muy astuta), y le acercó un vaso a ence­rró en la propiedad y se suicidó de un disparo en la cabeza. Fue tan escrupuloso que minutos antes en­cargó a una cochería se encargara del sepelio. Está enterrado bajo un olivo a metros de lo que quedaba del mausoleo de Myriam Stteford. Tenemos a mano una biografía novelada de Clotilde: "Se perdo­na tanto como se ama", de José Luis Thomas (Pirca, Alta Gracia, 2009). Un título atractivo; aunque en la vida no siempre se verifique tamaña igualdad.
Clotilde fue a vivir a ese departa­mento de calle Esmeralda. Hasta que el 25 de octubre de 1978 allí mismo se suicidó arrojándose al Na­ció. Tal vez ambos conocían el dic­tamen de Novalis: "El suicidio es el acto filosófico por excelencia". En fin: hemos ensayado, y ojalá que sin ninguna dosis del abominable cinismo, crónicas variadas y entrete­jidas. La política, el amor, las muertes trágicas. Si el lector se entretuvo, nos sentimos gratamente sorprendidos. Y, desde luego también, complacidos y agradecidos.
Fuente: Extraído de la Revista “Rosario, su historia y región”. Fascículo N• 117 de abril 2013.-