miércoles, 5 de octubre de 2011

La Torre de Chiesa, aparece y desaparece


Por Roque A. Sanguinetti

La calle San Lorenzo, como casi todas las del centro de Rosario, es bastante angosta. Y ya desde fines del siglo diecinueve, según muestran fotos de esa época, en el sector más céntrico corría encajonada entre edificios de considerable altura.
En el año 1977 ya había sido lamentablemente demolida la antigua Bolsa de Comercio que quedaba a la altura del 1.000 (entre Sarmiento y San Martín) a mano derecha. Mejor dicho, hasta ese momento se había preservado su hermoso frente, aunque después también cayó irremediablemente bajo la piqueta. Sólo se salvó la estatua del Comercio que lo coronaba y que ahora está en el parque Urquiza. Con igual frenesí arrasador ese año comenzaron a demolerse antiguos edificios de altos que quedaban a la misma altura sobre la mano izquierda, a mitad de cuadra, para "construir" una playa de estacionamiento que todavía persiste en el lugar. Y entonces se produjo el milagro. Al caer esos edificios apareció a la vista en el centro de manzana una magnífica torre, muy alta, de unos treinta metros, de un estilo entre francés e italiano, que podría recordar en algo a la torre de Pisa, al campanario del Giotto, de Florencia, o a la de algún castillo europeo. Nadie la conocía. Había estado oculta quién sabe por cuántos años por los altos edificios del frente, pero de pronto estaba allí, como trasladada mágicamente en el tiempo y en el espacio desde alguna época renacentista al centro de Rosario. La gente se paraba a mirarla con gran curiosidad y todos nos preguntábamos cómo podía ser que nunca antes la hubiéramos visto, aunque habríamos pasado cientos o miles de veces por esa cuadra.
Los diarios averiguaron el origen y así se supo que era la Torre Chiesa, edificada en el año 1870 por el destacado constructor suizo Alexander Máspoli .para esa firma comercial, que la habría mandado a hacer para ver los barcos que llegaban al puerto de Rosario con mercaderías y solían estar detenidos durante días antes de desembarcar. De ese modo los que trabajaban en la firma podían preparar los trámites de aduana y los embarques y desembarques con anticipación. Así se explicó, aunque otros dijeron que era un gusto estético que se había dado el señor Chiesa, quien supuestamente disfrutaba mirando el río y los barcos a vela desde lo alto de esa romántica torre. Por eso también se la llamó "El Mirador de Chiesa".
Así las cosas, se desató una polémica sobre el futuro de la torre, ya que surgieron voces que pretendían preservarla como un inesperado y muy valioso elemento del patrimonio arquitectónico. Funcionarios municipales la visitaron, hubo conversaciones, idas y venidas, mientras permanecía suspendida la demolición. Se había creado una expectativa sobre qué destino se le podría dar y cómo compensar a los propietarios de la playa de estacionamiento en construcción, y empezó a moverse una lenta burocracia. Una burocracia lenta e inútil, una ineficaz intendencia, y una casi absoluta falta de conciencia general sobre el valor de la preservación del patrimonio, frente a la voracidad comercial de quienes habían comprado el inmueble. El triste final se insinuaba y fatalmente se produjo: para evitar una posible expropiación parcial o algún problema que pudiera afectar su negocio, los dueños ordenaron  demolerla de inmediato.
 Y tan increíblemente como había aparecido pasado más o menos un mes de esa aparición, desaprensivamente, brutalmente, la joya arquitectónica cayó despedazada y no quedaron ni rastros de ella, inercia y falta de interés o de cultura ciudad perdió así un edificio que se presentó casi como un regalo del cielo, hubiera sido para siempre un orgullo y un  mito de su patrimonio. Y todo para que esa amplia playa, en la cual cabían muchísimos autos, no perdiera unos  pocos lugares de estacionamiento. Todavía ahora existe esa playa y pese al gran  incremento de automóviles producido en tantos años, aún hoy es difícil que se pueda llenar.
En definitiva, un triunfo más de la barbarie sobre la civilización, y una absurdo pérdida para la ciudad.
No siempre las historias ciudadanas terminan  bien, y ésta de la romántica y bella torre Chiesa, que posiblemente fuera ; apta para Romeo y Julieta que para playa de estacionamiento, terminó : la peor manera.
Como tantas historias románticas o como  tantas otras penosas historias de
pérdidas que ha sufrido nuestro agredido pero todavía notable patrimonio arquitectónico.
Al que ojalá sepamos preservar mejor. ■

Sobre el título de la nota: Sí, como Black Dog, para quienes recuerdan "La Isla del Tesoro



La Torre desde dentro
Lo que muy pocos quizás conocerán es que la Torre se conservaba perfecta en su interior y exterior, evidenciando su magnificencia. A principios de la década del 70 tuve la posibilidad de visitarla por gentileza del encargado de la playa de estacionamiento en cuyo interior se encontraba. La base de la torre se encontraba en el subsuelo de ese predio. Allí se podía apreciar una celda donde según testimonios orales se arrestaba a contrabandistas o infractores en la Aduana. Desde allí y hasta el mirador se accedía por un montacargas que pudimos utilizar para llegar al mismo.

Oreste Francisco Cirimele



Fuente: Artículo publicado en la Revista “Rosario, su Historia y Región.  Fascículo Nº 100 de Setiembre  de 2011