lunes, 25 de octubre de 2021

DEMIDDI, Alberto.Remero( 1944-2000)

 





Por Rodolfo Parody

Todo a pulmón

Sinónimo de esfuerzo sin límites en pos de las metas, fue el mejor remero que haya dado a luz la Argentina. Su enorme autoexigencia podía convertirse en intransigencia, pero no sólo se lo recordará por sus triunfos, sino por su ejemplo de deportista

El verano rosarino es impiadoso en aquellos años de principios de los 70. El vecino de barrio Alberdi maldice el momento en que decidió cortar el césped. De pronto, por la calle José Hernández, la última asfaltada más próxima hacia el río Paraná, aparece una figura de aspecto extraño.

Llama la atención su vestimenta, impropia de un día infernal. El buzo cerrado hasta el cuello y la capucha que le tapa la cabeza. Se acerca al trote y de a poco, el vecino parece reconocer ese rostro sudoroso. Hasta que distingue a Alberto Demiddi. Concentrado, el mejor remero que surgió en estas tierras sigue su paso, indiferente a lo que ocurre a su alrededor.

El calor es extenuante, pero no piensa en detener su marcha. Obsesivo y esforzado, sabe que debe sacrificarse al máximo para llegar más lejos. Ningún resultado lo conforma. Siempre existe otra meta por alcanzar. Ni medallas, ni podios son suficientes. Tampoco le bastan los elogios.

Al ocasional observador le cuesta entender cómo puede llegar un hombre a entregarse tanto. Se pregunta si vale la pena. No es capaz de comprender cuáles son las ambiciones que movilizan a Demiddi. No entiende que el remo es su vida. Vive por él y para él. Lo respira, lo imagina. Lo piensa. Demiddi persigue un objetivo con tanta ambición que a veces es intransigente. Tampoco lo ayuda mucho su forma de ser. Es huraño, pero sabe reconocer los errores.

En el Mundial de Saint Catherine quiso usar un bote que le regalaron y terminó cediendo a los consejos de su entrenador Mario Robert de correr con la embarcación que utilizaba habitualmente.

Apenas conquistó el título mundial, y en reconocimiento al acierto de su maestro, le arrojó la medalla dorada y con humildad le dijo: "Es suya".

Los pies no se detienen. El sol no perdona. Su historia continuará, conquistando todo, menos los Juegos Olímpicos, la gran frustración que, propio de su personalidad, nunca terminará de asimilar. 'Pero nadie discutirá jamás su inolvidable entereza.

Fuente: extraído de la Revista del diario “ La Capital” en 140 aniversarios. Año 2007.