viernes, 30 de agosto de 2013

DE EXTRAMUROS Y MATADEROS




Por Rafael Ielpi

También humilde origen tendría otro de los barrios netamente populares del Rosario de principios de siglo, el de San Francisquito que desaparecería hacia 1918, englobado en el posterior Barrio Bella Vista y por la extensión hacia el sur del denominado Barrio 5 Esquinas. El pequeño conglomerado urbano se formaría alrededor de un humilde oratorio, al levantar sus viviendas los obreros de los hornos de ladrillos de dicha zona, en un radio de unas seis manzanas.Wlacumir Mikielievich recuerda a sus parientes viajando en tílburi desde ¡a residencia familiar de Bella Vista, caserío que existió en el cruce de los caminos La Plata y 14 Provincias, actuales avenidas Ovidio Lagos y Uriburu, respectivamente.
Culminando ya el siglo XIX, aún perduraban las quintas y los hor­nos de ladrillo rodeando al pequeño poblado, y en 1902,1a inaugura­ción del Parque Independencia, distante unas pocas cuadras de la Capilla de San Francisquito y la paralela extensión del recorrido del tramway de la empresa Anglo Argentino hasta las mismas puertas del hipó­dromo, propiciarían la construcción de una serie de modestas vivien­das, dispersas sobre Cortada Independencia, desde la calle La Plata (hoy Ovidio Lagos) hasta el antiguo oratorio devenido en capilla.
Luego del Centenario, el loteo de terrenos que antes fueran quin­tas, con frente a la Avenida Godoy, posibilitó también la aparición de viviendas familiares y de comercios, lo que se reiteraría con la apertura de la mencionada avenida, por ordenanza de junio de 1902, al apro­vecharse el levantamiento de las vías del Ferrocarril Oeste Santafesino.
Pero si de orígenes modestos e incluso marginales se habla, el antiguo "Barrio del Matadero", ulterior Barrio Tablada, denomina­ción que perduraría hasta hoy, es uno de los arquetípicos en ese sen­tido, surgido en una zona, la del sur de una ciudad que entonces no tenía límites siquiera, a la que la intrincada red ferroviaria había dejado afuera de Rosario, y a la que se condenaría, ya desde el siglo XIX, a servir de ámbito a actividades poco favorables a la higiene y calidad de vida de quienes la habitaban: el vaciado de la basura y el faena-miento de animales, fundamentalmente vacunos.
Fue a comienzos de este siglo cuando los terrenos ubicados en el nacimiento de la actual calle Ayolas y hasta la costa del río Paraná, fue­ron condenados a convertirse en basurales, al depositarse en ellos los residuos domiciliarios. El vaciadero daría lugar a otra irrupción: la de gran cantidad de pobres que iban a hacer de la búsqueda de huesos, vidrios, metales, etc., una actividad cotidiana que, aunque escasamente rentable para ellos, sí lo sería en cambio para otros.
Estos "cirujas" de ayer construyeron en los alrededores del basu­ral municipal sus precarias viviendas con materiales diversos y dieron origen a lo que más tarde sería "Villa Manuelita", enclavada en ese paisaje en el que no faltaban los perros flacos y los cerdos criados al margen de toda reglamentación en la materia. El nombre reemplaza­ría al de "La Basurita", con el que se conociera al lugar en épocas de la instalación del vaciadero. En medio de ese paisaje sombrío, no fal­taron los que lograron acumular, a costa de la basura y de quienes escarbaban en ella buscando lo que era rescatable (o reciclable, como se dice hoy) y con un avisado sentido comercial, una importante for­tuna, como Jesús Pérez.

Uno de los que se dedicaba a esta actividad era un inmigrante español llamado Jesús Pérez, que comenzó siendo ciruja y con esfuerzo fue pro­gresando convirtiéndose en chatarrero, comprándoles a los cirujas los meta­les, huesos, vidrios, etc. hasta conseguir, en 1915, ser el concesionario ele­gido por la Municipalidad para explotar la basura durante 30 años. Paralelamente, era comerciante y exportador de grasa y huesos. Poseía unas ollas enormes que servían para hervir los huesos que sacaba de la basura y los animales muertos que traía del Matadero. Les quitaba la grasa y la colocaba en tambores de 200 litros para la exportación. Los huesos, des­pués de ser cocinados, eran colocados en una pila que tendría unos 50 metros de alto por 130 metros de largo. Contaba también con una mole­dora de huesos, materia utilizada para la refinación del azúcar.
 (Jorge Malla: El barrio Tablada y los orígenes de la Biblioteca Vigil, Edición de la Vecinal AVROSE, Rosario, 1995.

Lo cierto es que Pérez explotaría el negocio de la concesión de los residuos domiciliarios de Rosario desde 1916, obteniendo (se supone que gracias a sus contactos con el municipio o su conniven­cia con los funcionarios que decidían sobre el tema) sucesivas reno­vaciones de la concesión inicial, pese a las indignas condiciones en que trabajaban en los vaciaderos de basura de la zona sus empleados, que no sólo eran hombres y mujeres sino una gran cantidad de niños que pululaban en medio de verdaderas montañas, las "colinas del ham bre" de la novela de RosaWernicke, que denunció descarnadaincnie la inmutable realidad de quienes, ya cerca de 1940, seguían condena dos a un trabajo degradante, en condiciones y con una paga igual mente indignas.
Más allá de sus aportes solidarios construyendo escuelas en el barrio, de su militancia católica e incluso de acciones de ayuda a la comunidad, su nombre ha quedado unido más a la explotación terri­ble que hiciera de los "topos" (los que excavaban en su basurales bus­cando todo lo aprovechable y vendible) y de los horquilleros, que levantaban y removían con sus punzantes herramientas las grandes pilas de residuos en busca de los huesos, grasa, vidrios, metales, trapos que Jesús Pérez convertiría después en dinero para sus arcas.
Malla, en su valiosa historia del barrio Tablada, recuerda que hacia 1915 esta zona fue conocida como un barrio de terror; se lo tildaba de "Barrio de la puñalada" porque todas las riñas se arreglaban con armas blancas. La acción policial debía ser enérgica frente a la conducta de aquellos que estaban fácilmente dispuestos al uso de cuchillos, facones y armas de fuego para arreglar sus asuntos. Esta zona registró por mucho tiempo, el mayor número de defunciones por homicidios de la ciudad.
El barrio, mientras tanto, se había poblado de gentes de condi­ción humilde, la mayor parte de ellos trabajadores del Matadero, y de toda una serie de comercios e industrias que relacionaban estrecha­mente su actividad con el quehacer de aquél y que eran, por ejem­plo, jabonerías como "La Paloma", en Grandoli 3550, "El Cometa",, en Alem y Deán Funes, o "Giriola", en Villa Manuelita; curtiembres como "La Victoria", en Beruti y Gaboto, la de Serafín y Antonio Blanco, vecina de la anterior, la de Macario Noguera, en Beruti y Deán Funes, la de Luis Puig, en Gaboto y Convención, o la de Miguel Cálvente, en Colón al 3000; barracas como la de Coli y Tibaldi, en Beruti y Gaboto, la Barraca Staud, en la misma esquina, de capitales alemanes, las de Emilio Rodríguez y Elias Moss, las dos en Grandoli y Ayolas, una de las esquinas tradicionales del barrio.
Otros negocios de parecidas características eran las triperías como las de Francisco y Angel Guida y la de Caniggia, ambas en Beruti al 3200 o la de Risso y Pedro Martínez, en pleno Villa Manuelita, y las fábri­cas de velas de sebo, como "La Rosario", etc., que abastecían de un ele­mento casi imprescindible para las viviendas humildes de la zona. Otros operarios se desempeñaban en aserraderos, en depósitos de materiales de cons­trucción, en el puerto, en el ferrocarril, en el ministerio de Obras Públicas y luego en el Frigorífico Swift. La mayoría de su población era criolla, pero también había italianos, españoles y en menor medida polacos y franceses, puntualiza Malla.
Propietarios de importantes terrenos en la zona de Tablada serían, en los primeros años del siglo, conocidos nombres de la fuerte bur­guesía rosarina como Chiesa, Barraco, Rueda, Aldao, cuando ya se hallaba urbanizado un amplio sector, el comprendido entre Bvard. 27 de Febrero, San Martín, Rueda, Buenos Aires,Virasoro y Alem, aunque subsistían todavía algunas quintas y se sucedían los baldíos, mientras que buena parte de la costa del río Paraná estaba cubierta por exten­sas plantaciones de frutales, como la conocida "Quinta de los perales", o de duraznos, que en algunos casos se extendía hacia el sur llegando hasta Saladillo.
Vecino, el Barrio Calzada se había gestado a partir del loteo que realizara Rafael Calzada, propietario de vastos terrenos ubicados entre las calles Necochea, Gaboto, Convención y Virasoro, con caracte­rísticas muy similares aTablada, ubicado por un aviso de 1911 "sobre el puerto y edificado en su mayor parte". En la fiebre patriótica del Centenario, el barrio Calzada pasó a denominarse Barrio Saavedra, aunque mantendría nomenclatura original por muchos años.
Tres instituciones de similares fines solidarios y asistenciales for­maban parte asimismo de Tablada ya desde el siglo pasado: el Asilo de Dementes del Sagrado Corazón de Jesús, que se inaugurara en 1889 y se construiría en terrenos donados por Camilo Aldao, propietario de grandes predios allí, en la manzana de Ayolas, Saavedra, Necochea y Colón; el Asilo San Vicente de Paul, también de los últimos años del siglo XIX, en Esmeralda al 2900, hogar para mujeres ancianas, lo que le valió la denominación popular de Asilo de las Viuditas, y el famoso Asilo del Buen Pastor, en Laprida y Virasoro, inaugurado en 1896.
Al mismo iban a parar las mujeres detenidas por distintos delitos o contravenciones, desde prostitutas clandestinas a menores fugadas del hogar, etc. para reeducarlas y regenerarlas y devolverlas a la sociedad. Tarea que, muchas veces con escasa fortuna, llevaban a cabo las mon­jas de la congregación francesa de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor de Angers, encargadas de intentar devolver al redil a las que se juzgaba como ovejas descarriadas.
La estación Central Córdoba, la zona del Matadero, la del Bajo Ayolas, la de las barrancas, fueron lugares propicios, desde 1900 a 193( I, para la proliferación de todo tipo de "boliches" y "bolichones", fon das, cafés, canchas de bochas, posadas y hoteles, almacenes de ramos generales con despacho de bebidas anexo, alguno que otro prostíbulo y una que otra pista de baile, donde toda aquella población de origen humilde, heterogénea y expansiva se reunía en los atardeceres o los fines de semana para bailar, jugar y ¿por qué no? desfogarse después de la rutina del trabajo duro con alguna que otra pelea a cuchillo. Nombres como el "Café de las Mellizas"; los "boliches" de Pérez, de Maragato, del "Rengo" Arana;"ElVómito"; el"BoHche de la Machona"; el come­dor "La Mosca" o el de "Las Tres Hermanas" (todos ellos rescatados por Malla en su valioso trabajo) eran en esos años conocidos y fre­cuentados por los habitantes del barrio.
Con otro sector de la ciudad como protagonista, hacia 1910 un aviso de la inmobiliaria y urbanizadora"Cerone yViterbo", cuyas ofi­cinas estaban en San Lorenzo 1197, hablaba de otra propuesta "subur­bana": lo que llamaban La Ciudad Nueva, para ellos emplazada en el perímetro de Mendoza, 3 de Febrero, Rodríguez y La Plata, aclarando: Llamamos la atención de aquellos que deseen colocar el capital ventajosamente: nada de elogios ni pretensiones; venderemos terrenos que por su situación impor­tante y progreso expontáneo (sic) son una oferta excepcional.


Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones