miércoles, 31 de octubre de 2012

DON LISANDRO: EL PARADIGMA


Carlos Ibarguren, que formara parte del PDP y fuera propuesto para los máximos cargos electivos por la primitiva Liga del Sur devenida luego en partido nacional, recuerda en sus memorias a De la Torre: en esos momentos él actuaba en el orden local santafesino al frente de una fracción casi municipal denominada liga del sur, limitada en su esfera a rosario, su ciudad natal y a los distritos vecinos, creada para luchar por la autonomía y, diré, por la segregación de esa zona contra el norte de la provincia y su capital. yo lo había conocido hacía poco tiempo; me fue presentado por mi primo, el general José F. Uriburu, quien lo quería entrañablemente y mantenía con él una vinculación íntima que duró cuarenta años sin una nube, como De la Torre dijera públicamente cierta vez, hasta que en forma súbita, éste convirtióse por razones políticas en su más enconado enemigo.
"Don Lisandro", mentor ideológico de la Liga del Sur había tenido una juvenil y apasionada militancia política junto a dos de los prohombres de la unión cívica: Aristóbulo del valle, su ídolo, y Leandro N. Alem, en pos de quien ingresaría en la entonces flamante unión cívica radical. había peleado en dichas filas en la Revolución del 90 y fue uno de los firmes adherentes a la disidencia "radical" planteada por Alem a mitre para oponerse a la estrategia de quienes sostenían la necesidad de un acuerdo con Roca.
Su periplo político es recordado por Ibarguren: Combatió sin tre­gua al roquismo desde las filas del Partido Radical, y cuando vislumbró las intrigas que en el comité de la provincia de buenos aires y en la convención tramaba Yrigoyen, renunció en una carta violentísima, acusándolo de tratar de apoderarse de la dirección del partido con dilaciones y engaños, lo que motivó un duelo con Yrigoyen, realizado en un viejo galpón del puerto de buenos aires, en el que De la Torre fue herido de un sablazo en la mejilla. el suicidio de Alem y la muerte repentina de Aristóbulo del Valle, sus dos grandes maestros, lo impresionaron hondamente. también recordaría Ibarguren la decisión del rosarino en colaborar para impedir siquiera la posibilidad de un gobierno del partido radical, necesariamente malo y precursor del retroceso social y de la guerra civil. toda una disidencia.
Había nacido, como cualquier otro hidalgo de gotera, durante la presi­dencia de sarmiento, en rosario, la antigua capital de la confederación, el 6 de septiembre de 1868; sin embargo, el padre, que se llamaba como él, había enfrentado a Urquiza en las jornadas de Pavón. Abogado a los 20 años, frecuentador de los ambientes roquistas, Lisandro de la Torre heredó de su padre la manía de acariciar a contrapelo: en el 90, como otros tantos de su edad, siguió a Alem y estigmatizó la defección de mitre. en 1897, un duelo con Hipólito Yrigoyen lo separó para siempre del radica­lismo, lo arrojó a su profesión y a los viajes por Europa...
("nace de la torre": op. cíf.)

La capital evaluaría la trayectoria del partido y su líder como desprendimientos del tronco radical, del que de la torre se separa (asegura el diario) "por incompatibilidad con los que no piensan": el PDP nació en la plaza pública el día en que las corrientes históricas se abrieron en dos brazos, oligarquía por un lado y demagogia por el otro. Desde entonces en rosario el enfrentamiento político se inicia y se conservará hasta el advenimiento del peronismo, entre radicales y demócratas progresistas. Rosario es el baluarte de los demócratas y algunos departamentos del sur como Belgrano, san martín, caseros, general López, merced a la acción de los Carreras, etc. virtualmente el campo se vuelca por los demócratas y en las ciudades, la burguesía liberal e intelectual. el radicalismo es el mundo proletario creciente y las clases populares. el partido demócrata progresista ocupa un lugar histórico e impide el crecimiento de conservadores, socialistas y otras agrupaciones. había que ser radical o demócrata...

Con menos pretensiones, en los primeros meses de 1909, los comerciantes agrupados en el comité se empeñaban en la suspensión del "impuestazo" decretado por el intendente Nicasio Vila y ante la negativa de éste, que aduce que la medida no entra en la órbita de sus facultades, desde el 4 de febrero paralizan la ciudad. en pocos días comienzan a escasear algunos alimentos indispensables, se pliegan al movimiento las empresas de tranvías, se deja de lado la recolección de la basura domiciliaria y hasta se disminuye el servicio de iluminación en las calles, lo que pone a los rosarinos en un estado de alarma que en algunos sectores estaba muy próximo al pánico.
Mientras se concentran grupos de gente que reclama airadamente, comienzan a escucharse disparos, sobre todo al atardecer, mientras algunos protagonizan hechos mucho más importantes como ataques al oficialista diario  La República y el asalto a un mercado, en tanto que el incendio de uno de los locales de la popular "Casa Zamboni" hace pensar a más de uno en el caos. ni la venida del gobernador ni la suspensión de los impuestos de la discordia consiguen aplacar a un movimiento que había tomado ya, sobre todo por la actividad de la liga del sur, inocultables connotaciones políticas.
Aquellos momentos de tensión, aquellas pedreas a vidrieras, aque líos tiros, terminaron con la disolución del concejo deliberante, blanco de los mismos ataques que el intendente, y la designación de un intendente "de concordia", el conocido Santiago Pinasco, todo un veterano de las lides políticas a quien se acudía en momentos de necesidad de un eficiente componedor o de un mediador de suficiente predicamento como para no despertar demasiada oposición. el indudable prestigio social y el peso económico de su fortuna y empresas ayudaron al ex intendente, quien termina de aquietar las aguas derogando la vigencia del presupuesto que incluía los impuestos de la discordia y haciendo efectiva la suspensión de los mismos, cosa que Vila intentara concretar como frustrado manotazo de ahogado, antes de su alejamiento.

Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “década infame” Tomo I  Autor Rafael Ielpi Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones