lunes, 8 de noviembre de 2021

MARIO ESTANISLAO KILLER

 





Por Andrés Bossio


Lo tenemos registrado en nuestra memoria en dos circunstancias distintas, opuestas totalmente eh cuanto a sus motivaciones. Pero la imagen “es la misma: el pelo colorado largo y lacio al viento, la camiseta azul y amarilla empapada de transpiración, el gesto durísimo imponiendo respeto al adversario, infundiendo confianza a sus compañeros, reclamando de cada uno la misma enorme cucta de fervor y pasión que ponía en cada partido, en cada pelota. Las dos imágenes que guardamos de Mario Estanislao Killer correspenden a dos momentos de su fulgurante carrera: la primera es de la noche del 22 de diciembre de 1971 cuando borró de la cancha al temible goleador Scotta y, a despecho de su inexperiencia, se lanzaba una y otra vez hacia el arco de San Lorenzo buscando obsesiva. mente el gcl, el triunfo, el título de campeón. La otra imagen es mucho más fresca, más reciente; corresponde a 1984 cuando el colorado Killer compartió con sus compañeros la amargura del último descenso. El mismo temible. toda la bronca, toda la polenta, las ganas, el fervor, la entrega sin claudicaciones que siempre lo caracterizó. En una y otra circunstancia nadie dudó que Mario Killer era —es— el protatipo del jugador canalla, el que siente v ama esa camiseta que, según recordó alguna vez comenzó a lucir cuando apenas tenía dos años.

Nacido un 15 de agosto de 1951 en el barrio Azcuénaga, era famoso ya a los doce años cuando recibió su bautismo internacional al integrar un combinado argentino de la Liga Infantil que jugó en Montevideo. Junto a su hermano mayor —Daniel Pedro— se fue un día a probar en Central. Francisco Erausquin los fichó a los dos. Allí comenzó la rutilante carrera de este leonino leal, franco, ““metedor” en la cancha como en la vida. de una personalidad avasallante y sin dobleces, Pese a la diferencia de edad se entreveró en Casi todas las divisiones con la generación de su hermano, que se componía entre otros de Carril, Toro, Aricó, Arce, Fogel. Recuerda siempre el colorado Killer que fue Sívori quien lo dejó como marcador de punta derecha como puesto definitivo, en el que jugó todo el año '69 en la reserva, alternando también con partidos en la ter- cera división que comenzaban a dirigir Griguol y Erausquin.

Y llegó el Nacional de 1971. Mario Killer es llamado por La- bruna para integrar el primer equipo. Ocurría eso el 24 de octubre y Central recibía a Huracán de Bahía Blanca. Los dos marcadores de punta de la primera no estaban en condiciones de jugar. Fue así como Bustos salió marcando una punta y Mario la otra, reemplazando a González y Carrascosa. El compromiso fue mucho más duro de lo que se preveía y recién en el segundo tiempo dos goles del Chango Gramajo le dieron el triunfo a Central. Pero la actuación del coloradito fue consagratoria, su puntero no la tocó y todavía le quedó resto como para man.darse una y otra vez al ataque, inaugurando una modalidad táctica que Labruna primero, Zof y Griguol después, supieren aprovechar muy bien, Los demoledores piques en diagonal de Gramajo dejaban el sector izquierdo del ataque vacío y hacia allí se lanzaba una y otra vez Mario, con un espíritu de sacrificio que no todos sabían ver pero que le repor- taba extraordinarios beneficios al equipo. El partido siguiente volvió Carrascosa pero debió ser reemplazado otra vez por Mario. Después vino la huelga de los profesionales Y, Como el coloradito no tenía contrato, jugó v ganó los tres partidos decisivos .ante Rácing, Vélez y Boca ¡unto a los pibes de la tercera. El retorno de los profesionales no alteró para nada la decisión de Labruna, que lo confirmó definitivamente como titular. No faltó un solo partido de allí hasta el final. inclusive la épica noche del Monumental de Núñez (cuando borró a Santamaría, el puntero rojinegro) y la ya recordada noche del campeonato en cancha le Newell's Old Boys.

Mario Killer se instaló definitivamente en el extremo izquierdo de la línea de cuatro con "la camiseta Nº 3, Desde ese sector -—bien pegadito a la fila de los exigentes plateístas auriazules— levantó en vilo de sus asientos a los enfervorizados hinchas canallas que vieron en él la esencia misma del amor por la azul y amarilla, Fueron 150 partidos hasta 1975 —nada más que por el campeonato superior de la AFA— cuando llegó su fama a despertar la codicia de los clubes europeos, Varias veces Ri. ver, Independiente y San Lorenzo habían tentado su incorporación, Pero los dólares —o las pesetas— del Sporting de Gijón (donde fue a encontrar- se con su amigo y ex compañero Landucci) se lo llevaron a España en 1975. Lo demás es historia conocida, Su retor. no al país, su paso por otros clubes y el retorno esperado en 1984 a Rosario Central. Su fibra, su enorme amor propio y su pasión centralista no fue. ron suficientes para evitar el descenso,

Para el buen hincha canalla, sin embargo, quedó flotando esa imagen de su pelo colora- do y su camiseta empapados de sudor en procura del triunfo, de los triunfos necesarios para zafar del último puesto. No pudo ser, Y el día aque la hinchada centralista despedía a sus jugadores de ja primera división, las lágrimas de la tribuna eran las mismas lágrimas del colorado Killer, identificadas unas y otras por la profunda pasión centralista, — da jugada, durante todo el par. —dor— es un recuerdo impere- esa pasión que lo llevó al leotido v en todos los partidos.

Mario Estanislao Killer —todavía activo y brillante jugador— es un recuerdo imperecedero agradecida hinchada centralista.

Fuente: Extraído de la colección Andrés Bossio