jueves, 31 de marzo de 2022

El lagrimal trifurca

 

Pero la revista literaria rosarina de mayor prestigio en el tiempo sería El lagrimal trifurca, nombre de resonancias misteriosas que en realidad recuperaba un verso del peruano César Vallejo. Eduardo D´Anna es, otra vez, testigo valioso de la génesis de una revista que hoy es, en muchos casos, un real objeto de culto: En el año 1965 yo había dirigido con Guillermo Fridman -cuando eramos adolescentes- una revista literaria llamada Parábolas. En ella trabé amistad con Samuel Wolpin, que era conocido de Fridman, y a quien reecontré luego en El lagrimal. En el 67, Ariel Bignami, que sacaba una revista que se llamaba Cronopios, me hace llamar por teléfono por otro muchacho a quien no conocía y que era Elvio Gandolfo. Así nos conectó y nos encargó la sección de poesía de su revista, que duró dos números. Ahí comenzó la relación con El vio y hubo afinidad. Eso fue en el 66 o 67.

El lagrimal trifurca nace a comienzos de 1968 cuando Elvio Gandolfo propone a D'Anna participar de una revista literaria que dirigirían él y su padre, el poeta e imprentero Francisco Gandolfo, y a los que se agregaría Samuel Wolpin para constituir el núcleo inicial de la publicación. Sammy y yo -precisa DAnna- no aparecíamos en el staff original pero estábamos. Yo había empezado a traducir a Yeats en esa época y con eso y poesías de Gandolfo padre y otros materiales armamos algo distinto a lo que eran las otras revistas; ésta no fue hecha como la expresión de un grupo sino que tratamos de producir un material que buscara al lector. No teníamos una política definida, no había editoriales ni tomas de posición.

Contemporáneamente, los sucesos del Cordobazo y del Rosariazo iban a conmocionar también a aquellos jóvenes que intentaban concretar la revista. Nos agarran los sucesos del 69, el Rosariazo y participamos en ellos a nivel personal. ¡hamos, como todo el mundo, a tirarles adoquines a la cana. Fue una experiencia decisiva, porque no es lo mismo ser de un grupo político que estar con la gente en la calle. Lo que aprendimos entonces no lo dijo un dirigente: duró poco, pero me voló la cabeza. En esa época se incorporó Hugo Diz, que venía de hacer teatro en el Club Provincial y que se acercó por afinidad personaL Así quedó conformado el grupo de El lagrimal, precisa DAnna.

La publicación llega de ese modo hasta 1971, cuando Elvio Gandolfo decide radicarse en Montevideo, donde ya había estado viviendo Wolpin. La estrategia del canje y de la publicación de autores argentinos había permitido a los jóvenes rosarinos contactarse con escritores como Haroldo Conti, Osvaldo Soriano, Alberto Vanasco. Gandolfo, por su parte, se vincula en Uruguay con el grupo de El huevo de Plata, entre los que se contaban Cristina Pelirrossi y Mario Lebrero, nombre relevante de la literatura fantástica uruguaya.

El regreso de Gandolo en 1973 provoca el reinicio de la revista, a cuyo grupo se habían incorporado ya antes el narrador Juan Carlos Martini y Luis Alberto Sienrra. La publicación mantendría hasta su desaparición en la época de la dictadura militar iniciada en 1976, un paulatino prestigio que se sumaba a un contenido variado -en el que se codeaban escritores de todo el mundo con algunos rosarinos- y a una postura crítica, con algo de rebeldía aún juvenil contra lo consagrado, una especie de desacralización que tendría algunos mentores recordables, como Víctor Sabato.

Cada edición de la revista, salida de la imprenta La Familia" de los Gandolfo, en calle Ocampo, constituiría un acontecimiento en los 70 y su releva-miento hoy permite apreciar la calidad de un material heterogéneo pero valioso, elogiado por la crítica y añorado por los rosarinos que accedieron a sus páginas, en un medio que era y sigue siendo generador de hechos culturales perdurables.

Hasta la entrega final -el número 14, fechado en agosto de 1976- que contenía entre otros materiales poemas de Pier Paolo Pasolini, de Edgar Bayley y Tilo Wenner y del nicaragüense Joaquín Pasos, la revista de los Gandolfo publicaría a escritores tan diversos como Haroldo Conti, Pablo de Rokha, Felisberto Hernández, Leónidas Lamborghini, Gregory Corso, E.E. Cummings, Bertold Bretch, Manuel Bandeira, iacques Prevert, Umberto Saba, Blaise Cendrars, Vinicius de Moraes, W.B. Yeats, a los que se sumarían puntualmente buena parte de los poetas rosarinos.

La marca de El lagrimal duraría mucho tiempo, pero no oscurecería la herencia que dejarían otras publicaciones, muchas de ellas absolutamente marginales, por sus carencias económicas tanto como por su desprecio a todo lo institucional. En ésa larga lista de revistas publicadas en los 60 y el final del siglo XX, pueden ser incluidas, en distintos años y con innúmeras omisiones y olvidos, Alto Aire, de Gary Vila Ortiz y Luis María Castellanos, 50 Mangos de poesía, dirigida por Raúl E. Acosta; La Ventana, dirigida por el poeta Orlando Calgaro; las más posteriores Tinta, dirigida por Sergio Kern -otro de los Gandolfo, conocido por su obra como dibujante e historetista-; Smog, de Horacio Vargas, Fernando Razzetti y Jorge Santa María, en las que convivirían la literatura y la historieta, y una larga serie de valiosos intentos más contemporáneos como Casa Tomada, de Reynaldo Uribe, Poesía de Rosario, dirigida por Guillermo Ibáñez, Ciudad Gótica, de Sergio Gioacchino y otras muchas.

¿Una cebra a lunares?

Los primeros años de la década del 70 fueron los de la ruptura del silencio impuesto por el golpe y ulterior dictadura de Juan Carlos Onganía, iniciada en 1966 con el derrocamiento del presidente Arturo Illia. El onganiato traería consigo, además, la censura y el cercenamiento de los medios de expresión y del pensamiento, sin los niveles de aberración del Proceso de 1976/1983, pero' con idéntica concepción totalitaria.

Una de las respuestas creativas a ese clima de oscurantismo sería el humor. A esos años corresponde la aparición, en Buenos Aires, de Satiricón; poco después se produciría el nacimiento de Hortensia, hoy ya todo un clásico. La publicación cordobesa ideada por Alberto Cognini -un dibujante nacido en Beil Ville- impondría en el país el humor peculiar de esa provincia a través de un estilo desenfadado y de una redacción en la que se destacarían dibujantes como Cristóbal Reinoso (Crist), Ortiz, Fontanarrosa y Aranda, entre muchos otros.

Manuel Aranda gestaría en Rosario, en 1973, una de las publicaciones más atrevidas aparecidas en la ciudad: La cebra a lunares, en concordancia con la explosión de otras similares en otros lugares del país. La revista, a la que su fundador consideraba -como a una cebra a lunares- un ejemplar atípico, no escaparía a la parábola vital de éstos: Como tal, su destino fue el previsible: se extinguió, sentencia Aranda casi treinta años después.

El dibujante y humorista resume, a mediados del año 2000, el momento y la génesis de aquel producto impar: Históricamente hubo pocos medios en Rosario donde laburar y había mucha gente con inquietudes de publicar humor, después de ¡a aparición de Hortensia y de Satiricón. Se me ocurrió la idea de crear una revista pero con un humor local. Aparentemente teníamos la imagen de que Rosario no existía, que no tenía características propias, que no había nada en qué reparar como para crear una cosa de ese tipo: como si no tuviera personalidad. Entonces, yo planteaba que reflejáramos eso: que eramos un híbrido.

En aquellos momentos de gestación, estarían junto a Manuel Aranda otros dibujantes y humoristas tomo David Leiva -que después dirigiría la última etapa de "Risario"-, Jorge Santa María, Sergio Kern, Juan Pablo Renzi (después uno de los grandes artistas plásticos argentinos contemporáneos), Antonio Mongiello Ricci, consagrado con su seudónimo Napo como un talentoso humorista e ilustrador en Europa, « Quique' Fenner, Gregorio Zeballos, otro notable artista plástico rosarino; Crist, Fontanarrosa, Carlos Méndez (hoy un plástico reconocido y elogiado en Europa) y otros.

La aparición de "La Cebra.....no pudo ser más auspiciosa, con un número inicial que alcanzó un éxito inesperado aun para sus creadores, en un momento en que la publicación iba a suceder en los quioscos a revistas rosarinas como "Boom" y "Zoom". En el primer editorial, Aranda definía a los rosarinos y revelaba el origen del nombre del producto: Así andamos, amargos, desubicados, sin sentirnos provincianos a pesar de no ser capitalinos, carentes de un ilustre y despótico conquistador que se haya hecho cargo de la paternidad. Si tuviéramos que clasificarnos dentro de la escala zoológica, seríamos algo así como una cebra a lunares.

Pero si bien el mercado rosarino demostraba avidez por conocer distintas expresiones críticas y humorísticas las cosas no fueron fáciles para los editores de "La cebra.....Un Aranda irónico pero objetivo analiza aquella gesta de los 70: Tuvimos mucho rechazo de los intelectuales. Por aquella época salía El lagrimal trifurca de los Gandolfo y creo que nos vieron como la aparición del demonio porque ellos hacían una cuidada, elaborada revista de literatura. En general en el ambiente intelectual La Cebra no fue bien recibida. El target nunca se pudo definir y además ni siquiera había medios para hacerlo pero recibíamos correspondencia de lo más insólita, de gente de distintas edades y posturas intelectuales. La revista tuvo esa marginalidad propia de los productos rosarinos con una relativa repercusión. Se hicieron 13 números a lo largo de aproximadamente dos años. Era, como se la denominaba en esos tiempos, una revista católica: Sale cuando Dios quiere... La epopeya de la revista incluiría desde una distribución nacional fracasada a otra mucho más humilde: la que realizaban en un Citróen el propio Aranda y el dibujante Héctor Beas -dueño del vehículo-, que llevaban los ejemplares a San Nicolás, Pergamino, Córdoba y hasta Mar del Plata. A las dificultades económicas y financieras se sumaría, por si fuera poco, la intolerancia de reaccionarios como los de la "Liga de la Decencia". Nosotros la llamábamos de la Demencia: iban a visitar a los clientes y les prometían el Infierno si seguían publicando en la revista, rememora Aranda. Lo que tuvo de rescatable La cebra-afirma- es que, sin decir que todo lo que se hizo después saliera de allí, impulsó a que se empezara a mirar la ciudad en que vivíamos...

Como en toda publicación que soporta los cimbronazos de la inestabilidad comercial, el staff de la revista registraba periódicas variaciones, y los colaboradores transitaban por la redacción de modo constante. 'La Cebra.....funcionó durante la mayor parte de su existencia en la calle Maipú entre Mendoza y 3 de Febrero, en una casa de pasillo con una ventana que daba al mismo y por la que se atendía al público. Era -rememora Aranda- la casa de mi socio, el Gordo Toledo, que era un administrador que no tenía nada que administrar, así que se la pasaba fumando, aunque siempre conservábamos la idea de que en algún momento esa revista iba a funcionar.

El talentoso Manuel Aranda cierra el ciclo de la recordación de su añorada revista con una evaluación: Allí aparecieron tipos valiosos que vieron la posibilidad de hacer un humor con características locales, no como el cordobés, que es un humor instalado, propio de la gente. Los rosarinos estamos más en la onda del humor porteño. Si hubiera que buscar una asociación, diría que nuestro humor está más cerca de Macedonio Fernández que de Cognini.

Un chiste del destino

Casi como un calco del período final del ciclo iniciado por Onganía, las postrimerías del Proceso Militar iniciado en marzo de 1976 asistirían al surgimiento, en diciembre de 1980, de otra publicación rosarina de humor que canalizaría las necesidades de expresión dedibujantes, humoristas, periodistas y escritores que esperaban la posibilidad de un aflojamiento de la presión censora para opinar y disentir: Risario, dirigida también por Aranda.

Lo de "Risario" fue en el año 80-recuerda éste-; estaba por serpapá y me dije: Sería lindo hacer algo medio loco para recibir a mi hijo. Un día, hablando con El Tomi, Leiva y Santa María, nos embalamos, y como había unos mangos para darle a Amalevi, el imprentero (que fue todo lo que pensamos, después Dios diría), resolvimos hacerla. Creíamos que podía durar un par de números. Pero pasó lo mismo que con La Cebra: se vendió muy bien, así que compramos unos muebles, nos instalamos en la galería de calle San Martín entre San Luis y San Juan, y empezó a caer gente. Después nos agrandamos y nos fuimos a Corrientes y San Juan.

En Risario, que naciera bajo el autocrítico lema de Ríase, ser rosarino ya es un chiste del destino, y cuyo nombre fue propuesto por Santa María, se produjo el surgimiento de muchísimos dibujantes. David Leiva ratifica: Por la revista pasó la nueva hornada de humoristas gráficos de los 80; fue un verdadero semillero de artistas nacientes que acudieron a ella en busca de su primera oportunidad. Esto posibilitó también el intercambio generacional.

Entre los nuevos valores se contarían, entre muchos otros, Alicia Negro, Alejandro OKeefe (que firmaría luego como Okif), Raúl Gómez, Juan Pablo González (luego conocido como Max Cachimba), el Niño Rodríguez, Flor Balestra, Dachi, Ferronato, Che-Che, el Ratón Pérez, que harían allí sus publicaciones iniciales compartiendo espacio con otros más veteranos como Fenner, Hover Madrid, Javier Armentano, Kern o Macchiavelli.

Algunos de ellos, como Max Cachimba, mostrarían su talento tempranamente. Aranda relata: Publicamos el primer dibujo suyo cuando tenía unos 13 años, antes de que ganara premios. Tenía una carpeta impresionante, que Fontanarrosa se la mostró a Tabaré. Este preguntó: - ¿Cuántos años tiene? -Y... tiene diez, contestó el Negro. -Mátenlo ahora, dijo el uruguayo.

Como muchas de las publicaciones del período, la mayoría de ellas efímeras en mayor o menor medida, también Risario tendría un acta fundacional nada usual. Manuel, Santa María, Leiva y yo fuimos los inventores. También es cierta la historia que se cuenta sobre el origen de la idea. Resulta que Manuel nos había invitado a comer una paella a su casa y el vino escanciado con generosidad le sugirió la idea de hacer una revista. Ese fue, más o menos, el nacimiento de Risario. La revista significó para mí el inicio del trabajo que iba a realizar toda la vida, confiesa El Tomi.

En medio de los usuales conflictos económicos, que comenzaron a los pocos números, Manuel Aranda deja la dirección de la revista: Cuando vi que no se le podía pagar a la gente, renuncié. No me gustaba esa historia pero David agarró viaje; antes, en el tercer número ya había tomado la dirección Santiago Bolis, un personaje muy particular. Hicimos un número conflictivo porque se vendieron notas y a mí no me gustó eso de sacar una nota sobre una galería a cambio de cinco avisos. Creo que fue la única claudicación jodida. Después, tomó el mando David y le cambió la onda, se dedicó más al ambiente artístico, de teatro, de los músicos, empezaron a publicarse notas más largas y menos dibujos.

Sin embargo, "Risario" consiguió superar esa crisis y continuó publicándose a lo largo de impensados 45 números, hasta desaparecer en 1987. Le¡- va señala importantes coincidencias entre la revista y la realidad de esos años: Comencé a dirigirla desde el número 7, que fue parido en aquel invierno malvinense del 82. Fue el momento en que Baglietto alcanzó la cúspide, dando lugar a que se llegara a hablar de una Troya Rosarina. En la historieta, medio menos estrepitoso, nuevos talentos parecieron brotar súbitamente. En realidad, igual que los músicos, venían germinando desde menor hacía rato: era la sociedad argentina la que estaba brotando...

En la revista tendrían cabida asimismo redactores, que gradualmente irían ganando mayor espacio en sus páginas, con nombres como los de Daniel Briguet, Horacio Vargas, Rafael lelpi, Oscar Bertone, Marcelo Menichetti, Andrés Bossio, Julio Vacaflor, Adrián Abonizio, Juan Carlos Muñiz, Emilio Bellón, Evaristo Monti, Jorge Nardone, entre otros. También fueron destacados los trabajos de fotógrafos como Alejandro Lamas y Daniel Dapari y el de muy queridos personajes de tareas polivalentes como Pablo Rivoire.

Una de las anécdotas más jugosas que atesora "Risario" es la de la publicación de una tapa dubujada por El Tomi que mostraba a los tres comandantes de la Junta Militar como los tres monos sabios de la famosa imagen. Al poco tiempo de estar la revista en la calle, apareció la por entonces exitosa revista Humor con la misma tapa. "Risario", en el número siguiente, ensayó una disculpa por haber cometido una especie de plagio anticipado, ironía con la que se vanaglorió de haberle ganado de mano a los porteños.

Sin dudas fue una coincidencia. Tanto yo como el "Tano" Andrés Cascioli pensamos lo mismo. Es imposible -recuerda El Tomi hoy- que se haya sabido y por los tiempos no daba para que nos hubieran copiado. Creo que el momento y los personajes daban para pensar en los tres monos sabios.

Episodios de todo tipo jalonarían la aventura iniciada por Aranda, que recuerda: Uno de esos números nunca salió a la calle. Fue el que se preparó en ocasión de la visita del Papa. Cuando lo terminaron de imprimir, Amalevi lo leyó e hizo triturarla edición: quedó un solo ejemplar. Aquel número 44 era muy salvaje y quedó en la historia como el número censurado por el imprentero... La crisis de Semana Santa tendría mucho que ver en aquella drástica decisión del impresor. El ejemplar sobreviviente sigue aún en poder de David Leiva, un poco manoseado por los muchos lectores que quisieron hojear aquellas páginas que nunca llegaron al lector.

De esas dos experiencias surgiría la obra consecuente y reconocida, en mayor medida según los casos, de tres rosarinos talentosos.

Manuel, El Tomi, el Negro Fontanarrosa

Además de ser un inquieto e incorregible iniciador de proyectos editoriales, Aranda es uno de los más importantes dibujantes rosarinos, que consiguió un perfil propio a través de trabajos sobre distintas situaciones de la vida cotidiana que revelan su aguda mirada crítica y un reflexivo sentido del humor.

Casi autodidacta como muchos de sus colegas, lector de Salgari y de las revistas de historietas: En aquellos años estaba de moda Rayo Rojo y algunas extranjeras que se retitula-ban acá, como Batman y Hacha Brava -recuerda-, Aranda estudiaría de forma alternada en la Escuela de Artes Visuales y en el taller de pintor Estanislao Mijalichen. Pero sus primeros trabajos como dibujante los realizaría en el Ejército, mientras realizaba el servicio militar en Junín, donde se había implementado un sistema de instrucción por medio de dibujos para los soldados analfabetos.

En esos años juveniles hace su primer intento en Buenos Aires, en la Editorial Tormo, donde el desaparecido humorista Bróccoli le recomienda llevar el material a "Tía Vicenta", la legendaria revista de Landrú, donde pronto apareció publicado su primer dibujo. Su madurez llegaría con "La Cebra.....y "Risano"; en esta última se iniciaría la publicación de la historieta Robinson Sosa, dibujada por El Tomi, sobre guión de Aranda, con las andanzas de un hombrecito que vive en el laguito del Parque Independencia.

Por su parte Tomás D'Espósito (El Tomi) consolidaría un estilo personal, preciosista y atrevido, que encontraría sitio en numerosas revistas locales, nacionales y extranjeras para sus criaturas de grandes ojos brillantes. Sus primeros dibujos se publicarían en el diario rosarino El País en la noticia y, tras participar de la creación de "Risario" -donde se conocerían historietas suyas como San Bomba y Rosario Año 2000-, comenzaría su colaboración en la revista Fierro, en cuyas páginas aparacería Polenta con pajaritos, uno de sus éxitos.

Integró también la redacción del diario Rosario, donde ilustró notas periodísticas entre 1982 y 1985. Ese año iniciaría su etapa europea, con su radicación en Madrid y la publicación periódica de trabajos en El Víbora, uno de los comics más populares de España, en Cambio 16 y el diario El País, así como en publicaciones del PSOE, y en Metal Hurland, de Francia.

Otras historietas recordadas fueron El Desmitificador, Ciencia Fricción y Dibujitos avivados, donde d E tema del sexo hace otra de sus recurrentes apariciones en la temática del dibujante. En la misma línea, estarían sus trabajos aparecidos en Supersexy, la revista editada por Carlos Trillo. Pero el dibujante más reconocido de Rosario es sin duda Roberto Fontanarrosa, nacido en noviembre de 1944 y padre de dos personajes de enorme popularidad: Inodoro Pereyra y Boogie El Aceitoso. Después de una paso breve por la Escuela Industrial, se dedicaría casi exclusivamente a lo que sería su actividad profesional: el dibujo, primero en agencias publicitarias y a partir de 1968 en revistas como Boom y Zoom, y también en Etcétera.

En 1972, sus dibujos comienzan a aparecer en "Hortensia" y un año más tarde comienza su relación con el diario Clarín, que se mantiene vigente hasta hoy y que le daría una innegable popularidad masiva. De formación autodidacta, con clases tomadas con el pintor Marcelo Dasso, Fontanarrosa desarrolló y desarrolla su intensa actividad como humorista gráfico desde su ciudad natal, en su estudio del barrio Alberdi, no demasiado lejos del estadio de Rosario Central, uno de sus amores.

Una simultánea obra literaria, concretada en varios libros de cuentos, desde el inicial Los trenes matan a los autos o El mundo ha vivido equivocado a los más recientes como "La mesa de los galanes y 'Una lección de vida, y algunas novelas -la primera se llamaría premonitoriamente Best Seller y la su-cederían 'El área 18' y "La gansada-, permitió descubrir a un fluído narrador de historias recorridas por un humor hecho de ingeniosos juegos de palabras, situaciones surrealistas y una aguda observación de la realidad.

Su tarea creativa con el grupo musical-humorístico Les Luthiers sería asimismo fundamental para el mismo y reafirmaría las condiciones de un humorista singular, con un crecimiento intelectual visible desde sus inicios en "Boom'. Fontanarrosa publicó en casi todas las revistas de humor del país y en revistas de América Latina y Europa, obtuvo distinciones nacionales y extranjeras y sus dos criaturas más entrañables dieron origen a una colección de libros editados: 22 con as aventuras de Inodoro Pereyra y 12 del despiadado Boogie, frutos de su talento, pero también de un trabajo metódico e incansable.

"Boom": un ejemplo vigente

La aparición del primer número del mensuario Boom, en agosto de 1968, iba a ser un hecho perdurable en la ciudad, ya que se constituiría, vista incluso en perspectiva histórica, en una de las experiencias periodísticas más importantes desde 1960 en adelante. El equipo inicial estaba dirigido por Ovidio Lagos Rueda, miembro de una familia tradicionalmente ligada al periodismo a través del diario La Capital, fundado por su antepasado Ovidio Lagos y del que su padre, Carlos Ovidio, era uno de los directores en esos años.

Los números iniciales de la revista indicarían claramente la intención de convertirse en una publicación interesada en los distintos problemas y aspectos de Rosario, con investigaciones periodísticas sobre la colectividad judía: -aun grupo segregado?, preguntaba la nota de tapa de su primer número-; la Universidad a dos años de su intervención; el fútbol como terapia para alienados; la vida nocturna, el boom de la construcción en altura o el juego prohibido en la ciudad, entre otras. A la vez, se publicaría por primera vez una Historia de la mafia, que recuperaba un tema poco menos que sepultado.

Al año de su aparición, la revista había consolidado un sesgo periodístico de indudable jerarquía en lo estilístico, en la línea iniciada poco antes por revistas como Primera Plana, Confirmado y Panorama, que priorizaban la calidad de la escritura, la investigación minuciosa de los temas, el acercamiento a las artes y el espectáculo a través de una óptica crítica no exenta de una alta dosis de sofisticación e ingenio.

En "Boom", gran parte del mérito de armar una redacción de gran idoneidad correspondió a Rodolfo Vinacua, escritor y egresado de Filosofía y Letras, que había incursionado por la literatura y cuya formación humanística sería fundamental para definir -desde la jefatura de redacción que ejercería hasta la desaparición de la revista- el perfil de una publicación ecléctica en los temas, progresista en lo ideológico y con algunos oasis de intrascendencia sagazmente redactados. Vinacua se radicaría después de 1976 en Barcelona y allí moriría en la década del 80, cuando trabajaba en el prestigioso diario El País.

En ese staff coincidirían poetas y escritores que también ejercían el periodismo como Juan Carlos Martini, Rafael Oscar lelpi (secretario deredacción) y Héctor Nicolás Zinni, con profesionales de prensa que trabajaban en diarios y revistas rosarinos como Svend Segovia, Alejandro Turnaturi, Luis A. Etceheverry, Jorge. "Peteco" Laborde, Gustavo Gorosito, Evaristo Monti, Alberto Wisñoski o Raúl Hernán Sala"y jóvenes estudiantes universitarios como Jaime López, Clara Bermant, Margarita Saldaño, Ricardo Falcón (luego egresado de la Sorbona e historiador destacado, radicado nuevamente en el país, después de la recuperación democrática) y Graciela Querzola, Olí además de columnistas vinculados al socialismo, como Mario López Dabat y Rubén Visconti.

Carlos Saldi sería el fotógrafo principal de "Boom" e iniciaría allí una experiencia profesional que profundizaría durante su larga residencia en España y sobre todo en Francia, donde colaboraría en diarios y revistas de primer nivel y donde haría trabajos para la Unesco. Raúl "Bambi" García, otro destacado fotógrafo completaría ese departamento, que aportaría documentos gráficos de alta calidad, mientras que Fontanarjosa, en la última etapa y José Ortuño fueron los diagramadores, en la línea de las revistas argentinas de su tipo como "Panorama" y "Primera Plana".

La cronología de la revista incluiría el tratamiento de algunos temas que, por entonces, no habían interesado mayormente al periodismo local, como el problema de las villas miseria, el negocio de los cementerios, el planeamiento urbano, la homosexualidad en la ciudad, a los que se sumarían algunos hechos que, -como el desencadenamiento del Rosariazo o el serio entredicho entre los sacerdotes progresistas y el Obispado, que derivaría en el alejamiento de muchos de ellos de la Iglesia- merecerían coberturas e investigaciones periodísticas de indudable jerarquía.

Del mismo modo, la inclusión de un sector de la revista dedicado a la crítica bibliográfica y al adelanto de textos, sobre todo a partir de sus últimos diez números, una sección dedicada a la mujer y ya en el final, un suplemento de humor dirigido por Fontanarrosa ("Bumor"), contribuyeron para ampliar el espectro temático; la entrega final se produciría en junio de 1970, cuando había alcanzado ya distribución nacional y la tirada del N° 21, el penúltimo de su historia, había trepado a la sorprendente cantidad de 25 ml ejemplares. El agotamiento de un mercado publicitario que la acompañara por dos años, en gran medida por el peso del apellido Lagos y de 'La Capital ", terminaría con aquel proyecto que, treinta años después, sigue viéndose como una experiencia ejemplar.

Menor perduración tendría su sucesora casi inmediata, Zoom, dirigida por Arturo Uranga Zinny, que a pesar de haber logrado retener a una parte del staff de a revista de Lagos Rueda -Juan Carlos Martini, que sería secretario de redacción; Wisñoski, Zinni, Etcheverr Saldi, Fontanarrosa-, a los que se agregaron Raúl E. Acosta, Eduardo Ciafardini, Carlos Gallego y otros, apenas llegaría a su número 4.

Pese a ello, algunas de sus notas, vinculadas a hechos tan impactantes como el Cordobazo, la guerrilla boliviana de "Chato" Peredo, heredero del Che Guevara o el reportaje a la organización uruguaya Tupamaros, despertarían interés y controversia. La revista, con redacción en Santa Fe 631, alcanzaría una tirada promedió de 10 mil ejemplares.

También una breve existencia tendría el último intento de concreción de una revista de información general con continuidad: Etcétera. Sus características la diferenciaban notoriamente de las anteriores, sobre todo por su contenido, en el que se mezclaban notas sobre política y cultura, deportes, reportajes, investigaciones de temas de la ciudad y humor, sin la rigurosidad de "Boom" en el análisis y el estilo pero con picos de real jerarquía en algunas notas que merecen ser releídas. Quien lo haga -si es que da con alguno de sus hoy inhallables ejemplares- advertirá esos méritos en trabajos como el de Miguel Cabezas sobre una entrañable Violeta Parra; el de Pedro Abelleira sobre santones populares o el de Alberto Brescó referido a Aníbal Troilo.

La revista, un proyecto de Juan Carlos Cande -un hombre de la publicidad con gran sensibilidad creativa, hoy editor de libros referidos a la ciudad- y de Mario Travesaro, contaba con un staff que incluía a lelpi como jefe de redacción, al uruguayo Carlos Santiago y a Wolpin, como secretarios y a nombres destacados del periodismo y la cultura como los uruguayos María Esther Gilio, que publicaría algunos de los reportajes que la harían reconocida y Julio César Castro, de quien se incluirían en la última página de todos los ejemplares aparecidos sus historias de Don Verídico, que habían comenzado a conocerse en la legendaria revista "Marcha" montevideana; el chileno Miguel Cabezas, ganador del prestigioso Premio Casa de las Américas y muerto en el exilio en Londres, ya avanzada la década del 80; Juan Pablo Renzi, Alberto Brescó, más tarde radicado en Buenos Aires, donde moriría siendo periodista del diario "Crónica"; Carlos Gabetta (actual director de Le Monde Diplomatique en Argentina), Juan Carlos Martini, Pedro Abelleira y otros.

Otros dos uruguayos, los humoristas Tabaré, que encontraría contemporáneamente lugar en "Humor" y "Clarín" y Pancho, colaborarían regularmente en las páginas respectivas mientras otro notable ilustrador, Napo, sería el diseñador de la publicación, que como su colega "Risario" tendría también sus encontronazos con la nefasta

Liga de la Decencia rosarina, -encabezada por el contador García- medieval institución felizmente extinguida.

La efímera vida de "Etcétera" cerraría el ciclo iniciado por "Boom" en 1968, en el rubro de las revistas de información general. La ciudad, en lo que restó del siglo, ya no tendría posibilidad de contar con una publicación de esas características; como consecuencia de ello, esa importante franja del mercado editorial quedaría en manos de los editores porteños o de los grandes monopolios de medios argentinos, cuyos productos inundan hoy, de manera permanente, los quioscos de diarios y revistas de Rosario.

Fuente: Extraído de la Revista Vida cotidana